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Edicto sobre el Estatuto Internacional del Secreto en territorio inglés


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Oficina del Canciller Mágico Alemán

Edificio del Reichstag Mágico

Berlín, Alemania

 

 

Al menos se había algo con respecto al situación actual, las notas a los diversos gobiernos mágicos habían sido enviadas para formar una alianza con los Alemanes. Kraven sabía que su posición era frágil, no tenía relación alguna con los líderes de esos gobiernos, ni siquiera los conocía en persona en alguno de los peores casos. El hecho de invitarles a unirse contra los muggles y sus defensores solo eran sus ideales similares a los suyos y sus actos contra los muggles, el enemigo de mi enemigo sera mi amigo, frase que tenía peso ante lo que pasaba. Pero no podía crear un edicto similar como el que había hecho la Ministra Inglés para los Alemanes, ya que habían hechizado la moneda local de los muggles, su dinero de mano en mano al tocarlo les hacia creer que el gobierno Mágico era la solución, que no había forma de revelarse contra ellos, creando así miedo y confusión en sus corazones y mentes.

 

Hilda entró en el lugar con el saludo militar creado para toda la nación, muggle y mágica. --Señor las misivas fueron enviadas pero la Ministra de magia @@Sagitas Potter Blue no ha respondido, ha llegado tres notas después, de parte de los ministros de Nueva Zelanda y Australia, y de la U.P.A

-- Enseguida se acercó al escritorio del castaño y las dejo en el esperando a que las leyera.

 

Abrió la primera que era de U.P.A. , dejando claro en ella que no asistirían a su alianza debido a que Alemania no tenía postura contra Inglaterra quienes eran sus enemigos. Sabía el Von Alexandros que algo si ocurriría ya que estaban en guerra, bufó de pesadez al terminar de leerla, Kraven conocía la parte dura de la diplomacia. Sin saber que haría al respecto de los Africanos tomó la siguiente nota de los Neozelandes, al principio era formal y dejaba en claro que estaban interesados y que vendrían en camino para negociar, el castaño se sintió más aliviado. La última nota era la de los Australianos, ellos dudaban en su alianza y deseaban algo a cambio, Kraven tomo pluma y tintero, para comenzar a escribir una nota para ellos.

 

 

"Estimado Ministro de magia Australiano

 

 

Con referente a la nota enviada con anterioridad para formar una alianza bélica, hemos recibido su respuesta, claramente no tenemos relación alguna que deja ver su duda ante ello, lo único que nos une es un enemigo en común que acecha con el exterminio la para las brujas y magos de todo el mundo, por ello se ha ofrecido formar alianza con el Reich Mágico, pero su petición de algo a cambio temo decirle que si acepta unirsenos, Alemania le dará la protección necesaria en esta guerra por venir, así como todo el apoyo necesario estratégico y Mágico, pero si rechaza está alianza Alemania no tomara represalias contra su nación pero si en futuro decide apoyar a los muggles las relaciones entre nuestras naciones serán hostiles.

 

 

Atte

Kraven Von Alexandros

Führer (Canciller) de Reich Mágico Alemán "

 

 

Con aquella respuesta sería suficiente para hacerle saber la posición de los germanos contra los muggles. No quería hacerlo pero de no recibir respuesta de Inglaterra tendría que tomarlo como negación a su alianza y por consecuente tomar acciones bélicas contra los ingleses. Declararles la guerra. Solo quedaba esperar a la Ministra de Nueva Zelanda para formalizar su pacto de alianza en la guerra, si bien la Ministra la conocía de tiempo atrás las personas cambiaban con el tiempo y casi con ellos era tratar con gente desconocida. Así que solo esperaba recibirla y que llegarán a un acuerdo que beneficiara a sus respectivas naciones.

 

 

@@AZRAEL Licáon

@@Juv Macnair Hasani

@@David James Dumbledore

Editado por Kraven Von Alexandros

 

 

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

El pergamino acababa de llegar y tenía carácter de urgente. Martin Black entornó su mirada perla ante el pedido de su asesor de leerlo pronto, como si no tuviera ya mucho trabajo con las demás tareas. ¿Qué requería tanta urgencia que le impedía avanzar en sus contactos internacionales? Pronto lo descubriría.

