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Animagia


Suluk Akku
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Lo que le mostraba el espejo le dejo perpleja, no daba con el momento exacto que este le mostraba. Suluk se mantenía atenta a lo que hacían sus alumnos, expectante ante la reacción o accionar de la Malfoy, volviendo en ella sintió un pinchazo que le hizo respingar con fuerza. Moviendo su cabeza con suavidad recuperando poco a poco el control de sus acciones, evitando de ese modo desatar una nueva contienda dentro de la clase, ya tenía bastante con la protagonizada por su hermana Mack y el resto de estudiantes.

 

—Ahora puedo comprenderlo…—asintió agradeciendo la guía de la arcana—Ha sido muy reconfortanteOlisqueando el ambiente detectaba la presencia de un nuevo compañero dentro de la clase, recordaba vagamente haber tenido contacto con este—Mientras más mejor…—suavizando sus facciones se apartaba poco a poco del espejo.

 

Ya no tenía nada más ver dentro de este, al menos nada que le causará curiosidad o despertará su interés por permanecer atrapada en ese cuerpo transparente, que le devolvía cada tanto una mirada inquisitiva mientras se mantuvo frente a este. Ahora iniciaban un nuevo reto, avivándose dentro de ella esa fiera que permaneció dormida por tanto tiempo, debía aceptar que era un guepardo, aquel don que le otorgaran hace tiempo tras adquirir la habilidad de la animagia.

 

Serpenteantes imágenes se movían en su cabeza, asemejándose a una película en tonos sepia—Despierta…—le pedía a su lado animal, incitándolo a mostrarse al menos una vez más. Tras volver a la casa de Suluk, decidió sumirse en sus pensamientos, descansar, amansar esas ganas de comerse en mundo a puños y devorarlo de una sola, arriesgándose a perder todo si no se concentraba en lo que realmente le había conducido hacia esa senda.

 

Sus ojos se cerraron lentamente, arrastrándole hacia un sueño que parecía reparador. Acariciando sus facciones angelicales con un cantico arrullador, meciéndola sobre una brisa gélida que le conducía hacia un nuevo sendero—No pierdas el rumbo…—le repetía la sabia mujer—Es el comienzo…—despertando sobre saltada sabía que era momento de alistarse para su nueva encomienda, mudándose de ropa se atavió con algo mas cómodo y menos llamativo. Echando una última ojeada a su vestimenta, volvía a sentir ese cantico apacible y misterioso, posiblemente era una señal enviada por al arcana en alguna lengua o clave desconocida para los humanos comunes.

 

Descendiendo por las escaleras con pasos sigilosos, rebuscaba dentro de su pantalón su varita—Tal vez no la necesite, pero no está demás prevenir…—topándose con Suluk le reverenciaba de una forma respetuosa y ceremonial—Creo que estamos listos…—observando de hito en hito al resto de los jóvenes, sabía que estaba en lo correcto. Antes de partir la arcana le delegaba algunas tareas a Jocker, permitiéndole de ese modo entender mejor el proceso que cada uno debía de seguir para obtener lo que tanto se anhelaba.

 

No solo era mutar de la forma humana a la animal y viceversa, para ella eso iba mucho más allá de un simple don y la capacidad de saber manejarlo de pe a pa. Caminando por los terrenos que le pertenecían, sentía el frio arreciar contra su cuerpo, calándose hasta lo más profundo de sus huesos, quemando su nívea piel, lacerando sus facciones, obligándola a cubrirse con la bufanda que apareciera con antelación sobre su cuello—Mucho mejor…—el lago les daba una bienvenida peculiar, destacando la parte que no se había congelado y que al poco tiempo se transformó en un nuevo portal.

 

Le agradaba la idea de conocer un poco mejor el otro lado de la moneda, no le bastaba con lo aprendido y ansiaba empaparse de lo que le ofrecía ese arco con los colores del arcoíris, recordándole el puente de Bifröst, aquel que les permitía a los nórdicos viajar de un mundo a otro, aquellos que estaban congregados en Yggdrasil—Buena elección…—saltando dentro del portal diviso a lo lejos la Aurora Boreal, tonalidades azules, verdosas y violetas danzaban sobre sus cabezas. Era un espectáculo digno de admirar, mostrándole un paisaje que dejaría mudo a cualquiera—Entendido…—tomando la fuerza necesaria se transformo en un guepardo.

