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Edicto sobre el Estatuto Internacional del Secreto en territorio inglés


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A la fiesta de tocar la puerta de la Ministra se sumo Lunatica. Conocia a la chica de ya varios sucesos en el gobierno. Aquella reunion donde tuve ese ejercicio mental de discutir con Elvis....(que de hecho me sorprendia no estuviese aqui) y aquel suceso en el Confederacion Internacional de Magos en Suiza. Perecia que habia sido mucho tiempo pero no. Apenas si unos dos meses. Pero regresando al asunto entendia tambien su sorpresa. Por suerte la espera no duro mucho frente a la puerta sino se habrian resentido mis nudillos. Asi Sagitas abrio la puerta y la verdad que ante el primer reconocimiento tanto en lenguaje corporal como en palabras si parecia la misma. Ergo algo gordo habia pasado en mi ausencia para que Sagitas cambiara tan radicalmente sus ideales.

 

-No creo que Perenela se repiense nada. De hecho que hace que no esta aqui???. -mire a mi alrededor y nuevamente no la vi. De hecho le tome la mano (a la Ministra) y la olfatie, haciendo lo mismo mientras giraba a su lado- Si, parece ser la verdadera Sagitas...aunque sigo sin fiarme.

 

Sin mas retrocedi y mire a los demas presentes y despues regrese la mirada a Sagitas.

 

-Supongo que aqui todos esperan explicaciones. A mi....pues no me interesan tanto. Mas bien me interesa saber de que va la cosa para tomar una posicion. -me detuve un minuto- Si, eres familia y deberias ir primero. Pero ya sabes....nuestra mision familiar es odiarnos..asi que convenceme de que estas cuerda y no te han hechizado. Y sin dudas podras contar con todo mi apoyo. Porque lo cierto es que te acabas de ganar enemigos por todos lados con ese edicto.

 

Sin dudas ese edicto no habia dejado a nadie indiferente, de hecho a mi me afectaba todos mis negocios. Eso si, evidentemente como piezas de domino puestas una detras de otras, ese edicto haria mover las cosas mucho en el mundo magico. Sin dudas se acabarian las mascaras y muchos dejaria salir su plumero.

 

-Primero lo primero, todavia sigues.....sin magia??? -no sabia que tan permanente seria los efectos de aque suero antimagia que habia afectado a la pelivioleta meses antes, lo cierto que hoy como el dia de la primera reunion en el despacho aun tenia el antilotodo de esa cosa. Claro la primera dosis (de prueba) se destruyo con el asunto de los puertos de Londres, pero como habia viajado a EE. UU por el asunto del Simposio de los Ladrones visite al colega que dio con el clavo, eliminando cabos sueltos me hice de unos cuantos frasquitos para llevar conmigo y traer los demas de contrabando. -Porque si es asi te puedo ayudar....aunque necesitaras mas ayuda. Necesitas a alguien que maneje y obtenga bien informacion, que guste de jugar en tramas politicas y enredos tras bambalinas, que tenga arte para negociar y lo principal..que confies en el. Por cierto donde diablos esta Elvis??? No era el ese que describo???

 

Me encogi de hombros.

 

-En fin que si Elvis no esta aqui..me ofrezco de voluntario. Al fin y al cabo logre que Natah y Aaron se sentaran a la mesa sin matarse. -Upss creso error...que no le habia dicho ni a Sagitas ni a nadie lo de ese asunto. -disculpen....yo no he dicho nada.

 

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

 

 

La primera mirada del Black hizo que por un momento se arrepintiese de haber acudido sin aviso. Evidentemente no le gustaba ser molestado en su despacho. Se sintió aliviada al ver asomarse una leve sonrisa de su rostro, relajando también un poco su propia expresión. Debía notarse desde toda perspectiva lo alarmada que estaba.

-Lamento la interrupción, no volverá a suceder- murmuró estrechándole la mano, sin poder evitar encogerse un poco de hombros. -Sí, me enteré y lo único que me surgió fue venir a ver cómo estaba todo por acá…- se mordió el labio, no tenía un motivo más elaborado para explicar que había decidido visitar su despacho, pero simplemente se la había ocurrido ir hasta allí.

Estaba preocupada, no podía evitar pensar en todos aquellos muggles con los que había compartido los últimos años, quienes la habían recibido sin saber su verdadera naturaleza, pero la habían ayudado en su recuperación en forma desinteresada. ¿Qué pasaría con ellos? Si bien eran ajenos al mundo en el que aquella tirana se desenvolvía, todo eso no tardaría en derivar en ataques al “ya no tener que esconderse”.