 

Las manos pálidas y grandes se hicieron de aquel memorándum con una tipografía clásica del Ministerio de Magia, y mientras recorría las líneas con rapidez, el ceño del mago de cabellos negros se iba frunciendo de forma notoria, cada vez más, no pudiendo creer lo que tenía por delante.

 

—Ha perdido completamente la cabeza —era un pensamiento pero no contenido. La resignación era tan grande que no pudo guardar silencio. Para su fortuna, ni siquiera el resto de la plantilla ministerial del departamento de deportes se encontraba cerca como para escucharle.

 

Releyó el texto, esta vez con detenimiento, pero eso no hizo que cambiara la percepción de lo que acababa de sentir. Para Black el cambio de ministro había sido una ventana de oportunidades nuevas. Había regresado a Inglaterra, de donde era oriunda su familia paterna. Estando tantos años en Francia, con las comodidades que le arrojaban aquellas tierras, había decidido, no sin dudas, regresar a la isla. Y ahora se encontraba con esto. Una nueva crisis generalizada, Inglaterra sumergida en una batalla contra no mágicos y marginando y humillando a los squibs.

 

Contuvo el impulso de romper el edicto y también de mandar a volar la pila de tareas pendientes que había mantenido de forma ordenada al lado izquierdo de su escritorio. No le entraba en la cabeza qué ganaba Sagitas con aquella decisión, ni tampoco qué obtenía el país como beneficio para continuar con medidas que dividían a la comunidad mágica mundial y que además le alejaban de Estados Unidos. Internamente, Black había estado meditando para unir de alguna forma a Europa mediante el deporte, y su primera ministra, con semejante anuncio, mandaba al muere toda opción potable y oficial, de envergadura ministerial.

 

Sin embargo, él no bajaría los brazos. Lucharía por el regreso del quidditch.

 

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Oficina Aurores de Gran Bretaña

 

Leyó el edicto y cerró los ojos, fue la primera vez en la vida que se alegró que su prometido no viviera para ver aquello, seguramente su corazón se hubiera partido al medio. La mirada de la pelirroja volvió a posarse en el documento y volvió a leer aquella fecha que le molestaba, sacudió la cabeza y murmuró entre dientes.

 

—¿Qué has hecho? —no era claro si se refería a la bruja pelivioleta o al mago que había enfrentado en Suiza.

 

Frente a sus ojos o más bien en su mente, se repetía la escena que había vivido días atrás en el castillo escocés. Podía aún ver el rostro de ambos magos, uno cubierto con una máscara efímera, hubiera querido despegar la vista de aquello. Sacudió la cabeza, como si aquello pudiera borrar el recuerdo de los ojos que había visto esa noche.

 

Se puso en pie y suspiró al recordar que ese trabajo lo había conseguido la Akane, fingiendo ser ella, ante Elvis. Sus recuerdos eran pobres, ahora sabía lo que su alter ego había sospechado, Luca era un traidor y tenía que cuidar a la bruja que había prometido cuidar aquella noche, Luna.

 

¿Qué debía hacer? Sintió la puerta de la oficina y fue consciente que la joven Gryffindor había abandonado la oficina. No había vuelto a hablar con ella desde ¿aquella noche? ¿la reunión en la Potter? Se preguntó si importaba, la realidad es que la venía esquivando, pero tendría que enfrentarla, ella era la que había quedado a cargo.

 

Se puso de pie a la vez, caminando de un lado para el otro en el pequeño despacho que le habían asignado, todo por la intermediación de la Akane. Suspiró. ¿Qué habría pretendido la bruja allí? Había encontrado el juego de la llave y la moneda en un estuche en su bolso de piel de moke, estaba segura que la Akane tenía planes que no le había revelado. Se paró frente a la falsa ventana y se quedó pensando en qué hacer respecto a la situación actual, plantearse qué buscaba la vampiresa era inútil.

 

Apoyó la mano contara la pared y dejó que por unos segundos su mente volara de nuevo fuera de aquel lugar. Pero el susurro de Scarlet al fondo de su mente le recordó el por qué estaba allí. Concéntrate Potter Black, se enderezó y alisó la camisa blanca que llevaba, tanteó que su varita estaba en el bolsillo oculto de su pantalón de vestir negro y decidió que lo mejor era buscar a Luna pero ¿a dónde se había ido esa mujer?

