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Familia Granger (MM B: 86794)


Sophie Elizabeth Granger
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No solía recorrer mucho la casa en esos días, con sus hijos de vacaciones y su regreso al trabajo ministerial, solo iba de su cuarto al jardín y de regreso y el resto del tiempo lo ocupaba en el Ministerio. La ultima vez que había usado la biblioteca se complicaron un tanto las cosas y Mica y su novio terminaron en una búsqueda de un escarbato travieso. Pero Mica y Gerard no eran sus únicos inquilinos, su sobrino Apolo había aparecido también por la casa aunque este no daba problemas, siempre había sido así, dedicado a lo suyo. De repente se pregunto donde estaría todo mundo, a veces pensaba que era una pésima anfitriona pero mas bien era que le gustaba darle libertad a su familia.

 

Subió las escaleras que llevaban a su cuarto pero se detuvo un momento cuando llego al pasillo, se debatía entre buscar al Granger y preguntarle si estaba bien o seguir su camino y dejarlo ser. Al final no se decidió por ninguna de las dos opciones y decidió salir a uno de los balcones de la casa para distraerse un rato.

 

- donde estarán todos, Jessie y Thomas presiento que se mataron entre ellos, los tortolos mejor ni los busco, seguro andan demostrándose amor por algún lado y Apolo, bueno solo dios sabe que diablos hace en aquella habitación - dijo para si misma mientras se sentaba sobre el barandal de la terraza, mirando hacia el bosque que limitaba la propiedad - esta casa cada dia esta mas sola

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Despertar otra mañana al lado del hombre al que tanto amaba era algo increíble. A menudo, despertaba temprano y me quedaba observándolo por largos minutos, sonriendo y disfrutando de su sola presencia. Era feliz, pues al fin me sentía "en casa" y rodeada de algunos de quienes más amaba. Sin embargo sabía que solo era momentáneo, pues mi verdadero hogar estaba en la Mansión Gryffindor, y allí necesitaba llegar.

 

No habíamos logrado atrapar al escarbato, por lo que era normal encontrar faltantes en la mansión, y localizar seguido algunos de los escondites que la criatura escogía para aquellos valiosos tesoros que no lograba. Luego a mí me tocaba llegar con cara de "lo siento" mi prima y devolverle el juego de cubiertos que llevaba días buscando, o alguno de sus calderos, candelabros y demás cosas de uso cotidiano. Por fortuna, ella era paciente, de lo contrario estaríamos durmiendo vaya a saber dónde.

 

Aquella mañana me incorporé con cuidado y besé a Gerard en la frente con dulzura. Lo noté apenas abriendo los ojos y susurrando algo que no entendí, pero sonaba tan cariñoso que no dudé en depositar otro beso, esta vez en sus labios, antes de salir de la cama. Me puse una bata negra por encima de la camisola de seda que mi prima me había prestado para dormir y, mientras la amarraba, salí de la habitación.

Descalza, recorrí los pasillos, notando que todo lucía igual de calmo como el día de mi llegada. Era un hogar ideal si tranquilidad se buscaba, pero temía que mi prima estuviese sintiéndose un tanto sola.

-¿Zahil? ¿Prima?- dije en voz alta, aunque no tanto como para perturbar el sueño de los demás Granger.

No sabía si la podría encontrar con facilidad, pero me dirigí a la que sabía era su habitación y llamé a la puerta, por si allí se encontraba.

 

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¿Un... que? — preguntó Apolo, descruzándose de brazos ante la respuesta del Elfo. — ¿Sabes que? No quiero saber, gracias Hipolito. Mi tía Zahil esta en su habitación ¿no? Le pediré ayuda a ella para solucionar esto.

 

El elfo hizo una reverencia y desapareció. Todo el enojo que había sentido Apolo se estaba evaporando de a poco, al saber que había sido un pequeño accidente con una criatura suelta en la mansión. Suponía que su tía se encargaría de lidiar con ese problema, por lo que solo quedaba el problema de su cuadro. La solución mas sencilla era limpiarlo usando una poción, y es que si existían hechizos que hicieran lo que el quería no estaban dentro de sus habilidades.

 

Pero eso involucraba pedirle prestado un caldero a la Granger de mas autoridad en la casa. Su empeño por no molestar a su tía mas de lo estrictamente necesario se iba al garete poco a poco, pero no contaba con los materiales o los conocimientos para hacer algo por su cuenta. Se acerco al pequeño librero que tenia a sus espaldas, y hojeando uno de los libros mas gruesos encontró lo que buscaba. Las pociones para devolver en el tiempo objetos normalmente se usaban para reparar objetos, pero poca gente las usaba teniendo un hechizo tan útil a la palma de la mano. Sin embargo, para esta oportunidad era perfecto.

