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Animagia


Suluk Akku
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Le encantaba aquel paisaje, aunque estuviera lleno de seres e historias poco venturosas, pero lo importante es que estaba llena de vida y anhelos. Después de un momento la puerta de la diminuta casa se abrió, dejando ver lo que parecía ser un escarabajo negro con rostro humano. En su interior la plateada mariposa se sorprendió y pudo notar la tristeza en aquel ser. Se acercó a él, saludandolo.

 

- Me llamo Sally, ¿y tú? - le preguntó posandose a lado suyo.

 

Él se llamaba Benjamin, aunque sus amigos lo conocían como Ben. Era un joven reportero que en el intento de saltar a la fama y reconocimiento había querido emular los pasos de Rita Skeeter, convirtiendose en un escarabajo para poder recolectar más noticias que pudiera vender. ejemplares en el periódico en el que trabajaba. Desafortunadamente aquello no le había salido bien. Su ambición y ansiedad le había costado caro, pues sin estudiar seriamente el tema de la transformación y pensando que después de todo no sería tan difícil se aventuró a transformarse.

 

- Pensé que lo había logrado pero cuando me di cuenta ya no podía volver a mi cuerpo humano, tuve que esconderme y caminar mucho buscando comida... y ayuda. Aún espero poder volver a ser yo, sé que estuvo mal dejarme llevar por mi ambición y lo he aprendido de la forma más dura.

 

Sonaba triste, arrepentido. Quizo consolarlo, seguro que había alguna forma de que pudiera volver a ser Ben el reportero y no un medioescarabajo. Pareció animarse un poco oyendola decir aquello, al menos seguía vivo y no fue aplastado por alguien en su camino errante. Para entonces Bertie llegó al lugar donde Ben y Sally se encontraban, al parecer la arcana los llamaba para que se reunieran nuevamente con ella.

 

La mariposa se despidió cariñosamente de Ben, seguramente se lo encontraría en el futuro, después de todo parecían tener un par de cosas en común. Siguió las indicaciones de Bertie para llegar a la casa mencionada y se fue volando alegremente hasta allí. En el camino se fue imaginando con qué otra cosa los sorprendería ahora aquella anciana. Una vez allí se sintió algo ansiosa, ya había aprendido un montón de cosas aquel día y sabía que aún faltaban más por conocer. Deshizo la transformación y entró en la casa, preparada para lo que se viniera.

Editado por Sally Sigel

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Cuando más sola se pensaba estar, una voz hizo que diera un respingo. Aunque aquello no fue nada cuando giró sobre sus talones y se dio cuenta de que se encontraba nada más y nada menos que ante la arcana más sabía en animagia. Si al llegar sus mejillas lucían un ligero rubor por la posible vergüenza de que le cayera una reprimenda por llegar tarde, en aquel instante su rostro lucía más pálido de lo habitual. Ni siquiera las pecas que bañaban su rostro podían disimular que se había quedado más blanca que nunca.

 

-¿Desayunar?

 

En aquel momento, se percató de lo hambrienta que tenía. El desayuno fue silencioso, apenas intercambiaron un par de palabras pero para la Malfoy no era para nada incómodo. Si no había nada que decir, era mejor guardar silencio a decir tonterías y sin sentido alguno. Una vez el estómago le dijo basta de tostadas untadas en mantequilla y del batido de frutas del bosque que se había servido, se levantó a la par que la anciana, quien le hizo una seña para que la acompañara.

 

-¿Qué vamos a…?

 

- ¡Vamos!.

 

La energía de la arcana le sorprendió y espabiló de golpe; realmente tenía una energía contagiosa y aquello le encantó a Felicity. Una de las cualidades que valoraba más en las personas era la vitalidad.

 

- La mayoría de tus compañeros están en el Campo de Cliodne, así que vamos hacia allí a buscarlos. Tú vienes conmigo, así te enseñaré el lugar. Más adelante, tendrás que volver allí, pues es importante que aprendas las lecciones que el lugar puede proporcionarte, pero eso cuando hayamos terminado con otras cosas. Cuando volvamos, quiero que friegues los platos del desayuno, luego tenemos tarea con un espejo mágico y no podemos demorarnos mucho, pues tenemos que salir de excursión. Así que no se nos puede hacer muy tarde, tendrás que volver al Campo de Cliodne en otro momento.

 

Asintió con la cabeza.

 

El sol que hacía la cegó por unos instantes y lo ocultó llevándose una mano sobre la frente para no tener que arrugar el ceño. La edad no perdonaba y las arrugas empezaban a asomar alrededor de sus ojos.

 

-Sí, sé quien era Cliodne, aun conservo el álbum de cromos de magos y brujas famosos que coleccionaba cuando era pequeña. Me aprendía todos y cada uno de los personajes que allí salían. ¿Lo de la ola marina se sabe a ciencia cierta? – Preguntó, abriendo mucho los ojos – pensaba que no era más que un mito.