 

Agazapándose sobre el suelo sintió sus garras clavarse en la nieve, disfrutando el frio pasearse por su pelaje dorado y negro, motitas eran lo que le gustaba destacar en su anatomía felina—La magia es un don…—decía para sus adentros, ya que al ser un felino poco podría expresar con palabras, prefería los rugidos y tal vez lanzarse contra el viento y arañarlo con unas cuantas zarpadas. Avanzando con fuerza sobre la nieve, moviéndose con agilidad recorría en poco tiempo los limites y senderos, cerciorándose de marcar la ruta de regreso y no perderse en ese inmenso paraíso mágico.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Habían pasado varios días, y a cada amanecer, me sentía un poco mejor. Junto a la Arcana de la Animagia, había visto y escuchado cosas que jamás habría pensando. La mejor experiencia que había tenido, había sido con aquella mujer-lechuza que tenía tanto miedo de permanecer humana o animal, que se había quedado en ésa especie de limbo. Siempre pensaba que la libertad de convertirme en animal era lo mejor que podía pasarme, pero con ésa experiencia, había visto que estaba equivocado.

Ni bien había salido el sol, ya me encontraba camino a lo de la Maestra Suluk. Cada noche que nos ibamos, nos ofrecía en quedarnos pero tenía una familia con la que estar y cenar. Una esposa que mimar y muchos hijos y nietos con los que hablar y pasar un buen momento. Usaba la familia para distraerme pero aquella responsabilidad como era la habilidad, también. Por eso que me había presentado y todos llegaban, de hecho Juve estaba allí antes que yo, me limité a saludarla con la cabeza.

Todos nos dirigimos hacia fuera de la cabaña, mientras Jocker que recién llegaba, se ponía a hacer algunas cosas dentro, como lo habíamos hecho cuando recién llegamos. La pequeña Arcana nos llevo hacia un pequeño lago. No me habría imaginado que aquello era un portal. El mundo mágico siempre nos sorprendía, a pesar que muchas veces usábamos una magia similar, pero a veces nos parecía tan normal que se nos perdía justo delante de nuestras narices.

Ésto es maravilloso. Es hermoso. A Annick le gustaría —comenté en un murmullo. Más que nada para hablarme a mi mismo. Las luces que había en el cielo, fue lo primero que captaron mis ojos, dejando de lado a la llanura inmensa de nieve, que era impactada por aquella aurora boreal y reflejaba algunos destellos. Era hermoso. Y cierto a la vez, que seríamos los magos y bruja los que pisábamos ése sitio. ¿Como llegarían los muggles hasta allí?

La Arcana fue concisa. Eso me gustaba de la bruja, porque siempre parecía alguien sabio, alguien tranquilo, alguien con paciencia, pero que ante un pequeño detalle de error, era la primera en corregir. Estaba seguro que pasaría horas hablando para que me contara sus aventuras. Sus conocimientos era lo que más me llamaba la atención. Nos dio las siguientes ordenes. Y pude sentir del poder que hablaba, de la magia que nos rodeaba y potenciaba la que llevábamos dentro. Era una suerte que hubiera dejado mi varita en lo de Suluk.

 

Aquí vamos... ¡Libertad! —hablé de nuevo. Estaba seguro que mis compañeros sentían lo mismo que yo. Y no pude evitar sonreír, al ver que la primera que reaccionaba era Juve, que rápidamente se había transformado. Respiré hondo y sentí el aire congelado que invadía mis pulmones, pero era una sensación agradable. Empecé a transformarme en el búho que era, color marron, con pequeños detalles en beige. Mis ojos de repente vieron más a distancia, aunque aún seguía llano. Mis garras se aferraron a las nieve. Y mis plumas eran acariciadas por la brisa gélida. Y volé.

 

Tomé vuelo y rocé con mis patas el lomo de aquel guepardo en el que se había transformado la chica, pero aleteé dos o tres veces y viré hacia el otro lado. Pude distinguir que la llanura se extendía a kilometros y kilómetros de largo. Había pequeños lagos congelados, bajas colinas nevadas pero todo era nieve. Asi que tomé algunos metros de altura y decidí guiarme por la libertad que necesitaba en aquel momento. Las luces de la aurora boreal acariciaban mis plumas y sentía una pequeña energía que recorría todo mi cuerpo. Parecía que hasta podía volar o más alto o más rápido, a pesar del frío. No tenía que dejar de volar, asi no me congelaba allí.