 

Marco la hoja doblándola ligeramente y salio releyendo el libro, subiendo las escaleras de dos en dos. Su falta de aptitud mágica en ciertos aspectos no era problema para Apolo normalmente, pero intentar entender como hacer una poción era como leer chino. Cuando de runas o encantamientos se trataba todo era pan comido, y estaba decidido a solucionar su falta de conocimientos a la brevedad. Pero un problema a la vez.

 

Cuando paso por uno de los espejos del pasillo acomodo su pelo azul, y aliso un poco su camisa intentando verse mas presentable. La mansión estaba silenciosa como de costumbre, por lo que se sorprendió escuchar el sonido de una voz femenina del otro lado del pasillo. Con un vuelco en el corazón se movió sin hacer ruido lo mas rápido que pudo para ver quien era, esperando encontrarse con la persona que había estado buscando desde su llegada a Ottery.

Pero no lo era. Frente a la habitación de Zahil, una joven llamaba pacientemente a la puerta. Negó con la cabeza e intento disipar su decepción, para luego darse cuenta que seguía espiando a la joven. Si alguien lo viera podría generar un malentendido, así que se devolvió unos pasos y piso fuerte en la alfombra para hacer notar su avance. No lograba recordar bien quien era la joven, pero su tía le había mencionado que estaría viviendo en la Mansión junto a... un hombre, y que era importante que fuera cortes con ambos invitados.

 

Se preguntó donde estaría la otra persona.

Buenos días. — comentó casualmente acercándose a la puerta de Zahil. — Lamento irrumpir así, pero también buscaba a mi tía.

Miro la puerta pensando que no había necesidad de golpearla denuevo, pensando si debía mencionarle algo mas a la joven.

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Su momento de soledad termino de repente pues escucho que alguien la llamaba y tocaba a su puerta, lo mejor era quitarse de la orilla de la terraza. La gente solia malinterpretar el que alguien se colgara de ahi tan tranquilamente. Dio unos cuantos pasos para abrir la puerta de su recamara cuando escucho una voz masculina. Se pregunto si eran Mica y Gerard frente a su puerta...

 

- hola, en que puedo ayudarlos - dijo mientras abría la puerta pensando en la parejita de enamorados que ahora compartía su hogar pero para su sorpresa, el chico era su sobrino Apolo. Su sonrisa se hizo aun mayor, pues desde que este había regresado a la Granger casi no lo había visto

 

- adelante pasen, estaba admirando la vista de nuestro jardín - les guio hacia afuera y hacia las sillas que tenia en la terraza - y diganme que tal los trata la mansión, espero que si algo les hace falta me lo digan.

 

Tomo asiento en la silla que daba su vista al jardín y recargo ambos brazos frente a su cara recargando esta en sus manos mientras esperaba a que alguno dijera algo. De repente frente a ellos una pila de sándwich apareció, seguro obra de Polo, tenia esa extraña obsesión por llenarlos de comida. Tomo uno y les acerco el plato para que ellos tomaran uno también.

 

- ¿Mica ya encontraron a ese loco escarbato? - pregunto de repente al recordar al pequeño travieso que deambulaba por la casa

 

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Estaba a punto de retirarme, ante la falta de respuesta. A veces la ansiedad lograba dominarme, siendo la paciencia una ausente cualidad en mí. Fue entonces cuando noté pasos acercándose y una voz masculina me sorprendió, pues la desconocía. Volteé a saludar amablemente al recién llegado, descubriendo al joven de cabello azul que pronto estuvo a su lado.

-Hola, creo que no te conozco. Mi nombre es Mica, Mica Gryffindor ¿y el tuyo...? -mi frase se vio interrumpida por nuestra anfitriona, que acababa de abrir la puerta.

Sonreí a Zahil y la seguí al interior de su cuarto, admirando la bella decoración. Mi prima tenía buen gusto, al menos en cuanto a mobiliario y adornos. La oí mientras hacía su parte de dueña de casa y sonreí. Ya estaba dándonos un lugar cuando no teníamos a dónde ir ¿qué más podría pedirle? Tan solo estaba agradecida por lo mucho que ya hacía por nosotros.

-No, está todo perfecto -murmuré y me senté en uno de los sillones.