 

Por un instante, pensó en que si tuviera el poder de convertirse en algún elemento, posiblemente, también sería algo relacionado con el agua. ¿Cómo consiguió aquello Cliodne? ¿Sabría algo de todo aquello la arcana? La miró por el rabillo del ojo, notando la sabiduría que emanaba de todas y cada una de las facciones de su viejo rostro.

 

La pregunta de la misma acerca de qué sabia sobre la amimagia le sacó de sus pensamientos, que en aquel momento, no eran pocos e intentaba retenerlos en su mente para anotarlos antes de dormir en su diario.

 

-Bueno, es la capacidad que tenemos algunos magos para transformarnos en un animal y que es difícil llevar a cabo dicha transformación - dijo aquello con una amplia sonrisa, orgullosa – pero quien algo quiere… puede – añadió – admito que mi finalidad en la animagia no fue más que amor, un amor que, aun a día de hoy, conservo a pesar de no estar al lado del hombre al que quiero. El hombre del que me enamoré, y el único del que lo he hecho, es un hombre lobo y nada deseaba más que hacerle compañía en las noches de luna llena. Por ello, me convierto en una loba, además, es el animal que adopta mi patronus.

 

La mortífaga siguió a la arcana. Esta se movía con mucha destreza y agilidad y no tardaron en llegar ante una casa cuya forma maravilló a la bruja, un enorme ave. Era la casa de la famosa Cliodne. Tan maravillada quedó que casi pierde de vista a Suluk pero tomó carrerilla, alzando tierra con las botas y la alcanzó. Una vez en uno de los salones de la casa, tomó asiento para descansar del paseo en uno de los mullidos sillones, aquel que quedaba más cerca de la mesa central. Aprovechó aquel momento para apuntarse asimismo con la varita y cambiar su atuendo, una túnica azul marino con ribetes dorados que rozaba el mismo suelo.

 

La sala se llenó de magos y brujas que, como ella, querían conservar su habilidad y aprender más sobre la misma pues no era excesiva la información que se deba y menos en los centros de Magia y Hechicería.

 

A unos los conocía, a otros no tanto, solo de vista. Saludó a todos con un gesto de cabeza.

 

Suluk les contó a lo que se dedicaba Cliodne en aquella casa y a Felicity le pareció increíble. Sin embargo, también le dio miedo escuchar las palabras de la arcana. A ella el hechizo nunca le salió mal, aunque antes hizo algún que otro experimento, algo que nunca había querido mencionar y de lo que, seguramente, tendría que pagar algún día si quería limpiar su alma de cara a final del camino. ¿Sería posible quedar mal como aquellos pobres seres a tales alturas, tras haberse transformado incontables veces en lobo?

 

Seguidamente les mostró un espejo que había ubicado en la sala. En la mirada de la arcana, se notaba lo mucho que apreciaba aquel objetó y les contó que el mismo les ayudaría a conocerse mejor a sí mismos, a encontrarse. Para ello, les mostró su propio ejemplo. A Felicity se le antojó no solo impresionante, sino además, intimidante por la fuerza que emanaba con aquel mar enfurecido.

 

Felicity esperó a que alguno de ellos lo hiciera primero y, seguidamente, se levantó ella…

Editado por Felicity Malfoy

Mortífaga retirada
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Me paré y bordeé a algunos de mis compañeros. En el trayecto al espejo, le dirigí una reverencia con la cabeza a la Maestra Suluk con una sonrisa de costado que no pude evitar. Me acerqué al reflejo y pude verme. Estaba despeinado como siempre. Era algo que no podía cambiar, ya mi cabello crecía asi. Casi no tenía barba. Era una sombra que iba por debajo de las orejas hacia el mentón y mis ojos marrones se reflejaron en la sombra que una y otra vez, había mostrado aquellas imágenes. No tenía problema de que los demás vieran lo mismo que yo, solamente queria dejar a un lado la Orden del Fénix.

Muéstrame todo lo que tengas —mi imagen estalló en una voluta de humo gris y blanco, buscando imágenes. ¿Eran sacadas de mi cabeza? ¿O era algo más? No lo sabía pero inmediatamente lo primero que mostró fue un mar completamente verde. A diferencia de las imágenes de la Arcana, éstas eran de Ottery. Todos lo árboles en pleno amanecer brillaban y reflejaban la luz en sus ojas. Cada muchos kilómetros aparecía entre ellos alguna mansión o castillo. Había muchas lechuzas que iban de un lado hacia el otro. Era espléndido. Era libertad pura. Era lo que había estado buscando por años.

