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Animagia


Suluk Akku
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Me había quedado callada, primero escuchando a mi hermana que me ponía al tanto de su vida, aunque yo no haría lo que ella, estar viviendo entre muggles, se me hacia casi imposible sobrevivir sin magia.Claro, en un momento de apuro se que podría sobrevivir sin ella, pero no era algo que me gustara. Asentí ante su comentario sobre no haber tenido una pareja y surgió la pregunta, ¿se había llevado a Percy a vivir entre muggles también? Ya me contaría.

Escuché a los demás con atención, sobre todo a la Arcana. No podía evitarlo, por más que lo evitara siempre salía mi forma de ser huraña, como una buena minina. Me limite a comer, con eso podía disimular la falta de charla. En la mesa se veia mi varita, esperando que no le molestara a nuestra anfitriona, no podía separarme de ella.Tantas preguntas habían terminado por perderme y al final ocasionado un miedo enorme sobre lo que nos tendríamos que enfrentar. Más para alguien que nunca se puso a pensar como se convertía en animago.

Segui a la Arcana atravesando un portal, lo que nos esperaba ahi casi hacia que saliera un grito pero que nunca llego a salir al recordar la petición de la Arcana de no despertarlos. Vi al joven con cuerpo de conejo y otros seres que estaban ahi. En parte me alegraba que mi único problema con la Animagia era que a veces no me podía convertir de nuevo en humana, pero más que nada porque no lo deseaba.

-¿No habría remedio para eso?- Pensé.

Lo que sentía era una mezcla de temor y de tristeza por aquellos seres. ¿Porqué se habían quedado así? Debería haber una forma de ayudarlos, la magia era poderosa, después de todo. No comprendía como podía llamarlos, ¿seres? ¿Magos? Me dio escalofríos, por lo que agradecí cuando dejamos ese lugar.

-No vi eso- Fue lo que paso por mi mente, al tiempo que movia negativamente la cabeza.

No quería que la Arcana o mis compañeros me consideraran cobarde. Simplemente si bien algunos hechizos salian mal por lo que tenían que hacer hechizos para revertirlos, no siempre se podía. Termine reprochándome por mi reacción tan exagerada, creía que debía haber esperanza para esos seres. Suspiré, mientras me acomodaba la mochila que estaba en mi hombro, la cual estuvo colgada en la silla cuando cenabamos, no sabía que planes tenía Suluk y podía llegar a necesitarla.

-Yo me quedo.- Dije por fin en voz alta, después que Elvis se despidiera.-Vengo preparada, buenas noches.

Sonrei o intente hacerlo. Mientras los demás se despedían, elegi una habitación donde podría descansar esa noche. No se sentía en ella, sino más bien cálida y eso ayudaría a descansar como lo necesitaba. Deje la mochila en una de las patas de la cama y la varita en la mesa de noche que estaba cerca. No me detuve a ver los detalles del cuarto, sin más, me subi a la cama convertida en una minina persa blanca, quedándome dormida hecha bolita, como otras veces solía hacerlo.

Eso si era una buena forma de descansar y me alegraba poder hacerlo todavía. Al día siguiente iría a ese sitio como lo había indicado Suluk, quizás convertida de una vez en esa forma, Sin darme cuenta me estire un poco en sueños.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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- El recuerdo está desdibujado, poco nítido -le respondió a su hermana- Como si una parte de mi luchara por mantenerlo mientras la otra parte tira en sentido contrario, queriendo alejarlo.

 

Era un sentimiento de pérdida constante, aunque tenía la esperanza de poder recuperar su poder con ayuda de la Arcana Suluk. Por eso estaba allí. Aquella respetable anciana sabía mucho más de lo que mostraba, secretos que la mayoría no sabrían jamás en su vida aunque dedicasen ésta al estudio de la magia. Miró con admiración hacia la maestra durante unos segundos, luego siguió el resto de conversaciones que se sucedían en la mesa.

 

La exótica desconocida no podía transformarse tampoco, no había un animal que la definiese, por lo que preguntó a los demás cual creían que podía. Gatiux la imaginó transformada en un felino de grandes dimensiones, pues le transmitía una gran fuerza pese a permanecer callada la mayor parte de su estadía en la cabaña. Sin embargo Elvis había sugerido el darle alas para mayor libertad. No se necesitaban alas para ser libre, era algo más bien interno propio de la persona, un estado que te podrías atribuir tú mismo si dejabas las preocupaciones atrás.

 

Sintió compasión por Sofía. Conocía muy bien aquel sentimiento de impotencia al no poder llevar a cabo la transformación. Tal vez ella también se encontrase bloqueada por algo, a veces la propia mente llegaba a ser el peor enemigo de uno mismo. Ojalá pudiera recuperar pronto su forma animal de forma duradera.

 

- La peor parte de ser animago es que estás indefenso en tu forma animal. Cuando eres mago, tienes una varita y un montón de hechizos con los que defenderte de tu enemigo. Si eres animal bastaría con una cuerda o una jaula para imposibilitarte y matarte.