-A todos nos ha dejado en jaque, creo- acompañó las palabras de su compañero de bando y caminó lentamente al asiento que éste acababa de ofrecerle.

Fue entonces cuando comprobó que sobre el escritorio no solamente estaba el dichoso Edicto, sino también otros pergaminos que seguramente involucrarían trabajo para el caballero. Se arrepintió un momento de su, incluso infantil, intento de buscar contención. Estaba siendo invasiva y, de seguro, molesta.

-Disculpa la interrupción, siéntete libre de echarme si es preciso. A fin de cuentas, estás trabajando- le dijo observándolo -un café no estaría mal, pero solo si me permites ayudarte con tus pendientes- agregó. Ya tendrían tiempo de conversar sobre todo lo que estaba pasando, solo no quería resultar una total molestia.

 

@@Martin N Roses

Editado por Mica Gryffindor

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

 

Black le restó importancia a las disculpas de la bruja, con un gesto de una de sus manos.

 

—Por un instante pensé que se trataba de otro miembro del departamento trayéndome más trabajo u otras noticias malas como estas. No entiendo, la verdad, qué se pretende buscar con todo esto. ¿Más poder? ¡Pero si es que ya lo tienen! Es increíble. —Muchos años atrás había visto aquella lucha de magos contra personas no mágicas como algo normal, sin embargo, en ese período el estatuto del secreto seguía en pie y los muggles no sabían de la existencia de la comunidad mágica.

 

Bebió otro sorbo de café.

 

—No pienso echarte, en realidad, me alegra que hayas venido. Esta monotonía me está matando últimamente. Es como si estuviésemos en el limbo como departamento. No hay deportes ni juegos, toda la comunidad está aterrada, y si no está aterrada, está luchando para que esto acabe. Y cuando el fuego parecía controlado, viene una demente a lanzar un bidón de combustible desde un avión.

 

Miró entonces los presuntos pendientes.

 

—Son tonterías. Nada de qué preocuparse. —Contempló a la bruja, y cayó en la cuenta de que era la primera vez que estaba a solas con ella desde su regreso a la comunidad mágica. Los años habían pasado pero el verde de sus ojos seguían siendo igual de intensos que en sus tiempos de la Academia—. Anda, sírvete uno a tu antojo. —Volvió a señalarle el sitio—. ¿Cómo llevas tus cosas? —La amnesia del último tiempo le había jugado más de un contratiempo a la bruja, por eso admiraba su fortaleza mental para luchar y reponerse contra ella.

 

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.


Se sintió un poco mejor al comprender que la primera expresión del Black tenía que ver más con que temía que llegara más trabajo que con su interrupción. Escuchó sus palabras estando de acuerdo por completo. Eran realmente inciertas las razones por las cuales se tomaban tales medidas, pero no podían venir aparejadas de ninguna buena intención.

Aliviada supo que no sería echada del despacho, y tal vez un poco más por saber que su compañero se alegraba de verla, le dio espacio para que le contara cómo sentía monótono su trabajo. Y era comprensible, pues los deportes mágicos estaban frenados y, ciertamente, quién tendría ánimos para pensar en tales cosas siendo que la comunidad mágica estaba a punto de arder en llamas.

-Comprendo pero esos pergaminos no se llenarán solos, y puede ser divertido darte una mano- sonrió al tiempo que se incorporaba a preparar el café al cual había sido invitada. Escogió una taza pequeña y la llenó con la oscura bebida. Tal vez un poco de cafeína serviría para aclarar un poco su mente, o al menos era una buena excusa para compartir un rato. -Mis cosas bien... de a poco empiezo a encajar las piezas del rompecabezas... por momentos cuesta, pero va armándose. Con permiso- agregó estirándose antes de sentarse, para tomar una pluma que se hallaba cerca de la mano del joven -¿Por dónde puedo comenzar?

Era evidente que estaban del mismo lado de aquella nueva guerra, y ya tendrían el tiempo para pensar en alguna acción que tomar. Era incluso mejor esperar a que las aguas se calmen un poco, para poder analizar las rutas posibles.

-Tienes secretaria por un día, Black, aprovecha...- continuó, divertida. Editado por Mica Gryffindor

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Londres.

Oficinas del United King Today

 

 

Era mi tercera lectura del edicto desde que había salido y la cuarta en que leía la transcripción del discurso del presidente del MACUSA. Sentía la mirada de Matilda sobre mí y me cansé de intentar esquivarla, así que levanté el rostro hasta cruzarme con sus ojos de gesto descarado.