Fue entonces cuando la dama recordó el incidente ocurrido el primer día. Me mordí el labio avergonzada, pensando una respuesta que no la molestase. Sabía que no iba a demostrarlo, pero aquel escarbato suelto podía ser un dolor de cabeza para todos.

-No, no aún, pero sí descubrimos algunos escondites y vamos devolviendo esos objetos a su sitio -dije bajando la cabeza, a la espera de un regaño.

 

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Apolo no logro dar su nombre, pero se relajo al escuchar a la joven presentarse. Ultimamente estaba bastante tenso por los encuentros que habia tenido, pero alguien amigable parecia ideal para el tiempo que llevaba en Ottery. Zahil, quien los invito a pasar sin grandes ceremonias, parecia recien levantada, por lo que quiza era muy temprano para traerle problemas a su tia.

 

Medio disculpandose por la intromision hacia sus habitaciones, Apolo asintio y dejo que Mica avanzara primero. Que recordara ya habia estado en la habitacion de su tia, pero en un pasado tan distinte que todo parecia distinto. Solo cuando llego a la terraza pudo ver algo que no parecia haber cambiado con los años; los jardines y el bosque seguian en su mismo sitio, y su tia podia jactarse de tener una de las mejores vistas de la mansión.

 

No se atrevía a hablar frente a ambas, por lo que coloco el libro que llevaba sobre la mesa y mantuvo silencio mientras su tía y Mica conversaban, levantado ligeramente una ceja ante la mención del escarbato que habían mencionado los elfos. Que el supiera no tenia nada de valor robable, pero aun así la criatura se las había ingeniado para colarse al salón que utilizaba de taller y destruir una muy buena pintura.

 

Viendo que su tia lo miraba, tomo un sandwich de los que le habia ofrecido e intendo decir algo para llenar el silencio que habia dejado Mica.

 

— ¿No había gente en el Ministerio que se encargaba de ese tipo de cosas? — soltó a modo de idea mirando alternativamente a Zahil y a Mica.

 

Tenia suficiente criterio para no ir buscando culpables en uno de los invitados de su tía. En su mente pensaba que ya que andaban soltando de esos bichos asquerosos bien podrían dedicarse a encontrarlos, pero ni de broma hubiese soltado un comentario así. Por muy molesto que estuviese por las repercusiones que había tenido, no estaba en condiciones de recriminarle nada a nadie.

 

Volvió a mirar el libro con la pagina de la poción removedora marcada, y se pregunto como podía llevar el tema a colación sin tantos problemas. Su tía lo seguía viendo de reojo y se pregunto si estaba revelando alguna emoción; siempre había sido horrible para ocultar lo que pensaba.

 

No pude presentarme con Mica fuera de tu habitación. — se le ocurrió de pronto, volviéndose a mirar a la Gryffindor para cambiar el tema de la conversación. — Me llamo Apolo. Soy hijo adoptivo de Annick.

Le dolió decir eso ultimo mas de lo que hubiese querido reconocer, pero intento sonreír asistiendo a modo de saludo. Tal vez su tía querría presentarlos mejor y evitar que Apolo preguntara alguna indiscreción.

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  • 7 meses más tarde...

La noche había caído ya sobre el hemisferio norte. Aunque hacía unos segundos habíamos desaparecido del serpenteante Callejón Diagón, no me había percatado de la protectora oscuridad que nos acogía. Para mi fortuna, los días eran más cortos cada vez, y el ambiente se tornaba lúgubre. Era la mejor época para mostrar un poco más de mi bestial naturaleza inmortal. La joven que nos acompañaba pronto la vería.

 

Con una sonrisa torcida, crucé a los dominios de la familia Granger. A partir de ahí, Li Xue no podría desaparecer, y no se me ocurría que pudiera correr más que yo; por si fuera poco el imponente portón se cerró de forma estrepitosa, como si la propia casa quisiera contribuir a infundir el terror en la obligada invitada. Di un vistazo al pequeño Seishiro que miraba fijamente el transportador en donde yo llevaba a su mascota y continué en silencio.

 

La mansión Granger se alzaba impresionante, elegante, blanca y pura ante el césped perfectamente recortado y de un verde tan antinatural como los propios habitantes. Las luces de la mansión estaban encendidas, como siempre, sin embargo todo se veía igual de tranquilo. El arrullo del agua de la fuente frente a la entrada, los lazos del diablo retorciéndose, dando latigazos, y la brisa otoñal era lo único que acompañaba nuestros pasos.

