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Animagia


Suluk Akku
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No había pasado mucho tiempo del arribo del patriarca de los Black Lestrange al Londres Mágico cuando se éste se apareció, envuelto en un kurta oscuro con detalles bordados en gris en las mangas y en el cuello, en los terrenos de la Universidad Mágica.

 

Sus ojos miel volvieron a encontrarse con la atmósfera arábica, y de no tener conciencia que habían sido meses de trabajo lograr que esa área se viera de aquella forma, bien podría afirmar que se encontraba en Egipto, tierra de Cam. Sin duda había sido un trabajo excepcional, aquel.

 

El otrora mortifago caminó a paso lento hasta la que sabía era la casa de Suluk Akku, la Arcano de Animagia; que según decían las malas lenguas, no estaba muy feliz de compartir tan abiertamente sus conocimientos y habilidades como otros arcanos de la misma Universidad.

 

Jocker sentía curiosidad. Sobre todo por aquella visión que tuvo en su clase de Adivinación en donde le era revelado la preciosa habilidad de transformarse en un zorro rojo se iría de él; La búsqueda de una solución había sido, precisamente, el motivo por el cual se alejó de Inglaterra por tanto tiempo.

 

Sus pálidos nudillos golpearon la puerta de la casa de Suluk tres veces; al tercer golpeteo, se abrió dejando salir una brisa aún más fresca que la del exterior.

 

Una extraña sensación invadió al ojimiel que se encontró de pronto en medio de una habitación en donde era el único ser visible a simple vista. Estaba solo, sí, pero era evidente que estaba siendo observado por alguien, algo o inclusive muchos alguien o algo. Como un gesto reflejo, posó su mano derecha sobre el bolsillo del kurta en donde guardaba su varita de álamo. Entrecerró levemente los ojos, en un ademán de prestar atención a todos los ruidos a su alrededor.

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Asuhr había estado deambulando por aquel bosque, observando, escuchando y meditando. No había tenido muchas oportunidades de comunicarse con aquellos seres medio humanos medio bestias. Lo había intentando con el Anillo de Amistad con las Bestias, pero sólo funcionaba -y no del todo bien- con muy pocos de aquellos seres. Precísamente, con aquellos que menos conciencia humana tenían y, por tanto, más habían olvidado. A pesar de las dificultades de comunicación, al no ser ella misma una animaga, había aprendido mucho.

Sabía que la habilidad era peligrosa, eso era indudable. Sabía que no requería de varita, pero sí requería de fortaleza interior, de voluntad, de valentía y coraje para vencer los miedos y, sobretodo, de libertad. Asuhr cada vez era más consciente de que la sensación de libertad que muchos habían comentado la noche anterior, no era por convertirse en un animal, sino antes al contrario, precisamente se transformaban porque habían desarrollado una capacidad para sentirse libres, para comprender la verdadera esencia de la libertad.

La joven Uzza siguió a Bertie cuando éste vino a buscarla para llevarla junto a la Arcana. El sendero que atravesaron era tan hermoso que Asuhr no podía más que maravillarse ante la exhuberancia de la naturaleza en aquel lugar. Quizás comenzaba a acostumbrarse a los árboles y las plantas y, lo que aún era más extraño, a las corrientes de agua que atravesaban los caminos, pues en aquella ocasión no sintió pánico ni extrañeza cuando llegaron al riachuelo. Todo lo contrario, de aquel lugar emanaba paz.

Un ahogado gemido de asombro se escapó de la boca de Asuhr al contemplar la casa a la que Bertie la había conducido. Todavía maravillada, entró al salón y no pudo dejar de admirar a Suluk cuando ésta comenzó a hablar. Era una SinHonor, pero desde luego aquella mujer era notable. Extraña, sabia y maravillosa a un tiempo.

Cuando la anciana terminó de hablar, sus compañeros comenzaron a acercarse al espejo. Asuhr prefirió no precipitarse. Al fin y al cabo, de todos ellos, ella era la que menos experiencia tenía con la habilidad. Cuando Mackenzie se acercó al espejo, quedaban ya muy pocos alumnos que no lo hubieran probado ya. No se había fijado bien, pero Asuhr creía que sólo faltaban Mackenzie y ella. Se agitó nerviosa, consciente de que enseguida sería su turno.

- Muéstrame quién soy -pronunció Mackenzie con voz clara e imperativa frente al espejo.

La joven a quien Asuhr consideraba responsable, en primer lugar, de que su Pueblo hubiera tenido que acceder a enseñar el Conocimiento a aquellos ingleses no se molestó en ordenarle al espejo que ocultara la visión a los demásy Asuhr pudo ver como, tras las palabras de Mackenzie, el espejo reflejaba una espesa niebla que se fue dispersando en un torbellino de imágenes. Un dragón emergió de la niebla en primer lugar y su llamarada dio paso a unos ojos verdes que se miraban en un charco de agua plateada, de un gris tan diáfano que destellaba reflejos azulados. Luego aquella visión giró en una sucesión de imágenes tan rápidas, que Asuhr apenas podía distinguirlas. Algo que parecía un caballo volaba por un cielo nocturno repleto de estrellas, hasta que uno de aquellos luceros estallaba en rayos de luz púrpura que caían del firmamento convertidos en pequeñas runas iridiscentes. Varios signos que Asuhr no comprendió se sucedieron a continuación y, en medio de todos ellos, una energía fluía incesante de todas partes y de ninguna, envolviendo toda la escena y creando más y más imágenes, que parecían nacer de esa energía. De pronto, el remolino de imágenes cesó y la imagen se quedó fija en una estancia apenas iluminada por el fuego que crepitaba en una chimenea. Junto a ésta, descansaba una criatura de proporciones colosales. Era una serpiente gigante, de más de quince metros de largo y poderosos colmillos, tan grandes como la mano de una persona adulta. En su enorme cabeza, de la que despuntaban dos pequeños cuernos escamados, lucían dos ojos ambarinos de maléfica mirada.