 

—¿Y bien? —la pregunta de la secretaria solo logró que negara una vez más con la cabeza.

 

—Pero ¿por qué? –me encogí de hombros antes de responder.

 

—No puede ser ella, no lo entiendo, yo, yo la recuerdo —murmuré volviendo a posar mi ojimiel mirada sobre el documento del edicto.

 

—No es la misma que tú conociste —me reclamó Matilda.

 

—¿Tanto tiempo ha pasado desde El Profeta acaso? —pregunté levantando la vista hacia la bruja frente a mí, quien había colocado sus brazos en jarro en la cintura.

 

—Sí han pasado muchos años y tú tienes una obligación con tus lectores.

 

—¿Qué lectores? Mis publicaciones apenas salen una vez por año —reí divertida, intentando esquivar el tema, sin saber aún el por qué esquivaba escribir sobre aquel edicto de la Potter Blue que tanto afectaba al mundo tanto mágico como muggle.

 

—El hombre que vino los otros días te leyó, se interesó por lo ocurrido en Sídney ¿no? –lancé un bufido, tenía en cierta forma razón pero.

 

—Oh vamos, Matilda, eso fue, una casualidad, un poco de suerte nada más, no voy a escribir sobre Sagitas.

 

—Nos afecta a todos.

 

—Somos sangre pura Matilda —comencé a decir, recordándole mi origen en la familia Prince, algo dudosa la pureza gracias a los Snape.

 

—Bah bah bah, tú tratas con muggles —refunfuñó para luego comenzar a recitar un poema que me hizo helar la sangre porque reconocí que se basaba en el poema de Niemöller.

 

—Cuando vinieron a buscar a los muggles, guardé silencio, porque yo no era muggle, cuando encarcelaron a los squib, guardé silencio, porque yo no era squib, cuando vinieron a buscar a los sangre sucia, no protesté, porque yo no era sangre sucia. —me puse en pie dando un golpe en la mesa y haciendo silenciar a Matilda que me miró con expresión seria.

 

—Iré a averiguar un poco más, sabes que todas las naciones desde Egipto hasta Oceanía, desde Francia, hasta Alemania se irán alineando alrededor o en contra de ambos países —la bruja me interrumpió a mí esta vez.

 

—Y tú deberías escribir sobre ello. —suspiré molesta.

 

—No me interesa la política y lo sabes.

 

—Esto va más allá de la política Verónica, se trata de nuestras vidas, nuestras libertades, nuestro futuro.

 

—Qué lindo que hablas, escribe tú entonces, te doy permiso —dije molesta dando media vuelta con los papeles arrugados en mi mano y guardándolos en el bolsillo salí de la oficina del United King Today, dando un portazo, necesitaba pensar.

 

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Varios días han pasado ya desde la proclamación del Edicto y , conforme a todo pronóstico, la situación se ha desmadrado. Desde entonces han habido oleadas masivas de renuncias o despidos por no presentarse a trabajar, corrientes migratorias fuertes en todas direcciones y declaraciones políticas fuertes que han resonado en absolutamente toda Inglaterra. No falta mucho para que la situación se descontrole, y bien sea que todo termine en una guerra civil entre magos y muggles o entre magos y magos en distintos extremos de la balanza, Sagitas ha creado la receta perfecta para un desastre.

 

Él no es idi***. Sabe que Sagitas no se ha tragado por completo que él está de su lado, y es consciente de que con cada minuto que pasa allí el riesgo de que lo descubran crece exponencialmente, y sin embargo no está dispuesto a batirse en retirada. No le tuvo miedo al Black Yaxley cuando éste intentó asesinarlo, o cuando se presentó en el Atrio Ministerial a confrontarlo por sus acusaciones en contra del ex-Ministro, mucho menos lo tendrá de Sagitas. Al menos del Yaxley sospechaba afiliaciones a la Marca Tenebrosa, pero Sagitas fue una de ellos hasta hace muy poco, e independientemente de lo que la haya hecho cambiar sus alianzas, la magia de la Ministra no le asusta.

 

Así mismo, sabe que no es el único dentro del Ministerio que está intentando sabotear sus objetivos. Ha visto a Martín trabajar en su oficina, y conoce a varios dentro del Departamento de Aurores que están planeando un coup d'état en las próximas semanas. Por otra parte, una franja de la población está dispuesta a dar pelea: recibió el Patronus de Mica hace unos días, y con todo el dolor del alma tuvo que ignorarlo y verlo desaparecer frente a sus ojos mientras ignoraba el llamado. Con un poco de suerte, no faltará mucho para unírseles.