 

La puerta se abrió para darnos paso. El hall era tan blanco como el exterior, y estaba silencioso. Los elfos aparecieron con el ligero "crack" tomaron nuestros abrigos, y con el mismo sonido desaparecieron tras una reverencia. Me miré en uno de los dos espejos laterales y sonreí. Pasé mi mano por el extraño muñeco vudú que tenía un par de alfileres clavados, me divertiría que la joven lo notara y se sobresaltara.

 

Dejé el transportador y abrí la puerta para que el animalito saliera a explorar su nuevo hogar. Claro que si el felino pensaba dar sus primeros pasos con cautela, lo tendría difícil ya que el niño se abalanzó sobre él, cual depredador sobre su presa. Reí, no podía negar que sabía que aquello iba a pasar. Flum dio un respingo y se metió en el transportador otra vez.

 

-Sei -dije poniendo una mano en su cabeza- debes dejar que él explore a su tiempo, no lo sofoques.

-¡Pero así es aburrido! -protestó con incipiente furia infantil.

-Lo siento, pero no hay nada que pueda hacer. Espera hasta que quiera salir, no lo agarres no lo obligues -Protestó una vez más, y se sentó a un lado de la caja de plástico, malhumorado.

 

Dirigí mi atención a la muchacha, la había ignorado por unos momentos y eso no estaba bien. La invité a pasar al salón y que tomara asiento en el sofá de piel. Me sentía cómodo en aquel lugar poco pero preciosamente decorado, en especial adoraba los jarrones egipcios con milenios de antigüedad que mi hermana usaba de burdos floreros. Supongo que ahí se veía el dinero que poseían las familias de Ottery; piezas invaluables convertidas en simples adornos.

 

-Li Xue, sé que acabas de tomar un té, pero ¿puedo ofrecerte algo de beber? -Mis dotes como anfitrión afloraron para con la cena al momento que me sentaba en un sillón a la derecha del sofá- Quizás también puedas contarme algo más de ti... -Sonreí y mis ojos brillaron un segundo. Me intrigaba la muchacha y esperaba que al verme obligadamente como un amigo, me contara todo sin que tuviera que recurrir a mis poderes otra vez.

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El panorama cambió por completo, de encontrarme en aquel callejón abarrotado de tiendas, pasé a tener frente a mi una enorme mansión. El edificio había sido elegantemente construido en un tono blanco y pulcro, el cual desentonaba totalmente con el joven siniestro que me acompañaba. Caminé junto a él mientras caía en la cuenta del sepulcral silencio que allí reinaba.

 

Padre e hijo caminaron totalmente familiarizados por el lugar, por el contrario yo me detuve cautelosamente mientras les observaba. Por primera vez el pequeño mostró rebeldía ante las ordenes de su padre, aun así a regañadientes terminó haciéndole caso. El gatito tenia miedo y se negaba a salir del transportín, a Seishiro no le quedó mas remedio que esperar pacientemente a su amigo felino.

 

Aproveché que ambos estaban distraídos para recorrer con la mirada el salón, la decoración era un tanto peculiar y me preguntaba que clase de personas vivirán allí, si es que vivía alguien mas. Posé mi mirada de nuevo en el muñeco vudú y supe que los dueños del lugar tenían un extraño humor, el cual no me hacia ninguna gracia.

 

Mi mente seguía dividida, de manera exterior me comportaba normal como si nada de aquello me preocupase, pero en el fondo estaba aterrada y no paraba de pensar que era lo que me sucedía. Necesitaba mi varita, se encontraba guardada en mi bolsito (el cual no había dejado que los elfos me quitasen), pero no era capaz de tomarla, mi mente no me dejaba.

 

Cuando el atento padre terminó de hablar con su hijo, volvió a prestar atención a mi persona. Me condujo hacia unos sofás y ambos nos sentamos tranquilamente. El joven con su encantadora sonrisa se comportaba educadamente, ya no quedaba rastro de aquella antinatural mirada naranja. Sonreí sin sentir miedo alguno, ante mi tenia a un persona a la que ofrecería mi confianza.

 

-Gracias, tal vez me gustaría unas galletitas. No me animé a comer entre tanto gato rondando -Respondí con una pequeña risa -¿De mi? Bueno es la primera vez que viajo sola ¡Me he escapado de casa!

 

Por un momento mi mente viajó a China, me pregunté como se habría tomado mi madre el no encontrarme aquella mañana. ¿Se habría disgustado? ¿Me estaría buscando? Seguramente se sentiría deshonrada y avergonzada. ¿Como se lo harria tomado mi prometido?