Asuhr nunca había visto una criatura semejante. Era tan impresionante que su imponente presencia no le había dejado fijarse en el resto de la escena que el espejo de Cliodne había invocado para Mackenzie. Un hombre estaba sentado en un butacón junto a la chimenea y acariciaba a la gigantesca criatura. Sobre su regazo descansaba enrollada una cobra real de más de cinco metros de largo. Era una serpiente peligrosa, Asuhr conocía bien aquella especie, de veneno y fuerza letales y tan ágil como la más avispada de sus presas. El hombre murmuraba algo entre silabeos de una forma que a Asuhr no le resultaba desconocida. Parecía que la criatura, la bestia y el hombre mantenían una animada charla y casi le pareció entender lo que decían.

Y entonces el espejo cambió la perspectiva y mostró la imagen desde el ángulo contrario. Ahora Asuhr podía ver el rostro del hombre sentado junto a la chimenea.

- ¡Uley! -Más que una palabra, casi había sido un silencioso gemido, salido desde el lugar en donde habitaban sus más profundos temores, cuando el Espejo de Cliodne mostró el inconfundible rostro y la imponente presencia de un sagrado Ktam.

Temerosa, pero sobre todo muy confusa por aquella inesperada relación de Mackenzie con los Ktam, que aquel artilugio mágico había puesto de manifiesto, Asuhr se acercó hacia el espejo.

Mackenzie todavía estaba allí, absorta en la visión que el Espejo de Cliodne le estaba revelando.

*******


Sintió una presencia inesperada junto a ella y la visión que mostraba el Espejo se deshizo en un instante. El remolino de imágenes volvía a sucederse en aquel reflejo y Mackenzie sintió una punzada de melancolía. Afortunadamente, la imagen había sido muy vívida y la conservaba en su interior. Su padre, ella y Ares charlando en la mazmorra de la Mansión Malfoy junto a la chimenea, en una de aquellas noches en las que el amanecer les sorprendía divagando sobre cualquier tema.

No sabía porqué la chica Uzza se había acercado al Espejo antes de que ella terminara su turno. Pero no le sorprendió la mala educación de aquella adolescente. Si no había bastado su primer encuentro en la oficina de inscripciones de la Universidad, había hecho gala ya de su escasa educación en unas cuantas ocasiones más durante la clase de animagia. Con un suspiro de resignación, se giró para dejarle el lugar frente al espejo. Al fin y al cabo, Mackenzie ya había visto lo que necesitaba. Cuando Mackenzie intentó avanzar, sus pies, sin embargo, no la obedecieron. Estaba, literalmente, clavada en el sitio.

 

Mackenzie miró a su alrededor, tratando de evaluar la situación. No parecía que nadie la hubiera atacado y Suluk miraba desde el fondo del salón con interés, más no parecía alarmada. A su lado, Asuhr intentaba también moverse, con tampoco éxito como ella misma. ¿Qué estaba pasando?

 

- Ya he terminado, no me muestres más -le ordenó Mackenzie al Espejo. Tal vez, su incapacidad de moverse se debía a algún efecto extraño que había provocado Asuhr al acercarse antes de hora.

 

El Espejo de Cliodne desdibujó las imágenes, convirtiéndolas en pura niebla, pero el reflejo no cesaba y los pies de Mackenzie seguían clavados al suelo.

 

- Tal vez si le pides tu turno como es debido, me suelte a mi -le comentó Mackenzie molesta a Asuhr.

 

- Muéstrame quién soy -le ordenó Asuhr al Espejo de Cliodne, asintiendo dubitativa y, un segundo después, debió darse cuenta de que había olvidado algo, pues añadio- sólo a mí.

 

Una fuerza poderosa y tenaz surgió del reflejo neblinoso que mostraba el espejo y las envolvió a ambas. Sus manos se unieron en un gesto reflejo e involuntario. Mackenzie podía ver en la expresión que mostraba el rostro de Asuhr la misma perplejidad y molestia que sintió ella misma, al verse unidas contra su voluntad por algún tipo de fuerza invisible y extraña. Iba a quejarse, pero la niebla se disipó en el cristal del espejo y las visiones que se fueron sucediendo en él le impidieron hablar.

 

Un volcán estalló en llamas, pero en lugar de lava, eruptó dos poderosas criaturas que luchaban entre ellas con la muerte en la mirada. Mackenzie supo que ella era el dragón y Asuhr el basilisco contra el que luchaba. Una llamarada de fuego de dragón surcó el cielo, pero cuando el reflejo se disipó tenía al basilisco detrás de ella, mirándola...