 

Salió del despacho, el cual cerró con magia y se apresuró a preguntar a los presentes, ninguno parecía saber dónde estaba ella, quizás podría seguir su esencia hasta donde se había dirigido o enviar un memo a buscarla.

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"Nuestro líder"... —imitó las palabras de Jeremy y puso los ojos en blanco. A la bruja le costaba un poco tratar con el patriarca Black, su personalidad a veces le resultaba bastante irritante; de haberse tratado de otra persona, no hubiese tenido reparos en hacer algo al respecto -y que pareciese un accidente-, pero con el grado de "fama" que había conseguido el último tiempo... Dudaba.

 

Tras devolver los ojos mercurio al elfo, que aguardaba por una respuesta, la Zíngara sacó su varita y le apuntó— Incárcerus —tres gruesas cuerdas salieron despedidas de su arma mágica y envolvieron de forma violenta a Nius, sus brazos quedaron pegados a su cuerpo, sus piernitas estaban unidas de tal forma que uno podría jurar que las tenía incrustadas una dentro de la otra. Candela contempló los nulos esfuerzos del elfo por hablar, quizás estaba un poco desesperado, así que sólo lograba emitir ruidos graciosos a causa de la cuerda que estaba en su boca.

 

Supongo que podríamos averiguar cuánto valora un mago de sangre pura a su elfo. —tentó la bruja y le guiñó un ojo al muchacho. Hizo levitar el cuerpo de Nius, varita en mano, y redireccionó el destino del portal que había creado. Sagitas tendría que esperar y, a juzgar por la gravedad con la que sería recibido aquel edicto, no iba a ser fácil encontrarla sola.

 

Cruzó el portal con su hijo pisándole los talones.

 

Aparecieron, justamente, delante de Aaron. El portal se había cerrado apenas Jeremy hubo cruzado y el elfo continuaba atado y levitando. Al ver el rostro del patriarca, Candela sonrió y dejó caer a Nius en el suelo, como una pesada bolsa de papas. La criatura se retorcía y lanzaba miradas de súplica a su amo, esperando un acto de piedad que lo liberase.

 

El padre abnegado estaba preocupado por su hijo y quiso saber de él. El padre abnegado ha enviado a una ratita a hacer de espía... Tu elfo parecía saber dónde encontrarnos... O encontrame, exactamente. —sí, era dueña de Borgin & Burkes, pero no lo frecuentaba.— ¿Ahora me vigilas? ¡Chuck! —llamó a su elfo y éste apareció al instante. No se fiaba de la servidumbre de ese lugar y por eso se había llevado un elfo del castillo Triviani.

 

Chuck abrió los enormes ojos, a donde más no pudo, al darse cuenta de que se encontraba frente al líder mortífago -por alguna razón, representaba una "amenaza" para él- y tardó en reaccionar con su ama. Le sirvió un vaso de ron a la Triviani y quiso esfumarse tan rápido como había llegado.

 

— Aún no, Chuck. —el elfo se detuvo en seco y contempló temeroso a la bruja. Ella observaba a Black mientras bebía, antes de hablar— Nius no sabe mentir, no sabe poner en marcha una orden de su amo sin delatarlo. Creo que Chuck podría ser una buena influencia en él. ¿Qué opinas? —consultó con su hijo y ladeó la cabeza.

 

En realidad, no esperaba que Aaron estuviese de acuerdo, pero le tenía sin cuidado. Planeaba mantener a su elfo allí.

 

Es obvio, Black, que nuestra seguridad te importa un comino, la mía por lo menos, distinto a lo que nos ha vendido tu elfo. Así que nos ahorrarías un poco el día si me dijeras ¿Qué quieres de mí?.

 

@ @@Aaron Black Yaxley

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~ Mosquito ~          Ianello 

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París, Ministerio de Magia Francés, oficina de la Ministra

 

El documento oficial estaba en mis manos y aún pensaba que azkaban era un prisión bastante severa, pero entendía que si la Ministra Británica había dejado eso de manera tan radical era porque algo había visto que fuera perjudicial para los malos, además conocía a la monarquía Británica y no era de mi agrado que la misma dominará. En fin ya tendría que estar tomando cartas en el asunto, solo esperaba el informe de Luna que parecia haber desaparecido del mismísimo ministerio.

