Jump to content

Edicto sobre el Estatuto Internacional del Secreto en territorio inglés


 Compartir

Publicaciones recomendadas

Richard Ashryver

Príncipe de Escocia, Palacio de Holyrood

 

 

Toda la mañana se la había pasado revisando los papeles que su madre, la reina, le había pedido verificar para sus escoltas reales apartir de ese momento, lamentaba no seguir siendo un niño, cuando sólo los adultos se encargaban de todo aquéllo y no él, sus primos y hermanos se burlaban al ser el siguiente en la línea de sucesión, la reina se había encargado de instruirlo por bastante tiempo pero desde que su madre, Alessandra anunciará la separación de Escocia con Inglaterrasufrían revueltas internas bastante seguido.

 

-Su majestad- entró a su oficina uno de los sirvientes con el periódico en mano.

 

Richard lo desplegó sobre la mesa tapándose con un edicto sobre el Estatuto Internacional de la Magia, leyendo lo que decía pensó que la ministra había enloquecido, no hace mucho defendía a los muggles con uñas y dientes y ahora no se revelaban de aquélla forma.

 

Eso no los afectaba, estaban separados y sabía que ni la ministra ni la reina habían conversado con respecto a Hogwarts.

 

-Scot, llama a la reina- le pidió al único al que confiaba de su guardia personal.

 

Con la publicación de la Potter Blue seguramente Escocia podría hablar con ella para hacer acuerdos favorables para ambas naciones, aunque estaban cerca y habían estado Unidas aquéllo cambió por culpa del inquisidor tomando medidas firmes y fuertes con respecto a su gente pero si decidieron al fin abrir los ojos los ingleses hablaría con su madre.

 

-Madre!! Que gusto verte, Haz leído esto?- le dijo entrenandole el periódico -si es así, podemos sacar provecho con Hogwarts sólo serían permitidos Sangres Puras no mestizos ni nacidos muggles- le dijo con la voz ansiosas ya que sus planes también iban de derrocar a la reina de Inglaterra y hacerse ellos con el poder.

 

 

@@Kamra Ashryver D.

8Ld9VUG.gif| Teta-Darla-4.gif 

44SykDH.jpg

GSV2021-Sx-Ly-K-2.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

GNJ37Aj.png

No sabía muy bien por qué, pero las palabras que gritó Sean hacia las puertas del despacho de mi hermana me hicieron reír más. Pasé de golpear casi con furia a dar torpes y arrítmicos golpes movidos por la risa. Casi no pude reaccionar a la nueva voz que se incorporó a nuestras espaldas y que nos apeló directamente a Sean y a mí. Sentí mi mano caer al vacío y rozar una tela. Al girarme y toparme con el rostro de la pelivioleta de frente, cerré los labios, la risa se me cortó y se quedó contenida en los pulmones. Por unos instantes, no respiré.

 

Sagitas estaba allí. Di una bocanada de aire al darme cuenta de que había dejado de respirar y torcí la mandíbula, incrédulo. Escuchaba sus palabras, pero no podía dejar de preguntarme qué le diría. Era ella. Parecía ella. Concentré toda mi atención en mi olfato. Olía a ella. Pero aún así, no podía terminar de creérmelo. Mi cabeza anteponía las teorías que había elaborado con anterioridad: «es una impostora, no es ella», «está bajo los efectos de un Imperius, no es ella», «alguien la está extorsionando, no es ella».

 

Entré como un autómata, con el gesto todavía torcido y sin dejar de mirarla como quién mira a un vendedor de reliquias tratando de encontrar la trampa en su elaborado discurso de venta, tratando de ver la estafa en sus ojos. Nunca jamás su transparencia me había molestado tanto.

 

— No, no nos atacan dragones rumanos, no.