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Aquello iba de mal en peor, de pronto sentí ganas de llorar al escuchar a la Arcana. Podía dejar mi mochila con todas mis cosas, pero, ¿mi varita? Cada vez el sueño de recuperar a mi dragón y mi animagia eran más lejanos, pensar que había creído que sería más fácil por los libros y hasta ahora solo había perdido galeones. Lo peor de la animagia es que si no la recuperaba en ese momento, no iba a poder intentarlo más.

 

Me encogí de hombros, tratando de alejar mi mente de todos esos pensamientos que últimamente daban tanta lata, motivo por el cual segui a los demás, perdida en mis pensamientos. Llevaba una chamarra y unos guantes, no podía soportar los abrigos, me estorbaban por más calientitos que fueran.Normalmente, no los necesitaba, si hacia mucho frío me refugiaba en mi forma felina cuando podía y eso solucionaba todo.

 

Suspiré al llegar al lago que parecía estar helado, ¿acaso nos haría nadar en el agua? Esperaba que no.Me alegro ver que no era así, ya decía yo que no podía ser tan mala en hacer que nos congeláramos. Entre por el portal, lo que estaba ahí era demasiado hermoso, tanto que pude olvidar los pensamientos negativos que en ese momento sentía.

 

Apenas se fue la Arcana me convertí en una minina persa blanca. No pude evitar ver que de no ser por las huellas, me camuflajeaba perfectamente con la nieve, eso era divertido. Me sentí libre en ese momento, no tenía preocupación alguna y eso me gustaba. No entré al iglú, al menos no todavía.

 

Me quede fuera jugando en la nieve, inclusive haciendo algunos angeles o muñecos como los que hacian los muggles tirándose en el suelo. Necesitaba contemplar bien todo eso, mientras pensaba a donde iría. Ya había ido al pasado, el presente lo conocía a la perfección, el futuro lo temía.

 

Me alejé de la guepardo por precaución, aunque miré con atención a aquel búho malvado. Quizás ahi podría arrancarle algunas plumas, en castigo por aquella vez que me había hecho caer del árbol en Abaddon.

 

-Ven aquí, búho malo.- Pensé.

 

De inmediato el escenario pasó, de nuevo un viaje al pasado. Lionel tenía apenas un año y estabámos en la mansión del abuelo, el habíainsistido en cuidarlo aún siendo un bebe, cosa que me extraño. El pequeño demonio estaba jalándome la cola, como siempre hacia y al no hacer caso a las amenazas con la pata, se llevo un ligero mordisco.

 

El llanto del bebé no se hizo esperar e inmediato me acerque a languetearlo para calmarlo y el de vuelta, volvía a jugar con mi cola.Parecía un cuento de nunca acabar. Tenía muchas escenas compartidas con mi hijo menor, al menos el pasado que prefería recordar era bueno.

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El tiempo había pasado demasiado rápido para su gusto. Era de las primeras clases que de verdad le habían gustado. En principio le molestó la actitud mandona de la Arcana. Pero con el pasar de los días entendió los motivos de aquellas encargos. La bruja no le enseñaba solamente a convertirse en animagos; su misión era por su puesto enseñarles a controlar al animal en todos los sentidos. ¿Qué podía causar más descontrol que un orgulloso felino matando a los cachorros para que la hembra se pusiera en celo? Pocas cosas en realidad. El orgullo era un instinto poco racional, tan ligado a partes del cerebro que podían causar descontrol absoluto, catástrofe.

 

Todos los días, todas las semanas, visitó a su nuevo amigo, y con cada puesta de sol poco a poco la conciencia se esfumaba. Cada día los recuerdos de la fallida transformación eran más incoherentes y y más ligados a la irracionalidad propia de cualquier bestia. Y así como con cada día transcurrido le costaba más entablar conversación su amigo, cada día se le escapaba una lágrima de desesperación. Cada minuto libre se internaba en la biblioteca de la universidad, y cada día intentaba un nuevo hechizo en busca de curar a aquel que afirmaba haber hablado con la Luna.

 

—Intentaré curarte mientras siga con vida. Si lo animal te controla, al menos intentaré que tengas una buena vida como animal. Intentaré darte un cuerpo completo felino y le pediré a Suluk que me deje unirte a mi manada. Pero mientras haya un rastro de humanidad en tu cuerpo seguiré yendo todos los días a la biblioteca de Alejandría a buscarte un cuerpo y conciencia humana...

 

Se convirtió nuevamente en humano. Antes de comenzar la clase a su animal interior le era tan fácil tomar el control de su cuerpo. Bastaba el más mínimo paso en falso y los instintos destruían completamente su conciencia. Pero eso había cambiando cuando conoció sus miedos, su verdadera forma. En su mente había un recuerdo poderoso que le ayudaba a siempre regresar, a nunca perder la batalla: Valkyria, Kelian, William y Bejamin.