 

La voz de @@taison logan greyback me sacó de mi ensimismamiento, ers de esperarse que los norteamericanos hubieran tomado a mala manera el edicto de la Ministra Británica. La ruptura de relaciones no era más que una forma de protestar ante los actos que ellos pretendían eran una afrenta para los muggles.

 

Con calma me volví hacia el asimilando no sólo sus palabras, sino sabiendo que su razonamiento no era para nada equivocado, pues los estadounidenses podrían empezar atacar a Europa y no podíamos descuidarnos. Nuestra población debía ser protegida.

 

-Hazlo, Tienes mi aprobación, además apóyate con el servicio secreto para que logremos saber algo más de las intenciones tanto de los británicos como de los americanos, necesitamos saber cómo protegernos, yo me encargaré de la diplomacia y mantenme informada.

 

Sabía que podía confiar en él lycan para cuidar de mi pueblo, lo cierto era que teníamos que estar atentos a cualquier cosa. El sonido de tacones se acercó a la oficina y logre ver a la castaña mirarme con esa sonrisa de suficiencia, sus ojos azules dulces eran los de la misma niña que había conocido cuando éramos pequeñas.

 

-Señora Ministra dos notas provenientes de la UPA y de Alemania

 

Hizo una especie de reverencia a lo que conteste blanqueando los ojos y arrancando las dos notas de su mano, leí primero la de La UPA. Camine con calma analizándolo, sabían que me conocían como para saber que estaría de acuerdo con el estatuto. Dejé la nota sobre el escritorio recordando que mi padre ya fallecido había sido la cabeza de aquella institución.

 

La segunda nota era del canciller Alemán, nos pedía una reunión en Alemania para hablar sobre el conflicto. Esq era una buena táctica, si estábamos unidos para evitar daños en Europa valía la pena. Suspiré y reflexione por un instante, viajaría a la reunión, pero primero necesitaba hablar con mi hermana en Viena y con mi hermano en Canberra.

 

-Envía la contestación al canciller alemán @@Kraven Von Alexandros que escoja fecha y hora de la reunión, asistiremos. Y alista maletas, tu iras conmigo también Anne Marié

 

La sonrisa de la mujer no se me hizo extraña, se despidio con la mano y salió de mi oficina. Camine hasta la ventana de mi oficina desde donde podía ver el río Sena, esperaba que mi amada Francia no sufriera daño alguno, peeo no me molestaba pensar en deshacerme de algunos muggles.

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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FgCYNNN.pngSabía que las consecuencias del Edicto no tardarían en reflejarse, pero vamos, que el Presidente de EE.UU pidiera mi dimisión o no nos hablaría más me arrancó una sonrisa. Sí, lo reconozco, en la soledad de mi despacho, solté una pedorreta bucal hacia su persona (imaginada, ni recordaba su fisonomía) mientras leía el artículo de prensa. Después recordé la seriedad de mi puesto y carraspeé, buscando de reojo algún ojo que me hubiera visto. Esto de tener que mantener aptitudes dignas no eran para mí. Por eso eran tan aburridas las reuniones ministeriales, porque había que fingir en vez de actuar.

 

Bebí un sorbo de café muy dulce mientras reseguía sus palabras, murmurando "pues quédate con todos los que se vayan, por mí..." o "¿Belige... cuálo? ¡Huy, lo que me ha dicho! Se cree que por usar palabras largotas y grandilocuentes es más importante...", esos comentarios que surgen en la intimidad y con la confianza de sentirse sola. Dejé la taza con cierto estrépito encima de un documento que aún no había leído (sí, al lado del platito vacío, yo no atino) al leer la amenaza clara contra Inglaterra.

 

-- ¡Bah, EEUU a mí! Y los egipcios, si no quieren reconocerme como Ministra me importa tres gusamocos. Aquí mando yo y procuraré que todos sepan que me voy a mantener firme.