 

Suluk volvió a tomar la palabra, y todos la escucharon embelesados, como si la magia estuviese en el aire, todos le prestaban atención sin interrumpirla. Cuando se levantó de la mesa todos la siguieron. Era muy tarde ya, pero ninguno se había dado cuenta, ninguno dio señal alguna de impaciencia, sólo se dejaban llevar, expectantes de ver a dónde les llevaría aquella aventura. La Arcana los llevó a otro lugar a través de un portal, respondiendo a la pregunta de '¿qué podía salir mal?' con un ejemplo vívido y real.

 

Siguió a la Arcana sin hacer ruído, tal y como les había indicado. Hacía mucho tiempo que había aprendido a amortiguar la pisada y podía ser silenciosa como un gato al acecho en su forma humana. Cuando llegaron a un pequeño claro descubrió con horror a cientos de humanos-animales descansando, era terrible lo que les había ocurrido, estaban a mitad de camino de ser una cosa u otra y parecían haberse quedados atascados en aquella forma. Gatiux se llevó las dos manos a la boca, ahogando un gran suspiro de asombro. El corazón de la Malfoy comenzó a bombear con fuerza contra su pecho. ¿Podría ocurrirle aquello también a ellos?

 

Miró en derredor, a todos los que estaban allí en calidad de visitantes, para comprobar si estaban tan angustiados como ella. Lyra si que lo parecía. Miró al suelo después de una vista general, pues no quería acabar del mismo modo, y tampoco quería que aquellas personas se sintiesen incómodas por que alguien los observase como si fueran un mono de feria. Se marchó de allí sintiendo compasión por todos los que se encontraban en el jardín, sentimiento poco habitual en la mortífaga, pero había aprendido a empatizar con las situaciones después de haber sido sanadora.

 

- Yo también me quedo. -murmuró, sorprendida por que fuese tan tarde- Con su permiso.

 

Mientras deshacia su coleta y la trenzaba floja en dos para dormir, pasó por delante de la habitación que había escogido Katara, la Selwyn descansaba convertida en un gato blanco, sus ojos amarillos miraban a aquel felino con una mezcla de nostalgia y tristeza, ¿volvería a ser un gato alguna vez?. La cabeza le comenzó a doler, como si un recuerdo estuviese luchando por salir a la superficie. Gimió y siguió avanzando mientras se llevaba una mano a la sien. Encontró una cama libre y se sentó allí para sujetar la cabeza con ambas manos. La cabeza le decía que ya se conocían de antes de regresar de su viaje, le estaba intentando devolver las imágenes que estaba buscando, su cabeza estaba intentando rellenar otro hueco en blanco.

 

«No. Ahora no.»

 

Se tumbó sobre la cama, quitándose los zapatos de cualquier manera, sin desabrochar los cordones. Le había empezado a doler la cabeza y sólo quería dormir para que aquello se le pasase. Dudaba mucho que aquella anciana adorable tuviese alcohol de alta graduación escondido en algún rincón de su casa. En horizontal, y con un brazo apoyado sobre los ojos no supo cuando el sueño le venció.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Llegaba tarde. La noche inundaba los terrenos de la Universidad y el frío de la noche le calaba los huesos. Le daba reparo entrar a la casita, quizás la arcana que había preparado aquello se enfadara al verla o no aprobara su presencia, pero tras llenar sus pulmones con la última bocanada de aire de frío de la noche se envalentonó y giró el pomo de la puerta de la entrada, dejando atrás al ladrido de un par de bestias que parecían custodiar los pequeños terrenos de la respectada anciana.

 

En el interior todo era silencio, no se escuchaba ni una mosca. Sin embargo, se deshizo de la capa de terciopelo negra que cubría su delgada figura y la colgó en un perchero que había en la entrada, dejando al descubierto un vestido negro con escote trasero que su larga cabellera ceniza ocultaba.

 

Todo lucía muy limpio y olía a comida, quizás proveniente de la cocina o comedor. Seguramente los magos y brujas ahí citados hubieran gozado del privilegio de una buena cena en compañía de la Arcana Suluk Akku y por un instante lamentó haberse perdido aquello.

 

- ¿Hola...? - dijo en voz alta, más a modo de pregunta que de saludo. ¿Se habrían ido todos?

 

Su corazón dio un palpito. Si había acudido allí era para poder conservar la habilidad que tenía de convertirse en loba que, por nada del mundo, quería perder. Para ella era muy importante, pues tenía que ver con el amor de su vida.

 

Años atrás, descubrió que Angus Black era un hombre lobo, motivo por el cual las noches de luna llena la abandonaba, quedando tan exhausto después de la misma tardaba días en volver. Más de una vez, había sido noticia en el periódico, saliendo la muerte de algún muggle a manos de un incontrolado hombre lobo a las afueras de Londres.

 

Tal era su amor por el Black, que cuando el mismo se marchó, una noche de luna llena perdida en un bosque tomó por primera vez la forma de lobo, empañada en la melancolía que la consumía, y no eran pocas las noches en las que, bajo aquella forma animal, esperaba mirando la luna la vuelta del joven ex mortífago.

