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Melrose Moody

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Mensajes publicados por Melrose Moody

  1. —Mucha gente paga montañas de oro para oírme cantar, Evans —señaló Richard con un gesto desdeñoso de la mano— y tu crees que lo haría gratis por ti.

    Richard guardó silencio al ver entrar a la muchacha vampiro y, apenas acababa de trasponer la puerta, la siguió Weatherwax. Sentía una sana curiosidad, así que no deseaba que viese sus est****as discusiones con Evans McGonagall. Además, tenía planes para esa noche. Se quedó un buen rato mirando a la otra muchacha, que no reconoció y que acompañaba a Scavenger, antes de servirse un trago de vino. Nadie estaba bebiendo todavía pero su tolerancia al alcohol era ridícula y, por una vez, no quería tan solo quedarse riendo de los demás ¿hacía cuánto que no bebía en serio? Había pasado demasiado tiempo ya...

    Estaba, de hecho, tan cerca de la puerta cuando la cerraron, que escuchó con claridad tres golpes afuera, a pesar de que todos los demás todavía seguían saludándose. Él se había librado de la formalidad repartiendo venias aquí y allá, así que tiró de la puerta con soltura, solo para ver que no le había parecido oír cosas si no que la heredera Ollivander estaba parada afuera, con una mano todavía en alto pues acababa de realizar el gesto.

    —Bienvenida, Ollivander —dijo Richard entonces con una sonrisa ladeada—. Su señora madre ya se encuentra dentro. 

    Se volvió hacia la mesa y tomó asiento ¿a qué hora era que llegaba Catherine?

     

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  2. Apenas escucha la nueva voz dirigirse hacia ella, se vuelve hacia Blackfyre con una acción que es más que un reflejo, sus músculos se contraen listos para actuar y amusga los ojos al analizar a ese nuevo intruso. El arma, que sale volando de sus manos es atrapada por la criatura de Darla y transportada hacia ella. Melrose observa a la criatura, con la que no se puede comunicar: es más como una máquina que un ser vivo, siempre escuchando las órdenes de su dueña, sin procesar la voz de nadie más, los ojos vacíos.

    Solo atina a dar unos saltos hacia atrás por precaución. Por supuesto, no tiene idea de quién es el recién llegado. No le cuesta imaginar por qué esta allí, lo mismo que aquella desconocida pelirroja, que había intentado sujetar al muchacho rubio cuando la fuerza de repulsión todavía estaba en marcha. No es una experta pero hay algunas cosas que ha aprendido de los mortífagos, debido a su permanencia en la Orden del Fénix. Tiene la certeza de que podrían seguir llegando, uno tras otro, debido a la presencia de la marca en el cielo.

    Antes de que Melrose decidiera actuar, ya estaban peleando de nuevo y...

    ¿Realmente había dicho travesuras de chico?

    Melrose sintió un escalofrío subir por su espalda, uno que no tenía nada que ver con la pelea o el peligro, lo que la hizo sentir avergonzada, porque por un instante, consiguió que olvidara que estaba en medio de un lío y que volviera a sentir piel de gallina por razones infantiles. Como una niña que se asquea al ver el cadáver de un bicho. La sensación de terrible incomodidad y pánico que uno sentía cuando veía a un sujeto sospechoso pasearse por un parque de diversiones para niños. Esa incomodidad se tradujo entonces en rechazo.

    ¿A qué se refería con "dame al chico"? El chico no era un paquete, pensó Melrose. Podía hablar y moverse por su cuenta, lo que, de hecho, no tardó en hacer y Melrose casi deseó que fuese un paquete de verdad porque en aquel mismo momento, la sed de sangre la golpeó con fuerza. Su atención se desvió una vez más hacia el chiquillo rubio. Su rostro tranzado en una mueca. ¿Qué había esperado exactamente, que le agradeciera? Quería creer que no pero tal vez si no gratitud, había esperado cierto constreñimiento de su parte. Sí, alguna clase de decoro, que detuviera las cosas tal cual ella había deseado. Nada de eso había sucedido y la persona que había apartado, incluso a costa de poder causar emociones negativas en sus compañeras de bando, acababa de pedir su muerte. Sus ojos se clavaron en los de él pero no había rencor en ellos. En lugar  de eso, estaban cargados de lástima, asco: decepción.

    Pensó en las escenas en rápida sucesión que acababan de desarrollarse. Por un momento, se cuestionó otras cosas que también había observado, como por ejemplo ¿Quién era ese hombre que le causaba un desagrado parecido al que sentía por el hombre que le había atacado y que había intentado disimular el envío de un mensaje a través de un patronus? ¿Debía acercarse y noquearlo? Podía hacerlo: la velocidad y la fuerza física otorgada por el dios del trueno podían dejarlo fuera de combate en segundos y su mente estaba protegida ante cualquier invasión. Escuchó entonces el cuchicheo de la gente que lo rodeaba, llamándolo perro. Funcionario de la ministra, tradujo entonces Melrose mentalmente. Sin embargo...

    Su cuerpo no conseguía relajarse ni decidirse, sus ojos  buscando otras cosas. El anarquista, seguía su discurso, como si todo el estallido no hubiera ocurrido. Se dirigía a la gente, tranquilizándola, ordenándole que se mantuviera organizada y en filas, para abandonar esa zona del evento. Los ojos se dirigían hacia él con fruición a pesar del "espectáculo" y de que un vitae había atacado de lleno armando alboroto. Melrose lo admiró y deseó una vez más haber podido preguntarle cosas. Ahora, esa posibilidad parecía haber muerto.

    Entonces, actuó por fin. 

    Sus piernas se clavaron firmemente en tierra para cubrir una distancia larga, una delante de la otra, y su partida dejó atrás una marca astillada en el suelo del estrado, debido a la presión del impulso que acababa de utilizar a través del fortress. De un tirón llegó al final de las escaleras, se aproximó desde atrás al funcionario ministerial y, con un golpe seco del dorso de su mano, lo noqueó al suelo. Era un golpe medido, cuidado al máximo para no matarlo, pero resolutivo. Lo último que necesitaban era que ese hombre se nutriera de historias. Ya era más que suficiente con que el anarquista hubiera anunciado a Rory como líder de la Orden. 

    Una vez se hubo asegurado de que estaba inconsciente, dejó que la muchedumbre que lo había estado rodeando lo engullera, cubriera su visión (no suponía que fuesen a ahogarlo porque había sido cuidadosa) y justo en el momento que se volvía para echar una mano con los nuevos ataques, notó el dedo admonitorio que la incluía en la afrenta que Goldor remitía.

    Goldor. Bueno, ahora sabía su nombre.

    ¿Cuál era el nombre del muchacho rubio? Seguía sin saberlo aunque ¿era importante a esas alturas del partido? Melrose nunca había soltado una sonrisa amarga pero tal vez esa ocasión ameritaba una primera vez. 

    Richard, resguardado a la quietud del pasto que no había sido alcanzado por la "acción" dejó su espacio alejado y se aproximó apenas el haz de la noche se hubo cerrado. Empujó con un pie el cuerpo del funcionario ministerial, para asegurarse, antes de apartarse del grupo de gente y tomar unos chicles magentas de su bolsillo ¿qué se suponía que pasaba ahora?

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  3. ¿Por qué tenían que ser sirenas? 

    La mujer permaneció imperturbable ante las declaraciones de Eitʃ. Era parte de su actitud habitual, un entrenamiento que le habían martilleado hasta lo más profundo de su inconsciente, de forma que pudiera ejecutarlo a ojos cerrados. 

    -Oh... qué infortunio.

    Alzó su propia copa de vino mientras un par de criados se apresuraban a servir a los invitados acorde a lo solicitado. No había en su voz ni un atisbo de arrepentimiento o sombra del sentimiento que debería haber acompañado a esas palabras pero tampoco debía arriesgarse a ser grosera. Después de todo, si estaba allí, era sin duda para negociar. 

    Le sorprendió darse cuenta de que cuando había dicho que quería saber sobre asuntos presentes lo decía en serio. Había esperado una persona encerrada en afrentas pasadas, mezquina. Era evidente que se había equivocado. Movió el vino dentro de su copa. Lamentó no haberse preocupado por disfrutar del bouquet.

    -Lastimosamente, en estos momentos, el encargo de sirenas ha sido demorado

    Los asesinos se habían equivocado de bastardo y no habían llevado a cabo su encargo con Richard Stark. El muy i****** seguía interfiriendo con la captura de la última comunidad de sirenas al sur de Italia ¿por qué? Le hubiera gustado saberlo, al menos, para poder susurrarle cuán equivocado había estado de pensar que podía salirse con la suya interfiriendo con los Diallo, antes de matarlo.

    -Es el único cargamento que tendría demora en la entrega -le aseguró con frialdad-. Justo ahora, tenemos a disposición, todo lo demás.

    Sí. Después de todo, ellos también tenían su propio interés en el mundo del espectáculo ¿lo sabía Eitʃ? ¿Y estaría ella interesada en ver la mercadería? ¿Y qué había de su compañero, que no hacía más que fruncir el ceño?

    @ Hessenordwood Crouch

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  4. Los Evans no se caracterizaban por encontrarse siempre al pendiente de la ley.

    No eran una familia de quebrantadores de reglas. Era solo que andaban a su aire. Siempre intentaban contactarse, así estuvieran en distintas partes del globo. Buscaban en todos los lugares a los que iban esas conexiones que les permitían mantenerse a flote, que era una forma coloquial de decir que muchos de ellos eran sociables y, los que no lo eran, tenían habilidades que solían hacer que se mantuvieran próximos a aprendizajes que no cualquiera hubiera podido seguir. Caminos difíciles resueltos con talento, en sus respectivos ámbitos. Eso se había cumplido para casi la mayoría de sus miembros. 

    Los duelos eran el campo de Jank. Siempre se podía contar con que Dayne Evans McGonagall estaría cerca de alguna clase de situación peligrosa, tanto si quería como si no. Aún, en sus momentos de retiro y ocio, siempre terminaba metido hasta el cuello, envuelto en un súbito entrenamiento o salvándole el trasero a alguien. Luego estaba Catherine, por supuesto. Desde que había perdido por completo el control y la cordura a causa de su matrimonio fallido, había abandonado por completo la intención de vivir en el mundo de los mortales, magos y muggles por igual. Vivía casi en un espacio propio, siempre con un ojo puesto en el mundo de los muertos. La nigromancia le consumía la salud, lo mismo que las entrañas, pero no moría. Siempre, estaba metida en alguna situación extraña u oscura, si no es que pasaba el tiempo observando la naturaleza y haciendo viajes en donde buscaba apartarse del todo de la humanidad, a pesar de seguir siendo por completo humana. Oliendo a tierra, hojas, sangre, pociones o brisa.