 

Se alejó de Sariri en dirección al sitio en donde el portal se encontraba. Lo atravesó con naturalidad, no en vano lo había hecho de la misma forma por días, muchas veces en más de una ocasión. Y todas las veces se prometía a si mismo que algún día encontraría una forma de darle paz al chaman que había hablado con la Luna. Algún día, quizá más tarde que temprano, compensaría al mundo toda la maldad que él había propinado. Algún día haría que su Sacerdocio significara algo más que abusar del poder de la naturaleza, que significara también darle algo de balance a lo natural, a la vida, a la existencia humana y animal.

 

No estuvo mucho tiempo en la morada de la Arcana cuando ella les comunicó que irían a enfrentarse a la prueba que les brindaría control absoluto sobre habilidad. ¿Estaba él ya preparado? Posiblemente. Había ya superado a los instintos, a su propio miedo y había fortalecido los lazos que lo unían a la humanidad. Pero de también aprendió a ser humilde, a ver la sabiduría infinita de Suluk. Él estaría preparado cuando su maestra así lo dijera. Ni siquiera se atrevía a sugerir que era su hora de dar la prueba, la hora llegaría y no le importaba tener que esperar.

 

Cerró absolutamente todos los botones de su capa de viaje y la encantó para que no dejara escapar el calor. Lo mismo hizo con los guantes y los pantalones. Un último movimiento de varita y un gorro muy abrigado apareció en su cabeza. No le gustaba que los mechones atados de su cabello estuvieran cubiertos. Eran muy importantes para él, un recuerdo de su pasado que lo hacía tener los pies en la tierra. Pero no quedaba de otra, por lo menos el pendiente con forma de colmillo de tigre si que se podía observar.

 

Todo lugar al que iban era importante, eso estaba claro. Encontró varias plantas en el sitio en donde vivían los animagos desafortunados. Si, eran idénticas en vista a las que se podían encontrar en cualquier parte pero tenían algo especial. No servía para realizar pociones, ni curaciones, pero en cierta forma estrujar la hoja de una planta causaba cierta tranquilidad. Y quizá aquel fuera el motivo por lo que los animagos no perdían la cordura mientras el animal los iba consumiendo poco a poco. Quizá el nuevo sitio al que irían tuviera algo interesante. Por ello, agitó la varita nuevamente e hizo aparecer un frasco para pociones en su mano. También una pequeña funda encantada por si era preciso tomar muestra de alguna planta. Las guardó en el bolsillo de su túnica. Más florituras y su varita finalmente desapareció.

 

Atravesaron el portal y su mente voló. Imaginó cosas que jamás se habían pensando, sintió olores y colores nunca sentidos. Incluso fue capaz de saborear el aire y no fue capaz de asociarlo a algo conocido. Los colores del cielo eran únicos, increíbles, maravillosos. Por si las cosas no fueran lo suficiente maravillosas, la arcana comenzó a jugar con la aurora boreal. La manipuló, se hizo una con ella. Invocó un refugio, creó nuevos colores que se mezclaron con los otros y crearon otros nuevos.

 

Movió la mano él derecha el también. Le costó capturar la aurora boreal. Sus dedos se resintieron y las puntas del guante se quemaron. Él no estaba acostumbrado a aquella magia. Pero la soportó. La sintió líquida, gaseosa y sólida al mismo tiempo. Eran cosas realmente increíbles. No hizo absolutamente nada. Los colores se fundieron con su mente, con los impulsos eléctricos de su cuerpo. La otra mano sacó la botella del bolsillo y cuando se dio cuenta una parte de la aurora boreal estaba capturada dentro. La guardó también por acto reflejo. Para algo serviría y se estaba haciendo ya a la idea.

 

Tomó forma animal. Sintió, emocionado, como su cuerpo se desfiguraba y en un segundo estaba lleno de pelos, más fuerte y con los sentidos más finos. Su pelaje lo protegía completamente del frío. En aquella ocasión sus orejas eran las azuladas, de nuevo producto de la metamorfomagia a la que siempre invocaba en el mismos segundo en que se transformaba. El color de sus ojos se hacía presente en cualquier parte de su cuerpo. Lo primero que hizo, como buen felino, es tumbarse sobre el hielo pese a lo frío que este estaba.