 

*-*

 

El MInisterio de Magia es, efectivamente, tierra de nadie. Sobretodo a aquellas horas.

 

Son poco más de la una de la mañana, y el Weasley camina por los pasillos anexos al Atrio en dirección a su punto de reunión. Va un poco demorado, pero espera que su cita no se bata en retirada. Después de todo, el futuro de Inglaterra está en sus manos.

Editado por Nate Weasley

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos

 

Al menos aquella mañana no estaría aburrido, se dijo en su mente el mago de cabellos negros. La presencia de Mica rompía su reiterativa rutina llena de papeles, nula en deportes y con espacios muertos que eran alternados por más papeles.

 

A su vez había otra cosa que era clave. La desmotivación sufrida por las últimas acciones de la ministra de magia, a quien llamaban peyorativamente payasa, vaya sobrenombre, pensaba Black, era enorme y sus ganas por quidditch se reducían. Para su fortuna, la bruja lo distraía de aquellos pensamientos pesimistas que en otro caso lo estarían invadiendo sin ningún tipo de dudas.

 

—Veo que vas en serio —respondió, no pudiendo evitar que en su rostro normalmente endurecido se dibujara una media sonrisa—. ¡Y has tomado mi pluma favorita! —Medio se reincorporó del escritorio, en donde hasta ese momento se había apoyado. Giró hasta quedar al lado del asiento que solía ocupar para hacer las firmas, y que ahora Gryffindor ocupaba, y alternó su mirada perla entre ella y los papeles.

 

Entonces apoyó su mano derecha en la de la bruja, con la cual sujetaba la pluma.

 

—¿Pretendes falsificar mi firma única e irrepetible, Mica? ¡Eso sería un delito! —Su tono era de indignación pero estaba claro que no lo decía en serio. Entonces le ayudó a replicar lo que debía completar él, pero la coordinación de una mano encima de la otra no había logrado un buen resultado.

 

Black observó aquello y luego al rostro de la bruja, cuyas pecas ahora detectaba con mayor facilidad producto de la cercanía mantenida.

 

—Me temo que este pergamino ha quedado inutilizable. —Y antes de poder agregar otra cosa, sin aclarar si lo decía en serio o en broma, se aproximó unos centímetros más y probó sus labios—. Lo siento —se disculpó al apartarse brevemente. Pero en realidad no se disculpaba, y en su mente el contacto de sus labios se había grabado a fuego, con las ganas de volver a sentirlo.

 

 

@@Mica Gryffindor

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Alexey Dolotov

 

Embajada de Rusia en Alemania, Berlín.

 

 

El mensaje de la Cancillería llegó directo a la oficina del embajador. Un hermoso búho real desplegó sus alas mientras entraba con agilidad y gracia por la ventana abierta, dio una vuelta por la oficina circular antes de detenerse sobre el perchero especialmente dejado para los búhos y lechuzas mensajeras.

 

El embajador salió tras su escritorio dejando a un lado el periódico de aquella mañana que estaba leyendo y se acercó hasta el animal, acarició sus plumas con cariño y con rapidez sustrajo el pergamino que tenía sujeto entre sus filosas patas. El animal una vez cumplida la misión levantó vuelo con un susurro y salió a la fría mañana de Berlín.

 

Alexey se percató del sello de la Cancillería Alemana, la orgullosa águila negra, era un mensaje importante. Con cuidado rompió el sello de cera y con elegancia sacó el pergamino escrito a puño y letra por el Canciller. Su ceño se frunció a medida que leía el mensaje ¿Una futura guerra? ¿Una alianza?, los ánimos estaban caldeados desde hacía mucho tiempo en el mundo mágico, incluso antes de la Caida del Estatuto, la sangre corrió pero al parecer no era suficiente.

 

Tendría que enviar aquel mensaje de inmediato al Kremlin, era trabajo del Presidente y del Duma analizar aquella peligrosa carta, arrastrar a su nación a un posible conflicto no era juego de niños. Rusia se había mantenido al margen de los últimos conflictos, el presidente era un hombre conciliador pero no estaba seguro de que pudiera seguir manteniendo aquello, Europa era un polvorín, el pueblo pedía acción y muchos viejos aliados estaban cansados ya de su neutralidad, ni por mejor malabarista que fuera podía seguir manteniendo tantas pelotas en el aire.