    Bel Evans McGonagall era una squib que, aún con esa absurda limitación, de todos modos se las había arreglado para traer del exilio de cabras y margaritas al nuevo líder de la Orden del Fénix. Lillian Evans McGonagall era una adecuada dama de socialité, con un hálito agradable y el adecuado candor, que se vinculaba estrechamente en ámbitos extranjeros y criaba a la nueva (y más fuerte hasta la fecha) generación de Evans McGonagall. Una muchacha que, a pesar de la viudez y la maternidad, irradiaba la energía de la flor de la juventud. Ania Evans McGonagall viajaba por el mundo cuando no estaba explorando cada pequeño detalle de la naturaleza y los entornos que la rodeaban, compartiendo experiencias y risas con nuevas personas cada vez. Nicole Evans McGonagall era la lidereza nata que había llegado incluso a llevar en sus hombros a la familia por un largo período.

    Había un nuevo miembro en el castillo, también, aquel extranjero que Richard había alcanzado a vislumbrar y que poseía dones específicos y claramente de inclinación a las sombras. Richard sonrió, estrechando contra su pecho la botella de vino que había extraído de su cava personal. De Elessar no se había sabido nada en mucho tiempo, pero era poco probable que hubiese dejado de ser ese excéntrico seductor de mujeres que detonaba trampas con una sonrisa. Hannity, la heredera de los Ollivander que ocultaba con habilidad y encanto su verdadero poder, también había mostrado cierta preferencia hacia la familia de los Evans McGonagall, visitando el castillo con frecuencia y estaría ese día allí. Laimi Evans McGonagall continuaba siendo un completo y absoluto enigma a pesar de las averiguaciones de Richard, lo que con su mundo y contactos no era poco mérito. Albus Evans McGonagall brillaba en los ámbitos sociales, Scavenger Weatherwax perfeccionaba cada vez más sus habilidades de investigación, de artículos mágicos e historia, además de una serie de otras habilidades que la convertían en un peligro si se trataba de averiguar los planes de Richard; era una suerte que estuviera demasiado concentrada siempre en su constante búsqueda de respuestas, una incógnita a la vez.

    Eileen y Madeleine. Sí, las dos, el poder balanceado de ambas, en pelea y técnica, concentración y práctica, conocimiento y carácter. Madeleine, por supuesto, tenía más experiencia, y dominio.

    Finalmente, Kutsy Stroud Lenteric Evans McGonagall. La nostálgica, el alma trágica y sensible, aquella incógnita que no tenía nada que ver con el poder. La única, de todo ese castillo, que le hacía recordar a la vampiresa italiana que había despreciado su mano en matrimonio. Sí, a veces las cosas eran así de imprevisibles. La persona que apenas había vislumbrado y a la que nunca se había aproximado de verdad por un temor que no tenía nada que ver con nervios pero que, adivinaba, tenía una hebra rota quizá ¿tan amplia y desolada como la suya? No, tal vez no. De todos modos, era la persona que sentía más afín, aún si no compartía su desilusión.

    Suspiró.

    Ese día, mientras transitaba por las calles de Londres, disfrutando de salir a respirar aire puro, esquivando funcionarios que vigilaban que se cumpliera el edicto de inamovilidad con la misma facilidad con la que tiraba de la palanca del inodoro, Richard tenía una sonrisa en los labios. Se deslizaba casi con elegancia, de una sombra a otra, pensando en lo molesto que era no poder confrontarlos. Sí... en realidad, era más complicado que eso. Tal vez, por eso, más interesante y divertido. 

    Cuando llegó a la puerta designada, madera negra pulida bajo una terraza georgiana, propiedad de los Evans por generaciones, sus manos delicadas tocaron tres veces sin contenerse por la bulla. Sus ojos, concentrados en la luz de la calle, supieron enseguida que había alguien adentro pero que nadie lo vigilaba allí afuera. El encantamiento fidelio había sido confiado a los invitados, aunque Bel había luchado para que Catherine no viniese acompañada por él. Por supuesto, había perdido. Era Bel después de todo.

    -Evans McGonagall ¿Por fin conseguiste salir embarazada o lo que veo es solo una exagerada protuberancia?

    Su sonrisa era deslumbrante. La pelirroja que le había abierto la puerta, no parecía ser la única que ya se encontraba allí. Richard entró con rapidez y la puerta se cerró tras él. Catherine vendría más tarde por su cuenta.

    @ Kutsy Stroud Lenteric  @ Rory Despard   @ Syrius McGonagall  @ Jank Dayne  @ Lillian Potter Evans  @ Ania Evans Weasley  @ Boss Elessar  @ Hannity Ollivander Evans  @ Ellie Moody  @ Albus Severus Black @ Scavenger Weatherwax  @ Laimi Evans  @ Nicole Evans Crowley

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  5. Donaciones desde y hacia Bóvedas Personales

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    Nombre con link a la Ficha: Melrose Moody
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  6. -Oh... bueno, la verdad no soy muy buena con las palabras -masculló Mel de vuelta hacia Rory luego de esa cálida bienvenida, sin atreverse a agregar nada respecto al "amor libre" ya que de eso poco o nada sabía.

    Tanto Mel como Richard tomaron entonces los panfletos, sin más. No era que Mel estuviese menos interesada en acercarse al anarquista, si no que a pesar de haber llegado con apuro, se daba cuenta de que tendría que esperar ante tamaña lista de actividades. Prefería pasar desapercibida mientras tanto, para que no intentaran llamarla para que "diera unas cuantas palabras". Así que se dedicó a explorar el papel con genuina curiosidad. Tenía unas letras coloridas y daba razón de aquello que se haría en el evento; Mel nunca había escuchado nada que se pareciera a "poesía antisistema" así que decidió que tal vez daría una vuelta para echar un vistazo. Richard la siguió.

    Apenas acababan de volver  luego de observar una carpa en donde hacía fila un montón de gente para entrar en parejas, globos de colores, muchachos con pipas psicodélicas que descansaban sobre el pasto y un montón de puestos de comida y venta de curiosos artículos cuando las cosas se salieron de control deprisa. Estupefactos ante el anuncio realizado por el anarquista, delatando a Rory como líder de la Orden del Fénix, ambos se echaron una mirada antes de dirigirla hacia el dubitativo pelirrojo que se dirigía al estrago. Ya no estaba muy lejos, cuando Mel decidió que quizá debía prevenirlo, cuando notó que Luna se echaba sobre el hermoso muchacho rubio que vieran antes, debido a que éste parecía haber hecho o dicho algo hacia Rory.

    Mel nunca la había visto tan enojada. Sus ojos redondos y enormes quedaron pasmados de sorpresa. Richard tenía reacciones rápidas y se había dado perfecta cuenta de todo pero no había querido intervenir. Se veía como algo que iba a desencadenarse de mal a peor y, efectivamente, así fue.

    ¿Acaso realmente el anarquista había anunciado que Rory era el líder de la Orden del Fénix y había Lunita reaccionado ante la proximidad del mago rubio con Rory de una manera tan confrontacional? Por supuesto, Mel y Richard se habían perdido parte de la acción entre ellos antes así que eso no parecía encajar con Lunita para nada. Lo que ese muchacho podía haber dicho para que Luna reaccionara de esa forma era algo que Mel no alcanzaba a imaginar.  La bruja se aproximó decidida a parar el asunto, antes de darse cuenta de que Darla también se salía de control ¿cómo era posible que todos montaran en cólera? ¿Y acaso realmente ese mago había usado un cruciatus? Melrose apenas podía creer cómo se iban desenvolviendo las cosas.

    Richard la tomó del brazo para detenerla pero ella se soltó con rapidez y se deslizó por un lado de forma rápida para que no pudiera volver a hacerlo. En el ínterin, Luna había mordido al rubio y Darla también había saltado para defender a Luna de la maldición que éste le lanzara. Mel no sabía qué hacer, así que solo atinó a correr hacia ellas, sin estar del todo segura. Cuál no sería su sorpresa al ver al muchacho con rostro angelical retorcido por la rabia, invocar la marca tenebrosa. 

    Las personas alrededor no eran est****as. Empezaron a escucharse murmullos y algunos gritos. Algunos parecían haber consumido demasiado de las pipas como para moverse o darse cuenta de lo que estaba pasando y muchos otros estaban encerrados en carpas pero varios ya empezaban a correr para poder desaparecer en dirección a sus casas y no pocos se habían quedado boquiabiertos ante la señal en el cielo. Incluso, cierta cantidad de curiosos habían asomado sus cabezas, desde escondrijos de lo más inesperados o desde dentro de las propias carpas. Los ojos de Mel, sin querer, se desviaron por unos segundos hacia el anarquista. Éste, al igual que ella, parecía estar evaluando su siguiente movimiento, con una precisión que casi salía a flote en su mirada. 

    Al alcanzar a Darla y Luna, Mel pasó de largo, directo hacia el muchacho mortífago. Con un movimiento preciso, invocó su Tambō, de forma que sus dedos fuertes no tardaron en girar la bara de metal sagrado ante ella. Enseguida, la muchacha aprovechó los campos magnéticos que el bastón generaba (y era prácticamente la tercera vez que el hechizo funcionaba - lo que era una suerte- pues no había ensayado lo suficiente, ni de lejos) para atraer al muchacho rubio hacia ella y repeler a Luna y Darla al lado de Rory. Sabía que Lunita, una persona normalmente sosegada y pacífica, no habría reaccionado de esa forma sin motivo y sabía que ella estaría segura con Darla pero era preciso detener esa pelea cuanto antes.

    Miró de reojo al mago rubio que se encontraba compartiendo con ella su lado del campo magnético, lo que los obligaba a estar algo estar próximos. Recordó por segunda vez en la noche que ni siquiera conocía su nombre. Se preguntaba si éste aprovecharía la oportunidad para intentar hechizarla. Dejó de girar el bastón, clavándolo en tierra y notó con alivio que había logrado poner dos metros de distancia entre los dos grupos que había conformado, debido a la fuerza de los campos magnéticos (aunque todos los presentes se habían tambaleado un poco al volver a poner pie en tierra debido a la fuerza de atracción y repulsión, respectivamente, que había ejercido).

    Entonces, dijo:

    -Esta pelea se termina, AHORA.

    No hacía falta ser un genio para ver los rostros asustados, las expresiones alarmadas e indignadas de las personas alrededor. Mel agitó la varita algo dolida, recordando la expresión del lobo que había recibido ese hechizo cruciatus, mas no dudó cuando curó la herida de mordedura del muchacho rubio. Entonces, y solo entonces, se atrevió a decir:

    -Te quiero pedir, que quites ese símbolo del cielo. Ésta, es una reunión pacífica que no merece este espectáculo.

    Richard estaba impactado ¿qué le había pasado en el extranjero a Melrose Moody, la sosa, tragona e impulsiva Melrose Moody que se distraía persiguiendo tebos y observando aves marítimas y olfateando estupideces para que hubiera reaccionado de esa manera? Pensó en que necesitaba un poco de palomitas y estuvo a punto de atraerlas con un encantamiento convocador, pero no quería seguir aumentando la conmoción. Si luego pensaban que había sido un ratero aprovechando el pánico, sería una vergüenza. 

    @ Cillian  @ Rory Despard   @ Luna Gryffindor Delacour  @ Darla Potter Black

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  7. Richard tenía serios problemas para tolerar al predicador ahora.