Los siguientes cuadros fueron mostrados en un aspecto general. No verían que era explícitamente de la Orden pero si podían admirar un búho que observaba todo desde la copa de un árbol. Había unos magos tapando sus rostros. En un momento después me transformaba en humano y algunos Aurores e Inquisidores los rodeaban para detenerlos, ya que se trataban de traficantes de productos. El Concilio nos había pedido auxilio y tras persecuciones y recopilación de información, habíamos llegado hasta ellos. También era información que luego traspasaba a mi bando pero eso no lo mostraba.

Mostraba muchos momentos. Siempre era uno de los encargados de buscar información nueva. Iban pasando algunas imágenes de mortífagos. Tambien de empleados del Ministerio que, no se daba cuenta que una de las montones de aves, era un animago. Había habido una batalla en el Atrio y como búho había llegado inmediatamente a avisar a las autoridades. Ahora también estaba Hogwarts. Siendo el director a veces podía recorrer u observar más tranquilo.

»No sabes si realmente la tranquilidad que esperas es lo que deseas. A veces en la tranquilidad de una tormenta, es cuando más peligro corremos. No debes esperar a llegar a ése momento, sino de desenvolverte en los peores, en los que sabes que puedes llegar a hacer algo. ¿Qué puedes brindar cuando todo está bien?«

Era cierto. Las imágenes ahora cambiaban a Annick, mi esposa. Aquella era la única mujer que había amado, madre de mis hijos y matriarca también de la Gryffindor. Era junto a toda mi familia, la excusa que me hacía regresar a mi forma humana. Convertirme en un animal me permitía haber trabajado como Auror, para la Orden del Fénix y ahora para Hogwats y la Universidad. Pero era un complemento. Si la paz existía, si nadie corría peligro, aquello sería demasiado inútil. Así que el espejo me mostraba mi real miedo. No era el de no regresar jamás como humano, como le había pasado a la lechuza de afuera, sino de no tener nada que hacer.

Me giré e hice una seña para que pasara el siguiente. ¿Cuántos se sentían igual? ¿O cuántos podían llegar a verlo de aquella manera? Había sido el primero, así que esperaba poder ver algo más.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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—Seguiré tus consejos. Vendré a visitarte siempre que necesite unas palabras. He incluso si ya no puedes hacerlo, seguiré viniendo a intentar curarte...

 

Su mirada se perdió por un momento. Por un segundo, por un ínfimo segundo, pudo sentir mucho más que solo las palabras de Sariri. Pudo ver a través de sus débiles recuerdos todo lo que le había contado. Nació en una tribu no contactada por la civilización hará pocos años. Aprendió magia leyendo viejos pergaminos y dibujos tallados en piedra. Fabricó su propia varita (rudimentaria) capaz de realizar hechizos sencillos. Se convirtió en un animal sin siquiera tener idea de que eso era posible. Aprendió a regresar a su forma humana hasta que lo olvidó.

 

»Volveré —dijo habiendo ya recuperado su forma humana. Sus dedos se deslizaron por la cabeza del felino y rascaron detrás de la oreja. La criatura, nuevamente controlada por el instinto animal rugió molesto y se alejó. Bastian cumpliría su promesa aunque quizá no serviría de nada. Se iba a perder en los libros de la biblioteca por horas. Leyendo libros antiguos, buscando información al respecto, tratando de salvar a su nuevo amigo.

 

— No temáis que los demás vean vuestro reflejo en el espejo. Podéis evitarlo. Sólo tenéis que pedirle que os muestre su reflejo a vosotros únicamente —dijo la anciana cuando todos estuvieron ya reunidos en la choza.

 

El mortífago no tenía miedo en realidad, quizá un poco de ansiedad si, pero miedo no. La charla con el animal había sido fructífera, le había enseñado cosas que por su cuenta jamás hubiese sido capaz de aprender. Sariri le mostró su cuerpo animal, y mediante su mente, sus rugidos, le enseñó su pasado y la forma que tuvo cuando aún podía ser un humano.

 

—Muéstranos lo que nos puedas mostrar —dijo.

 

Antes él no había prestado mucho atención al reflejo de los demás. Se concentró en conocer la forma animaga de sus compañeros únicamente. Eso podría serle de mucha utilidad y no estaba dispuesto a perder aquella oportunidad.

 

Su esencia se arremolinó en el espejo. Oscuridad, fue lo primero que todos vieron. Aquellas imágenes no estaban prohibidas, en absoluto. No había aún nada que solo el debiera ver. El espejo sabría que mostrar y que no, eligió correctamente las palabras para evitar que sus secretos mejor guardados estuvieran en peligro de salir a la luz.

 

Entonces fue cuando el espejo dejó de mostrar escenas a las demás personas y solamente él pudo dilucidar algo entre el remolino de confusión que se había hecho presente. Aquella oscuridad tomó forma, una máscara blanca con magia rúnica de sangre escrita en los bordes. Vio también su antigua oficina en Rusia, todos los cachivaches que llegó a utilizar cuando no era prudente usar magia. Vio la maldad encarnada cuando lo obligaron a matar a su amigo.