 

Alexey con la carta aun en la mano se acercó hasta su escritorio en busca de un sobre para enviarla a Moscú, cuando la puerta de su oficina se abrió violentamente. Alarmado el mago se giró sujetando con fuerza la carta del Canciller, parado en el umbral, con gotas de sudor corriendo por su rostro se encontraba el nuevo pasante, un jovencito recién salido del colegio, de mirada nerviosa pero siempre atento y resuelto.

 

-Señor - comenzó diciendo tratando de recuperar el aliento -Hubo un atentado - al embajador se le heló la sangre, no quería que continuara, no quería saber - En la Plaza Roja, durante una manifestación a favor del Edicto, una bomba, muchos muertos - el joven trataba de esforzar su voz para que la misma no flaqueara - El edificio del gobierno esta bien, las defensas se activaron…… - el joven aprendiz observó confundido al embajador - ¿Que hacemos señor? -

 

¿Que harían? Era una buena pregunta, nadie podía seguir manteniendo tantas pelotas en el aire por mejor malabarista que fuera y las pelotas eran cada vez más - Hay que informar al Canciller Alemán del ataque, quería conocer nuestra situación pues que se entere - contestó resuelto el embajador.

 

 

 

@@Kraven Von Alexandros

 

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Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos

 

No sabía lo que estaba haciendo, ni por qué se comportaba así. Pero sentía que su compañero estaba algo abrumado por tanto trabajo y las recientes resoluciones, que debía intentar ayudarlo o, en su defecto, simplemente animarlo un poco. Recorrió con la mirada aquella media sonrisa que dio calidez al normalmente poco expresivo rostro del Black, sintiendo que iba llegando a buen puerto. Le agradaba estar con él, podía mostrarse como era y ser espontanea sin miedo a que le moleste.

Por eso se atrevió a tomar aquella pluma y disponerse frente a la pila de documentos que no tenía idea qué contenía. Notó cómo el Black se acercaba, tal vez preocupado porque pudiese arruinar su trabajo de meses. Divertida, dejó que le tomase la mano e insinuaba que pretendía falsificarle la firma, cuestión que realmente no había pensado a la hora de pretender ayudarlo. Conteniendo la risa, sintió el suave tacto de su mano guiando la propia, generando entre ambos un garabato poco legible.

Tratando de conservar la seriedad, escuchó la sentencia, el pergamino estaba arruinado. Pero ya en ese entonces no estaba preocupada por ello. Sintió su corazón acelerarse al notar la cercanía que ambos estaban teniendo. Respondió suavemente al beso que su compañero le estaba robando sin poder evitar ruborizarse. Si bien no esperaba que aquello sucediera, de pronto lo sintió tan necesario…

Las disculpas la hicieron sentirse extraña, aunque no estaba segura de si iban o no en serio, de lo que sí estaba segura era de que no quería disculparlo. Sonrió y negó levemente con la cabeza, sin alejarse un solo milímetro. Fue entonces ella quien acortó la distancia hacia él, dándole un beso muy suave como toda respuesta. Luego tan solo se quedó contemplado aquellos ojos que normalmente eran tan fríos o poco demostrativos, pero que de a poco empezaban a descongelarse.

-Yo no voy a disculparme, si es lo que esperas- concluyó, arrugando el arruinado pergamino para descartarlo completamente.

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En la Mansión Malfoy




Estaba en su despacho, revisando los papeles de la Confederación Internacional de Magos, cuando recibió la misiva de Sagitas.

La leyó en el acto, guardando la vuelapluma con la que estaba tomando notas. Su rostro no reflejaba ninguna expresión cuando llegó a la última línea, contempló con curiosidad los trazos de la firma de Sagitas y guardó su misiva encima de un ordenado montón de papeles. Siguió con las notas para los miembros de la Confederación Internacional de Magos.

—No, el hombre que se hace llamar Licaon no está reconocido ni como regente de Egipto ni como presidente del U.P.A —escribió al Ministro de Bielorrusia en la nota que tenía preparada para responder a su intensa y preocupada misiva. —Supongo, no obstante, que dada la forma de ascenso al poder del Señor Licaon, no tardará en solucionar ese pequeño trámite —continuó. —Pero no se preocupe, la U.P.A. no es un organismo mágico reconocido por esta Confederación Internacional de Magos y tengo suficientes cartas de apoyo de los países del continente africano como para asegurar que éste está bajo control.

Tomó otra nota del montón a su derecha y se mordió el labio inferior, hasta que decidió volver a accionar la vuelapluma.