    -Verá señor Despard -señaló con una voz que era como la seda-. Tendrán aquellos que tengan que pagar ¿no es acaso una injusticia que el estado no se haga cargo de ciudadanos que se encuentran al día con sus impuestos y cumplen con la ley? Hasta niños Granos asintió disimuladamente ante semejante afirmación. 

    Cuanto el conductor gritó el nombre de la parada, Richard se incorporó. No le debía ninguna explicación o disculpas a Despard. Él solo había deseado meterse en la discusión y era ridículo iniciar algo que eras incapaz de terminar. Esquivó con éxito un montón de viales de pociones que algún idi*** había regado por el piso y por poco se dio de bruces con la heredera de los Ollivander. Sus modales cambiaron entonces por completo, se inclinó con expresión serena y caballerosa para saludarla "Tenga buen día, señorita Hannity. Y tiene usted razón, ya nadie está a salvo", afirmó con expresión de contrariedad, antes de regalarle una cálida sonrisa e irse derecho hacia la puerta. 

    Se bajó solo agitando la mano y se detuvo ante el caldero chorreante. La puerta del local estaba firmemente cerrada, con un enorme letrero que anunciaba que estarían fuera de servicio por unos días. Era la primera vez que algo como eso sucedía ¿qué quería decir? ¿Acaso más edictos en camino o solo una horrenda coincidencia?

    Se volvió para ver el autobús por si alguien más bajaba y podía contrabandear un viaje de vuelta pero lo cierto era que Richard sabía de antemano lo que sucedería: no volvería a viajar en ese autobús del horror. 

     

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  8. La mujer que corrió a recibir Eitʃ, había salido seguida de tres musculosos guardaespaldas que llevaban las varitas al cinto y cargaban sendos paraguas solariegos. El miembro de la seguridad que venía detrás, había echado un encantamiento atmosférico pero siempre iba bien con la imagen de la familia Diallo tener un poco de caché.

    -Es prácticamente una atracción para turistas, aunque a mi sobrino le guste llamarlo excavación -aseguró con vehemencia. La sonrisa en su rostro no tiraba de ninguna arruga, a pesar de que la bruja ya no era tan joven como antaño-. Sean bienvenidos a la Isla Diallo.

    El helicóptero había apagado su motor pero las hélices todavía giraban. A la mujer no le pasó desapercibido el último comentario que habían tenido, y esa era la razón por la cual se  había apresurado a aclararlo. Desde luego, estaba casi segura de que no iban a creérselo pero no le costaba mucho delimitar una línea. Era la forma sutil de decir "no se metan con esos asuntos" en su mundo.

    -Demasiados periodistas y gente externa para que pudieran sentirse cómodos -agregó.

    Los condujo fuera del helipuerto, por un ascensor de cristalería hacia una amplia habitación con terraza. El interior estaba adornado con plantas exóticas y una enorme pecera, que, sin embargo, no eran capaces de opacar la mesa de madera antigua y labrada. Era una mesa de gran antigüedad, que el ministerio de cultura inglés alguna vez había intentado expropiar. Era la razón por la cual se encontraba en la isla, traída originalmente desde Sicilia.

    -¿En qué puedo servirles? 

    Esa era solo otra formalidad. A pesar de que esas reuniones tenían un propósito, siempre se daban de esa forma. La bruja mostró a sus visitantes las sillas de madera tallada en la que podían tomar asiento y la serie de contenedores de bebidas espirituosas que tenían a disposición. La frase, como era obvio, tenía esa ambivalencia que hacía que ellos pudieran decir para qué se encontraban allí y a la par, pudieran pedir una bebida. 

    @ Hessenordwood Crouch

    Dante Diallo

    Aún cuando Dante no había estado atendiendo a los visitantes, se le hizo extraño que enviaran a una persona directamente recomendada por Orfeo. Su primo no era la persona más brillante y, aún así, su familia parecía creer que era más digno de confianza que el propio Dante. Él mientras tanto estaba confundido ¿se suponía que eso se trataba de algún asunto vinculado a los "negocios de la familia" o qué?

    Se apartó entonces del clima solariego para ingresar a la tienda, a donde habían conducido al muchacho. Lo que encontró en él era totalmente distinto a lo que él había esperado, que era básicamente alguna clase de ganster o algún descerebrado. Leonid no calzaba ninguna de esas descripciones.

    Dante extendió la mano para estrechársela, antes de preguntar: 

    -¿Qué lo trae por aquí?

    @ Syrius McGonagall

    Catherine Moody

    -Los Moody ya están aquí, señor Despard.

    La voz de Catherine sonaba vacía, casi aburrida y su expresión no delataba sentimiento alguno. Richard, a su lado, lucía impecable, con Armani y camisera y casi sentía lástima (si no fuera porque le resultaba hilarante) el hecho de que Catherine hubiera pescado a Despard justo en el comentario despectivo. De entre todas las maneras de interactuar posibles, ellos dos eran una de esas dinámicas que eran incapaz de predecir. Catherine, sin embargo, luego de decir eso, no pareció tener el más mínimo interés de agregar nada. 

    Nasha Montpellier (que Catherine conocía por su clase de nigromancia) era una de las últimas que había esperado encontrar allí pero su instinto le decía que tenía algo que ver con el ojo interior. Catherine no deseaba hacer comentarios sobre eso. Se limitó a saludar con un asentimiento de cabeza y se aproximó a su hermana talamasquin.

    -Siento tener que acudir a ustedes en este momento de necesidad.

    La mujer asintió. Catherine se aproximó para crear el portal. Entonces, indicó al resto que ya podía ingresar en él. Richard, sin esperar ni un instante lo traspuso primero. Cuál no sería su sorpresa cuando lo primero que oyó al pasar fue:

    "El Gobierno Británico observa las actividades de transporte de las Islas Eolias por orden del Departamento de Transportes Mágicos del Ministerio de Magia".

    Frunció el entrecejo ¿qué demonios significaba eso? Entonces vio la figura de Catherine y se dio cuenta de que no había contemplado nada de alrededor por culpa de esa distracción. El mensaje se repitió cuando Catherine traspasó el portal y lo mismo sucedió con todos aquellos que llegaban. Richard mientras tanto, apreciaba el paraje soleado y las tiendas de campaña que se encontraban apenas a unos metros. 

    @ Rory Despard

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  9. Sí, habría sido difícil reprimir la sonrisa si Richard fuese un mago cualquiera... pero no lo era. Permaneció impávido, primero ante la intervención del pastor y luego ante la del muchacho. Las personas empezaban a hundirse en un espiral de asombro y horror y Richard no podía negar que estaba disfrutando del asunto. No era la primera ni sería la última vez que generaba caos con apenas un par de líneas bien deslizadas. No lo hacía seguido, tenía que admitir que muchas veces no era lo más oportuno. Sin embargo, en aquella situación le venía como anillo al dedo. 

    No dijo nada, para intentar no llamar la atención y agradeció que, a pesar de que el est****o de Despard le había devuelto la vara de madera al anciano, éste no había intentado golpearlo. En lugar de eso, el octogenario empezó a buscar tanteando bajo su cama. Richard no necesitaba buscar bajo la suya. Estaban ya apenas a una parada del caldero chorreante. El conductor había acelerado como un endemoniado, haciendo apartar granjas y casas solariegas enteras. 

    Moody no estaba seguro de si continuar o no ¿era recomendable darle la última clavada al ataúd? No... no quería arriesgar tanto ese día. Había decidido también volver a usar los carros deportivos sin importar el costo para no volver a montarse en ese cuchitril andante pero eso ya era otro tema.

    En lugar de eso se dedicó a escuchar. 

    -Entonces ¿la ministra no ha asegurado la salud integral? 

    "¡Dios mío!"

    -¿Y acaso no decían que últimamente la gente transporta más animales?

    -Yo trabajo en San Mungo y hemos tenido más de tres casos de brote de tentáculos faciales. 

    -¿Es eso cierto? 

    Su trabajo estaba hecho.

    • jajaja 2
  10. De entre todos los santurrones de Ottery con los que podría haberse topado, Despard estaba casi al fondo del pergamino (solo sobrepasado tal vez por Bel Evans McGonagall) y eso era bastante decir, teniendo en cuenta que Richard tenía una larga lista de indeseables; y no era que no le interesase tener el apoyo del párroco, que por una razón que a Richard se le escapaba (claro, eso solo era una forma de decir que le exasperaba) tenía cierto grado de influencia dentro de sus pares, a pesar de que él mismo no era del todo inglés y era, a todas luces, alguien que lucía poco importante.

    Por eso, no contradijo su afirmación, si no que explicó de manera somera:

    -Es justamente porque no quiero llevar esta discusión más allá que he dicho que me quiero bajar.

    Su expresión había pasado de la exaltación a su habitual tono sosegado que solía utilizar en las negociaciones. No era precisamente que no tuviera emociones pero estas duraban poco o nada en él. Era la desventaja de haber vivido tantas vidas en una y haber experimentado más de una vez todas las emociones disponibles en el abanico de la humanidad.

    -Ya le dije que no puedo hacer eso -replicó el conductor a ojos vista cada vez más incómodo señalando el cartel de los nuevos edictos-, se controla el origen y destino de los pasajeros mediante el sistema automatizado del ministerio y en la nuestra ya figura que usted se baja en el caldero chorreante. 

    Richard había tenido más que suficiente. No pensaba ceder y si distraía al conductor de su labor al volante, tanto mejor ¿por qué no?

    -Y yo le digo que haga figurar en el sistema que me bajo antes y todo solucionado.

    -¡Pero le digo que no se puede!

    -¿Es que acaso usted no controla su propio bus?

    Silencio sepulcral. Me bastó notar cómo el conductor intercambiaba una mirada contrariada con el ayudante Granos para entender que había dado en el clavo del problema. De pronto, la atmósfera de reprobación del bus cambió por completo. Un ruido que no era más que un conjunto de cuchicheos combinados empezó a elevarse, en conjunto con un sonido que Richard conocía muy bien: la molestia, junto con la incomodidad. A la gente le encantaba el chismorreo y el escándalo cuando se trataba de hacer escarnio; en contraposición, Richard le había ofrecido a ese público inglés la única cosa que adoraban todavía más: una posibilidad de quejarse del sistema público. 

    -¿¡Qué clase de violación a nuestra libertad es esa!? 

    Más voces incómodas empezaron a elevarse. Richard tuvo que sofocar una sonrisa de satisfacción. Se cruzó de piernas sobre la camilla que había encantado para que se quedase pegada al suelo y se mantuvo en sus trece para observar el espectáculo. Alguien agregó en voz muy baja "¿Qué la ministra no ha tenido ya suficiente obligándonos a viajar en este circo?" y un "Ni siquiera yo que viví en la época de Cornelius Fudge viví algo semejante". La última fue todavía más allá en la ofensa, agregando "ya me habían dicho que la ministra es una ex cirquera". Cuál no sería su sorpresa al ver que el último comentario había surgido del viejo pedorro. Vaya, vaya, la cosa se ponía interesante ¿y qué tendría el párroco qué decir al respecto? ¿También abogaba por hacer el amor y la paz con la ministra psicótica? Bueno, Richard tenía que admitir que el hombre tenía disposición paciencia y estómago pero... de pronto no sentía más que curiosidad, respecto a cómo iba a devenir el asunto. 