 

Mi voz sonó ruda en la vacía habitación. Por un instante, sentí el clamor de aquel silencio, perturbador. Menos mal que enseguida llegó un memorandum y el aleteo consiguió romper toda aquella sensación agorera. Era de @@Niko Uzumaki, reaccionando al edicto. Sí, tal vez debiera haberle avisado antes de publicarlo pero todo el mundo sabe que soy impulsiva y no me gusta esperar.

 

No tardó en llegar también una comunicación de @@Nate Weasley, que leí con cierto escepticismo. Aunque era halagador su apoyo, algo me olía que no parecía tan encantado conmigo como proclamaba. Interrumpiéndome, un elfo vestido de una forma extraña, más como si fuera un uniforme extranjero, entró en mi despacho tras llamar a la puerta y ser anunciado como un Correo desde la mismísima Alemanía. Su Canciller acababa de enviarme un mensaje para unir nuestras posiciones. Mi secretaria aprovechó para dejar un memorandum sobre la mesa en cuanto a los rumores de que también me apoyaba Nueva Zelanda en mis medidas contra los muggles; buena noticia aunque fuera oficiosa. También parecía que Francia tanteaba el terreno, pero que se inclinaba a las intenciones de Inglaterra.

 

-- Dile a quien envió el correo -- me refería a @@Kraven Von Alexandros, El Canciller Mágico Alemán -- que tendremos la reunión cuándo y dónde quiera, que estaré encantada de encontrarme con él.

 

¿No había dicho hacía un momento que el silencio era estruendoso en la habitación? Ahora lo añoraba, con todo el movimiento de comunicados y golpes en la puerta que pedían entrar en el despacho. La nota que más me preocupó fue la de Mackenzie Malfoy. Me mordí el labio inferior en un gesto más que usual en mí cuando me ponía nerviosa. Tomé por inercia la pluma (sí, con ella no dejaría que una vuela-pluma escribiera al dictado) y escribí con mi propia letra regular y redondeada, aún un poco de niña pequeña que se aplica en la caligrafía:

 

Querida Mackenzie

 

A la Atención de Mackenzie Malfoy,

 

¡Hey, hola!

 

Fui tachando una y otra por no saber cómo dirigirme a ella, desde mi posición actual, en la que sabía que me iba a oponer a su otrora ideología común.

 

"Hola, Mack. Mucho tiempo sin saber de ti... Sigo viva y sí, ese edicto es mío. Lo sé, es tan... radical frente a nuestros principios antiguos... Pero sí, creo necesario mantener lo que he dicho.

Siempre pensé que los muggles eran maravillosos y que merecían ser respetados. La verdad, esa imagen de desprotección ha estallado como un espejo que se hace añicos en el suelo con todo lo sucedido últimamente. Sigo pensando que han de ser respetados, pero ya no como seres frágiles a los que hay que mantener ignorantes de nuestra presencia. Ya no son eso, son un colectivo armado y peligroso y conscientes de nuestra existencia. Y puede que me haya exaltado en poner a todos los muggles dentro del mismo círculo, sin distinción, pero la experiencia en mí misma me ha demostrado lo peligroso que pueden ser para la Comunidad Mágica. Yo, desde el puesto de Ministra, he de velar por ella, no por los que nos atacan.

Puede que te parezcan medidas desorbitadas, para mí necesarias si pensamos en El Inquisidor y su insidioso ejército. No, Aaron Black no me dictó el Edicto pero, desde aquí arriba, he entendido muchas de sus posturas. Además, yo misma he sufrido un cambio. No me puedes pedir Lealtad y Sacrificio ante quienes no movieron un dedo para defenderme. Al único que le puedo dar las gracias por salvarme de todo lo sucedido es Elvis Gryffindor y, ya ves, mi primo acabó muerto.

No me siento la misma. Me siento... Rabiosa. Creo que hay que dar la cara, no esconderse.

Te ruego que respetes el Edicto lo mejor que puedas y tus principios te permitan. Nuestra amistad, que siempre respetaré, no te protegerá de los Inquisidores que se dedicarán al cumplimiento del mismo y perseguir a los infractores.

Sagitas."