Mortífaga retirada
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Ella había decidido volver a casa. Después de aquella revelación era mucha la información que tenía que procesar y aunque quiso dormir, no logró conciliar el sueño. Entre cada cabeceo volvía a revivir los últimos momentos de la clase y aquellos despojos que habían detenido su vida, luego de una ¿desastrosa transformación? El suceso le recordó al escindirse en una aparición ¿Sería igual de doloroso? Por lo menos para el alma, podría. Y aquello no lo dudaba.

Luego de varios intentos y pocos momentos de descanso, optó por rendirse y se levantó de la cama. Aunque no había dormido suficiente, su cuerpo no mostraba señas de cansancio. Más bien estaba ansiosa y muy curiosa. Thessie, adelantándose a los deseos de su señora, sirvió un desayuno reparador del que Ainé tomó de buena gana, para luego emprender el camino de regreso a la Universidad y a lo que Suluk les deparaba.

Cruzó el cerco de la característica casita, que seguía sumida en el silencio y siguió el camino hasta el portal. La capa que cubría los hombros de la sacerdotisa, le sobró en el momento que se adentró a aquella nueva realidad. El cielo comenzaba a clarear y había más actividad. La Malfoy siguió el sendero, avistando las viviendas de diversos tamaños y no pudo evitar pensar en qué criatura residiría en aquellas, que eran diminutas ¡A ella no le entraría ni un pie!

Cogió alguna de las bayas y las fue comiendo. Estaban jugosas y muy dulces. Muy de cerca, un carnero le seguía los pasos. Su pelaje, mullido, echaba en falta una buena esquilada. Pero lo raro no era eso, sino la cabeza humana que completaba el cuerpo del animal.

«Aquí es cuando necesitaría ese anillo de Arcano. Pero Suluk se había adelantado a mis pensamientos y echado por borda mis ganas de quitárselo», pensó consciente de que aquella pobre criatura no se le acercaría si la viera cómo un lince. A menos que... ¿Y si la viera transformarse? Anduvo un poco más, hasta una zona despejada y extendió su capa sobre el prado. Se aseguraría de que el carnero le viera cambiar y cruzaría los dedos para que aquello fuera suficiente. Colocó las bayas que había recogido sobre la capa, como muestra de cortesía, y se transformó.

El lince, sobre sus cuartos traseros, bajó la cabeza y olfateó el suelo sin preocupación alguna, descartando las bayas y lamiendo su pata delantera izquierda. No tuvo que esperar mucho para que el carnero se le acercara con trote veloz y se sirviera de aquel presente. Las bayas a las que tenía acceso por su estatura, eran las que ya caían en el suelo, marchitas. Pero esas que Ainé había ofrecido estaban en su punto y comió complacido.

«¿Cómo te llamas? ¿Cómo has llegado hasta aquí?», no era el lince quien hablaba, sino la voz de la animaga que contenía.

«"Oh, gracias por las bayas, señora. Veamos, antes respondía por el nombre de Jack... ahora ya no importa tanto el nombre en este limbo en el que he caído"»

La sacerdotisa sintió lástima, pero decidió guardar la distancia. No quería romper esa atmósfera de seguridad que había levantado para propiciar la charla.

«"¿Es poco cortés saber cómo has terminado así? No", respondió luego de pensarlo y tragar las últimas bayas que quedaban sobre la capa. "Se agradece poder hablar con alguien nuevo de esto. No es algo que desees que te suceda y nunca eres consciente del peligro existente en cada transformación. Sólo piensas en el cambio y te entregas a ello feliz. Pero también existen otros caminos menos agradables", se lamentaba con cada palabra y las acompañaba moviendo las patitas con torpeza. "Desde que pude cambiar lo hacía siempre que podía. No había poder alguno que me hiciera decantarme por hacer una tarea con mi forma humana, más que el deseo irrefrenable de cambiar. Tampoco es que fuera una criatura formidable que pudiera volar o cazar a gusto. Incluso, para algunos, puede ser una forma aburrida de vida. Pero a mí me gustaba y me parecía lo más maravilloso que podía existir y así se lo hacía saber a todo el que lo preguntara, o mejor aún, se cruzara en mi camino.

 

"Pero tuve la desgracia de llevar ese don a dónde no se vería con buenos ojos. En una de las praderas donde me gustaba corretear, un muggle vio la oportunidad de sacar provecho con aquella criatura sin dueño. Me cazó y vendió a una troupe de gitanos. Y se preguntará por qué no volvía a mi forma humana. Y le responderé que lo intenté. Muchas veces. Pero ahí había una fuerza mayor a la que yo siquiera conocía y con cada tentativa me daba de bruces con el fracaso y los barrotes que me encerraban. Alguna vez logré un ligero cambio, pero mejor hubiera deseado no hacerlo. Me convertí en la atracción de aquella comunidad ambulante. El carnero maldito, decían. Pues de la nada mi cabeza había mostrado su verdadera forma, aunque incompleta porque mi cuerpo seguía respondiendo al que me otorgaba la animagia. No sé cómo la Arcana dio conmigo y me trajo aquí. Y aquí sigo, fiel a sus designios, porque si alguien puede ayudarme esa es Suluk de la tribu Inuit"»

Editado por Aine Malfoy

 

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Iba más que retrasada a la clase de animagia, no se perdonaría si la arcana que impartía la misma le pedía que se retirara o le imponía algún tipo de castigo ejemplar. Estaba consciente de la sabiduría de algunas personas, aquella que casi siempre estaba plasmada en sus rostros enmarcada por arrugas y los ojos cargados de recuerdos que inundaban a todos los que les rodeaban-Si deseo mantenerme como guepardo…-terció un gesto acido en sus labios-Va siendo mejor que me aplique…-acomodando su dorada cabellera sobre su hombro izquierdo se transformó en un bello felino. A lo lejos pudo escuchar una voz conocida para ella, Felicity estaba dentro de esa clase tan peculiar también.