 

Nuevas imágenes y todos pudieron verlas. Un niño imprudente tomando a un cachorro de tigre entre sus manos. El animal estaba cercano a la muerte junto al putrefacto cuerpo de su madre y hermanos. Escenas fugaces de ambos creciendo, tejiendo lazos entre sus almas.

 

La escena cambió. Dos tigres enormes, ambos blancos con rayas negras. El más grande, y quien parecía imponer, tenía unas extrañas motas azuladas al rededor de los ojos que eran el vestigio de su mirada humana. Aquello lo diferenciaba, pero aquello había aprendido a ocultarlo con el paso del tiempo utilizando una de sus habilidades de nacimiento: la metamorfomagia. Finalmente se hizo presente el ancla que Sariri le recomendó: Sus hijos Kelian y Sebastian, y su esposa Valkyria. Detrás de estos varios pequeños tigres: la manada de Bastian. Y es que algo que comprendió de Sariri de forma involuntaria: el humano y el animal podían convivir compartiendo la misma alma mientras no se olvidaran los lazos existentes en ambas formas de vida. Aquella última fue la imagen que eligió, a esa imagen llenó de magia y de significado.

 

Se hizo a un lado satisfecho. No necesitaba más, se sentía completo y realizado.

Editado por Bastian S. Malfoy

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Había regresado a la cabaña donde pase la noche, al hogar de Suluk. Todavía estaba pensando en lo sucedido en ese campo, pero al contrario de la noche anterior, ese día me sentía bien. No podía dejarme llevar por la tristeza o yo terminaría bloqueándome y eso no era nada bueno. Era meojr pensar en algo alegre, siendo conscientes de lo que nos podía pasar, para tener cuidado.

Llegue convertida en humana, por más que desseaba quedarme en mi forma animaga, pero decidí probar si todavía podía salirme bien la conversión y no me pasaba lo mismo que aquellos animagos. Afortunadamente, lo logré sin problemas. No me había quedado una cola u orejas por error y en la mano derecha llevaba mi varita como siempre, seguia sin soltar mi mochila.

El nombre de la hechicera mencionado por Suluk me era bastante conocido, más por sus pájaros mágicos que curaban a los enfermos. Escuché atenta a la Arcana.

-Arcana, ¿en un futuro podríamos seguirle haciendo visitas para ayudarlos, independientemente de si logramos obtener la habilidad o no? -Pregunté.-¿O ya nunca podremos volver a visitarlos?

No quería que Sin Nombre pensara que no quería volver a ayudarlo ni mucho menos. No podía hacer esa promesa, claro estaba, pero si se pudiera aprender esa parte de la habildiad, como quitar los bloqueos, seria increíble.

El siguiente ejercicio parecía ser más sencillo, aunque todo era en realidad algo engañoso. Esta vez deje que otros de mis compañeros se adelantaran y tomaran el espejo. Por fin fue mi turno.

-Muestráme quien soy, pero solo a la Arcana Suluk y a mi, por favor.- Le pedí al espejo.

El por favor fue demasiado natural, no me atrevía a darle una órden a aquel extraordinario espejo y por primera vez en la clase, pensé que ese sería un objeto que me gustaría tener como recuerdo de la clase. No pude evitar pensar en la clase de adivinación y el regalo que me había dado Ainé cuando terminamos: un espejo mágico que todavía conservaba.

Estaba tranquila porque nadie más veria quien era en realidad. Si estaba equivocada o y resltaba que en verdad no era una minina sino uno de esos horribles bichos que odiaba, como una araña, no era algo de lo que me gustaría que se enteraran.

Era una niña pequeña, de unos cincos años. Me encontraba viviendo con mis tios en la Selwyn, mi padre lo había decidido así y en parte era algo fácil de comprender. El rey del infierno no podía darse el lujo de cuidar a una pequeña de esa edad por mucho que la quisiera. Por esa razón ante el mundo, mi familia eran mis tios, ya que mi padre siempre estaba de viaje de negocios.

Al no haber más niños en la familia, me convertí en una persona amante de la soledad, de no ser con las mascotas del castillo. Entre ellas, muchos gatos persas blancos, una camada de cinco felinos..

No podía evitar que mis tíos hicieran reuniones, les encantaba, pero ellos no podían evitar que me siempre corriera a mi refugio con los pequeños mininos, deseando poder ser parte de ese grupo. Un día, simplemente paso. El ruido de la fiesta era insoportable. No me gustaba que los amigos de mis tios a cada rato intentaran que les hiciera fiestas y aplaudiera sus gracias, ¡por Merlín!

Era como si no quisieran entender que era una niña, no una mascota. Me daban ganas de arañarlos, así que escape de esa reunión de gente insoportable y me dirigí donde estaban mis amigos. Entre al cuarto, deseando ser uno de ellos cuando de repente estaba en el suelo en cuatro patas.Los felinos y su madre me reconocieron de inmediato y me aceptaron como una más.