 

Aquello era absurdo. Ni siquiera sentía que me pudiera comunicar con ella con normalidad. No sabía que decir. No sabía qué quería decirle. No sabía qué podía decirle. Ella era plenamente consciente de mi relación con los muggles. Narices, ¡no podía haber roto todas las suyas de la noche a la mañana! Pero, además, ¿podía de verdad confiar en que era ella? No ya que lo que tenía delante era su verdadero cuerpo y no un impostor bajo los efectos de una poción multijugos, sino, ella. La Sagitas Ericen Potter Blue que conocía. Maldije una vez más la transparencia en su mirada.

 

Nos había pedido respeto y que, durante el tiempo que estuviéramos entre aquellas cuatro paredes —¿cuatro?, ¿cuántas paredes tenía aquel lugar?—, la tratáramos como la Primera Ministra. Bien, eso haría. Sostuve la mirada el tiempo justo como para que aquello comenzara a ser incómodo incluso para ella. Entonces, obedecí.

 

— Señora Ministra, ¿qué ha hecho?

 

Aquella parecería una pregunta demasiado simple. Pero no os engañéis. Tuve la oportunidad de preguntarle frente a frente lo que todo el planeta se estaba preguntando en aquellos instantes. Ni siquiera me percaté de la carta que se posaba sutilmente sobre el escritorio que había a sus espaldas en aquel preciso momento.

Editado por Adrian Wild

Useiaum.gif

Firma AW.png
✤ Viajero de la noche ✤

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

FgCYNNN.pngSé que debía practicar el permanecer impasible ante los hechos exteriores, impertérrita, aprender de Aaron quien, en su momento, mantuvo el control de la conversación que mantuve con él en la Mansión Black mientras yo dejaba salir mi genio hispano. Sí, sería ideal aprender a mantener inertes los músculos de mi cara mientras escuchaba el desparpajo de Sean, entrado en el despacho como si estuviera tomando posesión de él, como si le perteneciera.

Pero no fue así, últimamente me costaba reprimir los gestos faciales y sé que reflejé muy poca entereza cuando le contesté a su referencia de Perenela.

-- Mi hija está en casa, recuperándose todavía de las lesiones que le infligieron por tu culpa.-- Sí, lo sé, bien directa. -- No creas que olvido que ella ha sufrido las consecuencias de tu... profesión. ¡Y deja de olerme como si fueras un crup!

Le retiré la mano de su alcance al ver que intentaba oler y decidir si yo era yo. Avancé con paso firme de unos pies enfundados en botas oscuras hacia mi sillón, aunque sin llegar a sentarme. Me giré hacia Sean, quien seguía hablando con tanta tranquilidad que me ponía nerviosa por conseguir hacer eso de forma tan fácil mientras que yo, ni con un Filtro de la Paz lo conseguía.

-- Sabes que tú y yo nos odiamos de forma buena, sana. No pondría en peligro tu vida, al menos mientras sigas casado con Perenela, algo que espero dure poco para poder cambiar mi perspectiva respecto a ti. Sobre si me gano enemigos, vamos, es algo que no me hace perder el sueño ahora mismo.

No hacía falta decirle que sufría de insomnio desde hacía tiempo y que seguía lúcida gracias a pociones y a la rabia acumulada que parecía me mantenía atenta a lo que me rodeaba. Le bufé ante las siguiente preguntas, pareciendo un Kneazzle cabreado al quien le molestar tener que contestar sin-sentidos.

-- ¡Pues claro que vuelvo a hacer magia! -- casi le grité. Supongo que por eso bajé un poco la voz. -- Aún tengo momentos en que noto que tarda un poco en actuar, pero lo estoy deshaciendo a base de práctica.

Cerré un poco los ojos. Decir en público que tenía antídoto cuando, en su momento, me había dicho que no había más dosis, me olía a que quería algo a cambio. Y si algo odio es que la gente me manipule. Endurecí las facciones y mi voz volvió a bajar, aunque esta vez el tono era de rabia.

-- Elvis Gryffindor ha muerto, fue asesinado... -- me tembló la voz al hablar de él -- hace una semana. Iremos a su entierro. Sí, los dos. Por supuesto que necesito alguien que conozca y que confíe para todo eso que has dicho. No das la talla, por supuesto, pero te quiero cerca de mí para controlarte, así que el puesto es tuyo.