 

Lo releí y sentí un gusto amargo al saber que, en realidad, aquella misiva iba a ser completamente contraria a lo que pretendía y que, desde aquel instante, perdía el apoyo de la anterior viceministra. Tampoco estaba muy segura que le hubiera gustado mi elección pero, al menos, no se había opuesto de forma clara a mi mandato. Aquella misiva marcaba un hito del antes y del después en nuestra relación y, en cierta manera, aquello me apenaba.

 

Me repuse enseguida. En el exterior se oían las palabras demasiado altas de mi hermano Adrian exigiendo entrar sólo imponiendo su relación fraternal. Dudé, ansiaba verle pero, a la vez, me daba algo de miedo sentir su opinión sobre mí. Me quedaría desolada si tenía que escuchar más críticas sobre aquel Edicto dichoso. A su lado, la reconocida voz de Sean hablaba con él y eso me recordó que le necesitaba a mi lado. Sean era esencial en aquel momento en que se rompían las relaciones con muggles. Siempre es necesario un ratero que se vende al mejor postor, que camine por los bajos fondos como si fueran su casa, dentro de la familia.

 

Si me quedaba alguna duda de si recibirlos o no, los puñetazos y gritos que dio mi hermano me hicieron saltar sobre la silla. Me levanté y avancé hacia la puerta, que abrí de golpe, evitando uno de los golpes que caían sobre ella para que no me dieran, con un saltito hacia atrás.

 

-- ¡Cómo si le tuviera miedo a mami, muchacho! -- ¡Mentira! Si ahora apareciera nuestra madre por el pasillo, juro que me temblarían las piernas. -- ¡La diosa me libre de que me des más nietos, Sean! Ya me cuidaré yo de que Perenela se repiense vuestro enlace matrimonial.

 

Sí, seguro que mi amenaza se la llevaba el viento, a mi yerno no solían perturbarle mis malvadas palabras hacia su persona desde mucho antes de estar casado con mi hija.

 

-- Hola, Luna, bienvenida. Como Auror, ¿verdad que puedes detener a estos dos si siguen aporreando mi puerta con total desvergüenza? Bueno, pasar y cerrar la puerta. No creáis que soy la portera. Soy la Ministra y debéis demostrar cierto respeto al cruzar ese dintel. ¿A qué vienen tales gritos? Ni que nos atacaran dragones rumanos...

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

 

-¿QUÉ?- tuvo que releer un par de veces lo que dictaba el Edicto emitido por la Ministra. Sin embargo, tras una segunda lectura sus sensaciones no cambiaban.

¿Cómo habían llegado a esto? ¿Cómo había logrado el poder una persona así? ¿Habría gente de acuerdo ante tales atrocidades? ¿Qué había pasado a Sagitas? ¿Estaría tras una maldición Imperius o algo similar? En su mente se arremolinaban todas aquellas preguntas una detrás de otra. Era real que no había tenido contacto reciente con la bruja, pero lo que recordaba de su persona distaba mucho de las medidas que estaba tomando.

-El poder a todos los cambia…- concluyó tras un suspiro, incorporándose.

Sintió la necesidad de conversar con alguien lo que acababa de leer. Sin pensarlo, se dirigió al Ministerio, donde seguramente las repercusiones estarían siendo más fervientes. O al menos eso esperaba, y no encontrarse tan solo con gente conformista, dispuesta a aceptar atrocidades por conservar su puesto de trabajo. Tuvo que detenerse un par de veces y respirar, calmarse, para luego retomar paso. Trató de no detenerse a conversar con nadie, pues no sabía de qué lado de la verde podría encontrarlos. Aprovechó un poco que la comunidad se había enterado de su reciente amnesia para ignorar varios rostros conocidos.

Una vez en el Ministerio, era evidente que no todos estaban a favor de los mandatos. Sin centrarse en nadie, orientó sus pasos hacia el Departamento de Deportes, donde estaba segura de que encontraría a alguien de confianza. La negra túnica que vestía acompañaba los pasos que se aceleraban a cada segundo, como si se tratase de una silenciosa carrera con el tiempo.

Una vez en la puerta, no se detuvo a llamar. Entró y la cerró a sus espaldas, apoyándose en la dura superficie de madera, esperando que su compañero de bando se encontrase allí dentro y ya en conocimiento de las noticias que traía. A decir verdad, necesitaba que alguien le dijera que todo era falso y que todo estaría bien, que no se avecinaba la tormenta que su mente estaba presagiando.