A mis tíos sin embargo, no les hizo mucha gracia descubrirlo. Me fueron a buscar para que me despidiera, querían que hiciera ese sacrificio.

-¿Katara? Deja de jugar. Espera, ¿no teníamos solo cinco gatos pequeños?- Preguntó mi tía.

-¿Contaste bien? Veamos, si, tienes razón, hay una más. ¿De donde salió esa pequeña?- Mi tío estaba extrañado también.

Ambos conocían a sus felinos a la perfección, cosa de lo que me di cuenta. Me acerque a ellos y me frote contra sus piernas, mientras me paraba en la pierna de mi tia moviendo la cola. Cuando me iba a cargar, corri hacia el lado contrario, como retandola. En ese momento me convertí en humana, desde pequeña no soltaba mi varita nunca.

-¡Soy yo! ¿Vieron lo que pude hacer?- Les pregunté, contenta.

Mejor no comentar cual fue su reacción. Solo dire que mi tío tardo en hacer que mi tía se recuperara de su desmayo. . Sin embargo, al estar feliz como nunca y ver que los felinos me aceptaban también, me di cuenta que había nacido para ser una pequeña gata blanca persa. Siempre estuvo ahi.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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No sabría por cuanto tiempo tenía que estar allí, por lo que aceptó de buen grado la invitación de su amigo de volver a desayunar junto a él. Comieron frutas mientras veían despuntar la mañana, y aunque no hablaban mucho, tampoco hacía falta. La sabiduría de aquel animago le había proporcionado cierta paz al alma de Gatiux. Hacía mucho tiempo que no madrugaba lo suficiente como para ver salir el sol. Le gustaban los tonos rosáceos y naranjas que pintaban el cielo. Bertie fue a buscarla, la Arcana había vuelto y le gustaría que todos se reuniesen.

 

- Adiós Bill. Ha sido un placer conocerte. -dijo Gatiux a modo de despedida- Intentaré recordar tus consejos, fortalecerme día a día.

 

Intercambiaron un corto abrazo, y Gatiux siguió a la otra criatura, dejando a Bill atrás. La condujeron hasta una casa con forma de pájaro. Se quedó mirando con admiración la casa durante un minuto entero, preguntándose cómo se sostendría si las alas pesaban. Allí faltaban columnas. Cuando acabó de valorar las posibilidades que tendría de sobrevivir en caso de derrumbe, entró en la casita. Algunos de sus compañeros ya se encontraban allí. Saludó a Suluk con una inclinación de cabeza y luego se apoyó sobre la mesa caoba, esperando a que la anciana hablase.

 

Les habló de Cliodne, una poderosa animaga, y de su espejo mágico, que mostraba cómo era realmente cada uno, en su interior y en la forma animal. Aquello les ayudaría en su camino de animagos. Gatiux titubeó un instante, consciente de que no quería que los demás vieran todo lo que había vivido, alguna imagen de cacería mortífaga sembrando el caos. Por suerte Suluk les había dado la opción de verlos de forma privada. Dejó que sus compañeros fuesen delante, no quería tomar la iniciativa para aquella tarea, por lo que remoloneó detrás de ellos. Sus zapatos eran interesantísimos cuando se lo proponía. No pudo quedarse atrás por mucho más tiempo, cuando el espejo quedó libre se puso delante de él, se puso muy recta y carraspeó antes de hablarle.

 

- Muéstrame quien soy. Sólo a mi.

 

La imagen del espejo devolvía la imagen de Gatiux. Una mujer subida a unos altos tacones, cabello violeta suelto, ojos amarillos felinos y piel morena. La del espejo llevaba un vestido escandalosamente corto y escotado que marcaba su voluptuosa figura. La imagen del espejo le sonreía con suficiencia a la Malfoy del mundo real, aquella mujer estaba a gusto en su propia piel y no cambiaría por nada, por más envidias que levantase.

 

Gatiux Malfoy era fuego, pasión ardiente y oscuridad. Sus recuerdos olían a sangre, sangre de los caídos en batallas, sangre enemiga y al miedo que destilaban antes del último suspiro. Por delante de sus ojos pasaron imágenes de batallas pasadas, de matanzas, de celebraciones victoriosas mortífagas, de ir a un sitio sabiendo que iba a morir. Imágenes de locales donde servían bebidas de fuerte graduación y otras más carnales y placenteras. Y al final de todo eso: un desierto. Su vida había sido una sucesión de despedidas, gente que se iba sin decir adiós para no volver. Un gran vacío, junto a un sentimiento de soledad constante acompañaban a la Malfoy. Los hogares vacíos no daban la bienvenida a nadie cuando volvías a él. Lo había aprendido de la peor forma posible, y aquello había endurecido su carácter, obligándose a sí misma a cortar lazos cuando comenzaba a sentir algo por alguien. Era autodestructiva, lo sabía mejor que nadie, pues se había boicoteado en multitud de ocasiones, volviéndose finalmente solitaria e independiente.