 

La imagen del espejo cambió de pronto, mostrando a Enigma. Intentaba alcanzar la cima de una cumbre elevada, pero un extraño fénix, de plumaje negro, verde y plata, extendió sus enormes alas y le cortó el paso. La imagen se deshizo en niebla y una sucesión de rápidas imágenes pasaron ante sus ojos. De pronto, dos cobras reales idénticas se miraban la una a la otra con gesto amenazante, sus cinco metros de altura elevados desde una arena ardiente en mitad de un paisaje desértico. Dos pares de ojos reptilíneos, púrpuras unos, verdes los otros, se miraban fijamente destellando bajo un implacable sol. No muy lejos, un ave fénix cantaba una mágica melodía y, de alguna forma, supo que aquel sonido era una llamada de agua, aunque no lograra comprender lo que eso significaba. Como tampoco lograba comprender porqué el espejo le mostraba aquellas visiones, si Asuhr le había ordenado que mostrara las suyas y sólo para ella. Todo se había sucedido de forma rápida e incomprensible y en aquel momento Mackenzie no tenía ni idea de qué significaba todo ello.

 

Notó que las imágenes en el Espejo de Cliodne iban a desaparecer, pero entre la niebla que acompañó al último reflejo, Mackenzie distinguió el rostro de su padre, mucho más joven de lo que ella recordaba, acompañado de una mujer de cabellos rojizos y ojos grises, que vestía una túnica de un blanco inmaculado y hablaba una lengua extranjera que Mackenzie reconoció.

 

El reflejo despareció por completo del Espejo de Cliodne y la fuerza que la unía a Asuhr se desvaneció, haciendo que ambas cayeran al suelo, impelidas por la inercia de querer contrarestar la extraña experiencia que, en contra de sus voluntades, se habían visto obligadas a sufrir.

 

- ¿Quién eres? - Se preguntaron la una a la otra al unísono, todavía en el suelo, pero con las varitas apuntándose al pecho y las miradas incendiadas de ira.

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Uno a uno, todos las personas que se encontraban presentes, se fueron poniendo delante del espejo. Realmente no me interesaba saber a ciencia cierta, lo que cada uno veía en su reflejo. Aquello era tan personal que prefería sumergirme en mis pensamientos y pensar en todas las cosas nuevas que había aprendido, en todas las que me faltaba por aprender y en todas las cosas que creía pero que sabía que estaban mal. Siempre mis estudios habían sido la prioridad pero mi animagia la había llevado solo. ¿Cómo podía mejorar con Suluk?

 

Estaba seguro que aquella Maestra nos enseñaba mucho más que cualquier otra cosa. No sólo a convertirnos en animales, sino todas las consecuencias que aquello podía traer, como le habían pasado a los animales que estaban fuera de aquella casa. La mujer se podía convertir en muchos animales. ¿Podría llegar algún día a eso? Aunque realmente estaba satisfecho con mis poderes. Un búho dentro de la sociedad mágica era lo más normal y lo más inadvertido, podía meterme hasta un núcleo familiar, que nunca nadie se fijaba en mí. Pero algo me distrajo, me haló de un tirón.

 

¡Oigan oigan!... Tranquilas, chicas. Ésto no es necesario —me había levantado de un salto al ver a las dos jóvenes se estaban apuntando con sus armas. ¿Por qué lo hacían? Miré a la Arcana Suluk como disculpándome por mi atrevimiento, pero sabía en parte, que si ayudaba a calmar las aguas, no lo tomaría como una ofensa—. Señorita Asuhr. Señorita Malfoy, bajen sus varitas, por favor —no quería anteponer mi cargo dentro de aquellas instalaciones. ¿Estaba haciendo bien? Tal vez me etiquetarían de metiche, pero luego debería rellenar miles de pergaminos si algo pasaba. No tenía que estar horas, tomando denuncias e interrogatorios a todos allí.

 

Me quedé expectante. Esperaba y sabía que no iban a hacer nada. Algo las había alterado. Solamente quería que se aflojaran, lo que había sucedido en el espejo era tema de ellas pero deberían resolverlo fuera. ¿Es que ninguno le interesaba en ayudarme a calmarlas? No quería que se convirtiera en una batalla campal.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Suluk estaba muy satisfecha con sus alumnos. Ya cuando los vio entrar en la Casa de Cliodne sintió que volvían un poco más sabios de su experiencia en el Campo de Cliodne. Les había hecho enfrentarse al mayor temor que podían esperar de la animagia, pero lo habían superado con éxito, venciendo el temor y aprendiendo de él.

 

Todavía veía dudas en las caras de algunos de sus alumnos, pero también notaba que la mayoría de ellos habían ganado poder con la habilidad. Miró a la chica Uzza, ella era la más retrasada del grupo, pues nunca se había transformado, pero estaba segura de que empezaba a comprender y no tardaría demasiado en intentar su primera transformación. Suluk estaba segura de ello.

 

Cuando tras la explicación sobre el Espejo de Cliodne, Katara le había preguntado si podrían volver a visitar a los infortunados que vivían en el Campo de Cliodne, Suluk sonrió satisfecha. Le gustaba que la gente se implicara en las cosas, que tomaran partido. ¿Qué sería de la vida sin la pasión que nos lleva a darle a cada instante lo mejor de nosotros mismos?