 

@@Martin N Roses

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Recién sale de trabajar en la estación del radio y decide caminar por el callejón para distraerse un poco, al ir caminando se da cuenta que había mucho revuelo cerca del puesto de periódico donde se repartió El Profeta por lo que se acerca a ver. alcanza un ejemplo del periódico y le paga al vendedor para luego retirarse.

"¿Pero que es esto?"

Se pregunta con extrañeza al ver el encabezado del periódico mientras se dirigía a su casa caminando. De repente se detiene bruscamente observa con incredulidad las palabras que se encontraban escritas. El chico se ríe, ya que seguramente se trataba de una broma pesada como aquellas que solían hacer a veces en ciertas fechas especiales. Así que nuevamente levanta el periódico y comienza a leerlo por segunda vez.

"¿Qué?"

Se detiene y se recargan en la pared de un negocio mientras qué observa a su alrededor con expresión asustado. Aquello no podía ser cierto, El joven mago siempre había querido que aquellas guerras entre mundo mágico y no mágico no se llevara a cabo. Danny siempre había querido la libertad para el mundo mágico, que magos y brujas jamás Se volvieron esconder de los muggles como si fuesen criminales. Pero Pero esto que estaba pasando estaba muy por encima de su comprensión.

Dicho estatuto provocaría la guerra entre ambos mundos y estarían muy lejos de vivir en paz. El joven mago regresa a su casa entra a la mansión y se queda sentado al pie de un árbol en el jardín principal, sosteniendo el periódico entre sus manos. Se aclara la garganta, mira a su alrededor y exhala con nerviosismo.

Mucha gente podría decir que Danny estaba muy lejos de por ser el perfil mortífago que solía ser tan popular entre los magos y brujas, ya que el chico solía socializar tanto con personas del mundo mágico así como con aquellas que no pertenecían a él. ¿Qué iba a pasar entonces con sus amigos, aquellos chicos de su edad con los que había convivido en su época de adolescencia? ahora que el estatuto entraba en vigor todos ellos estaban en peligro, y y el joven sabía que someterse al registro era bastante peligroso. No sabía qué hacer, su corazón latía rápidamente cuando de repente se le ocurre una idea.


"Habrá que sacarlos de aquí..."

A estas alturas sabía que el gobierno americano brindaría protección, por lo que necesitaba moverse rápidamente Y al parecer aquella sería una misión que tendría que enfrentar solo, ni siquiera con su familia... primero sería comunicarse con algunas personas para poder conseguir los elementos necesarios para sacarlos de ahí. Por fortuna, en ese momento recibe una lechuza con una nota en la que mencionaba que tenía que ir a una misión a América. Danny sabía que esta era su oportunidad. Se diría que matar dos pájaros de un tiro, Era realmente muy buena la suerte que tenía.



@@taison logan greyback, lamento los errores, todavía estoy roleando con el micrófono. Editado por Danny Lestrange
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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

 

El deseable silencio del despacho de Black se vio cortado de forma abrupta por el chirrido de la puerta que acababa de abrirse. Cuando levantó su mirada, como para petrificar a cualquiera de los empleados que tenía a su cargo, se percató que no era ninguno de ellos y una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Se trataba de Mica que, a juzgar por la expresión que traía, no debía de traer buenas noticias.

 

—Me has tomado por sorpresa, Mica —se sinceró el mago de cabellos azabaches y hebras plateadas. De repente se reincorporó de su cómodo asiento para estrecharle la mano a la bruja—. ¿Te has enterado, cierto?

 

Miró de soslayo encima del escritorio, donde aún permanecía en el centro aquel panfleto lamentable que la primera ministra de la magia se encargaba de reproducir en cantidades industriales para informar a toda la comunidad mágica. No sólo era en prensa escrita o dentro del ministerio, también se había hecho eco en importantes emisoras; algunas sin pertenecer al mundo mágico.

 

—Es una completa locura y, la verdad, me ha puesto en jaque toda la idea que tenía en mente. —El quidditch era una de sus grandes pasiones y aspiraba a devolverle a aquel país su longeva competencia con más de quinientos años de vida. Pero por un capricho de una loca, de otra más, se dijo para sí mismo pensando también en su antecesor, todo su trabajo iría hacia cualquier sitio menos el deseado.