 

Una imagen de un cielo nocturno se mostró en el espejo. Observar las noches estrelladas le daba paz al alma de Gatiux Malfoy, allí en las alturas, lejos de todo el mundo. ¿Cuando había comenzado a escalar árboles y a subirse a los tejados? Muy pronto, quizás en su adolescencia, y aquella fascinación se había acentuado con el paso de los años. Comenzó a sentir libertad allí arriba, durmiendo a la intemperie, fundiéndose con la noche. Las alturas le regalaban unas vistas maravillosas, un lugar donde pensar, manteniendo los pies en el suelo.

 

El espejo le regaló un recuerdo extraviado, de esos que se habían esfumado cuando comenzó a tomar zumo del olvido. Era un recuerdo nítido, los colores eran vivos, y podía percibir el olor a hierba mojada. Gatiux estaba en un árbol, paseando de pie como una bailarina, porque decía que aquello le ayudaba a aclarar las ideas. Abajo estaba Katara, regañándole, diciendo que bajase porque se iba a hacer daño como una madre preocupada. Cuando la idea hizo conexión tuvo que aguantar la respiración para no interrumpir el recuerdo. Tropezó con un saliente y cayó de espaldas, viendo como la rama en la que estaba se alejaba sin poder hacer nada, pensando en que se rompería la columna vertebral si no moría instantáneamente. Aterrizó en el suelo, a cuatro patas y sin un rasguño. Había logrado caer de pie y en forma de gato negro.

 

Fue entonces cuando los cables hicieron chispa y se entrelazaron. Lo recordaba, recordaba la sensación, ya no se escapaba como agua entre los dedos, podía agarrar el recuerdo y sentirlo. Volvieron al mismo tiempo otros recuerdos que había enterrado. Se apartó del espejo, tambaleándose hacia atrás. Cayó al suelo y se quedó con las manos apoyadas en él, respirando de forma acelerada. Era mucho que procesar.

 

- L-lo... Lo recuerdo... -luego miró a Lyra- Y a ti.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Sus ojos se mantuvieron fijos en los del León, intentando adivinar el secreto que los mismos resguardaban tan celosamente. Era un mar inmenso de interrogantes e encrucijadas, protegidas por sus afiladas garras-Secretos…-instintivamente dejaba escapar esa palabra de sus labios. Ahí radicaba el meollo del asunto, desenmarañar todo lo que Suluk les enseñará a través de los años-¿Cómo fue?...-le pidió un poco de orientación al rey de la selva-Tienes años atrapado en esa forma animal y algo debió detonar que no pudieras volver a ser un humano…-comentaba poniéndose de pie-Cuéntame…-no deseaba sonar inquisitiva o lacerante en algún momento, no podía perder la oportunidad de obtener esa sabiduría que valía su peso en oro.

 

-Sígueme…-elevando su pata señalaba con firmeza un camino serpenteante-Vamos…-saltando sobre la cabeza de la rubia quedando a espaldas de esta-¿O prefieres que te lleve empujando?...-le cuestionaba enseñando sus afiladas garras. Podía ser demasiado persuasivo, desafiante y hasta intolerante-Suluk es muy sabia, no por nada lleva tantos años en la tierra y se niegan a dejarle partir al otro mundo…-soltaba un melancolía-Ella nos cuida y nos protege, no nos ve como mascotas o animales desamparados…-refunfuñaba empujando a Malfoy-Camina…-golpeando con su pata el suelo se mostraba demandante.

 

-Está bien, está bien…-ladeando la cabeza con suavidad le invitaba a caminar a su lado-Es diferente a los arcanos que he conocido, no parece la típica maestra que desea que aprendas por aprender y luego salgas por patitas del sitio donde decidió entrenarte…-externaba notando que Leo asentía con parsimonia. Le gustaba su compañía, tal vez ella sería como el dentro de algunos años, sabía y experimentada a la vez, solo para acostumbrarse a manejar de forma correcta su animagia. El ser un guepardo resultaba sencillo en parte, ordenarle a su cuerpo cambiar de forma adquiriendo una anatomía diferente a la que usaba desde pequeña.

 

-No es solo saber sacar las garras o morder con fuerza…-le reprendía al notar que se perdía en sus pensamientos-Yo no soy un arcano o algo parecido, puedes considerarme una persona descabezaba al 100%...-regodeándose de su condición le había tomado afecto a la misma-Lanzarse en picada es sencillo para las águilas, pero no para un ser humano que posee el don de tomar esa forma. Es simple, cambiar por cambiar es como modificar algo que debe permanecer intacto por cierto tiempo, experimentado de vez en cuando sin excederse…-conduciéndola por un pasaje compuesto por un laboratorio que parecía ser muy similar al que tenia dentro del departamento de misterios. Matraces, tubos de ensayo, mecheros y frasquitos de diversos tamaños y tonalidades se apilaban delante de la Ángel Caído-Intenta experimentar una sola vez…-acercándole un cuaderno con varias notas redactadas con un lenguaje muy antiguo.