 

- Claro que sí, Katara. Me encantará que me ayudes a cuidar el Campo de Cliodne. Siempre agradezco las visitas de mis antiguos alumnos, aunque vengan sólo a charlar o a tomar un café calentito, pero más allá de que vengas a visitarme, el Campo de Cliodne siempre estará abierto para cualquier animago que desee ayudar. Hay mucho por hacer y muy pocas manos. Las tuyas son bienvenidas, por supuesto, aunque sólo vengas a charlar y a hacerles compañía.

 

Antes de que comenzaran con la experiencia del espejo, Suluk se acercó a saludar a Juve, a quien no había tenido oportunidad de darle la bienvenida a la clase todavía.

 

- Me alegro de que hayas sabido llegar por ti misma al Campo de Cliodne, veo que te estás adaptando muy bien a la clase, muchacha. Bienvenida.

 

Los alumnos se fueron sumergiendo con interés en la experiencia del Espejo de Cliodne. Todos ellos fueron turnándose y cada uno de ellos fue ganando conocimiento sobre sí mismo. Suluk lo veía en sus caras, en sus miiradas, en sus gestos, tras abandonar el lugar frente al espejo y pasar el turno al siguiente de sus compañeros. Conocimiento y aceptación. Suluk creía que lo estaban consiguiendo. ¿Estaba Bastian más seguro? ¿Había perdido la tensión, el miedo que le provocaba transformarse? Suluk creía adivinar que sí, al menos en parte. Felicity, la joven que había llegado tarde, no lo había hecho mal. Notaba la habilidad fuerte en ella, pero había tanta tristeza en su interior... Lyra, Elvis, Sally y Mackenzie no parecían tener muchos problemas con la habilidad. Cada vez se desenvolvían mejor. Incluso Juve, que había llegado tarde y se había adaptado tan bien. En cuanto a Sofía y a Gatiux... cuando terminaron su experiencia frente al espejo, Suluk sonreía con mucha satisfacción. Tal y como había previsto, lo habían logrado. O mucho se equivocaba o la habilidad era de ellas de nuevo.

 

Algo extraño ocurrió cuando Mackenzie estaba a punto de terminar su turno. La chica Uzza, Asuhr, se le había ido acercando poco a poco. Parecía confundida, incluso temerosa. Suluk no quiso intervenir cuando el espejo las atrapó a ambas en su fuerza. Sabía que no era peligroso, todo lo más podía ser impactante sufrir una de aquellas experiencias conjuntas, pero si el destino lo había querido así, mejor era dejar que sus hilos se tejieran como quisiera disponer el Universo. Consciente, sin embargo, de la importancia de aquel momento para las brujas que lo estaban insperando, Suluk prestó especial atención a cuánto sucedía.

 

No podía comprender todas las imágenes que veía, a pesar de lo que había leído de Mackenzie y Asuhr. En gran medida, era un experiencia personal y sobre la parte más íntima de aquellas jóvenes, Suluk sabía poco. Lo que sí le quedaba claro es que había un vínculo entre Asuhr y Mackenzie que ni siquiera ellas comprendían. Tampoco la Arcana.

 

La experiencia terminó en enfrentamiento y Suluk no se sorprendió. Agradeció a Elvis su rápida intervención, pues aquellas dos jóvenes estaban tan alteradas que a la Arcana no le hubiera extrañado que hicieran alguna tontería.

 

- Basta, chicas. Elvis tiene razón -sentenció con voz calmada, levantándose de su butaca, la vara de cristal lista para actuar si la situación se salía de control.

 

Suluk dio tiempo para que Mackenzie y Asuhr se serenaran, confiando en que pronto escamparía aquella tormenta. Aún estaba allí, mirándolas, cuando una de las gemas que tenía en el bolsillo, comenzó a emitir un calor inusitado. La tomó entre sus manos y cerró los ojos. La gema, una de las obtenidas con su collar de cuentas de hielo, servía para avisarle de la presencia de alguien en su casa. Vio a un joven al que no reconoció y se preguntó si sería un nuevo alumno. Lamentaba que, de ser así, Suluk no hubiera tenido tiempo de leer informes de él con anterioridad, pero la clase estaba siendo tan concurrida que a la Arcana no le había quedado mucho tiempo para nada más.

 

Justo en ese momento, una lechuza pasó volando por su cabeza y dejó caer una nota. Era de la oficina de inscripciones de la Universidad. Efectivamente, tenía un nuevo alumno.

 

- Parece que vamos a tener más compañía -anunció.

 

Escribió rápidamente una nota para Jocker y encantó una pequeña figurita de porcelana que encontró sobre la mesa. -Portus -pronunció. A continuación, enrolló la nota para el nuevo alumno y envolvió la figura de porcelana en una pequeña tela, atando ambas a la pata de la lechuza, que se había quedado esperando.

 

- Lleva esto a Jocker Black Lestrange.

 

El texto de la nota dirigida a @@Jock decía lo siguiente.

 

 

Querido Jocker,

 

Lamento no haber estado allí para recibirte, pero me acaban de avisar de tu incorporación a la clase. Si quieres unirte a ella, puedes tomar el traslador que te adjunto a esta nota. Estamos en un lugar llamado Campo de Cliodne que quizás más adelante quieras explorar, pero por ahora, preferiría que vengas, a través del traslador, a la Casa de Cliodne. Aquí hay un espejo mágico que quizás te interese probar. Nos ayuda a conocernos y a saber más sobre nuestra habilidad. Dado que estamos en mitad de la clase y para no repetir las explicaciones, te dejo en el reverso de esta nota las indicaciones para utilizar el espejo.