—No, nosotros nunca hemos afirmado tal cosa, Badru. —Ahora respondía la carta de un enfadado Uzza, ante el rumor que alguien había extendido de que los Uzza estaban bajo el control de Mackenzie y Crazy Malfoy. —Me consta que el Pueblo Uzza es independiente de cualquier nación o estado y que no responde ante ningún gobierno de ningún país y mucho menos ante directores de colegios o universidades de ningún tipo. Y sí, sé que dicen algo parecido de los Arcanos, para también ellos son una institución apátrida e independiente, como bien sabes.

Tanto el Pueblo Uzza como los Arcanos habían decidido mantenerse ajenos a todo lo que estaba sucediendo en el mundo. No tomarían partido por ninguna fuerza mágica ni muggle en particular y el Consejo del Pueblo Uzza incluso había ido más allá al afirmar que, durante un tiempo -no habían especificado cuánto- no se firmarían Contratos. De esa forma, pretendían garantizar su independencia respecto a cualquier parte en conflicto, mágica o muggle. A Mackenzie le habían enviado copias de sus promulgaciones como Presidenta de la Confederación Internacional de Magos, para que todo el mundo mágico tuviera plena información sobre su independencia y neutralidad.

Suspiró al contemplar la inmensa lista de quejas y preocupaciones diversas recibidas desde que se publicara el Edicto de Sagitas. El Edicto cirquense, lo llamaban algunos ya. En Europa, España, Portugal, Grecia, Eslovaquia, Croacia, Serbia, Macedonia, Kosovo, Montenegro, Bosnia, Bélgica, Chequia, Eslovaquia, Estonia, Bielorrusia, Lituania, Letonia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Luxemburgo, Bulgaria, Malta, Chipre, Albania, Mónaco… la inmensa mayoría de los países presionaban a Mackenzie para dictaminar acciones contra Gran Bretaña. Y si en Europa el clamor y enfado era general, aún era peor en el continente americano, en donde desde Alaska hasta la Patagonia, el clamor era unánime en todos los países: la Confederación Internacional de Magos debía levantar el Secreto de la Magia de nuevo. Si Gran Bretaña seguía oponiéndose, la comunidad internacional clamaba por tomar las medidas pertinentes de aislamiento y bloqueo. ¡Que se hundieran ellos solos en su terrible estupidez! —Clamaban la mayoría.

Eran muy pocos los países que se habían alineado a favor de Gran Bretaña y casi ningún continente, salvo Oceanía, apoyaba las acciones emprendidas por la Ministra inglesa. En algunos lugares, como la India, el odio hacia el coloso imperialista de siglos atrás había resucitado con fuerza. Y aunque en Asia se temía la posición que fuera a tomar Japón, el apoyo del gigante chino a la Confederación Internacional de Magos, junto con toda su zona satélite del sureste asiático, había llevado al resto de los países del continente a posicionarse a favor de tomar medidas contra Inglaterra. En Oriente Medio, por su parte, los gobiernos seguían tan especiales como siempre, pero no permitirían ver desaparecer los sustanciosos emolumentos que los magos conseguían allí a través de la comercialización del petróleo muggle.

Y, en cuanto a África… aquella zona era caótica, con el Licaon haciéndose pasar por el regente Egipto y teniendo en cuenta que Mackenzie no dudaba de que solucionaría en breve plazo la oficiosidad de su cargo, pero fuera como fuera, los países africanos no se alineaban en ninguna organización mágica con la suficiente capacidad de presión para llevarlos a todos por el mismo camino. Mackenzie estaba segura, no obstante, que los gobiernos rivales de Egipto, como Túnez, Israel y Marruecos eran leales a lo que determinara la Confederación, que Uganda no tomaría partido, debido a su posición delicada como sede de una de las escuelas mágicas internacionales más importantes del planeta y que todos los países más abajo del Sahara, estaban más preocupados por sus perennes guerras fratricidas que por lo que pudiera ocurrir fuera de las fronteras de sus respectivos territorios.

Sagitas…. Sagitas… has levantado al mundo internacional contra ti. ¡Serás insensata! Mackenzie volvió la vista hacia la misiva de Sagitas, que reposaba en lo alto de la pila de papeles en la que la había dejado hacía ya un rato. En aquel momento se permitió acoger en su interior un cierto sentimiento de pena. Lo terrible era que no sabía hasta qué punto tal emoción era hacia Sagitas o hacia sí misma. Tanto tiempo metida en la limitante política británica, te perdió, Mackenzie. ¿Quién eres realmente ahora? ¿Te conoce alguien de verdad? Durante los largos meses que convivió con Sagitas en la Orden del Fénix, había pensado que la payasa seguía conociéndola como antaño. Pero o la mente de Sagitas se había hundido entre la maraña propagandística mortífaga -siempre tan eficiente- o bien hacía tiempo que Sagitas había dejado de pensar en ella como la verdadera mujer que era, sustituyéndola por la política que durante tanto tiempo había acaparado las portadas, la mayor parte de las veces, en contra de su voluntad.