Mis oscuros ojos observaron detenidamente a mi anfitrión, de repente sentí curiosidad por su estado actual.

-¿Y que me dices de ti?¿Estas casado, divorciado o soltero? -Pregunté en un arranque de confianza.

Por lo general nunca habría hablado de aquella manera ante un desconocido, me sentía confusa, estaba segura que era cosa de la magia que nos unía a los dos. Pero no había lugar para las dudas, la mansión parecía estar vacía, todo estaba dispuesto para una tranquila y normal conversación entre dos amigos.

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Casi tres décadas portando una cantidad inmensa de poderes a los que me había dedicado en desarrollar con mi creadora como mentora y todavía me sorprendía de lo eficaces que resultaban. Cosa rara la verdad. No era secreto que a lo largo de los años me había vuelto bastante egocéntrico, vanidoso y seguro de mí mismo. Esos mismos poderes habían forjado mi forma de ser, si algo salía fuera de lo previsto, siempre podía volver a encauzarlo con una mirada. Claro que mi problema era con las demás criaturas, que se resistían a ello...

 

-Hiciste bien. -Aprobé con una sonrisa divertida su comentario sobre no comer con los gatos rondando- haré que te traigan algunas en un segundo.

-¡Kraven! -exclamé con firmeza, y enseguida un elfo vestido con smoking apareció tras un "crack" y nos hizo una pomposa reverencia luego de su característico: «Es un honor servir al amo»- Kraven, deseo que traiga una bandeja con galletas para nuestra invitada, también café y las mezclas de té. -El elfo dio un rápido vistazo a la chica luego de la reverencia y su «Como ordene el amo» y desapareció con el "crack".

 

Tomé un segundo antes de responder sobre su viaje por Europa. Era una niña aventurera y arriesgada; indisciplinada y rebelde con un rostro que no lo dejaba entrever. En sus palabras todavía me parecía percibir un dejo de euforia y nerviosismo. No lo iba a negar, me daba cierta ternura. Además de recordarme cuando lo intenté (y es difícil hacerlo de alguien con quien se tiene una conexión tanto más eficaz que los chips de rastreo modernos de los muggles, por lo que fallé) también me recordaba a las jovencitas que cayeron ante mis encantos y nunca más volvieron a ser vistas. ¡Ah! ¡Que tiempos aquellos! Me había vuelto un conformista miembro de la sociedad, debería estar asqueado y sin embargo no era así.

 

-Yo también intenté escapar de casa varias veces -comenté transmitiendo parte de la nostalgia- al final, cuando lo logré, acabé aquí, y ya no tengo necesidad de irme. -«La mayor parte del tiempo»- ¿Planeas seguir explorando el mundo o te quedarás en el Viejo Continente? -Quise saber.

 

El elfo llegó con otro "crack" y otra reverencia; dejó lo que le pedí sobre la mesita de café. Bajo la bandeja de oro, se comenzó a formar un mantel blanco con un bordado en hilo de oro y como todo en una de las mansiones mas austeras que conocía, era irónicamente abundante la cantidad de galletas de toda clase que había: Simples glaseadas, de manzana y canela, pasas, chispas de chocolate; rellenas con crema de todos los sabores conocidos, algunas con mermelada de fresa, de arándanos o una mezcla de frutos. La mayoría estaban tibias. También había una taza de porcelana con flores pintadas, detrás de la cual habían una tetera con agua caliente y una cafetera francesa.

 

-Por favor, sírvete lo que gustes -dije con un ademán señalando toda la mesa- y en cuanto a mi, soy soltero, jamás me casé... -Lo hice parecer más liberal, y un toque de misterio porque se me ocurrió que a lo mejor despertaba su curiosidad por mis dos hijos y se animaba a preguntar más, ya que por lo general, aquello hacía que se abrieran más también. En este caso, no importaba mucho lo que le dijera, no lo recordaría si yo no lo quería.

 

De repente el pequeño Granger apareció en el salón y con una sonrisa traviesa, sin dejar de mirar la caja de plástico donde estaba su nueva y atormentada mascota, tomó una galleta al azar de la bandeja, sin borrar su sonrisa y sin despegar la vista de su objetivo. No se necesitaba ser un padre muy atento para darse cuenta de sus intenciones. No lo iba a permitir, pero no negaba que de haberlo dejado, habría logrado lo que se proponía.