 

Si prefieres esperar, nos encontraremos dentro de un rato junto al lago helado que hay en el jardín de mi casa.

 

Te veo ahora o dentro de un rato, como tu prefieras.

 

Bienvenido a la clase.

 

Atentamente,

 

Suluk Akku

Arcana de Animagia

 

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Las imágenes que se formaron cuando su tía ya extranjera fueron capturadas por el espejo le impresionaron. No precisamente por el hecho de que aparecieran, jugar con objetos mágicos tenía ciertas consecuencias y aquella era precisamente una de ellas. Quizá pasara con cualquier par de personas que se mezclaran en las visiones del espejo, o quizá fuese porque las dos brujas tenían algún lazo especial que las unía. Pero eso no importaba, ni siquiera llegó a pensar en ello en ese momento. Fueron las imágenes en si las que lo desconcertaban. Y es que, al menos él, no fue capaz de descifrarlas. Estaban todas claras en su mente, pero cuando se concentraba en ellas se ofuscaban. ¿Acaso era producto de la magia del espejo?

 

Cuando Mackenzie y Asuhr levantaron ambas sus armas mágicas Bastian se puso alerta. Si se daba la oportunidad él no dudaría en blandir su propia varita a favor de la viceministra. La familia estaba primero, siempre, por sobre una persona desconocida.

 

—Asuhr, se considera muy poco honorable levantar la varita en contra de una de las personas más influyentes e importantes de la comunidad. Mackenzie, Asuhr ha venido con el ejercito de la universidad y sería poco prudente atacarla. Estarías atacando a la universidad y posiblemente esta se defendería.

 

Quizá no fueran las palabras más acertadas pero fueron las únicas que le llegaron a la mente. Con Asuhr intentó llegar a la parte más sensible de los Uzzas: Su código de honor, su fijación por las reglas y todos aquellos cuentos que aquel pueblo se había inventando para mantener a flote aquella sociedad tan precaria. En cuanto a su tía, en realidad lo dijo sin saber si siquiera era cierto. Quizá la universidad se defendiera, quizá no. ¿Pero era prudente arriesgarse?

 

—¿Van a bajar sus varitas?

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Me alarme al ver que Gatiux tomaba el espejo de Clodne, debido a lo que le pudiera pasar si veia algo del pasado, no quería que sufriera algún tipo de shock, pero sabía que ella siempre había sido fuerte y podría resistir cualquier cosa que le mostrara.

 

Me mantuve atenta, no porque quisiera ver lo que había en el espejo, solamente quería estar al pendiente de su reacción, aunque disimulando mi insistencia en verla. Se suponía que no nos conocíamos del pasado, solmente cuando llego al castillo Selwyn, esa vez que afortunadamente se perdió y llego ahi. Cuando término y escuché sus palabras, senti un gran alivio, en parte preocupación, esperaba que entendiera los motivos por los que no explicado quien era en realidad, todo por no forzar su memoria.

 

-Me alegró que por fin lo recuerdes.- Comenté.

 

No quise decir más, habría tiempo para eso. Ahora sabia que tenía cosas que procesar y no interrumpiría sus pensamientos. Nunca sabría que fue lo que vio, pero al menos el espejo le había ayudado en mucho más que descubrir solamente que pasaba con su animagia.

 

Las palabras de la Arcana hicieron que prestará atención, alegrándome saber que podía regresar cuando quisiera al campo de Clodne. Al menos se podría intentar hacer algo más por aquellos discapacitados.

 

-Le tomare la palabra, Arcana. Aquí me tendrá.- Contesté, sonriendo.

 

Me encontraba más animada tras haber visto esa escena del espejo, ya no recordaba muchas cosas de las épocas de niña, cuando vivía con mis tíos, aunque no era de extrañar, eran demasiados años los que habían pasado.Sabia que de alguna forma el visitar el campo de Clodne me vendría bien.

 

Algo extraño había pasado entre Mack y Ashur, sin poder comprender que habían visto. Al ver que se apuntaban con sus varitas, pensé en intervenir, pero ya lo habían hecho Elvis y Bastian, además de la Arcana. No era necesario hechar más leña al fuego, pero esperaba que no hubiera peligro para ninguna.

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Efectivamente el patriarca de los Black Lestrange no se encontraba solo en aquella habitación. A los breves segundos de sentirse observado, una lechuza entró volando por una de las puertas de aquel lugar.

La lechuza traía en una de sus patas una nota y una pequeña tela color carmesí que Jocker no tardó en tomar para sí, y es que era él el destinatario.

Tras leer la carta y las indicaciones adjuntadas, tomó la tela y sacó de ella una pieza de ajedrez de porcelana gris que tenía la forma de un pelícano. El objeto no tardó en resplandecer y trasladar al hombre hasta la Casa de Cliodne, una connotada animaga a la que Jocker estudió en sus clases avanzadas de Pociones -y es que además poseía bastantes habilidades en esa área.

No fue difícil encontrar el salón en donde Suluk y los demás estudiantes se encontraban. Por lo que, antes que alguien más lo viera, o inclusive de ver él mismo quiénes estaban en ese lugar, tomó nuevamente el mensaje entre sus manos y leyó atentamente qué era lo que debía hacer. No quería desperdiciar el tiempo que de por sí ya había perdido al inscribirse más tarde en aquella clase.