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Tras varios días de disfrutar de la hospitalidad de la arcana la rubia se alegro al ver que por fin darían un paso mas para recuperar la Animagia. Sabia dentro de su corazón que el poder había vuelto y que no tendría problemas en tomar su forma animal en el momento que lo deseara. Pero como no tenia el certificado en la mano no se había arriesgado a hacerlo. Armo su mochila guardando todo lo que había llevado a esa nueva aventura y bajo a recibir la indicación de Suluk que no le gusto mucho. Jamas salia sin Darkness, como auror y como inquisidor era una extensión de si misma, pero no quería molestar a la arcana desobedeciendo una orden directa cuando gracias a ella la dalmata en ella había regresado.

 

A regañadientes oculto su varita en un compartimiento de su equipaje y se preparo para salir, ese día hacia bastante frió afuera aunque realmente no le molesto en lo absoluto, su vampirismo la hacia inmune a aquellos climas. Aun así cubrió su piel con ropajes acordes a la ocasión aunque sin nada bromoso. Pantalones y blusa de manga larga en color blanco y un chaleco con gorro en color beige para hace contrastes de colores y unas botas de nieve. Aquello cubriría su cuerpo de la nieve, no quería terminar convertida en un muñeco de nieve por no tomar las precauciones debidas. La bruja los guió hasta un hoyo en el suelo que parecía ser agua aunque al final resulto ser un portal.

 

Ver como la mujer manejaba aquella magia a su antojo le causaba fascinación, un portal se abrió ante ellos y pronto lo cruzo detrás de sus compañeros. Mas nieve y mas frió los esperaba ahi, podía sentir la magia crepitar a su alrededor y atravesarla como si su cuerpo fuese intangible. No pudo evitar sonreír, jamas se había sentido tan poderosa y a la vez tan libre, se despidió de Suluk con una inclinación leve cuando esta dijo que se iba y camino unos cuantos pasos disfrutando del frió aire golpeando su cara y despeinando sus cabellos. Soltó una carcajada y hecho a correr como si persiguiese algo y en un instante la sintió salir, su animal, su animagia se había activado y ahora corría en cuatro patas.

 

Corrió en círculos un rato y después se dejo caer sobre la nieve en la que ahora parecía solo unas manchas negras sobre el paisaje nevado. Levanto la cabeza perruna y busco con quien jugar o a quien molestar. Se pregunto donde estaría la minina, tenia unas ganas infinitas de pisarle la cola como en los viejos tiempos, ladrandole.

 

- donde estas gatita traviesa, quiero jugar - pensó levantándose de la nieve y sacudiéndose. En aquella forma era fácil localizar a la gente por su olor, que si como vampira estaba muy desarrollado como perro lo estaba aun mas. Ahora tenia una nueva misión, localizar a Katara y molestarla un poco

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Era tiempo de alejar esos malos pensamientos que querían invadirme y disfrutar la animagia con la que todavía podía gozar, como regalo de la Arcana, debía aprovechar esa magia mientras podía y utilizarla para algo que siempre estuviera como un buen recuerdo.

 

En ese momento, protegida por la blancura de la nieve, me agazapé entre pequeños montones de nieve, mirando a la animaga que se acercaba. Tenía que ser rápida si no deseaba que el olor me descubriera, al fin y al cabo, la dalmata tenía buen olfato.

 

Aproveche y brinque, quería caer sobre su lomo y después de eso ponerme a acomodar su pelaje para que fueran una cómoda cama, ¿acaso no había perros que dejaban que los gatos los usaran como almohadas? ¿Porqué ella no?

 

-Meow- Fue lo único que se escuchó en ese silencioso lugar, mientras brincaba.

 

Dudaba que la dalmata se fuera a quedar quieta, pero siempre podría defenderme. Menos mal que no estabámos en el iglú o en la casa de la Arcana, ahi podríamos jugar sin ocasionar destrozos. Era agradable esa forma animaga, el estar en esas cuatro patas sin que nada importara, sin ni siquiera un collar que molestara.

 

No pude evitar pensar que ese collar me lo habían regalado en algún Halloween, para que me diferenciaran mis hijos de otros gatos parecidos y no se les ocurriera zarandearme, pero esos tiempos habían pasado.Lionel me podía reconocer fácilmente sin ningún collar y eso bastaba, por lo que ambos acordamos que no lo usaría nunca más. El se había encargado de desaparecerlo.