 

Vaya que se la iba a gozar, solo sentía un poco de temor por tener como compañera a su hermana Mackenzie. Ella sí que era una figura de peso dentro del mundo mágico, no por nada era la viceministra y una de las personas más respetadas dentro del gremio de la magia-Creo que me metí en camisa de once barras…-susurrando para sus adentros se atrevió a recorrer con elegantes zancadas intentando dar con el paradero de sus compañeros de habilidades mágicas. Estaba rodeada por un paisaje variado, no se atrevía a darle una definición detallada a simple vista, solo se limitaría a gozárselo al 100%.

 

-¿Dónde estarán?...-sintiendo un escozor en su lomo se tumbo sobre este rascándose como si tuviera pulgas o polvo pica-pica en su pelaje. Tal vez era una broma del destino o solo su mecanismo de autodefensa, todo comenzaba aclararse ante sus ojos delineándose a detalle cada uno de los rasgos de su rostro felino, bigotes transparentes, manchitas en toda su faz, enmarcadas por un par de gemas lapislázulis raras en un animal de su especie, ya que casi todos los guepardos los tenían de color oscuro o cafés. Si que era una mujer poco común, al elegir una forma animalesca tan detallada y bien definida.

 

Topándose con un palmo de narices, no pudo más que volver sobre sus pasos e intentar encontrar la energía que emanaba Suluk Akku. Si ella era capaz de cambiar su forma por la de cualquier animal existente, aquello le complicaba todo el plan a la Malfoy, orillándola a tomarse más en serio ese temita de la puntualidad y no perder por culpa de eso el hilo de una clase que pintaba ser interesante, para su mala suerte ella iba muy atrás a diferencia del resto de los alumnos.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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~Bastian

 

Luego de aquel desgarrador escenario, con los nervios de punta, decidió que lo mejor era ir a dormir en su propia cama. Regresaron a la tierra de la normalidad, a la tierra en donde no habían personas mitad animal y mitad humano. A un lugar en donde, pese a todo lo que sucedía, se podía respirar tranquilidad e inclusive cosas positivas. Y Bastian tenía un montón de cosas positivas por las que volver, por las que aferrarse a su parte humana y por la que encontrar la forma de controlar al instinto cuando él quisiera y dejarlo ser cuando así lo decidiera. Kelian y Sebastian, sus hijos, eran el principal motivo.

 

Se despidió de su madre y de todos los que habían acudido a tan enriquecedora sesión de aprendizaje. Simplemente desapareció. Sus ojos estaban demasiado cansados como para que hubiese podido hacer cualquier cosa en cuanto apareció en sus aposentos. Durmió sin mover ni un solo músculo hasta que el sol lo despertó al día siguiente.

 

Mordió la tostada mientras se cambiaba de ropa. Y mientras pensaba en todas las implicaciones, en todas las variables que podían haber en su paso de humano a animal. Y entonces fue que aquellas escenas desesperantes volvieron a su cabeza.

 

No supo a ciencia cierta cuando es que se terminó de desayunar, cuando que terminó de vestirse y cuando que se apareció en la universidad. Tampoco recordaba el camino hasta la casa de la Arcana, ni el preciso momento en que se convirtió en tigre y se dirigió a aquel portal que conducía a la tierra de los mezclados.

 

No es que se haya perdido en sus instintos. Sino todo lo contrario: se perdió en sus sentimientos, se perdió en el temor humano y en la felicidad. Feliz por ver en su pasado todas las veces que se transformó sin error y temeroso por si la siguiente vez le colgaba un brazo en el cuerpo de tigre. Volvió a su conciencia en el momento en que se acercó a un animal muy parecido a lo que él era. Un tigre de bengala de color pardo que en lugar de patas animales tenía dos extrañas piernas humanas. Se lo quedó mirando, no sería él quien rompiera el hielo en aquella charla.

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Escuchar hablar a la arcana era una delicia, aunque le había dicho que la habilidad si podía perderse estaba segura que ella le ayudaría a recuperarla. La noche se adentraba a los terrenos universitarios pero Suluk aun les tenia preparada una ultima sorpresa, los hizo ir tras ella a una ultima visita antes de partir a descansar. En cuanto se adentraron en aquel lugar la rubia quiso salir corriendo, aunque su orgullo le impedía demostrar tal debilidad y cobardía. Aun así se podía ver su ansiedad pues veía para todos lados con los brazos cruzados sobre su abdomen como dándose un abrazo ella misma.