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  11. ¿Era posible que Richard Moody estuviera en semejante aprieto? 

    Hacía apenas unas semanas, con un par de motos voladoras, gran cantidad de escobas y ninguna falta de autos deportivos, Richard no tenía siquiera que imaginar una situación así. Sin embargo, luego del edicto y debido a la estupidez de sus inquilinas, así como la rígida disposición de su hermana (Catherine) Richard había tenido que afrontar la absurda realidad de verse reducido a las privaciones de la plebe de Ottery. 

    Sin embargo, eso no representaba un problema mayúsculo al inicio. 

    Sí, haberse desplazado por primera vez en el autobús noctámbulo, tener que apreciar la cara llena de acné del joven que ayudaba con el equipaje y los comentarios absurdos del conductor, había sido cosa pasable mientras tenía la capacidad de silenciar sus conversaciones e imaginar que se encontraba de vacaciones en Italia o de vuelta en la seguridad y comodidad de la sala de música de la cabaña en Luss.

    Lo más indignante, había ocurrido sin duda ese día, donde un anciano desdentado y desvergonzado recostado sin aspavientos en uno de esos catres de fierro maloliente se había aprovechado de su posición delante del brujo en el bus para soltar unas sonoras ventosidades que, con ánimo de sorna, fingía no haber expedido luego de mostrar ante todo el bus su mejor cara de víctima de la tercera edad, dejando a Richard no solo en ridículo, si no expuesto al escarnio. Después de un par de intercambios subidos de tono con el conductor (que había tenido el cinismo de usar el término "maltratador de abuelitos") Richard estaba más que harto de ese roce pueblerino.

    -¡DIJE QUE ME QUIERO BAJAR!

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  12. Melrose no había pensado (o querido pensar) en lo que había sucedido en aquella ocasión en el bosque, aquel extraño mensaje de las entidades que los miembros de la Orden consideraban sagradas. Todo el asunto la abrumaba y la hacía sentir incómoda, como si el llamado mismo que ella hubiera recibido de Thor fuera alguna clase de embuste. Decir abiertamente que la mismísima personificación de ese poder la había convocado, la hacía sentir como una embaucadora pretenciosa. Sin embargo, era cierto y ella estaba allí ahora porque el rayo en la anterior ocasión había terminado por consumirla.

    Aún desde los agradables terrenos alrededor, cubiertos de hierba, era fácil distinguir el poder que la construcción ante ella emanaba. Su cuerpo, recubierto con la energía interior que tanto le había costado dominar para poder convertirla en Fortress, se queda paralizado antes de poner un pie dentro del templo. Ve a sus demás compañeras aproximarse a las figuras de ojos velados, las estatuas de mármol. Le resulta increíble creer que ella forma parte de aquello que se guarda al interior de ese templo. No necesita utilizar su bastón corto de metal para saber que hay una energía subyacente, que parece querer penetrar bajo su protección y su piel. Que atrae y repele cosas.

    Una advertencia muere en sus labios antes de que Despard salga despedido e intenta dilucidar si la han visto, si su idea de qué es lo que sucede es correcta. Finalmente, termina por aproximarse, intentando no estar demasiado cerca de todos ya que conoce a casi todos pero muchos de ellos son tan distintos a ella que no consigue comprenderlos para nada, ni sus motivaciones ni aquello que a veces terminan diciéndole.

    —Creo que el templo espera encontrar los tres tipos de energía —dijo por fin, sin saludar a nadie, sabiendo que todos modos, nadie está interesado en que ella se presente—. Y sabemos cuál es aquella que puede facilitarnos el trabajo.

    No entiende por qué y, usualmente cuando no lo hace, a veces tiene que ver con el llamado mismo y no con sus conocimientos, sus ideas o su raciocinio. Melrose camina decididamente hacia la fuente seca y extiende una mano. Es capaz de percibir el aura que parece rodear a la estructura pulida pero persiste. Su mano parece quemarse, fundirse y reconstruirse, todo en cuestión de segundos: Melrose sabe que es el Fortress, nutriéndose de la energía que intenta penetrar su protección, que al hacerlo alimenta el círculo del que los paladines se nutren; por lo tanto, se encuentra en un círculo vicioso de destrucción (o descomposición), nutrición y rápida sanación. 

    Hasta que la protección parece abrirse, fundiéndose con su energía. Melrose se da cuenta que no es capaz de abarcarla y que todo su cuerpo parece haberse convertido en una bola de energía... pero también se da cuenta de que no es la única que parece estar influyendo en su entorno. Hay algo más allí que no comprende, pero que parece estar apoyándola y jugando un papel importante. Tiene que ver con sus compañeras de bando así que podría ser que su teoría de las tres energías fuera cierta pero hay algo más que no cuadra, algo que parece estar encauzando sus esfuerzos.

    Melrose se vuelve hacia las demás, como si buscara consejo, ya demasiado tarde y luego de haber actuado sin pensar cuando todos estaban esforzándose por ser cautos y cuidadosos.

    La energía, que recorre su brazo, su pecho, todo su cuerpo como si fuera un calambre, vibra. 

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  13. Catherine Moody

    La bruja le guiñó un ojo a Bel con una naturalidad asombrosa, tomó otro poco de espumante y suspiró:

    —Con total honestidad, también yo me pregunto por qué Mel no está aquí.

    La bruja jamás se perdía un banquete, punto. No había más que agregar, sin importar el motivo. Incluso, Catherine estaba segura, la bruja sería capaz de vestirse de gala y comportarse, solo por el privilegio de quedarse pegada a la mesa de pollo frito y tebo asado. Le preocupaba que la bruja hubiese podido tener alguna clase de desacuerdo con Richard, por inverosímil que eso sonara. Sobre Madeleine, no se siente con el derecho de decir nada, así que le da otro sorbo a su copa para intentar disimular el silencio repentino que la aqueja. Por otro lado...

    —¿Acaso dijiste Cillian? 

    La bruja se quedó con una expresión entre intrigada y pensativa. Había conocido de manera muy breve al muchacho rubio, debido a que había sido amigo y conocido de Pandora. Catherine misma había visto su desempeño como director del entonces departamento de criaturas mágicas a la distancia, entre admirada y exasperada. 

    Ni siquiera se había dado cuenta del cierto grado de conmoción que sucedía a su alrededor, por la serie de situaciones que se desarrollaban en rápida sucesión, cuando escuchó el sonido de un gong. No era tan escandaloso como para ser irritante pero sí llamó su atención enseguida. Era un pequeño instrumento, sostenido por un elfo que procedió a retirarse. Richard, de manera ceremoniosa, extendía la mano en dirección a Ada. Las luces artificiales y la luz de un candelabro hacían que los colores de su rostro titilaran un poco, resaltando sus ojos miel. Era extraño verlo demudado de sus característicos rizos aureorojizos pero el color parecía resaltar en contraste con el tono oscuro de la máscara. 

    Era la señal para dar inicio al baile. Catherine miró a Bel de lado, con una sonrisa de disculpa. Sabía que su compañero todavía no llegaba y se había adelantado. Con sorpresa, notó también que en una esquina de la sala, se empezaba a organizar una mesa. Lo que también significaba que así como habría baile, también se dispondría de mesas para que los que no deseaban bailar, tomaran asiento, con bebida, para charlar. También, se instalaron las mesas de póquer, donde los acaudalados traficantes de autos de lujo, se codeaban con un grupo de freelancers similares a Mel. Sujetos con habilidades especiales que realizaban "trabajos" para gente acaudalada.

    Catherine estaba un tanto estupefacta pero no dijo nada. En lugar de eso, llevó a Bel en silencio, aprovechando el sonido de la música para pasar desapercibida cuando se aproximó hacia la esquina en donde se encontraba la ministra de Nueva Zelanda. 

    —Señorita Juv, es casi un milagro verla luciendo un perfil bajo en una festividad semejante ¿le molesta si Bel y yo la acompañamos por un momento? 

    No estaba segura de por qué, pero tenía la impresión de que Richard la asesinaría si dejaba que una funcionaria de alto nivel como ella se fuera insatisfecha de la celebración. Por si eso no bastara, Cath también notó que una vez finalizada la primera pieza (Richard inclinándose hacia Ada en agradecimiento, los aplausos y los suspiros velados de parte de la orquesta le habían dado el toque justo de romanticismo), un maestro de ceremonias empezaba anunciando que habían recibido su primera donación de la noche.

    ¡Agradecemos la gentil colaboración de la familia Ollivander que ha adelantado nuestra primera recaudación de la noche con cien mil galeones!

    Una cálida salva de aplausos desde la mesa de los jugadores de póker. Catherine quiso alzar una ceja pero se contuvo ¿Los Ollivanders habían sido los primeros en donar? ¿Y cómo, en pago adelantado? Habría podido jurar que el único Ollivander que conocía, Hessenordwood, apenas había llegado hacía unos minutos a la fiesta. Sin embargo, en lugar de hablar de eso, se atrevió a preguntar:

    —Me temo que estoy muy oxidada en temas contemporáneos —añadió en dirección a sus dos acompañantes— ¿qué novedades hay justo ahora?

    @Ada Camille Dumbledore @Rory Despard

    @Juv Macnair Hasani

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  14. Melrose no estaba segura de por qué estaba allí. Es decir, ella sabe que ha sido convocada por el líder de la Orden del Fénix y también es consciente de que la situación últimamente ha sido difícil pero tiene que admitir que no la está pasando mal y que, a decir verdad, desde que sus viejos compañeros licántropos habían dejado de ser acosados por la guerra mágica, se la había pasado más apagando fuegos en tierras extranjeras que otra cosa. 

    Al lado de la devastación que habían sufrido las sirenas en Italia, los rumores de revueltas de los duendes al sur de Irlanda, la quiebra de cientos de negocios escoceses y el hambre y la devastación que había asolado Perú desde que se empezara a exterminar Vipertooth debido al miedo de los muggles, las cosas que sucedían en Inglaterra se le hacían casi un berrinche. Sabía que había gente sufriendo pero ¿cuánto realmente sufrían aquellos que nunca caían en desgracia como todos los demás pobres y desamparados? ¿Que siempre tenían un pan, una varita y una casa para resguardarse del frío a pesar de toda la miseria?

    De todos modos, esos eran los cuestionamientos recientes que rondaban su cabeza. Nunca se había planteado todas esas cosas antes. Melrose nunca había llegado a implicarse en política y mucho menos en ayudas humanitarias. Se sentía extrañamente vagabunda y vacía. Era también por eso que había decidido hacer caso del llamado de asistir al evento. Después de todo, quizá le haría bien hablar con el anarquista. Quizá él fuese el tipo de persona con la que necesitaba hablar para aclarar sus dudas ¿por qué no? 