 

Hasta ese momento no había pensado en la cantidad de personas con las que compartía los recuerdos relacionados con la animagia, Gatiux, Sally, la dalmata. ¿No nos habíamos perseguido alguna vez en la mansión Ryddle, la dalmata y yo? Todo estaba bien hasta que un abusivo puma se unió a la fiesta y al menos yo no lograba recordar en que había acabado eso. En esos recuerdos eran en los que me debía enfocar.

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A punto estuvo Gatiux de hacer una apuesta en voz alta para ver si sacaba unos cuantos galeones de la pelea absurda entre Mackenzie y Asuhr. Tal vez su hermana se molestara porque apostase en su contra, pero la desconocida tenía fuego en la mirada, algo que le indicaba como una gran guerrera que no debía ser subestimada pese a su corta edad. Por desgracia para la Malfoy de cabellos violetas, la gente empezó a interceder pronto, calmando así los ánimos beligerantes.

 

- Un buen tirón de pelo de vez en cuando es sano.

 

Desde su rincón en el suelo, observaba como ambas mujeres se retaban la una a la otra sin mediar palabra, de sus ojos podrían salir chispas, a nadie le hubiese extrañado. Le sorprendió ver a Jocker Black Lestrange, hacía años que no lo veía, y parecía que todos los animagos de Ottery se habían dado cita allí, aunque él había quedado un poco rezagado. ¿Le mandaría la Arcana a hacer tareas del hogar como habían hecho todos al llegar? Su hermano se puso frente al espejo, sin miedo y sin experar un segundo, ajeno al ambiente tenso que se había producido con Mack y Asuhr. La extranjera había conseguido por fin liberar su forma animal, al igual que Gatiux Malfoy, que volvía a ser un gato negro de ojos amarillos.

 

*****

En las semanas siguientes, Gatiux se había dedicado a practicar con la habilidad, a meditar, a charlar con algunos habitantes más del Campo de Cliodne (aunque ninguno le había calado tanto como el primero), y a ayudar a la Arcana en todo lo que ella demandaba. La anciana parecía haber olvidado de forma voluntaria seguir con el aprendizaje, o tal vez quería que pasasen tiempo consigo mismos realizando tareas sencillas, porque no fue hasta mucho después que volvió a proponerles una experiencia nueva, una vez hubieron interiorizado todo lo demás.

 

Un buen día la rutina cambió. La Arcana les instó a que se abrigasen bien y la siguieran. Se vistió como un muñeco acolchado: un peto de nieve, jersey, abrigo con capucha y botas, todo de un color rosa llamativo (excepto el jersey, que era más claro), nada que pudiese confundirse con la nieve en caso de que necesitaran encontrarla o seguirla en mitad de una ventisca. En el cuello una prenda térmica de color morado y en el bolsillo unas gafas de nieve y unos guantes.

 

Se dejó guiar por Suluk hasta un nuevo portal. Nadie lo hubiera tomado por un portal de no ser por la indicación de la Arcana de Animagia, que ahora hacía desaparecer el encantamiento y les ordenaba saltar dentro de éste. Gatiux saltó con todos los demás, y lo que encontró al otro lado fueron a sus compañeros y blanco. Blanco por todas partes. Echó mano de los guantes y cubrió sus manos mientras intentaba decidir dónde se encontraba. El paisaje era totalmente monótono.

 

La aurora boreal que se reflejaba encima de la cabeza de la banshee la dejó ensimismada unos cuants minutos, mirando maravillada aquel hermoso espectáculo de la naturaleza. Parecía irreal. Las palabras Polo Norte pronunciadas por Suluk le volvieron a la realidad. Escuchó a la mujer atentamente, nerviosa por la expectativa de la aventura. Akku les contaba del lugar mágico que pisaban, donde las fronteras se diluían. ¿Sería posible afrontar un viaje así? Parecía tremendamente complicado.

 

Gatiux se imaginó a si misma espiando a su yo de otras dimensiones, escondida para no causarle un trauma o algún tipo de agujero negro en su existencia que acabase con su vida. ¿Sería realmente posible? ¿Cómo viviría ella en otra vida? ¿Distaría mucho de la personalidad que conocía? Tenía ante sí infinitas posibilidades de volver a conocerse a si misma, de entenderse, y ver si encajaban como un todo o simplemente eran piezas diferentes de distintos rompecabezas.