Tomó una pluma caligráfica y comenzó a escribir, dejándose llevar…

Querida Sagitas,

Nunca te pediría Lealtad y Sacrificio. El Sombrero Seleccionador me puso en Slytherin, no en Gryffindor. Mi única lealtad es para mi familia y unos pocos íntimos, todo lo demás en mi no responde a criterios de lealtad, porque siempre he entendido que la verdadera lealtad radica en el pragmatismo de los intereses comunes. No respondo a ese principio, por su valor en sí mismo, sino por su relación con otros valores que considero más importantes. Ciertamente, no incluiría la Lealtad a ultranza como algo exigible por sí mismo.

«De alguna manera, ese es el motivo que me llevó a abandonar las filas en las que es evidente que tu militas ahora. También allí, incluso más que en la Orden del Fénix, exigían lealtad a ultranza y la situación del mundo no me permitía cumplir ese requerimiento.»

«En cuanto a Sacrificio…. Sagitas, ciertamente, pensaba que me conocías mejor. ¿De verdad crees que yo le pediría a alguien Sacrificio? No amiga, jamás. Admiro a Churchill, pero no estoy tan loca para pedirle eso a la gente. Y, desde luego, jamás me lo pediría a mi misma, si quiero mantener un ápice de sinceridad personal.»

«No estoy en la Orden del Fénix por Lealtad y Sacrificio. No me considero una persona idealista, siempre he sido bastante pragmática. En realidad, si me fui a la Orden del Fénix fue en busca de apoyo para mis actividades. Al principio, pensé que sería temporal, el tiempo justo para ganarme una confianza que entonces necesitaba, teniendo en cuenta que mi objetivo era alcanzar la presidencia de la Confederación Internacional de Magos.»


Dejó de escribir y meditó sobre el último párrafo. En realidad, su necesidad de apoyo no estribaba sólo en el cargo que la Orden de Arqueomagos había acordado que resultaba necesario controlar, también había estado muy relacionada a las profecías que motivaron la guerra entre las naciones mágicas, a lo que la Tercera Profecía dictaminaba que podía ocurrirle al mundo mágico en un posible futuro y al hecho de que la Arqueomagia precisará, en sí misma, de apoyos entre las fuerzas afines a la luz. Pero no iba a hablarle a Sagitas de la sociedad secreta ni de los problemas que la descompensación entre el yin y el yang pudieran crear en las fuerzas ancestrales que regían las fuentes de la magia. Todo eso era un conocimiento arcano que requería una capacidad y una iniciación y Sagitas nunca había sabido mucho de ello, ni siquiera en los tiempos en que se veían todos los días.

Lo cierto —siguió escribiendo—es que la Orden del Fénix no me ha exigido apegos a ideologías concretas ni el cumplimiento de deberes o requisitos que comprometan mi tiempo. Todo lo contrario, me ha dado una libertad de acción como pocas veces tuve durante mis largos años como mortífaga, que ciertamente conoces, pues fuimos compañeras de bando también entonces.

«No culpo a los mortífagos por ello. En realidad, muchas de mis limitaciones venían dadas por el espantoso cargo que ocupaba, el mismo con el que ahora te toca lidiar a ti. También por el hecho de la lealtad que debía a mi propia familia. Esa la he cumplido siempre, aún ahora.»

«Te extrañará que diga esto, teniendo en cuenta que mi propio padre, patriarca de mi familia, es compañero tuyo. Pero debería extrañarte aún más que mi padre no me haya desheredado ni expulsado de la familia. Es raro que nunca te hayas hecho preguntas sobre ese particular, teniendo en cuenta que fuiste testigo en primera persona de cómo mi padre expulsó a Boss de su familia y casa, cuando me casé con él. Te diré que mi padre sabe de mi militancia como yo sé de la suya y está de acuerdo, al igual que yo estoy de acuerdo con la suya. Más no puedo decirte, por más que esté dejando en este papel desahogos y secretos que jamás pensé que te diría.»