    Su primera opción para conversar sobre lo que rondaba su cabeza últimamente habría sido Richard pero Mel dudaba que el "hombre de negocios" pudiera separar sus finanzas de su moral. Por otro lado, estaba Rory. Sabía que el pastor tenía buen corazón pero había algo de él que no encajaba del todo con cómo ella pensaba. Luego, había pensado en Ellie, pero la bruja parecía estar siempre demasiado ocupada en los últimos tiempos. Finalmente, había pensado en ese curioso cuadro del castillo Evans McGonagall: la bruja Pandora. Al final, no había terminado de decidirse. Así que allí estaba, con la esperanza de cruzar caminos con el anarquista durante algún momento de la noche. 

    Era un espacio tibio y algo húmedo, con el sonido de las bandas rompiendo el silencio. Agradables conversaciones parecían estar llevándose a cabo aquí y allá; era un ambiente placentero como no había experimentado desde hacía mucho (excepto por los días que pasaba tranquilamente en casa). Las luces también invitaban a sentarse en el pasto a contemplarlas, a compartir un trago y hacer amigos. Al menos, eso imaginaba Melrose, que nunca había sido especialmente sociable o resaltante antes de su licantropía y no mejoró después de esta. De todos modos, la bruja encontró con rapidez al líder. 

    Cuál no sería su sorpresa al verlo rodeado de gente. Si bien amable, el pastor no parecía ser precisamente un blanco de popularidad, así que eso desencajó un poco sus expectativas. Se aproximó con precaución, notando que había muchísimas personas que no conocía. Reconoció a Lunita y a Darla Potter Black: la primera le agradaba y parecía ser una persona muy atenta y de confianza. A la segunda no la conocía en profundidad y le causaba cierta desconfianza (o tal vez, solo lucía intimidante, Mel prefería mantenerse al margen). También había un chico colgado de un tobillo, un muchacho rubio muy hermoso y una pareja que Mel no había visto ni en pelea de perros. No había ni señal del anarquista.

    Decidiendo que su deber estaba primero, la bruja se acercó al grupo con cautela. Saludó primero a Lunita y luego a Rory. Si alguien preguntaba, obviamente diría que lo hacía porque los conocía debido a los contactos de la familia Evans McGonagall: hacía ya un par de meses que había aprendido a ser más cauta respecto a sus vínculos con la orden.  

    No había escuchado ni siquiera los últimos trozos de conversación pero todos lucían muy invertidos en ello ¿de qué podrían haber estado hablando?

    —Ehm... buenas noches ¿ocupados? —sus ojos se clavaron en los presentes con la fijeza que le era característica cuando se mostraba como un ser atento a los detalles, como si acechara—  Solo pasaba a saludar —alzó la mano agitándole en dirección a Lunita y Rory, esbozando una pequeña sonrisa—. Un gusto verlos aquí, chicos —sus ojos rodaron alrededor del cúmulo de desconocidos y se limitó a hacer una venia vaga en dirección a ellos—. Ehm... si están ocupados puedo volver más tarde...

    Porque, de todos modos, era mejor que buscara al "anarquista" ¿o no? ¿De todos modos, realmente estaba ese chico rubio así de cerca del pastor porque Rory así lo quería? Mel no sabía qué hacer o decir primero, así que al final se quedó quieta y a la espera.

    @ Luna Gryffindor Delacour  @ Rory Despard  @ Darla Potter Black  @ Syrius McGonagall  @ Helene Eloise Bellerose  @ Cillian

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  15. Holaaa venía a hacer una consulta.

    Básicamente, es que cuando roleo por el CMI casi siempre uso 3 pjs para mis roles, pjs recurrentes que llevo roleando por años, así que pensé en darles algo de formalidad. Uno de ellos ya tiene ficha de pj secundario y el otro no.

    Mi pregunta es ¿pueden estos pjs figurar dentro de mi apartado de empleos del cmi? 

    Los tres tienen "ocupaciones" distintas pero siempre los ando vinculando al trabajo del pj principal, entonces pensé que sería más fácil para aquellos que recién empiezan a rolear conmigo si es que podía hacerlo formal para que puedan leerlo en mi ficha si desearan fijarse y pudiesen reconocerlos.

    Yo imagino que para poder hacer eso tendría que crear la ficha del segundo personaje secundario pero no quiero darme el trabajo (la verdad) si luego resulta que no puedo inscribir su empleo. De todos modos, pregunto porque siempre se me ha hecho más cómodo rolear varios pjs a la vez y bueno, se que puede ser engorroso para alguien que no esta acostumbrado a rolear conmigo.

    Gracias de antemano a quien pueda responderme o/

  16. Catherine Moody

    A Catherine no le había pasado por alto la cortesía de Darla y todavía le daba vueltas al asunto aún estando junto a Bel. Era como si de pronto, todo hubiese empezado a florecer ante ella, la sociedad que había dejado de lado, las personas que había desestimado o simplemente olvidado porque no se encontraba bien bajo ningún estándar. Mientras tanto, sus manos sujetaron brevemente las de Bel; ella intentaba enfocarse lo mejor que podía: no podía seguir culpándose por haber tratado de manera terrible a aquellos a su alrededor durante el tiempo en que no se había encontrado bien. Tenía que pensar más bien en compensarlo de alguna forma, en lugar de lamentarse.

    —Dónde están mis modales —agregó en dirección a Evans con una venia de disculpa mientras tomaba una copa de champaña de una pequeña bandeja cargada por un elfo diligente que pasaba por allí—. Por favor, ten un poco de espumante, está delicioso.

    Por supuesto, era una nueva faceta que mostraba a todos y Bel. Esperaba que la bruja no lo encontrara extraño y pudiera adaptarse a ella pronto.

    Richard Moody

    El brujo intentaba darse a basto pero era difícil. Eso era parte del reto: tenía que admitir que hacía mucho que no se había esforzado por hacer actividad alguna. Era un buen ejercicio mental y físico.

    —Debo concordar con la Madame Dumbledore —se apresuró a agregar Richard—. Hoy usted se ve radiante, señorita Bellerose. 

    Por el rabillo del ojo, Richard alcanzó a notar dos figuras de las que no se había percatado antes. Los elfos no habían dado ninguna alarma, así que suponía que al menos una de ellas debía tener una invitación, como en el caso de Leonid con Hélene. Sin embargo, no tenía tiempo de revisar su lista y pasar desapercibido al mismo tiempo, por lo que descartó la posibilidad de averiguar quiénes eran en ese momento. Solo esperaba, que la misteriosa interacción de la bruja seguida de cerca por un mago, fuera tan solo eso: una interacción entre amigos, si bien poco ortodoxa.

    Por si eso no bastara, notó que otra persona definitivamente no invitada y con una máscara más fea que la cara de Evans McGonagall se aproximaba justamente a la condenada pelirroja... o así pareció al inicio, hasta que se quedó petrificado en medio del recibidor. Richard había estado a punto de excusarse con sus invitadas para intervenir, sin embargo se detuvo al final, al ver quién se acercaba a éste. Solo lo había visto una vez antes de eso, en compañía del pastor y eso no cambiaba su impresión de saberse frente a un semejante. Amusgó los ojos y se desentendió del asunto.  Catherine estaba allí cerca, ella podría encargarse de Hessenordwood. Ese día no tenía intenciones de lidiar con alguien que era casi igual de "puntilloso" que él. Así que en lugar de armar una escena (recordándose que para empezar, ya no poseía la libertad de armar una) se volvió hacia Dumbledore y le pidió los dos primeros bailes, si eso era posible.

    —Es una formalidad —le aseguró, esperando que el pedido no le resultara invasivo— pero considero que usted lo haría de forma excelente.

    Era evidente que también estaba el asunto de lo conveniente que sería para Richard abrir el baile de la mano de la ministra de Magia francesa pero eso era apenas una "pequeña" ventaja. Había considerado pedírselo a Yaxley primero pero sabía, sin explicarse del todo por qué, que eso no funcionaría en su vínculo con la bruja. La conocía apenas un poco más que a Dumbledore pero le daba la impresión que ambos no llegarían a compartir un baile jamás en sus vidas ¿secretos? ¿Información conveniente? Tal vez. Eso sí, jamás un baile.

    Frakin - Elfo de planta

    ¿Demasiado pequeño él, Frakin? Frakin jamás se había sentido tan insultado. Había cierto grado de orgullo, un orgullo profundamente oculto, en el grupo de elfos que trabajaba bajo su mando en el evento de ese día. No era que no pudieran ser serviciales o que no disfrutaran de su condición de servicio para con los humanos. Sin embargo, su proximidad con los círculos de los duendes le habían dado cierta perspectiva sobre su condición. Tomaban orgullo en lo que hacían, aún si la paga no era grande y sus servicios eran siempre impecables. 

    Frakin se acomodó el smokin y siguió al mago, tomando cada pequeño detalle de sus instrucciones, dejando que lo acompañase y, en suma, mostrándose siempre correcto y a cargo de cada indicación. Si pensaba que él se negaría o cometería un error, el humano se equivocaba por mucho. Sus servicios para eventos no habían recibido jamás crítica alguna y así seguiría siendo. Frakin suspiró: siempre ser valet parking era el trabajo más agotador de todo el servicio, por inverosímil que eso sonara.

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  17. Precisamente, estaba dándole un segundo sorbo a su champaña, cuando un pequeño elfo se acercó con un sujetapapeles. Tenía un porte casi gracioso, de no ser porque su pequeña ropa estaba adecuada para él de forma tan puntillosa y precisa que en realidad resultaba inquietante. Era evidente que no había ni un solo hilo fuera de su lugar. Si alguien pendiente de los detalles (o más bien frenético) le echaba un ojo, se le haría claro que había mucho más en esa fiesta de lo que saltaba a la vista tan solo con ver los trajes de aquellos encargados de llevar el conteo y servir las bandejas. 

    —La señorita Yaxley ha llegado. 

    Richard asintió y recibió el pergamino con la lista de invitados que el elfo le alcanzaba. La plegó con cuidado y despidió a la criatura con un gesto relajado. Esta se dirigió enseguida hacia la entrada, de donde había provenido,  encargado con el mensaje para el anfitrión. En la lista, el nombre de Maida Yaxley había sido cuidadosamente tachado, de la misma forma en que el elfo tacharía cada nombre de aquellos que llegaran (o escribiría el nombre de posibles advenedizos). Eso, se replicaría mágicamente en la copia que le acababan de entregar a Richard: así era cómo el anfitrión se enteraría de cuántos invitados asistirían y sabría sus precisas identidades aún cuando no pudiera reconocerlos entre ellos una vez en la fiesta debido a las máscaras (por supuesto, algunos otros saltarían a la vista). 

    Catherine prosiguió a su lado, en silencio, cuando se dirigieron al salón de baile y luego hacia la recepción. Las primeras dos invitadas, Maida Yaxley y Bel Evans McGonagall, ya se encontraban con sus antifaces. Para sorpresa de Richard, no eran las únicas. Una comitiva importante de personas debía haber llegado apenas poco después porque Richard los encontró a todos reunidos en el recibidor, algo inesperado, ya que ni siquiera había tenido tiempo de revisar el pergamino por segunda vez. 