 

Los pensamientos comenzaron a fluir ante las opciones que se abrían ante ella. Se transformó en un gato negro, podía sentir la nieve bajo sus patas y la magia tocándolo todo. Sus compañeros, transformados también en su mayoría, habían comenzado a correr libres. Estaba en lo alto del Iglú, quieta, unicamente moviendo la cola cada cierto rato, observando a los demás, en una pose majestuosa.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Muchos kilómetros atrás, se encontraban mis compañeros. Había estirado mis alas muchos metros, para sentir la brisa fría sobre mis alas, para observar aquellas luces hermosas en el cielo. Incluso las estrellas. Ellas eran mi guía en las noches más oscuras. Jamás me había interesado astronomía, pero había aprendido a tener algunos puntos importantes para no tener que depender de mi varita, sino de mis instintos como animal. En el día casi nunca me convertía, pero a la noche podía hacerlo libremente.

 

Decidí dar la vuelta. Di una pirueta y automáticamente volé de regreso. A veces rozaba la nieve que estaba sobre el suelo con mis garras. Y otras veces volaba lo más alto que podía, intentando no congelarme, cuando más ascendía, mas viento y frío hacía. De a poco aquellos compañeros, ahora mucho de ellos animales, se hacían cada vez más grandes. Algunos se habían convertido para recorrer libremente como yo. Y otros se quedaban quietos. Había diferentes opciones para todos. Giré dos vueltas alrededor de aquel iglú, con un gato negro que contrastaba totalmente con la nieve blanca.

 

Y allí la vi, a Katara en su forma animaga. De todos ellos, la única que había visto el animal en el que se convertía era la bruja. En un momento dado, en los horarios que solía realizar patrullajes, me había encontrado con ella aunque no sabía que era una bruja. Siendo un búho, había intentado cazarme, o jugar conmigo. Pero para mantener mi apariencia, me había pasado largos minutos volando de rama en rama, aunque la persa blanca había sido persistente. Hasta que en una oportunidad, la había empujado de una rama muy alta, pero antes de llegar al suelo, se había convertido en Lyra Katara. Había sido algo gracioso para contar.

 

Por eso en ése momento, descendí mientras ella estaba con un dalmata. ¿Era Sofía? Seguramente. Pasé por encima de ambos, y rocé el lomo de la minina para tocarla suavemente. Volví a dar dos o tres vueltas por allí. Estaba ése gran felino, sabía que era Bastian. ¿Y los demás? No había vuelto a ver a Juve. Descendí por segunda vez, un poco más alejados del iglú, de las dos chicas, del tigre y del gato guardian, sus ojos brillaban con el aurora boreal.

 

Es hermosa —no me había cansado. Pero murmure aquello cuando había regresado a mi forma humana. Me había quedado tendido en el suelo, con los brazos y piernas estirados. La nieve se sentía cómoda, aunque un rato más y me congelaría bastante. Pero tenía todo el cielo a mi disposición, las luces maravillosa bailaban de un lado a otro. Las estrellas parecían que brillaban más. Y estaba cómodo con mis compañeros. No sabía realmente lo que había que hacer, pero quería disfrutar ése sitio tanto como animal como persona. ¿Alguna vez volvería?

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Ciertamente se asombró al ver a la chica Uzza convertida en una cobra real. ¿Estaba mal o se transformaba en el mismo animal que Mackenzie? Trató de percibir la misma sorpresa en la expresión de sus compañeros pero a ellos aquel hecho parecía no haberles causado ninguna impresión. No dijo nada, sólo desvió la mirada como si nada hubiera pasado pero sin dejar de pensar en que aquello significaba algo.

 

Los días pasaron y Sally Anne se marchaba todas las noches a su castillo. De cierta forma lamentaba aquello pues estaba segura de que hubiera aprendido muchas cosas si se hubiera quedado en casa de Suluk Akku pero tenía asuntos que resolver con su familia, una futura mudanza y una clase de pociones que afortunadamente ya había logrado aprobar. Así que cada día en casa de la arcana y visitando el campo de Cliodne iba aprendiendo más y más, no sólo sobre la animagia sino sobre la vida misma, sobre ella y también sobre sus compañeros.

 

Aquel día la anciana los había invitado a salir a dar un paseo, excepto a Jocker a quien dejaría los quehaceres de la casa. Sonrió disimuladamente al imaginarse a un Jocker con delantal limpiando la casa con un plumero. Siguiendo las instrucciones dadas se abrigó con una capa de viaje gruesa color azul y dejó a buen recaudo su localizador mágico y su varita, estaba realmente intrigada sobre el lugar al que irian y también se preguntaba qué harian para no necesitar su arma mágica.