Espejo… Conocimiento… Naturaleza… Clave… Accidentes… —leyó rápido en un murmullo veloz, añadiendo a esa improvisada lista: ¬ —Revelación.

Al comenzar a caminar, Jocker se distrajo con el ambiente de tensión que rodeaba a los estudiantes que no tardó en reconocer… Por supuesto, que si había lío tenía que estar ahí o Mackenzie, o Ainé, o Gatiux, o Lyra, o Bastián… más aún si Sally Dumbledore y Elvis Gryffindor también estaban allí.

¿Haciendo amigos tan pronto? —rio con gracia, observando atentamente a quienes reconocía; a los demás que no reconoció o no vio, simplemente ignoró.

Jocker ignoraba cuán grave era el asunto que estaban discutiendo. No le interesaba mucho, en realidad, así que en vez de quedarse mirando lo que eventualmente podría pasar o no pasar, buscó con la mirada a la Arcana, a quien reconoció fácilmente.

Jocker Black Lestrange —señaló tras acercársele, luego de una pequeña genuflexión— Imagino que debo ir primero por lo que revela el espejo antes de tener el privilegio de ser considerado alumno suyo, ¿no?

El Warlock no esperó respuesta de parte de la Arcana, por lo que dio media vuelta con una sonrisa y se ubicó frente al famoso espejo que tenía en frente.

Muéstrame quién soy —ordenó y su reflejo comenzó a tambalear en el espejo de manera repentina, aunque la mirada del ojimiel se desvió a la silueta de una mujer que apareció en su espalda, al costado izquierdo: Ainé Malfoy, quien no traía cara de buenos amigos.

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La repentina fuerza que atrajo a las dos mujeres hacia el espejo la había sorprendido, no entendía porqué pasaba aquello o si algo andaba mal. Rápidamente buscó a Suluk Akku con la mirada, buscando alguna respuesta en su expresión pero la Arcana no parecía preocupada por aquel extraño evento por lo que ella también se despreocupó.

 

Pero algo malo habia sucedido, lo supo en cuanto vio caer a las dos mujeres frente al espejo, apuntándose con sus varitas una a la otra. Los dos magos presentes intervinieron y no creyó oportuno acotar nada más, la Arcana pareció apaciguarlas por completo.

 

Esperaba las siguientes instrucciones de Suluk Akku, pensó que ya todos habían experimentado la magia del espejo, pero cuando vio que la anciana escribía una nota dudó que fuera así. No mucho después allí mismo de apareció Jocker Black Lestrange.

 

No pudo evitar la sorpresa que aquella aparición le causó. No recordaba con exactitud, pero habían pasado más de cinco años desde la última vez que lo vio en un parque, unos meses después de haber organizado un torneo de duelos con él y algunos más.

 

Jamás hubiera imaginado que se lo encontraría en aquel lugar, de hecho pensó que nunca más lo volvería a ver. Simplemente le sonrió a modo de saludo y observó con curiosidad lo que el reflejo del espejo le dejaría ver al padre de Percy, aunque él ni siquiera supiera de la existencia del hijo que habían tenido.

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Se levantó del suelo como una autómata al escuchar las palabras de su compañero de clase, casi sin prestar atención a lo que decía, como si su voluntad hubiera quedado aletargada y obedeciera por un reflejo inconsciente. Estaba tan confundida que su mente no era capaz de procesar lo que escuchaba a su alrededor. Ni siquiera cuando Suluk volvió a insistir. Casi no podía oírla. Su mente flotaba todavía en algún lugar, perdida entre las visiones que acababa de ver en el Espejo de Cliodne.

 

No sabía muy bien qué había sucedido ni porqué había sucedido y, aún así, algo le había quedado muy claro después de aquella experiencia. La joven inglesa tenía una relación personal con un Ktam. Ashur no tenía muy claro qué tipo de relación, pero indudablemente aquel hombre que había visto junto a ella era un Uley. Un Uley vestido al modo inglés y viviendo en una mansión inglesa, pero Ktam de la cabeza a los pies. Y había algo más relacionado con él, algo en lo que era mejor no pensar, pues si el espejo mostraba verdad, aquel hombre estaba tan relacionado con ella misma como el espejo había mostrado que lo estaba con la joven inglesa. Era algo tan inconcebible que la joven Uzza no podía creerlo, como tampoco podía -o quería- creer en el extraño vínculo con aquella mujer, Mackenzie. Y lo cierto era que había una relación entre ellas, fuese cual fuese, el espejo lo había dejado claro. Una relación que las enfrentaba, pero al mismo tiempo, un vínculo que las señalaba como parte de una misma cosa. ¿Qué cosa? ¿Qué era lo que las relacionaba? No, no tenía respuestas, salvo quizás...

 

Asuhr había visto la visión que todos esperaban ver en el espejo. Muy breve, sí, pero tan intensa que compensaba su brevedad. Su visión de fuerza, el pleno conocimiento y aceptación de su naturaleza más primaria. Y, casualmente, aunque de raíces bien distintas, compartía la misma forma que la de Mackenzie.