 

-¿Qué vas a hacer, Seishiro? -Le pregunté fingiendo que no sabía. El niño me prestó atención solo en ese momento y sus ojos cambiaron a mi azul. Dudó antes de contestar que eran para el gatito «porque tenía hambre» aseguró con su mirada compradora-. No. Ya te dije más temprano que la comida de humanos no es para los gatitos. No quieres que se ponga enfermo y triste ¿verdad? -el niño negó la cabeza con desilusión- Ve, dile a Kraven que te de comida para gatos; también algo de leche. Pero antes, come esa galleta o al menos déjala sobre la mesa -Ni se planteó comerla, la dejó sin cuidado sobre el mantel y se fue corriendo exclamando un «Kraaaaveeeen». En ese momento vi que el animalito asomaba su cabeza por el arco que daba paso al salón y casi me dio pena.

 

-Disculpa, Li. -Hice una mueca de pena.- Es el oficio de ser padre -me justifiqué con una risita.- Me apetece saber de tu familia y tu vida, y por qué decidiste escapar.

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Era una escena de lo mas normal, aquel joven ojiazul se comportaba como un caballero e intentaba mostrarse lo mas empatico conmigo, tal vez demasiado. Me costaba mucho ver que una persona como él fuese antaño alguien rebelde que se escapase de casa. A todo esto me preguntaba de donde seria realmente, y que seria lo que al final terminó atándolo aquí.

 

El tal Kraven volvió trayendo lo que su amo le había pedido, me causaba gracia ver a esa horrible criatura vestir de manera tan formal. Todo en aquel lugar era contradictorio, tenia la sensación de que lo que veía tan solo era una fachada. Sin embargo todas estas dudas internas no se veían reflejadas en mi rostro, el cual en aquel momento sonreía ante aquella exhibición de gelletitas.

 

-No tengo muy claro que haré, puede que me quede aquí un tiempo. -Respondí al tiempo que aceptaba el ofrecimiento y tomaba una galletita de mermelada de fresa -Este es un lugar bastante tranquilo, comparándolo con Shangái. -Di un pequeño bocado a la tierna galleta, estaba deliciosa.

 

No comprendía las intenciones del Granger, no entendía a que estaba jugando. No se había casado, pero se había arruinado la vida teniendo dos hijos, uno de los cuales le había tocado cuidar. ¿Estaría tan solo y aburrido que necesitaba secuestrar personas para poder entablar una simple conversación casual? ¿Seria uno de esos locos psicópatas que se entretenían primero jugando con su presa antes de matarla?

 

Mi miedo interior iba en aumento, y ya solo pensaba en tomar mi varita, necesitaba pelear, romper esa barrera. Me sentía frustrada y débil, incapaz de comprender como aquella persona era capaz de tenerme en aquel estado y yo no poder hacer nada. El retorno del niño me distrajo, el pequeño estaba obstinado en sacar al gatito fuese como fuese. Su padre una vez mas se mostró paciente y correcto, haciendo entender a Seishiro que esa no era la manera de tratar al minino.

 

Ambas personas parecían tener la cualidad de poder cambiar el color de ojos, me preguntaba ante que clase de criaturas me estaría enfrentando. Mi anfitrión se deciso rápidamente de su hijo y volvió a prestarme atención, estaba decidido a sonsacarme toda la información que pudiese. Tomé otra galletita y aparté los mechones de pelo que solían molestar mi rostro, le sonreí haciéndole ver que comprendía su situación.

 

-Bueno...- Suspiré, no me apetecía demasiado hablar sobre temas familiares, pero una vez mas fui complaciente -Nunca he tenido un buen trato con mis padres...¡y me iban a obligar a casarme! Son muy tradicionales. – Mi mirada se debuto por un momento a contemplar las galletitas mientras negaba levemente con la cabeza -No contemplarían una situación como la tuya ¿Con hijos pero sin estar casado?-Levanté la mirada y la posé sobre sus zafiros ojos, a pesar de no encontrarme en el mejor momento, me alegraba de no estar en el lugar del Granger.

 

-No quería casarme así que aquí estoy, lejos muy lejos. -Me reí al tiempo que acaba de terminar de comer una galleta – ¿Y tu? Estas aquí solo en este lugar...

 

Escuché como su hijo peleaba con el elfo domestico, intentando quitarle la comida de gato que había traído. Me pregunté que seria de su madre, al igual la mujer se había resistido a ser controlada por su pareja y el joven había decidido acabar con todo aquello de una manera cruel.

Editado por Li Xue Liu

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