 

-¿Experimentar?...-hacía años que no empleaba dichos métodos, formulas, elementos y apuntes variados-¿De eso se trata cambiar de una forma a otra, experimentar y solo eso?...-desviando su vista hacia la ventana que estaba frente a sus ojos pudo ver a una manada de leones. De eso se trataba experimentar, pelear contra sus temores y dejar fluir el don que poseía, no era necesario sacar las garras y morder por morder. Finalmente entendió lo que Leo intentaba explicarle, ideando la mejor forma a atraerle al redil, enseñándole la senda más sencilla entre comillas-Entiendo…-preparándose para defenderse y luchar como una fiera boca arriba, no se dejaría amilanar ante la situación.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Mientras miraba por la ventana Bertie apareció y le hizo señas para que saliera, la rubia se levanto enseguida y se acerco al chico que le dio las instrucciones de Suluk. Le agradeció y comenzó a caminar por la orilla del río que pronto le llevo a una construcción tan extraña como bonita. Se pregunto por un momento quien seria el artífice de aquella belleza, le dedico unos minutos de contemplación para enseguida entrar y llegar justo a tiempo para escuchar la explicación de la arcana. Solo tenia que pararse frente al espejo y decir un par de palabras y aquel artefacto mágico le mostraría lo que necesitaba ver. Tras dejar que otros lo hicieran primero se adelanto y se paro frente al espejo

 

-Muéstrame lo que necesito ver a mi y a la Arcana Suluk - dijo a su reflejo, seria egoísta con su visión.

 

Las primeras imágenes le mostraron cosas de su niñez, su cuarto, su escuela, sus amigos, su vida como auror en Francia. Todas tenían algo en común, ella tenia todo el control de lo sucedía a su alrededor, todo en ella había sido impecable, controlado, planeado. Mas imágenes se acercaron, su ahora, podía ver las matanzas que había realizado y de las que nadie tenia conocimiento. No había manera de que supieran que era ella la asesina de Londres. Pudo ver la sangre, los cuerpos a los que ella les había arrancado la vida y una sonrisa de lado asomo tímida por el rostro que se reflejaba en el espejo.

 

Había sido tan metódica en su actuar que nada la ligaba a las muertes, pero entonces una hoja del ministerio se mostró ante ella, donde le informaban de su despido y recordó que a partir de ahi ya no había logrado transformarse. Aquello había estado fuera de su control, y entonces todo se aclaro, el control era una parte importante en su vida. Una sencilla variable que era poco y a la vez mucho, su rutina rota y había perdido el control. Un mechón de su cabello cayo de su peinado tapándole la cara vagamente, después otro y al final se despeino totalmente pero aquello ya no le molesto, no todo tenia que estar bajo su estricto control, ahora lo entendía.

 

De repente la perra dalmata en que se convertía apareció ante ella y le ladro moviendo la cola, como saludándola tras un largo periodo de ausencia. La rubia estiro la mano para intentar tocarla con cariño pero recordo a tiempo que solo era un reflejo.

 

- dios, te extrañe tanto...- dijo sonriendo y despues se volteo a ver a la arcana que la miro con curiosidad pero sin juzgarla, habia visto su verdadero y malvado yo pero si le molesto no lo demostro - gracias Suluk Akku.

 

Le dedico una reverencia y se alejo del espejo para reunirse con sus compañeros en espera de nuevas instrucciones. Aquel ejercicio si que habia sido revelador.

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Por fuera la casa de Cliodne era la más peculiar que había visto en su vida, casi dudaba que fuera una casa pero lo era, las ventanas del segundo piso así lo confirmaban. Antes de cruzar el umbral se preguntó si por dentro era tan extravagante como por fuera pero cuando ingresó sólo se encontró con una decoración interior bastante común. Se dirigió hasta la sala donde colgaba aquel candelabro circular donde ya algunos compañeros y Suluk Akku la esperaban.

 

Cuando ya todos se habían reunido la Arcana empezó a hablar de Cliodne, para Sally Anne aquel nombre no le sonaba mucho y poco sabía de aquella leyenda de los tres pájaros curanderos, así la historia le pareció fascinante, llegando a casa se internaría en la biblioteca del tercer piso para conocer más acerca de ella, por lo pronto se conformaría con lo que la Arcana les contaba en ese momento. Se alegró saber que buscaban la forma de ayudar a aquellos seres, aunque pensaba que lo más importante que se podía hacer era animarlos y darles esperanza y así era.