 

Suspiró, tratando de apartar de ella los ojos de aquella mujer que, en el último instante, la había mirado a través del espejo. Se concentró en el desierto, en la arena cálida rozándole la piel, en la caricia del sol alimentando su sangre, tan helada como la nieve. Invocó la fuerza del basilisco que observaba desde las dunas más altas y la seguridad del agua, manando de las mismísimas arenas del desierto y, por primera vez en su vida, se meció con placidez en el canto de aquel fénix, que por más que no lo quisiera, le estaba vinculado. Respiró hondo, absorbiendo la paz y fortaleza que le inspiraba aquella visión y se sintió libre por primera vez en toda su vida.

 

Asuhr ya no era Asuhr. En su lugar, se alzaba una enorme cobra real de más de 5 metros de altura, poderosa y letal como ninguna otra serpiente y, al mismo tiempo, prudente, antigua y sabia. Sus ojos reptilíneos, de un verde intenso, miraban asombrados a la clase. Había conseguido su transformación.

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El nuevo aspirante se había presentado en la clase y, sin apenas presentaciones, se había dirigido hacia el espejo.

 

-Bienvenido, Jocker Black Lestrange -respondió Suluk a las espaldas de Jocker, pues el joven ya se encontraba frente al espejo.

 

A Suluk no le importaban las prisas, pero consideraba imprudente las premuras. Ciertamente, apenas sabía nada de aquel joven, pues no había tenido oportunidad de leer informes sobre él y, si bien había contado con unos pocos minutos de presentación cuando lo invitó a trasladarse hasta ellos, no se le había ocurrido pensar que el nuevo alumno sería tan impulsivo como para meterse de cabeza en el espejo sin realizar el más mínimo comentario sobre sí mismo.

 

-Bueno -se dijo Suluk en un susurro -tiene las instrucciones y el espejo no hace daño a nadie. Lo más que le puede pasar es que descubra algo sobre sí mismo que no le guste mucho.

 

Aquel pensamiento, le hizo recordar a Mackenzie y a Asuhr. Mientras seguía observando a Jocker, Suluk miró por el rabillo del ojo hacia donde estaban las chicas. Mackenzie parecía recuperada de la experiencia, aunque Suluk había vivido lo suficiente para conocer a las personas y algo le decía que esa chica se mostraría imperturbable pasara lo que pasara. Asuhr en cambio era la viva imagen de la confusión.

 

Sin perder detalle de lo que ocurría con Jocker, siguió observando a la chica Uzza y, de pronto, a Suluk se le iluminó la mirada. Conocía a la perfección esa expresión que se mostraba ahora en el rostro de Asuhr. Conocimiento y aceptación era, ni más ni menos, lo que la provocaba. Aquella chica lo había conseguido.

 

No tuvo que esperar mucho para comprobarlo. Un instante después, una hermosa cobra real se materializaba ante sus ojos.

 

- Felicidades, Asuhr. ¡Lo has conseguido! -La felicitó la Arcana, acariciando suavemente la piel escamada del animal. - ¡Bien! ¡Bien! Parece que todos habéis avanzado mucho hoy, así que os dejaré el resto del día libre. A ti no, Jocker, quédate por aquí e inspecciona el Campo de Cliodne. Si observas con atención, descubrirás cosas interesantes. Intenta hablar con alguno de los seres que viven aquí. Trata de que te cuenten sus historias y aprende de ellas. Verás que en lo que se refiere a la Animagia, muchas cosas pueden salir mal. Es una habilidad peligrosa y las transformarciones y destransformaciones muchas veces no salen bien.

 

Como para corroborar las palabras de Suluk, justo al terminar de hablar, un pequeño ratón entró corriendo al comedor y se aupó al regazo de la Arcana. Lo tomó con cariño y le sonrió, mientras le acariciaba el pequeño lomo. Tenía el cuerpo de un ratón, pero su rostro no era el afilado que correspondía a su raza. Allí donde debería haber estado el hocico, se perfilaba una graciosa nariz achatada justo encima de una boca de labios rojos, perfectamente dibujados. Dos ojos humanos, de un intenso verde, miraban desde las cuencas de la pequeña criatura.

 

******

Habían pasado varias semanas y los chicos progresaban. Suluk estaba muy satisfecha, pero se encontraba con un grave dilema. Sólo cinco podrían realizar la prueba en primer lugar y quizás tuviera ya a más de 5 alumnos preparados. Se aproximaba el momento en que tendría que elegir a aquellos a los que debería proponerles realizar la prueba en primer lugar.

 

Era aún pronto aquella mañana, pero Suluk ya había tomado una importante decisión. Se encontraba en su escritorio examinando los informes que por fin había logrado obtener sobre Jocker. Por algún extraño motivo, habían tardado mucho en llegar. Aún no había salido el sol, pero la Arcana ya había desayunado y preparado algo de comer para aquellos que, como muchas otras noches, habían decidido quedarse a dormir allí. A pesar de lo temprano que era, sus alumnos no tardarían en estar en condiciones de afrontar lo que aquel día les reservaba. Y efectivamente, no se equivocaba, una hora más tarde, apenas había sol, los aspirantes a la habilidad de la Animagia estaban preparados para una nueva lección, aunque en aquella ocasión, esa lección no iba a ser la misma para todos.