 


La mención de Nathan y Aaron me hicieron fruncir el ceño, pero no me dio tiempo a preguntar por ello. Me senté en el sillón que se adaptó de forma mágica al contorno de mi espalda, haciéndome sentir muy cómoda. Sobre la mesa, un pergamino llamó mi atención, no estaba hacia un minuto, cuando me levanté. El corazón me latió a mil en cuanto reconocí la letra de Mackenzie Malfoy. No sé porqué me entró cierto temblor y miedo sólo al acariciar aquella misiva con la punta de los dedos. Se me nublaron un poco los ojos y no sabría decir si era por el temor a leer su respuesta o por la forma de hablar de mi hermano Adrian. Apreté la mandíbula y el dolor al apretar tan fuerte me dio fuerzas para contestar.

 

-- La Señora Ministra quiere saber si crees que estoy equivocada, Adrian. -- Volví a acariciar la carta de Mackenzie y decidí leerla a solas, donde los sentimientos fluyeran sin escuchas ni ojos que vieran lo vulnerable que me sentía en aquel momento. -- No confío en nadie, los muggles nos han traicionado, han creado grupos de ataque en nuestra contra. Yo misma he sufrido su ataque en mí... ¿Crees que no es mejor pecar de protectora e impedir que la comunidad mágica sea agredida? Ellos se merecen ese control, sólo estoy devolviendo ojo por ojo. Si ellos tienen cazas aéreos, nosotros tenemos magia. Y no tenemos que dudar en usarla.

 

Tomé con rabia la carta de Mackenzie y la encerré dentro de un cajón de la mesa, como si pensara que ella pudiera estar oyéndome y juzgándome por eso.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

GNJ37Aj.png

Mi cabeza había obviado la pregunta de Sean sobre la pérdida de magia de la pelivioleta. En realidad, había omitido gran parte de la conversación que habían mantenido entre ellos hasta que hube formulado mi pregunta, pues mi mente se había visto envuelta en un debate consigo misma, buscando la pregunta acertada. Pero, en el fondo, subconsicentemente, sí había almacenado aquella información, sólo que había decidido —erróneamente— desestimarla y dejarla momentáneamente en ese compartimento de mi cabeza, al que a veces debería prestar más atención, de "las cosas del pasado". Quizá de haberme interesado antes por cómo se encontraba mi hermana, si hubiera estado más cerca de ella en todo ese proceso por el que había tenido que pasar en aquellos meses, hubiera podido hacer algo por evitar que se aferrara a un dolor que pude entrever en su respuesta.

 

No había visto cómo le había afectado toparse con la carta que reposaba sobre su escritorio cuando se hubo sentado tras él, pero sí vi cómo la guardaba a buen recaudo en uno de los cajones antes de volver a tomar la palabra. Tuve que tragar saliva antes, eso sí.

 

— Pues el hermano de la Primera Ministra cree que se ha perdido. —Tuve que volver a tragar saliva. Al ir a aquella oficina pensaba que iba a ser realmente fácil decirle a mi hermana, como siempre había hecho, lo que pensaba. Pero tenerla delante, ver que sí era ella y que había decretado aquel edicto conscientemente, y tratarla de una forma tan distante por el impacto de realidad que estaba sufriendo... No, no podía seguir hablándola así. Me senté en uno de los sillones del otro lado del escritorio al que ella se encontraba y la miré a los ojos—. Sagitas, ¿dónde estás? —Otra pregunta que de sencilla, se volvía compleja—. Tú sabes lidiar con el dolor mucho mejor que esto. Estás actuando desde el dolor —mi tono se dulcificó y mi voz se quebró un poco— y siento no haber estado para compartirlo y aligerarlo, para ayudarte, pero, ¿ojo por ojo? ¿De verdad? Hermana —me forcé a tomar una de sus manos entre las mías. Lo forcé y, encima, no sentí el calor del afecto, sino frío. Sólo frío—, ojo por ojo, al final todos ciegos.