 

Cuando por fin les dio permiso de retirarse de aquella tierra de híbridos la rubia camino tan aprisa que pronto dejo a todos atrás. En cuanto estuvo dentro de la casa se recargo en una de las paredes temblando de pies a cabeza. Si las cosas salían mal ¿terminaría acaso uniéndose a aquellos seres en el patio de la arcana? Miro de reojo que sus compañeros entraban, incluso Elvis se despidio en ese momento saludándola con un gesto con la cabeza, le dijo adiós con la mano y comenzó a caminar hacia las recamaras.

 

- yo me quedo, profesora, muchas gracias por su hospitalidad - le dijo y tras ello subió corriendo las escaleras y se metió en el primer cuarto que encontró desocupado. Se aseguro de que nadie pudiera entrar y se dejo caer contra la pared hasta el suelo donde se quedo sentada con el rostro cubierto con las manos y sollozando con gran tristeza. - dioses, y si quedo como ellos...no, yo no quiero...que voy a hacer...

 

En que momento se tranquilizo y logro subir a la cama, no lo supo, pero lejos de poder descansar se la paso toda la noche soñando con aquellos seres y con una perra dalmata semihumana. En cuanto el primer rayo de sol ilumino su habitación y le pego en la cara la rubia se levanto, se acicalo un poco y tras coger un pan tostado de la cocina salio decidida a hablar con alguno de aquellos seres. Primero pensó en hablar con el perrito sin patas pero puesto que no se podía transformar en la dalmata y la criatura no tenia manera de comunicarse con ella se dispuso mejor a buscar a Bertie. No lo encontró pero si encontro a un perro mitad perro de la cintura para abajo y mitad humano de la mitad para arriba, justo como Bertie pero mas grande.

 

- puedo? -pregunto señalando un lugar en el suelo a lado de el, el perro asintió y la rubia se dejo caer cuan larga era, acostada viendo el azul del cielo matutino - ¿en que perro te convertías? - pregunto enderezándose sobre sus brazos permaneciendo semi acostada pero mirando al chico.

 

-en un gran danes - dijo sonriendo nostálgico

 

-ahora entiendo porque eres tan grande - le respondió la mortifaga. Acto seguido pregunto si era divertido, si había visitado muchos lugares, lo bombardeo de preguntas y se contaron travesuras, ni una sola vez la rubia le pregunto que había salido mal y eso le extraño al chico y se lo hizo saber. La Granger se encogió de hombros y miro hacia enfrente.

 

-supongo que lo olvide y supongo que si me quieres contar lo harás, porque tendría yo que importunarte por algo que tal vez sea doloroso para ti - se justifico - <<que tal para aprender de mis errores, rubita>> - le replico el chico divertido. <<estoy así por idiot.a, decidí un buen día que estaba cansado de los humanos, me divertía mas en mi forma perruna y podía viajar gratis a todos lados, permanecía así día y noche. Cuando finalmente me canse de mi vida loca, quise regresar a mi forma primigenia y solo logre esto, huí por mucho tiempo escondido en los bosques hasta que me tope con Bertie, el me trajo aquí y aquí estoy desde entonces,Suluk nos ayuda y nos protege

 

Por lo visto la arcana solo era dura en apariencia, mientras mas la conocía mas comenzaba a tomarle aprecio. Se levanto de su cómodo refugio y se despidió de aquel chico prometiendo volver de vez en cuando. El hombre perro era muy agradable y pensaba mantener su promesa. Camino de regreso a la casa meditando sobre la situación del mago - perro, sabia que cualquier cosa en exceso era mala pero tratándose de magia era aun peor. Se había embriagado en el poder de la animagia, se había sometido gustoso a ella y había perdido el control, por lo que la bruja pensó en lo importante que era mantenerlo.

 

Busco un lugar donde sentarse en la sala de la casa y encontro un buen lugar a lado de una de las ventanas esperando el regreso del resto de sus compañeros

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Las pruebas que el destino colocaba delante de uno, no siempre eran del agrado de los elegidos por este peculiar ser. Ahí estaba ella perdida en medio de la nada, ansiosa por saber qué camino seguir y sin tener una mano amiga que le indicará el trayecto indicado y sobre todo le enseñará porque tenía que caminar por esa senda el resto de su eternidad. Aquello que desde hacía unos momentos le estaba pareciendo efímero y sin sentido alguno, porque no tenía caso vivir para siempre sin tener la posibilidad de volver a ser el felino que ahora se mostraba imponente en esos terrenos.

 

Ahora se daba cuenta que la arrogancia y provenir de una cuna tan envidada por muchos, no era más que un costal vacio ante la adversidad que le tendía la mano. Varios aullidos la sacaron de su ensimismamiento, tal vez ahí estaba la clave de todo, saber escuchar y prestar atención a las señales que se plasmaban en el ambiente-Parece viable…-siseando en su cabeza decidió que era momento de volver a ser una humana o tal vez, no fue opción de ella retomar su forma física. Poco a poco las motitas oscuras que cubrían su pelaje comenzaron a desdibujarse, siendo remplazadas por una nívea capa de piel y en lugar de garras tenia dedos y ya no podía olisquear el aire a grandes distancias.