 

Un hermoso espectáculo les dio la bienvenida al otro lado del portal, un frío viento azotó su rostro pero no dejó de observar maravillada aquella aurora boreal como alguna vez había hecho hace varios años atrás, lo cierto es que no esperaba volver a ver una otra vez en su vida pero allí estaba, disfrutando de la magia hecha colores y luces junto a un grupo de animagos.

 

La arcana entonces les dijo que podrían desenvolverse mejor allí que en cualquier otro lugar y eso para Sally significó un mundo de posibilidades. Si la magia allí parecía no tener límites ahora entendía porqué no necesitaba de Maomi, su varita mágica, para poder canalizar su poder. Cuando la anciana se marchó y los dejó solos ella al contrario que los demás no se transformó en seguida sino que se quedó observando el lugar al que los habían llevado.

 

Por un momento se sintió tentada de entrar al iglú a investigar a qué se refería Suluk con aquello de que estaba bien equipado pero se contuvo, pues pensó que era mejor adaptarse al terreno antes. Así, mientras mininos, felinos, dalmata y buho recorrian la planicie ella caminó en su forma humana como tratando de encontrar el lugar indicado para realizar un pequeño experimento. Y cuando pareció encontrarlo se detuvo, se agachó y quitandose la capa azul puso ambas palmas de las manos en el frío suelo.

 

Pensó en Gubraith y vio cómo una pequeña parte del hielo entre sus manos empezaba a derretirse frente a sus ojos, siguió concentrandose en ello, su intención era crear fuego eterno sin necesidad de la varita y después de unos segundos lo logró. Sonrió complacida mientras veía cómo aquella pequeña llama se mantenía viva. Con las palmas aún sobre el suelo ya no tan sólido decidió probar algo más... - Obliteración - mencionó en un susurro y el suelo recobró su apariencia lisa.

 

Se incorporó, volviendo a caminar por el lugar, buscando nuevos lugares para realizar ciertos hechizos que al otro lado del portal necesitaban varita pero allí no era necesario. Tal como dijo la arcana aquel lugar era místico y la magia no seguía las reglas tradicionales, sólo una vez había estado en un lugar similar y había intentado lo que en realidad quería probar después de aquellos pequeños experimentos. Tal vez, sólo tal vez tuviera éxito esta vez. Pero tenía que ser cuidadosa, no quería quedar como alguna de las pobres criaturas que habitaban el campo de Cliodne.

 

Vio a lo lejos a Lyra, convertida en una blanca gata persa que a momentos se confundía con el paisaje, jugando con una dálmata y un buho. Si, esa sería una buena oportunidad para probar convertirse en la sombra de una mariposa. Entonces corrió, con el viento en contra suya, y siguió corriendo hasta lograr convertirse en una mariposa plateada que revoloteaba alegremente en torno a la gata blanca, jugando a que no me atrapas como alguna vez lo hiciera cuando eran pequeñas.

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No tardo demasiado en encontrar a quien andaba buscando, aunque mas bien la minina la había encontrado a ella y ahora estaba montada sobre su lomo como si ella fuese transporte de gatos. Se dejo caer de lado haciendo que Lyra cayera en la nieve para enseguida pararse de nuevo y poner una de sus patas sobre la cola de su amiga. El maullido no se dejo esperar seguido de sus pequeñas garras encajándose en la pierna derecha de su forma animaga. Que remedio, tenia que soltarla, la soltó y se lamió la pata mientras un búho paso rosando a la gata blanca y una mariposa revoloteo alrededor de esta.

 

Aprovecho y comenzó a ladrarle al búho que estaba segura que era Elvis y lo comprobó al verlo tirado en el suelo disfrutando de la nieve. Se acerco corriendo y se sacudió la nieve llenándolo de esta. Se transformo en humana y se sentó a lado de su primo para ver como este se limpiaba los restos de su travesura.

 

-Sabes, creo que esa gata negra se vería hermosa con un moño rosa - dijo apuntando a Gatiux que estaba sobre el iglu disfrutando de la vista.- Dioses, cuanto extrañaba esto, la libertad de convertirte en algo mas y entrar a donde quieras sin que nadie sepa que eres tu. Y la libertad...-suspiro como si se le hubiese retirado una enorme carga, mientras miraba distraída al resto de los animagos juguetear por la nieve.

 

Las corrientes de aire movían su cabello de un lado a otro y su piel pálida solo ahi tomaba un poco de color al quemarse por el frió, incluso la hacia parecer humana, eso le llevo a pensar que tal vez debería mudarse a la Antártida. No, eso no podia hacerlo porque moriria de hambre, y ahi casi no iban los humanos.

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