 

» ¿Desde cuándo juzgamos a toda una sociedad por los crímenes de unos pocos? ¿De verdad estás buscando justicia haciendo eso? Sé que estás en una posición extremadamente difícil y sé que hay que tomar medidas de control para que esto no se desmadre, pero estás promulgando, dándoles peso y motivo a todos aquellos que llevan buscándolo desde hace siglos, un discurso de odio que lo único que puede conseguir es abrir aún más la brecha por la que ya justos e inocentes están cayendo.

 

» No puedo, ni por asomo, siquiera sugerirte cómo gobernar este país, pero sí te puedo decir que pares un segundo a reflexionar, que todavía estás a tiempo, y que en la calma, cuentas con mi apoyo. Pero así no, hermana —y volví a retirar mis manos hacia mi regazo, pues la ausencia de afecto comenzaba a congelarme entero—, así no puedo. Ni yo, ni nadie. Tú eras el cambio que muchos esperábamos y ahora resulta que tú has cambiado.

 

Me quedé en aquella postura encogida sobre el asiento, con las manos entre los muslos y, por un instante, bajé la mirada a la superficie del escritorio. Como si no lo hubiera hecho antes, mi conciencia despertó realmente; había comprendido algo con aquellas últimas palabras. Mi hermana había cambiado. Regresé a mirarla a los ojos. Su transparencia me atravesó de nuevo.

 

Me levanté de golpe y retrocedí hacia la puerta. Por unos momentos mis propios fantasmas se revelaron en mi interior. Llevaba meses luchando contra ellos, contra todo lo que había descubierto del pasado de mi padre, agitando las grises nubes que amenazaban con ensombrecerme hasta que la oscuridad me pareciese un nuevo refugio desde el que poder explorar a fondo e investigar más sobre él. De pronto, creí comprenderla.

 

Otra compuerta de mi mente se abrió y un resquicio de aquello que había almacenado de la conversación anterior de la pelivioleta con Sean se asomó por ella. Elvis había muerto. Volví a dar otra bocanada de aire, pues había sumido mi respiración a un tempo mucho más lento sin darme cuenta, y entonces solté, como un espadazo contra mis propios fantasmas:

 

— No puedes hacerle esto a la Potter Black. Ni a tus ideales. Ni a Elvis.

 

De lo que no me di cuenta en aquel momento era de que aquello, me lo decía también a mí mismo.

Editado por Adrian Wild

Useiaum.gif

Firma AW.png
✤ Viajero de la noche ✤

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Gran Bretaña

Ministerio de Magia

 

Había subido al ascensor y se dirigía al Atrio o no sabía bien dónde, el aroma de la pelirroja se sentía en el aire. Su cabeza daba vueltas y casi que paseaba en el cubículo metálico hasta que un par de brujas entraron riendo.

 

—¿Les has oído den el despacho de la ministro?

 

—Sí, sí —ahogó la risa -y mientras él decía que la acusaría con su mamá la pelirroja los veía como si no fuera seguridad.

 

¿Qué habían dicho? Las mujeres habían subido en el nivel del despacho ministerial y se bajaban en el piso de la cafetería. Darla apoyó su mano sobre la puerta del ascensor impidiéndoles el paso.

 

—¿Qué han dicho? ¿Quiénes golpeaban la puerta de la ministra y quién les observaba?

 

Las dos mujeres se sobresaltaron y la observaron unos segundos hasta reconocer el pequeño escudo en su pecho, un mínimo pin que la distinguía como miembro de la seguridad, la cual estaba dudando estar cumpliendo.

 

—El her-mano de la Ministra y ehmm… la hija de Elvis Gryffindor —dijo una de las dos jóvenes antes que Darla levantara el brazo para dejarlas salir, casi corriendo.