 

Ahí estaba su mayor temor, quedarse sin la única cosa que le permitía espiar al resto sin ser detectada a simple vista. ¿Quién en su sano juicio podría pensar que un guepardo prestaría a conversaciones banales ante sus ojos?. Por supuesto que nadie, si bien le iban le tirarían un trozo de carne o le ofrecerían algo de beber. Pero detenerse a pensar que detrás de ese pelaje color oro y motitas oscuras, se escondía una de las mujeres más peligrosas del mundo mágico, no tenía cabida ni por error. Avanzando a pie decidió seguir los aullidos, si bien le iba podría al menos ser devorada por sus peores enemigos los Licans.

 

Sus pasos le condujeron a lo que parecía ser una casa, no llamaba la atención el tipo de material del que estaba construida. Solo resaltaba en ella la paz que emanaba, simplemente eso era lo que le incito a seguir caminando, no se detendría hasta cruzar la puerta y estar dentro de ese recinto que parecía llamarle con susurros discretos que solo serian percibidos por la rubia. Posiblemente se metería en zendo embrollo, pero aquello no le importaba y si seguía latiendo en su cabeza ese pensamiento, “dar con el paradero de Suluk y el resto de sus compañeros”. Su respiración se volvió entrecortada, saltándose en el acto las venas de su cabeza y su cuello, alterando su pulso de forma alarmante.

 

-Falta poco…-se decía así misma trastabillando por el terreno, emprendiendo de un momento a otro una carrera similar a la de un correcaminos que busca escapar de su cazador. Sus latidos iban en aumento, el miedo, si eso era lo que estaba haciendo acto de presencia miedo de no poder transformarse en un guepardo y defenderse como solía hacerlo en otras ocasiones. Tocando de forma desaforada la puerta, buscaba una respuesta, alguien que abriera la misma y le salvara de terminar devorada por las fauces de lo que fuera estaba sumergido en esa oscuridad que se abría ante los ojos de la Malfoy.

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Se despertó desorientada. Tomando aire con grandes bocanadas. El pecho subía y bajaba agitado. Los ojos amarillos, muy abiertos, recorrían la habitación con rapidez, temiendo encontrar lo mismo que había visto escasos segundos atrás. Se miró ambas manos, poniéndolas frente a su rostro como si no creyese que fueran a estar allí pegadas a su brazo. Había tenido una espantosa pesadilla a raíz de lo que había visto horas atrás con los magos-animales, en la pesadilla Gatiux era la que sufría aquella transformación en la que no había vuelta atrás, tendría que vivir para siempre atrapada en un cruce que había salido mal. La banshee se incorporó en la cama, y luego bajó de ella, poniéndose nuevamente los zapatos.

 

Cuando bajó al piso inferior comprobó que el cielo aún no había empezado a clarear, fue a la cocina para tomar algo de desayunar, un poco de pan con unas rodajas de tomate y un zumo. Comió rápido mientras intentaba recrear las últimas escenas de la pesadilla, que comenzaban a desdibujarse y perderse en la memoria, como todos los sueños. No había acabado con el desayuno cuando oyó una voz que saludaba al silencio. Curiosa, limpió los restos y se dirigió a ver de quien se trataba.

 

- Felicity, llegas tarde. -le dijo Gatiux, apareciendo delante de ella- O muy pronto, todo depende de como quieras mirarlo.

 

Se destrenzó el pelo y comenzó a recogerlo en una coleta alta tras peinar su larga cabellera violeta. Ató los cordones de las zapatillas y fue a enjuagarse la cara en el baño tras decirle a Felicity que volvía en un momento. El agua fresca acabó por despejar los temores vividos por la banshee en aquellas pesadillas que podrían convertirse en reales Luego volvió con la otra mortífaga, que miraba con curiosidad el interior de la estancia.

 

- Voy a ir a mirar a los del otro lado. Ayer la Arcana nos mostró a aquellos que han quedado atrapados entre el ser humano y el animal. Si quieres verlos, ven conmigo, e intenta no molestarlos.

 

Salió de la casa de la arcana y se dirigió hacia la pequeña casita que ocultaba el portal mágico. Cuando lo traspasó se vio inmersa en aquel hermoso jardín donde vivían aquellos que no eran ni humanos ni animales. Algunos dormían, otros ignoraban completamente su presencia, algunos la observaban. No se atrevía a interactuar directamente con ellos, por lo que escaló un arbol y se sentó en una de sus ramas bajas, teniendo vista desde allí de muchas de las criaturas.

 

En su interior había pesar, temor. Nunca había pensado en que aquellas cosas tan terribles pudiesen ocurrir, que no hubieran podido revertir aquellos cambios fallidos, ser curados. ¿Lo habrían intentado? ¿O eran un gran tabú para la comunidad mágica? ¿Por qué no había sabido antes de aquel problema? Aquellas y muchas otras preguntas más empezaron a acosar a Gatiux mientras agitaba las piernas en el aire.