    Dumbledore's. Sí, no alcanzó a distinguirlos por identidad a cada uno pero dio un rápido vistazo a su pergamino para asegurarse, antes de acercarse del todo. La flamante ministra de Nueva Zelanda. Richard se sintió satisfecho de sí mismo en su fuero interno: ese era exactamente el tipo de personas de quienes había esperado asistencia, personas importantes y adineradas que pudieran contribuir no solo a su causa de socorro si no también que permitieran que él empezara a navegar las aguas de la sociedad mágica, tal cual hiciera hacía muchísimo tiempo atrás. 

    Hay otra pareja que no le pasa desapercibida tampoco debido a que conocía a uno de ellos: Darla Potter Black, conocida miembro y alto rango de la Orden del Fénix, además de una persona vinculada estrechamente, con muchas familias londinenses y funcionarios importantes del ministerio. 

    El último apellido que había registrado tachado en la lista antes de aproximarse había sido Crouch pero ¿no era eso imposible? ¿No había acaso conocido a ese hombre hacía mucho tiempo en los bosques, buscando los rastros de un tesoro en medio de una misión y éste había llegado acompañado del pastor Despard? Pero eso había sucedido hacía mucho tiempo. No entendía por qué o cómo eso se colegía con su presencia allí, hasta que se aproximó al grupo que empezaba a verse nutrido, allí en el recibidor. Muchos magos y brujas, de distintas familias, intereses e índoles, que se congregaban sin parecer con mucho ánimo de ingresar todavía. 

    Richard, ya más seguro, terminó de aproximarse y abrió los brazos con un gesto de bienvenida, los ojos castaños brillando bajo el antifaz de color blanco.

    —Sean bienvenidos al baile de los Moody. Es un placer tenerlos a todos aquí.

    Como si hubieran estado coordinados (en realidad lo estaban, gracias a Catherine, que no se había acercado del todo si no que había visto de arreglar ese pequeño detalle) apenas había dicho esas palabras cuando la banda que se encontraba en la parte exterior que daba al jardín de flores empezó a tocar con suavidad una melodía. Catherine empezó a aproximarse hacia los invitados también y Richard aprovechó para acercarse a los Dumbledore y Bellerose. 

    Al acercarse, se dio cuenta de que conocía al acompañante de Bellerose. Eso se le hizo extraño pero no comentó nada al respecto. A quienes había esperado conocer más a profundidad eran Ada Dumbledore y Helene debido a su posición e influencia en los ámbitos franceses. Eso no hacía descartable al chico, por supuesto, solo alguien a quien Richard evaluaría de cerca antes de emitir un juicio.

    —Veo que ya se conocen —dijo, fingiendo ignorancia respecto a su conexión. Inclinó la cabeza hacia Ada, Helene y Leonid. En ese preciso instante, los elfos empezaron a recorrer el recibidor para ofrecer las primeras copas de champaña y espumante—. Me alegra ver que van sintiéndose cómodos. Por favor, no olviden que pueden visitar el jardín de flores, las mesas y las exhibiciones. Estaría encantado de ayudar y... —su brazo se deslizó hacia un lado, para dar paso delicadamente a una figura que hasta ese momento había estado próxima pero no acoplada al grupo que ellos habían formado sin darse cuenta— también, no me olvido de la señorita Yaxley por supuesto —Richard mostró una sonrisa deslumbrante—. Disculpen que desconozco si han cruzado caminos antes. Ella es una persona agradable e importante que ha venido a presenciar este evento con la mejor de las intenciones—luego se volvió en dirección a Maida—. Madame Dumbledore esta aquí por una invitación expresa al igual que usted y Madame Bellerose también hizo el favor de asistir gracias a que alcancé a formalizar la invitación a tiempo—Richard hizo un gesto parco, como si pidiese disculpas por lo acelerado del proceso a pesar de todo— Es un honor.

    No quería parecer grosero, así que también presentó a Leonid con Maida Yaxley, aunque todavía era un misterio para él saber qué conexiones lo habían impelido a asistir ¿se encontraba acompañando a la señorita Bellerose, en calidad de miembro de la familia Evans McGonagall o simplemente como miembro de la Orden del Fénix? Era algo para desentrañar más tarde, pues sabía que el mago era un miembro relativamente reciente de la sociedad londinense.

    Sí, presentaciones algo abruptas, quizá faltando un poco a la debida etiqueta, era consciente de ello pero no le bastaba con estrechar lazos con todos los presentes. Necesitaba también que se conocieran un poco entre ellos ¿o...?

    Catherine Moody

    El nerviosismo de Richard en su punto álgido había sido un poco contagioso pero para el momento en que alcanza el recibidor, Catherine ya se encuentra tranquila. Cuando se aproxima hacia la entrada, su vista se dirige automáticamente hacia Bel, Darla y Lunita. Las conoce mucho más que a los demás, así que decide recibir primero a Darla y Lunita, que van acompañadas de un muchacho que se encuentra conectado con la primera del brazo y otra figura con antifaz que Catherine esta casi segura de que no puede ser otra que la primera ministra de Nueva Zelanda (¿o se equivoca? Se había aproximado al par de pelirrojas y al chico casi al mismo tiempo que Catherine).  La anfitriona por su parte se aproxima con pasos moderados, algo dubitativa al inicio, pues solo desea darles la bienvenida y no interrumpir su velada. Richard ya les ha dado una cálida acogida a todos, claro, pero quiere ser más próxima con ellos debido a que los conoce más.

    —Hay música, comida y bebida de sobra, siéntanse como en casa —es lo que dice luego del saludo, haciendo una breve inclinación en señal de respeto y esbozando una sonrisa. 

    Sus modales, por supuesto, son impecables pero es más que eso. Tiene la vista centrada, el tono conciliador, moderado. Es alguien totalmente distinta a la persona de recuerdos manipulados que habían conocido la primera vez, la líder impulsiva que había tomado el lugar de Pandora, la esposa de Kaiser ajena a la realidad, la mujer enloquecida de pena y sufrimiento de hacía un año. Nunca, como en ese momento, había vuelto a ser ella misma. 

    —Espero puedan disfrutar este momento. Si tienen cualquier consulta, no duden en preguntarme —Catherine señaló el salón—. Quizá en este momento pueda resultar un poco intimidante debido a que no estamos del todo copados pero pueden usar el jardín de flores para bailar con un poco más de intimidad si así lo desean o tal vez disfrutar de las exhibiciones, ya sean las pinturas o los vinos—acotó. 

    Les informó también que cualquier cosa en la fiesta, excepto las exhibiciones, estaba a su completa disposición y que podían pedirle a los elfos que prepararan otras cosas si no encontraban nada de su agrado en las mesas. También les comentó de que habrían varias actividades a lo largo de la velada. Le pareció que recibían sus palabras con avenencia; lo único que le causó cierto conflicto fue el hecho de que ver a Lunita le recordaba a Madeleine, debido a que sabía que eran próximas, y estaba segura de que su "hija" no asistiría. Catherine tenía la corazonada de que todavía le guardaba rencor, así que solo esperaba que, al menos, no recomendara a Eileen seguir sus pasos para faltar ese día. 

    —Si me disculpan, pasaré a saludar a Bel Evans McGonagall, ahora —prosiguió—. Aunque espero poder sumarme a ustedes más tarde. Por favor, no teman llamarme si me necesitan.

    ¿Hacía cuanto que Catherine había sacado a relucir sus habilidades sociales? Ni siquiera tenía registro del asunto, fuera dicha la verdad. Mientras se aproximaba a Evans McGonagall, se dio cuenta también de que la mujer se encontraba todavía sin compañía, seguro solo de momento.

    —Bel —dijo no sin cierta confianza, después de todo, a pesar de sus diferencias ambas eran Evans McGonagall—. Me alegro de que pudieras asistir.

    Era una frase algo cliché pero no por eso menos cierta. Hacía mucho que no había podido conversar con la bruja (ni con nadie además de los Moody y algunos Evans en realidad) así que poco o nada sabía de lo que había sucedido con los demás, con su sociedad, con el mundo. El hecho de prácticamente haber perdido la cordura hacía año y medio tampoco había ayudado pero allí estaban ambas ¿qué era lo que había sucedido con ella? Había mucho que quería preguntarle pero... estaba muy desacostumbrada a conversar.

    Frakin - Elfo de Planta

    El elfo se aproximó apurado hacia el par de figuras que se había escurrido desde la arcada. Quizá, porque era un elfo pequeño, no habían alcanzado a notar que intentaba llamar la atención de ambos visitantes, con todas sus fuerzas. 

    —Mis queridos señores —dijo entonces, cuando por fin pudo alcanzarlos, ya bastante cerca del recibidor—. Permítanme las llaves de su auto, para poder acomodarlo en la estación correspondiente para ello. 

    ¿Los magos? No eran muy fans de los autos, voladores o no. Sin embargo, Richard sí que lo era, así que había pensado incluso en eso al momento de organizar el evento. El elfo, por consiguiente, extendió su pequeña manita para recibir las llaves. Si aquellos dos invitados deseaban retirarse más adelante, les traería el vehículo de vuelta en un abrir y cerrar de ojos pero mientras tanto, no podía quedarse en el exterior, tal cual indicaba la adecuada etiqueta del evento. Para eso estaban los valet parking como él. 

    @ Helene Eloise Bellerose  @ Juv Macnair Hasani  @ Rory Despard  @ Hessenordwood Crouch  @ Syrius McGonagall  @ Maida Black Yaxley  @ Ada Camille Dumbledore  @ Darla Potter Black  @ Danny Lestrange  @ Luna Gryffindor Delacour

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  18. Muchos meses después de recibir esa inesperada lechuza, Richard observaba los preparativos para la celebración desde el mirador instalado para la ocasión. Era un espacio confeccionado de manera artificial, adornado con madera blanca tallada, hadas, luces flotantes con forma de estrellas y máscaras de colores negro y áureo. La vegetación que rodeaba la glorieta, era también agradable a la vista. Richard soltó un suspiro y descendió por los escalones empedrados que formaban una espiral, rodeando la elevación coronada con el mirador. Permitía tener una clara vista de la parte del bosque adornado, un atisbo del lago y las largas y cómodas instalaciones del salón de baile.

    El evento, que había sido calculado hasta el más ínfimo detalle, había sido una total sorpresa para los miembros de la familia. Por supuesto, todos habían sido invitados pero Richard no estaba seguro de que sus miembros asistieran, fuera de él mismo y Catherine, que eran los anfitriones. La mayoría de los Moody eran hoscos, poco dados a las reuniones formales y mucho menos en ambitos de socialité. Richard, que siempre había tenido un perfil bajo dentro de la sociedad mágica de Ottery debido a su condición, se veía ahora en la necesidad de dejar esa faceta atrás y adecuarse a otras necesidades que había traigo consigo la guerra.