 

Hizo un leve silencio y le señaló un asiento a la bruja, para que se pusiera cómoda.

 

—¿Quieres un café? —propuso entonces, mientras bebía un sorbo que no muchos minutos antes de que la bruja llegara se había preparado.

 

Se apoyó delante del escritorio, con un evidente gesto de preocupación en su rostro curtido por las batallas. Cruzándose de brazos, Black tensaba la camisa blanca que vestía aquel día invernal londinense.

 

 

 

@@Mica Gryffindor

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Oficina del Canciller Mágico Alemán
Edificio del Reichstag Mágico
Berlín, Alemania

 

Posiblemente sus acciones serían catalogadas como impulsivas o atrabancadas, pero poco le importaba el que dirán. La confianza de Nueva Zelanda estaba depositada en la Nigromante la única fuerza capaz de representarlos dentro de ese conflicto de naciones. Se levantaba por todo lo alto su estampa, siendo contrastada con la reputación que le acompañaba desde hacía mucho tiempo atrás
— Alemania es un aliado fuerte, solo resta aclarar que posición vamos a jugar y hacia que lado nos tocará tirar—comentó siendo seguida muy de cerca por sus escoltas. Era necesario estar bajo el ojo clínico de sus sombras, tal y como solía decirle a ese par de caballeros que le respiraban en la nuca en todo momento. Ante el peligro inminente de verse bajo alguna clase de ataque o peor aún ser aniquilada antes de poder cruzar palabra con el Canciller Alemán.
— Todo controlado, vamos rumbo al ascensor—una voz incorpórea enviaba ese mensaje. Ante los ojos de los que estaban centro de esa oficina, ellos no podían ser detectados a menos que se dejarán ver por extraño. De ahí el mote de sombras que solo eran capaces de reflejarse cuando la luz tocaba sus cuerpos— Solo nosotros dos haremos el trabajo, no necesitamos refuerzos de momento—concluía el mensaje. Tentando su varita por debajo de su traje color verde esmeralda, desviando su vista hacia el escudo de Slytherin que reposaba en la solaba de su saco.
— Total secrecía—la voz de la Vidente acariciaba con parsimonia los oídos de ambos hombres. Pudo emplear su mente para hablarles, pero prefería dejar el uso de la magia para otro momento más apropiado. Avanzando hasta la caja de metal, esperaba que los datos proporcionados por su espía fueran completamente fidedignos. Estaba rodeada por toda clase de personas, desde lo más confiables hasta los que no serian capaces de servir como escudo humano.
— Incompetentes—escuchó esbozando una media sonrisa en sus labios. Ahí estaba el más entregado de sus aliados, aquel confidente que le conocía como la palma de su mano. Volvió solo para tomar el mando de las fuerzas armadas de su natal Nueva Zelanda, entregándole por completo el control de todo aquello al sujeto con rasgos parecidos a los de su fallecido hermano. Los tres se mantuvieron en silencio, adoptando una postura displicente en todo momento, no había necesidad de cruzar palabra todo se lo comunicaban por medio de la mente.
Apeándose del elevador cubría parte de su pecho con su capa de viaje, justo en el sitio donde reposaba el escudo de armas de su familia sanguínea. No le gustaba presumir sus orígenes, pero tampoco que pensarán que se avergonzaba de ellos— Quédense donde nadie pueda verlos, ya saben como comportarse—les ordenó encaminando sus pasos hacia donde estaba la secretaría— Primer Ministra de Nueva Zelanda—solamente esas palabras brotaron de sus labios. No dio su nombre de pila o otra clase de dato para poder ser identificada y tener libre acceso.
La mujer simplemente se limitó a mirarla, posiblemente su silencio era la reacción al tener delante una mujer como la Nigromante. Ese porte oscuro que brotaba de su persona, constatado con ese par de ojos de dos tonalidades diferentes, para ella la heterocromia, no era un problema con el cual tener que lidiar. Si el resto de la comunidad mágica se incomodaba por eso, ella no haría nada para remediarlo, solamente se limitaría a cumplir sus funciones como alta mandataria.

 

@@Kraven Von Alexandros

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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