 

- Jocker, quédate en la casa y pon un poco de orden por aquí. Ya sabes, las camas, los platos, el polvo... en fin, todas esas cosillas -le guiñó un ojo y sus ojos chispearon, acompañando una enorme sonrisa. -No te preocupes, no tardaré en volver. Los demás, poneros ropas de abrigo, las vais a necesitar. ¡Vamos, seguidme! ¡Ah! Se me olvidaba, no os llevéis nada. Ningún objeto personal. Sólo vosotros y la ropa. Nada de varitas. No las vais a necesitar.

 

Suluk tomó su propia capa forrada de piel de oso y se cubrió con la capucha. En los jardines de la casa nevaba aquella mañana, gracias a los encantamientos climáticos, y la temperatura era más baja de lo que los alumnos estaban acostumbrados, teniendo en cuenta que la Arcana había procurado que no pasaran demasiado frío. Pero aquel día, no se había molestado en disminuir el frío glacial del exterior. Primero, porque el único que permanecería allí iba a ser Jocker y no le vendría mal pasar algo de frío. El calor nubla la mente. Pero sobre todo, porque en el lugar al que se dirigían les esperaba el frío ártico. Más valía que se fueran acostumbrando.

 

Los condujo hasta un lago helado que los alumnos habían podido contemplar muchas veces en los jardines de Suluk y caminó por el borde, hasta llegar a una pequeña poza de aguas cristalinas que, en contra de todo pronóstico, eran las únicas que no se habían helado. Parecían desprender un resplandor azulado.

 

- Sé que parece agua y bastante fría -señaló la pequeña poza ante las miradas confusas y algo displicentes de sus alumnos- el caso es que no es exactamente agua.

 

Suluk apuntó con la varita y un arco de cristal que reflejaba los colores del arco iris ascendió a la superficie, justo por encima de la poza. En su interior, una haz de energía giraba en un torbellino de rayos azules y blancos.

 

- Como veis, es otro portal. Aunque éste está protegido por un encantamiento que sólo yo puedo activar.

 

Suluk dejó el portal abierto y con un gesto de la mano les indicó que lo atravesaran. Cuando todos los presentes lo hubieron cruzado, lo hizo ella también y cerró el portal.

 

Un manto blanco, hasta donde abarcaba la vista, se extendía ante los ojos de Suluk. Respiró con añoranza y se impregnó de las increíbles fuerzas mágicas que podían sentirse en aquel lugar. No había nada, sólo llanuras interminables de hielo y nieve, en medio de una noche estrellada y sin luna. Era el invierno ártico y se encontraban precisamente en el centro del Polo Norte.

 

Ante ellos, como hilos mágicos que navegaran por el cielo a su libre albedrío, se desplegaba en todo su esplendor una aurora boreal. Habían tenido suerte y la que los visitaba en aquella noche ártica era de proporciones tan gigantescas que cubría todo el firmamento de haces de luz verdes, púrpuras, azules y dorados.

 

- Es hermosa -afirmó Suluk sobrecogida. -Tan hermosa que podríamos considerarlo un buen presagio -sonrió. - Estamos en el centro del Polo Norte, aunque si he de seros sincera, os diré que éste es un lugar tan mágico, que sólo es accesible por los magos. Si os he dicho que no trajerais ningún objeto, es porque la magia aquí es tan fuerte, que cualquier interferencia puede provocar efectos tan poderosos como incontrolables.

 

Suluk alzó la mano al cielo y un haz de luz azul se posó suavemente entre sus dedos. Giró, se retorció juguetón y volvió de nuevo al firmamento.

 

- Muchos de vosotros estáis preparados, casi -subrayó la última palabra- para realizar la prueba de la habilidad. Se trata de una prueba peligrosa que exige el dominio absoluto de todo lo que habéis aprendido estos días. No todos podréis realizar la prueba al mismo tiempo, pues sólo un máximo de 5 personas pueden realizarla al mismo tiempo. No obstante, dado que casi estáis preparados, os he traído a este lugar. Os aseguro que os ayudará mucho esta experiencia para afrontar la prueba con éxito, cuando seáis llamados a realizarla.

 

Suluk hizo un pausa y observó a sus alumnos. ¿De verdad estaban preparados? La prueba era peligrosa y, además, sólo podía ser realizada una vez. Tendría que meditar mucho quiénes serían los cinco alumnos que la realizarían primero.

 

- Aquí, en este lugar, se diluyen las fronteras. Los mundos se tocan entre sí y mil universos paralelos confluyen en este lugar. Desde aquí se puede ir a otros mundos, incluso a otras dimensiones. Se puede viajar al presente, al pasado, al futuro, a las estrellas... Aquí no hay fronteras. Sólo hay magia. Y está en estado puro.

 

La Arcana alzó la mano de nuevo y dos haces de luz de la aurora boreal se acercaron sumisos al llamado de su voluntad. Su voluntad hizo el resto y, al instante, los haces de luz se transformaron en un amplio iglú.

 

- Quiero que experimentéis con vuestra habilidad aquí, donde la magia no sigue las reglas tradicionales. Estaré al tanto de lo que ocurra y, además, os dejo un iglú totalmente equipado. Dentro tendréis también la forma de comunicaros conmigo, si ocurriera cualquier emergencia. Yo volveré un rato a la casa.

 

Y sin más, Suluk volvió a atravesar el portal, cerrándolo de nuevo, de vuelta hacia su casa, donde Jocker debería estar limpiando a conciencia.

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