    Una de ellas, y quizá la más urgente, era establecer contactos con las familias importantes de Ottery. La lista, que había sido cuidadosamente estudiada, buscaba reunir a personalidades de diferentes ámbitos del mundo mágico: deportistas, artistas, amantes de Baco, comerciantes y aristócratas (muchos de ellos, congregaban varias de esas categorías). También, si bien con cierta reticencia, había decidido incluir políticos y periodistas. De hecho, Richard había evitado del todo ese mundo a propósito en épocas recientes debido a los problemas que eso le había traído en su vida con anteriodad, por lo que había buscado una persona conectada y adecuada que, sin embargo, no representara un riesgo muy grande y con quien pudiera tener una charla propia y cordial. Al final, para ese ámbito en específico, había terminado decidiéndose por Maida Yaxley. 

    Sin embargo, Yaxley no era la única invitada (aunque sí la única miembro de esa familia a quien había extendido la invitación debido a lo fuertemente conectados que estaban con el ministerio): diversas familias del ámbito de la magia habían recibido una solicitud, si bien había intentado no exponerse demasiado en esa primera reunión. La excusa que daría en caso hubieran futuros altercados sería como es obvio, que no había considerado que figuras importantes pudieran asistir a su "modesto" baile, si bien el baile no tenía nada de modesto. No todos eran demasiado ricos, algunas de esas personalidades aportaban a Richard otro tipo de cosas que podrían resultar interesantes y útiles en los proyectos en los que pensaba embarcarse a futuro. Era la primera vez, en casi 250 años, que buscaba establecer aliados y se exponía tan abiertamente en el mundo mágico.

    No podía negarse que era inevitable cierto componente de nerviosismo. El smokin, sin embargo, era impecable, al igual que la corbata michi, los zapatos que por poco reflejaban la luz de la luna y su cabello adecuadamente peinado hacia atrás y fijado con magia; solo un mechón muy fino y calculado de su cabello pelirrojo, caía por uno de los lados de su rostro para enmarcarlo. No había ni rastro de los bucles desordenados, de los piercings, de sus trajes de estrella de rock. Ningún pantalón de cuero, ninguna hendidura sospechosa en la ropa. Todo estaba limpio, fino, adecuado. Todo tenía que ir acorde a lo esperado y, si eso sucedía, Richard empezaría a tener la vida social activa y política que había abandonado desde que la madre de los gemelos muriera en el incendio de la abadía hacía ya más dos siglos. 

    Richard iba adecuando aquí y allá algunas de las luces que colgaban de árbol en árbol al pasar. El venue del evento, eran los terrenos Moody en Ottery. Los viejos escombros del castillo habían sido retirados, la cabaña destartalada había sido invisibilizada con magia, se había establecido una recepción y un recibidor. Estos se encontraban al aire libre, bajo una arcada iluminada que anunciaba la temática del baile: "Carnaval de Venecia". Luego se podía avanzar a través de un camino iluminado con antorchas, alfombrado  y acordonado con tonos vino, para que se pudiera apreciar las exposiciones de pinturas al aire libre sobre caballetes de madera y esculturas de mármol.

    Se había adecuado el salón de baile con mostradores en el recibidor, para poder encargar los abrigos, sacos y bolsos en la parte delantera, con grandes almacenes de ropa ocultos a la vista. Había también máscaras negras para los ojos, con adornos simplistas, para aquellos aristócratas con dinero pero sin muchos ánimos de sentirse creativos aquella noche o que eran más bien austeros.

    Se ingresaba a través de puertas delanteras que se abrían hacia los lados: el salón de baile era una extensión amplia, con un piso de madera lustrada instalado por elfos domésticos para la ocasión. Había largas mesas de comida a los lados y el espacio de baile era casi absurdo en su magnificencia. Adornos de flores con rosas blancas, rojas, magnolias, tulipanes, todo dispuesto con exquisitez. A ambos lados, había puertas abiertas, que invitaban a los comensales a asomarse a los jardines. Del lado izquierdo, estaba instalada la banda, en una parte cubierta con un toldo blanco puro, junto a unos artistas vestidos con los trajes tradicionales del carnaval veneciano que iban haciendo magia llamativa sin varita, rodeados de un cerco tupido de árboles. Del lado derecho, se extendían los terrenos despejados, que mostraban más mesas cubiertas con manteles y manjares diversos: fuentes de chocolate, confitería, pasteles, sopas de todos los sabores, cremas deliciosas, papas asadas, cocidas, ostras, camarones y otros productos marítimos, preparados o sazonados, ya fuera sobre bandejas con enormes cubos de hielo o en copas adornadas. Paté, trufas blancas, foie gras, jamón ibérico, caviar. Cada mesa parecía estar dispuesta para todos los gustos, desde los más exquisitos a los más mundanos. Tendrían un público diverso.

    Una tropilla de elfos domésticos vestidos todos con los mismos tonos en blanco y negro, pasearía por los terrenos llevando copas y otros elementos a pedido de los invitados cuando estos llegaran. Había champaña y también una zona en donde se exhibían importantes colecciones de los vinos más antiguos que Richard tenía. Habría una serie de actividades: habían programado entretenimiento, una exhibición al aire libre, un paseo en botes en el lago que se encontraba al lado derecho de los terrenos despejados , una "carrera de valor" en un camino trazado con cuidado (y por ahora bloqueado con magia) que se internaba en el bosque que lo rodeaba todo, una subasta. Finalmente, fuegos artificiales al concluir la noche. Richard estaba cada vez más y más tenso. Era raro en él, sentir tanta emoción repentina.

    Entonces, notó el roce de una mano blanca y delgada sobre su antebrazo. Se volvió para ver a Catherine con un vestido negro, de espalda descubierta y tacones a juego, observando todo con una expresión sobria. Llevaba un moño elegante a la altura de la nuca, el cabello recogido ligeramente hacia un lado de forma que rodeaba su rostro otorgándole porte y un collar de perlas con aretes y una pulsera a juego. Hacía mucho tiempo que Richard no había visto a su "hermana" así. Casi no parecía la viuda demacrada y consumida por la nigromancia que luchaba por recuperar la cordura hacía apenas un año. Era cierto que lucía pálida y su cuerpo nunca dejaría de sentir y seguir pagando el precio por los estragos de la magia negra pero con la iluminación clara de esa noche, la luz de la luna, la ropa y las disposiciones, casi lucía radiante. Podía notarse a metros de distancia, que sabía manejarse en un espacio como ese.

    —Descuida, todo irá bien —masculló.

    Richard asintió y notó como sus músculos se relajaban. Era cierto y, aún si no resultaba como había pensado, siempre podría pensar en alguna otra estrategia. Tomó un vaso de champán y le dio un pequeño sorbo. Apenas en unos minutos, los invitados empezarían a llegar. 

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  19. Melrose reacciona a las palabras de Bel antes darse cuenta, acercándose automáticamente al desconocido. Sus ojos otean el espacio cuando los vidrios rotos han caído ya al suelo. La sacudida había sido tremenda.

     

    Mientras tanto, Catherine se había movido más rápido que cualquiera: en realidad, había sido casi un instinto. Quizá hubiese sido hacía mucho tiempo pero recuerda perfectamente lo que significaba ese castillo, quiénes son los Evans y, sobre todo, cuando ella misma había ejercido una posición en la familia. Sus manos pasan rápidamente una capa de tela gruesa por encima de la cabeza de Bel. Es consciente de que es la persona más vulnerable del grupo, aunque eso no parece importar a Richard.

     

    Éste, en lugar de correr hacia un miembro del grupo, se había precipitado a la ventana luego del estallido (lo que, si pensaban a profundidad, era una estupidez, porque inmortal o no, seguía siendo capaz de sangrar). Se había apegado a la pared de piedra entre dos ventanas antes de asomarse y se había refugiado allí mismo con una sonrisa ladeada en su rostro. Un rayo pasó rozando su frente por apenas un par de centímetros.

     

    —Van en escobas, casi podría jurar que Nimbus 3000 —¿Cómo diablos era que sabía eso? Melrose le había dirigido una mirada preocupada pero Richard se encogió de hombros todavía sonriendo, con su pecho subiendo y bajando a gran velocidad. Era extraño verlo entusiasta casi en ninguna situación. Melrose solo podía suponer que era en momentos como esos en donde realmente se sentía vivo, luego de arrastrar tantos años encima en situaciones cotidianas y no cotidianas que no representaban un peligro mortal—. Pero ese bastardo me las va a pagar.

     

    Richard alzo la mano estirando los dedos como si fuesen garfios y luego distendiendo los dedos al girar la muñeca. Melrose, atenta, escuchó un crack que rompió el silencio subsiguiente al primer remezón y la explosión de los vidrios.

     

    Se escuchó un grito al exterior, que Richard aprovechó para asomarse, antes de volver a su posición, a cubierto, cuando varios rayos más cruzaron la ventana en el espacio donde antes había estado su cabeza. Con un gesto atemperado y casi amable, Richard le indicó a Melrose con la mano que se llevara al invitado fuera de la habitación. Tenían que bajar junto con Bel y Catherine (o eso supuso Mel que quería decir Richard).

     

    Mientras tanto, el invitado había estado en sus propias preocupaciones. Mel no sabía donde estaba su varita pero entendía por qué le molestaba no tenerla en una situación así. Asintió en su dirección y ambos salieron de la habitación, dejando a Richard atrás. Si bien el invitado se adelantó a ella por mucho y para cuando llegó a la biblioteca, él ya se estaba dirigiendo a Bel, informándole sobre los atacantes, a cambio se ganó las risas de Richard en la retaguardia, a sus espaldas, que susurraba cosas acerca de palos de escoba endebles.

     

    Mel, en realidad, a pesar del peligro inminente y la perspectiva de enfrentar desconocidos armados, pensaba más bien en el carrito de fiambres volcado del segundo piso. Había sido descorazonador y un desperdicio tremendo.

  20. Helene.

     

    Mel inclina la cabeza al verla y se vuelve hacia el mensajero que hasta ese momento ha estado vertiendo la información que necesita. Tiene la impresión de que no es suficiente: siente que, a diferencia de la mayoría del bando, ella no es un depositario demasiado volcado hacia La Orden del Fénix. Tiene la impresión de que todos conocen más de su significancia, su sacrificio, su lealtad y todas las demás cosas. Intenta fundirse con el espacio, fijando la vista en él mientras intenta asimilar que tiene que buscar un par de cabras e intenta no pensar en leche o la cena.

     

    Sus pasos se conducen con naturalidad en un ir y venir constante. A pesar de que el primer individuo con quien trabara conversación no le ha contestado, le parece que no necesita respuesta: no parece ser que vaya a llegar alguien más. No está segura de cómo proceder a continuación. Se decide por una aclaración de garganta, arrepitiéndose al punto cuando las miradas se fijan en ella.

     

    —Creo que deberíamos partir —casi puede sentir los rayos de sol ambarinos y naranjas deshaciéndose en el horizonte—. Si no, no lograremos conseguir eso que estamos buscando.