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Se había marchado a dormir a la residencia. A Asuhr no le importaba madrugar más de la cuenta y aún no tenía la confianza suficiente con aquellos ingleses para compartir una noche entera con ellos. No pudo dormir mucho aquella noche. Intentaba recordar lo que la Arcana había dicho sobre la animagia y también las palabras de sus compañeros. Quería aprender y, al no ser todavía una animaga, cualquier dato le era importante. Pero pensar en lo que había aprendido, no le resultaba fácil. Las últimas escenas de la noche volvían a su cabeza una y otra vez. Comprobar lo peligrosa que era la habilidad no le ayudaba a tomar decisiones. Hubiera querido aprender a practicar por su cuenta, descubrir cuál era el animal que la identificaba, concentrarse en él y tratar de ser uno con él. Pero practicar por su cuenta podía ser muy peligroso, bien claro lo había dejado la Arcana Suluk con aquella excursión nocturna.

 

No era la primera vez que se enfrentaba a una lección difícil. Rasori, su Maestro allá en la Tierra de Uzza, le había hecho enfrentarse más de una vez con lo desconocido. Sin embargo, decidió que sería mejor esperar para practicar. Aún no sabía lo suficiente para intentarlo.

 

A la mañana siguiente se despertó temprano. Aún no había salido el sol, cuando salió de la residencia camino a la casa de Suluk. Como a mitad de camino, tuvo la sensación de que algo o alguien la seguía. Miró al cielo, oteando entre los árboles en busca del habitual benu que siempre la seguía, pero no lo vio. Sin embargo, estaba segura, no estaba sola, algo o alguien la venía siguiendo desde hacía rato. Activó el Anillo de Escucha y oyó claramente el ruido de algo arrastrándose por la tierra seca del camino. Se agazapó detrás de un arbusto y no tardó en divisar una serpiente. Era una cobra de gran tamaño, pero se arrastraba de una forma ágil y elegante, confundiéndose con el paisaje. Asuhr se preparó para atacarla. No iba a dejar que una cobra real la mordiera.

 

- ¡Quieta! Soy yo. Buenos días. -La cobra real se transformó en una sonriente Mackenzie que se ajustaba el cabello, ligeramente despeinado.

 

- ¿Me seguías?

 

- ¿Yo? ¡Que va! Llevaba tu mismo camino. A la casa de la ancianita, ¿verdad?

 

Mackenzie hablaba con suficiencia, como si estuviera jugando a un juego que sólo ella conocía y se estuviera divirtiendo a su manera. A Asuhr le ponía enferma. Además, no podía evitar pensar que aquella mujer era la responsable de todo. Culpable de trasladar de lugar la Universidad. Culpable de obligar a los Uzza a cumplir el Segundo Contrato. Culpable de hacer trabajar juntos a Arcanos y Uzza. Culpable, culpable, culpable, de que ella estuviera allí, después de todo.

 

Sin decir palabra, se aligeró el paso, dispuesta a dejar atrás a Mackenzie.

 

- ¡Eh, chiquilla, no corras tanto! -Mackenzie sonreía de forma jocosa, como si sólo tratara de importunar a Asuhr. -Vamos bien de tiempo, aún no ha salido el sol.

 

Por más que Asuhr intentaba ir rápido, Mackenzie le igualaba el paso. Tampoco era cuestión de echar a correr, así que se resignó a andar con ella el resto de camino hasta la casa.

 

- Hola Gatiux - saludó Mackenzie al llegar a la casa- ¡Vaya Felicity, por fin llegaste! Te caerá regaño, no lo dudes -sonrió con picardia y le guiñó un ojo a la interpelada. -¿Juve? ¿Eres tu? No sabía que también te habías apuntado a esta clase. Me alegro de verte.

 

La bruja se giró en redondo, en busca de algo, hasta que dio con la mesa del desayuno.

 

- ¡Vaya cuanta cosa rica! ¿Vais a ver a los hombre-elefante? Yo de momento, me quedo a desayunar, tengo hambre. Ya tendré tiempo más tarde de que se me agríe el desayuno, pero de momento, lo voy a disfrutar.

 

Asuhr observó como Mackenzie se sentaba a la mesa y Gatiux salía de la casa, seguramente en busca del portal. Ella también quería volver a aquel lugar que habían visitado la noche anterior. Tenía la sensación de que aquel extraño bosque repleto de animales que no lo eran o de seres humanos que ya no lo eran -según como se viera- le ofrecería algunas respuestas. ¿Cuánto de humano quedaba en aquello seres? No podría utilizar la habilidad para hablar con ellos, pues aún no era animaga, pero tenía el Anillo de Amistad con las Bestias y esperaba que pudiera darle un cierto entendimiento con aquellas desgraciadas criaturas.

 

Se encaminó hacia la casita con el portal que la Arcana les había mostrado la noche anterior y lo atravesó sin ninguna dificultad. Supuso que Suluk lo había dejado abierto para ellos. Al llegar al otro lado, el sol despuntaba en el horizonte de una mañana clara y sin nubes. Era un amanecer hermoso que contrarestaba el triste espectáculo de cientos de seres deformes, parte humanos, parte animales, que deambulaban por los alrededores. Era muy difícil saber cuánto había de una parte o de otra en ninguno de aquellos seres.

 

Asuhr vio a Bertie, el hombrecito con cuerpo de conejo con el que había hablado Suluk la noche anterior, entrar en una de las casas más grandes de aquel bosque, con un plato de comida en la mano.