«Creo que te equivocas mucho en los planteamientos que haces en el Edicto. Más allá de mi hilaridad inicial al leerlo, que me llevó a escribirte la primera carta, pienso que vas a echar sobre Inglaterra toda la ira de la comunidad Internacional, por no mencionar que muchos gobiernos extremistas ya estarán contratando sicarios para atentar contra tu persona. Haré lo posible por protegerte, pero te advierto que el clima internacional es tenso y hay mucho odio hacia el gobierno inglés.»

«Lo que no puedo garantizarte es que la Confederación Internacional de Magos no tome medidas contra Gran Bretaña. He intentado frenar el enfado de la mayoría de las naciones, pero no sé cuánto tiempo más podré darte. Nada le interesa menos al mundo en estos momentos que otra guerra mágica y haré lo posible por contenerla, pues dada la apabullante mayoría de países que condenan tu Edicto, las consecuencias no serían benévolas para el país al que amamos y pertenecemos.»

«Entra en razón, mujer. No necesitas recortar las libertades de nadie. Y no me refiero a las libertades de los muggles que deberías saber que a mi siempre me han importado relativamente. Otro punto de tu misiva que me hace pensar en lo muy desconocida que resulto para ti, a pesar del tiempo que hace que nos conocemos. Nunca comulgué con tus ideales de protección y confraternización con los muggles, ciertamente. El problema es que son las libertades de los magos las que estás coartando, imponiéndoles la necesidad de registrar a los squibs de sus familias, haciéndoles pasar por la humillación que eso supondrá en muchas de las familias mágicas, sobre todo las que militan en tu bando. Obligándolos a inscribir a los nacidos de muggles, que viene a ser lo mismo que prohibir el matrimonio con muggles, limitando la libertad individual de los magos y brujas, además del agravante que supone para los propios mestizos, población para nada despreciable en la propia Gran Bretaña. Prohibiendo la interrelación comercial con los muggles, lo que no sólo es coartante y limitante y una pérdida de derechos fundamentales, también es un terrible error. La mayoría de las fortunas mágicas británicas proceden de ese comercio y este fenómeno no sólo es característico de nuestro país, es común en todo el mundo. Te vas a echar encima a gobiernos enteros cuya fuente principal de financiación es el comercio con muggles.»

«Por otro lado, apartar a nuestro país de la disciplina de la Confederación Internacional de Magos, dejará a la población inglesa en una situación de indefensión.»

«Creo que te equivocas pensando que coartando la libertad de los magos y brujas lograrás acabar con el Inquisidor, algo en lo que, por cierto, sumarías total apoyo en el mundo mágico, pues todos queremos que esa amenaza termine de una buena vez. Puede que haya diferencias sobre la forma de acabar con la amenaza del Inquisidor, pues no todos son partidarios de tomar medidas extremas, pero lo cierto es que la voluntad de terminar con ese problema es unánime.»

«Deberías ver el Estatuto para el Secreto de la Magia no como lo ven esos necios del Partido del Conservadurismo sino como lo que es en nuestros días: no en su forma medieval de ocultación de la magia sino en su forma más moderna de protección de la magia. No nos ocultamos porque tengamos miedo de los muggles, hace muchos siglos que el mundo mágico dejó ese postulado. Nos ocultamos porque nuestra vida resulta más cómoda y provechosa sin tener que lidiar con injerencias muggles. El Estatuto nos ha beneficiado durante siglos, muchos se han hecho ricos gracias a él. Muchos han controlado gobiernos mágicos y muggles gracias a él. Muchos han podido obviar las tonterías de los muggles gracias a él. Y ningún mago o bruja se ocultaba de los muggles en nuestros tiempos. Ocultaban su poder, sí, pero en general para lograr que ese poder fuera aún más poderoso, no por miedo a quienes no pueden empuñar siquiera una varita.»

«No te dejes confundir por la propaganda mortífaga. Sé de sobras que puede llegar a ser muy convincente, pero empieza a ver con tus propios ojos la realidad que te rodea. Son muchos los mortífagos que me consta saben eso y no se dejan chantajear ideológicamente, pero desafortunadamente, no todos ellos tienen esa capacidad de desligarse de las opiniones mayoritarias. Y sobre todo, ten mucho cuidado, querida amiga, tu vida podría estar en terrible peligro ahora mismo.»

Con cariño,
Mackenzie Malfoy


Certificado invisible de hechizo de protección de arqueomagia, sólo leíble por arqueomagos. Esta carta tiene encantamiento de protección especial y su contenido sólo es para los ojos de Sagitas. Se autodestruirá ante la mirada de cualquier ojo, humano o técnico, mago o muggle y cualquier intento de utilizar su contenido en contra de su redactora provocará el olvido inmediato de lo escrito en ella.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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