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  21. Richard observa descaradamente al recién llegado. El hecho de que llegara junto a Despard no le preocupa, si no más bien la forma en la que se conduce. Preocupación, tal vez, es una palabra demasiado grande para los sentimientos desdibujados de Richard pero es lo más cerca que puede estar de ello, para una persona que ha vivido tanto, que ya los sentimientos no le alcanzan del todo.

     

    Al menos es un alivio saber que alguien más en la comitiva sabe que no es necesario vestirse como un pordiosero solo porque se está yendo a una "excursión". Es una lección que Melrose (o la propia Ellie, cuya llegada y evasión de su mirada no se le ha escapado) parece no querer aprender por más ahínco que Richard le ponga.

     

    Richard pica una salchicha con un palo y empieza a masticar con lentitud, sin molestarse en planificar. En lugar de eso, toma la carpa de lujo que había tomado de casa y tironea de Melrose para que se la instale. Melrose mueve su varita distraídamente un par de veces antes de poder armarla bien. Richard se disculpa con los presentes antes de ingresar para tomarse una ducha de agua caliente.

     

    Mel toma una salchicha del fuego y se vuelve hacia los demás. Ahora, más que nunca, siente patente el hecho de que ser tan poco sociable la afecta. La mayoría se conoce allí de antes por alguna misión con la Orden del Fénix. Ella, a pesar de reconocer varios de los rostros, no ha tratado mucho con ninguno en realidad.

     

    —En ese caso, intentaré dormir un poco —dijo Mel con voz tímida, tirando de Ellie que parecía haber perdido la capacidad de resistirse—. Ellie también. Si alguien más quiere pasar a dormir, hay una cama extra y podríamos acomodar a más personas...

     

    Su voz se fue apagando a medida que se daba cuenta de que nadie parecía prestarle real atención, así que terminó por meterse a la carpa. Toda la conversación acerca de dietas vampíricas, la ausencia de Kaori y el hecho de que tenían que estar alertas la había dejado exhausta. Además, Ellie no parecía ser ella misma por algo que a Mel se le escapaba y había sido ella la más reticente a descansar allí. Esperaba que no le guardara resentimiento por haberla arrastrado al interior sin más.

     

    @@Hessenordwood Crouch @@Sophia Elvira Mackenzie @@Ellie Moody @@Rory Despard @@Valkyria Karkarov

  22. Catherine aparece directamente ya frente al muro de ladrillos. El espacio estaba como siempre: descuidado y desierto. Toma la mano de Pakami y se asegura de que se mantenga a su lado en lo que parece ser un callejón sin salida. Sus labios forman las palabras "deliciosa manzana", tocando con su varita el quinto ladrillo contando desde la izquierda, a 15 ladrillos del suelo.

     

    Es apenas un susurro y Catherine observa por encima del hombro para asegurarse de que nadie más es testigo de lo que está por suceder. No es necesario. En la calle solo hay humedad y tinieblas. Ese espacio reducido entre las entradas de dos negocios de poca clientela, como un apéndice que no conduce a ninguna parte al desviarse de Diagon, está vacío. Ni siquiera parece haber contenido en los cubos de basura metálicos cerca de la entrada.

     

    —Vamos.

     

    Catherine tiene la capucha echada sobre el rostro, cuando tira de la mano de Pakami al mismo tiempo que enciende su varita. La trampilla se ha abierto, por lo que ingresa junto a Gryffindor descendiendo cada vez más hacia el interior. Cuando ambos han empezado a recorrer el tramo de escaleras, y sus figuras ya no se encuentran al nivel del suelo, se escucha con claridad un sonido de cierre. La tierra los ha engullido.

     

    Les toma un tiempo que parece casi interminable el llegar al fondo. Entonces perciben los olores del bosque, la tierra húmeda y el sonido de un cuerpo de agua. Catherine tira la capucha hacia atrás cuando llegan al "exterior" del subterráneo pero si bien hay más luz que en el túnel de las escaleras, en el Edén es de noche. La luna asoma en un cielo sin nubes, repleto de estrellas. Catherine conduce a su viejo amigo a través del sendero que se extiende entre los bosques "Verde" y "Frondoso".

     

    Les toma otro buen rato de caminata alcanzar la posada. Cuando finalmente lo hacen, Catherine extrae una llave de su bolsillo. Es un pesado manojo de metal antiguo, que tarda en ceder. De todos modos, ambos ingresan el interior. El lugar solo está iluminado por la luna y su propia varita. Catherine cierra la puerta tras de sí, deja la capa en un perchero y se acerca a la barra. De allí, saca una botella de whiskey de fuego y dos pequeños vasos, que coloca sobre la mesa. Abre la botella y sirve en ambos vasos hasta colmarlos, antes de dejar la botella descansar con un golpe seco.

     

    Se vuelve entonces hacia Pakami, con los ojos iluminados por la luz de la luna, con los recuerdos de la pena reciente todavía frescos en sus orbes. Le extiende el vaso de cristal reforzado con la vista clavada en sus pupilas.

     

    —Ten —su mano alcanza su brazo con delicadeza—. Pa... —está a punto de decir su nombre pero cambia de idea. Su tono se vuelve más próximo cuando añade— Escucha: no puedes hacer esto solo. Necesitas llorar.

     

    @@Pakami Gryffindor

  23. Cuando sus manos sueltan el agarre de la mano de Pakami, Catherine levanta la mano formando un puño, hacia su pecho. Siente un temor y una pena que no había esperado sentir. Se siente amenazada por la pérdida, piensa en Pandora y en Báleyr y en Elvis. Su familia, reunida, hace que las cosas que no han terminado de escapar de su cabeza, vuelvan.

     

    Espera que Pakami se acerque hacia los demás Gryffindor, espera tan solo el momento en que lo vea reunirse con ellos para fundirse con el fondo que rodea el semicírculo del luto. Sin embargo, eso no sucede. Pakami no abandona su lado y Catherine tiene que asegurarse al ver su rostro, para entender que no lo hará. Sus ojos enrojecidos amenazan con derramar lágrimas. Al final, no llegan a hacerlo.

     

    Alza su varita y le cuesta un par de intentos invocar aquello que desea:

     

    —Expecto Patronum

     

    Sus ojos reflejan la luz que se proyecta de su varita. Pensando en lo que ese patronus significa. Recordando por un último instante a Elvis, y todo lo que significó. La forma del patronus no le es conocida. Eso no importa ya.

     

    En lugar de eso, su cuerpo deteriorado rodea al muchacho en un abrazo. Su rostro está casi a la misma altura que el suyo y Catherine tiene que hacer un enorme esfuerzo por no pasar una mano por su rostro: tiene miedo que la expresión de consuelo resulte humillante. En lugar de eso, apoya la cabeza en su hombro y suelta unas palabras balbuceadas apenas.

     

    —Es el fin.

     

    Luego, Catherine se vuelve, junto a Pakami, dejando a los Gryffindor llorar por su pena con el derecho de la privacidad. No hay más que puedan hacer.

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  24. Mientras permanece sentada, con los ojos cerrados, en el suelo de la sala de techo abovedado, Melrose medita acerca del peligro inminente que se supone que acecha.

     

    Ella no se había mantenido al tanto de los llamados: a diferencia de muchos de sus compañeros en La Orden del Fénix, Melrose llevaba una vida desconectada del contexto actual, de los peligros y las muertes. Sus apariciones en tales situaciones eran sutiles y siempre breves. La única razón por la que frecuentaba el templo era porque todavía no salía del estupor de haber sido convocada por el Dios del Trueno.

     

    Algunos compañeros de bando le habían dicho que eso no era común: que existiera un llamado tan personal por parte de un clan. Melrose no sabía cómo interpretar eso tampoco. No sabía si era una buena o mala señal y tampoco entendía del todo los motivos por los cuales el templo corría peligro ahora. Es decir, conocía sobre el ataque que había llevado a cabo el inquisidor y era consciente de que una brecha en la seguridad de Hogwarts también ponía en peligro al templo. Era solo que siempre había imaginado el poder del Dios del Trueno, una entidad que, incluso, había alcanzado a llamar a la más indiferente de sus miembros para formar parte de su séquito, como algo intocable y poco predispuesto a ser devastado.

     

    En medio del conteo de su respiración ininterrumpida le pareció oír un rayo y abrió los ojos al instante: ante ella, un lince blanco perlado sorteaba el viento como si fuese a campo traviesa, para luego detenerse y dejarle un mensaje con una voz desconocida. Melrose estiró los músculos con lentitud para incorporarse. Solo podía tratarse de otro miembro de la Orden del Fénix. El cielo cerrado del templo, con la engañosa consistencia de un remolino repleto de truenos, parecía tener la misma apariencia de siempre, así que el rayo ¿había sido imaginación suya? En otro contexto, habría jurado que el rayo había ido acompañado del sonido de un carruaje o alguna clase de carro acarreado por bestias.

     

    Intentando no buscar pistas sobre el significado de cuanto acababa de pasar por su cabeza en los vitrales del templo, salió por las amplias puertas de madera, para dirigirse sin demora al punto de reunión.

     

    Sus ojos no tardaron a acostumbrarse a la disminución de luz para observar a la figura que le dirigió la palabra. Era un muchacho, que no podía ser otro que el emisor del mensaje. Melrose hizo una venia a modo de saludo y replicó:

     

    —No tanto como usted —Richard, su casero, le había indicado por lo menos quinientas veces que tratara de "usted" a las personas que no conociera, por lo que empezaba a habituarse a pesar de que le disgustaba la formalidad inglesa—. Perdone, no tengo idea de cómo se supone que vaya a ayudar pero vine de todos modos.

     

    "Porque el templo paladín me hizo un llamado expreso" habría querido agregar. No lo hizo porque sonaba demasiado pretencioso. De todos modos, un llamado no era un acto coercitivo del todo. Ella había decidido acudir. También estuvo muy tentada de añadir "espero no ser un estorbo" pero tampoco sonaba muy alentador. En lugar de eso, extrajo su varita, cambiando la sobrevesta, los pantalones de montar y las botas por unos pantalones cargo, zapatillas y hoodie. Tenía la impresión de que iba a calzar mejor si tenía que moverse rápido para ser de utilidad.

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  25. Holaa pasando a reclamar los premios *-*

    Para cambio de Nick:

    ID de usuario: 110981
    Nick Actual: Richard Moody
    Nick Nuevo: Melrose Moody
    Premio obtenido: Quidditch - Equipo Ganador

    Para cambio de Subtitulo:

    Subtitulo deseado: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1. Si no pudiera utilizarse la coma, entonces: 10-9-8-7-6-5-4-3-2-1

    Premio obtenido: Ranking de Juegos - Segundo Lugar

    Para llaves:

    Llave (Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw, Slytherin, Ilvermorny o maestra): Ilvermorny y Maestra

    (Quidditch - Equipo Ganador)

    Para Criaturas y Objetos del Magic Mall:

    Premio obtenido (Criatura/Objeto): Criatura 5x

    Elección del usuario: Ironbelly Ucraniano

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