 

- ¿Puedo acompañarte? -Le preguntó la joven Uzza.

 

Bertie se encogió de hombros y asintió con la cabeza humana. Asuhr podía ver que aquella cabeza tampoco era del todo humana. Una de sus orejas estaba agachada y encogida, pero tenía claramente la forma de una oreja de burro. Le extrañó. Había pensado que la deformidad de Bertie procedía por completo de una transformación en conejo mal lograda o bien de no haber podido regresar del todo desde su forma animaga de conejo. Hubiera querido preguntarle, pero no se atrevió.

 

Siguió a Bertie al interior de la casa. Por fuera, toda ella tenía las paredes de roble y las ventanas adornadas con hojas y ramitas. Por dentro, casi todo era de madera. Había una cama y, a su lado, una mesa y una silla, en la que estaba sentada una mujer de cabellos dorados y enormes ojos grises, tan claros, que casi parecían de plata. Daba la impresión de que la hermosa mujer hubiera atrapado dos lunas en sus ojos. Era muy hermosa y no observó ninguna deformidad en ella. Bertie se acercó a ella y dejó el plato de comida en la mesa. Luego le puso una servilleta encima de la camisola de la mujer y empezó a darla de comer, una cucharada tras otra.

 

- ¿No puede comer sola? -Preguntó Asuhr.

 

Bertie negó con la cabeza y permaneció en silencio, absorto en su tarea de dar de comer a la mujer. Asuhr acercó una banqueta que había junto a una pequeña chimenea y se sentó a la mesa, al lado de la hermosa mujer. La observó un buen rato, tranquila y confiada. Le sonrió y la mujer le devolvió la sonrisa. Fue entonces cuando Asuhr se atrevió a intentar conversar con ella.

 

- ¿Cómo te llamas? -Preguntó a la mujer, confiando que era una buena forma de iniciar una conversación con una desconocida.

 

La mujer no contestó. Tampoco hizo ningún gesto y Asuhr tuvo la impresión de que no le había entendido, ni siquiera parecía haberla escuchado.

 

- ¿Es sorda? -Preguntó muy bajito a Bertie, por si acaso la mujer no lo era y su pregunta la ofendía.

 

- No puede entenderte. No sabe lo que es el habla. -Respondió Bertie. Su voz tenía un timbre extraño, como si no fuera del todo humana. Era más aguda de la cuenta, recordaba mucho al sonido que hacen los conejos al mascar la hierba.

 

- ¿No sabe que le estoy hablando? ¿Acaso... -no estaba segura si hacerle esa pregunta a Bertie, pero finalmente se decidió, tenía que saber más- ... acaso ha perdido la razón?

 

Bertie negó con la cabeza. No parecía que fuese a decir nada más, pero finalmente, al cabo de unos minutos, se decidió por hablar.

 

- Ella no es humana. Nunca lo ha sido. Es una gacela. Una hermosa gacela a la que llamamos Luna Veloz, porque sus ojos son tan hermosos como un rayo de luna y le encantaba corretear por el bosque. Era muy ágil y rápida.

 

- ¿Una gacela con cuerpo de mujer? ¿Qué le pasó? ¿Esto es consecuencia de la animagia? ¿Cómo puede serlo?

 

- La Animagia es una habilidad muy peligrosa, por eso el Ministerio se cuida mucho de controlarla. A veces las transformaciones salen mal y uno se queda a medio camino, otras veces, no se puede regresar del todo a la forma humana. Hay quien se vuelve loco o pierde la razón o la inteligencia. Pero en ocasiones también resulta peligrosa para los animales. Un animago que se transformaba en ciervo se hizo amigo de Luna Veloz. Solían correr juntos y recorrer los bosques de noche y de día. Mucho se querían Luna Veloz y el mago, pero los animales son libres y las gacelas lo son especialmente. Quería a su compañero de juegos, pero también amaba la soledad y contemplar la luna por la noches y corretear con un guapo macho de su propia especie que la amaba. El animago sintió terribles celos. Se enfureció cuando Luna Veloz dejó de correr con él todas las noches, para frecuentar a su bello galán. Quiso poseerla, tenerla con ella para siempre.... el amor es una fuerza poderosa y terrible. El mago la apresó, la recluyó en su propia casa y, poco a poco, Luna Veloz dejó de ser una gacela salvaje y se convirtió en algo diferente, un animal domesticado y sometido. Con cada día que pasaba con aquel brujo, Luna Veloz se volvía más humana, hasta que un día..... un día Luna Veloz se olvidó de lo que era. Desde entonces, está así. No es humana, pero tampoco es ya una gacela. Si aquel brujo utilizó artes oscuras o si sólo fue el resultado de un amor desgraciado y posesivo, nadie lo sabe. Pero Luna Veloz no es un caso único, raro sí, pero no único.

 

Asuhr no sabía qué pensar. Aquella historia le recordaba a un cuento que había escuchado de niña, el de una rana que se convertía en príncipe, ante la furia de una niña descortés. Después de todo, los cuentos siempre contenían algo de verdad en ellos. Salió de la casita, dejando a Bertie con Luna Veloz. Tenía que saber más.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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