 

Después les mostró aquel espejo mágico que se le hizo muy familiar, le recordó al famoso espejo de Oesed aunque éste tenía un poder mucho más peculiar que aquel. Comprendió mejor que antes las razones por las que una transformación podía salir mal y no pudo más que asentir ante las palabras de la Arcana, conocerse y aceptarse a si mismo era trascendental.

 

Después de enseñarles cómo funcionaba el espejo dejó que los demás también probaran su magia, aquello a Sally le pareció extraordinario, le recordó de alguna manera a un pensadero pero era mucho más que eso, mostraba el verdadero ser interior. Algunos de sus compañeros se adelantaron, unos pocos compartieron lo que el espejo mostraba pero muchos prefirieron guardarse aquello, incluida su hermana Lyra. Se preguntó si tendría algo que ver con los mortífagos, quizá nunca lo sabría.

 

Mientras esperaba su turno reconoció a Felicity, suponía que apenas había llegado aquel día para aprender más de aquella habilidad, tenía la impresión de que faltaba alguien más en el grupo pero no se daba cuenta muy bien de quién se trataba. Apartó aquel pensamiento de su cabeza y avanzó hacia el espejo.

 

- Muestrame quién soy - le ordenó al espejo, tal como Suluk Akku había hecho. No le importaba que los demás vieran lo que el espejo mostrara.

 

El espejo de pronto oscureció, mostrando un cielo completamente negro y solitario, silencioso. Una mariposa plateada revoloteaba en aquel paisaje que de pronto se iluminó con su sola presencia. Atravesó un bosque lleno de sombras mientras se hacía de día, recorrió un río de aguas cristalinas y una verde pradera que se sé extendía hasta los pies de un castillo.

 

El castillo Dumbledore se erguía imponente frente a la pequeña mariposa plateada que alegremente revoloteaba en los jardines, jugando con un pequeño niño de cinco años que reía y corría junto a ella, él era feliz e impregnaba aquella felicidad al colorido paisaje.

 

Eso era suficiente para Sally Anne en aquel momento, hacer feliz a su pequeño hijo Percy, esa era su felicidad, esa era ella, sólo una madre que incluso usando animagia podía estar junto a su hijo en cualquier momento. Si alguna vez su propósito para convertirse en una mariposa había sido otro ya no lo recordaba.

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http://i.imgur.com/XoZy7kJ.jpg

 

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Felicity observó el reflejo de sus compañeros en el espejo así como muchos recuerdos de los mismos y, para cuando fue su turno, la imagen del objeto se volvió oscura de un segundo a otro.

 

Frondosos árboles altos y robustos llenaron el cristal pero, de pronto, apareció la luna llena que iluminó la estancia filtrando su luz por los recovecos de entre rama y rama.

 

Quizás el aullido del hombre lobo pusiera la piel de gallina a más de uno de los presentes, pues era agudo y tétrico, pero no a ella, quien lo había escuchado infinitas veces. Además, reconocía perfectamente a quien pertenecía y aquello le provocó una amplia sonrisa que iluminó su pálido rostro, menos impoluto de lo habitual por las condiciones en las que había dormido. Aunque ya no le importaba. Con aquella imagen, era simplemente feliz.

 

-Cuanto tiempo sin escucharlo… - susurró, y alzó la mano derecha rozando el frío cristal, como si tuviera intención de querer adherirse a aquella imagen.

 

El aullido era de Angus Black, el mago a quien ella le debía su condición de animaga. Tal fue su amor por aquel, que durante dos años no hizo otra cosa que emplear todos sus recursos en poder transformarse en un animal que le permitiera hacer compañía a su amado las noches de luna llena. Más para cuando lo consiguió, el Black había huido del país.

 

Ella había intentado por todos los medios dar con él, pero si en algo era experto Angus, era en no dejar rastro. No era la primera vez que desaparecía de la faz de la tierra.

 

Felicity retiró el mechón rubio rebelde que había caído sobre su rostro y lo ubicó detrás de su oreja, mostrando unos pendientes en forma de colmillos.

 

Quizás, el destino fuera sabio, puesto que de antes de conocer a su amor, su patronus ya era un lobo.

 

Una de las tantas imágenes que mostró el espejo fue un encuentro nada esperado en la taberna del Loro Tartamudo entre ambos magos, cuando ella le contó que podía transformarse en lobo y, del susto, le escupió toda la bebida en la cara, pensando que había sido mordida por un hombre lobo.

 

Sonrió, embriagándose de aquel recuerdo tan lejano.

 

La última imagen que vio en el espejo fue de ella misma, transformada en una criatura de oscuro pelaje e intensos ojos azules del mismo color del zafiro, la misma tonalidad que tenía como humana. Pero estos, ya no mostraban alegría por las imágenes revividas, sino melancolía al preguntarse si, algún día, Angus y ella se encontrarían.

Editado por Felicity Malfoy

Mortífaga retirada
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