 

Sin dudarlo apretó el botón que le llevaba hasta el despacho de la Potter Blue. Había estudiado todos los papeles que había logrado recuperar de Elvis y su familia y lo que había visto en los registros familiares la tenía preocupada. Era verdad que estaba dispuesta a impedir que las venganzas arrasaran a la familia pero también, como compensación por su silencio protegería a su compañera de bando como diera lugar, si es que ella se dejaba, claro, la sacerdotisa era muy particular.

 

Se dirigió al despacho de Sagitas en cuanto las puertas del ascensor le franquearon el paso. El que no se lo quiso franquear fue un secretario del lugar.

 

—La Ministra está ocupada.

 

—Lo sé, soy del Departamento de Seguridad, esperaré afuera.

 

—Está con su familia no creo que… —no pudo terminar porque la bruja golpeó con su diestra el escritorio y se inclinó hacia él con un gesto de furia.

 

—Pues ten en claro querido que por mis venas corre la misma sangre Potter Black que por las de ella y te aseguro que algo más que caerá con furia sobre ti si no me dejas pasar —los ojos de la vampiresa se habían vuelto oscuro, ni el esmeralda de Scarlet ni el rojo de Darla, era el negro de la oscuridad que manejaba con el Fūsiō mezclada con metamorfomagia mientras en su mano una esfera de oscuridad giraba por unos segundos mientras el mago la observaba con ojos aterrados aquellos ojos sin pupila ni iris, totalmente negros.

 

—Pa… pase –alcanzó a tartamudear ante una Darla que recuperó su cálida sonrisa y su mirada castaña en la que no se notaba más la magia de su clan ni siquiera había rastros del agujero negro que había invocado en sus manos.

 

—Gracias —dijo la pelirroja entrando al antedespacho de la Ministra, las voces se colaban a través de la puerta y ella alcanzó a distinguir alguna de aquellas palabras mientras iniciaba un molesto y rítmico caminar a lo ancho del lugar en un ida y vuelta frente a la puerta ministerial.

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Leonid Yaxley

 

HSCT Centre, Moscú, Rusia.

 

 

 

Abrió los ojos.

 

El aroma a químicos y productos de limpieza inundó sus fosas nasales, el pelirrojo sintió el cómodo colchón debajo de su cuerpo mientras trataba de incorporarse en la camilla. Observó la pulcra y blanca habitación que hacía juego con las sábanas de lino que se enredaban en sus piernas y la encontró completamente vacía.

 

Una pequeña mesa de luz de madera se encontraba junto a su camilla y sobre la misma había una jarra de bronce, un juego de tazas y una pequeña botellita de vidrio con un líquido verde brillante en su interior, del otro lado de la habitación había una pequeña ventana con las cortinas corridas. No había reloj en la paredes y no podía ver el exterior para saber qué hora era… o qué día.

 

¿Cuánto tiempo llevaba allí? No se sentía enfermo, ni tenía ninguna herida en el cuerpo pero su mente se encontraba aún embotada ¿Que hacía en un hospital? Se obligó a recordar, pese al desconcierto de la situación se sentía completamente tranquilo, sabía que llegaría a una respuesta.

 

Su mente estaba envuelta por densa niebla, por más que intentara no lograba recordar haber llegado a un hospital, el ojiazul intentó buscar el recuerdo más antiguo que no se encontrara ofuscado por las espesas pócimas y medicamentos que seguramente le habrían suministrado.

 

La mágnifica Plaza Roja se alzó como un faro entre la niebla de su mente, los cánticos de cientos de magos y brujas resonaron en su memoria mientras la manifestación tomaba forma. Comenzaba a recordar. Vigilaba junto a Andrey las manifestaciones convocadas en apoyo al Edicto de la Primera Ministra Británica…cuando…un estremecedor rugido agitó el recuerdo, el fuego y el dolor lo llenó todo. ¡La explosión!

 

Como si fuera alguna especie de señal el recuerdo del atentado despejó los vapores soporíferos que atolondraban su mente, despedazando la tranquila que sentía desde que despertó. Saltó de la cama, solo llevaba una bata verde puesta pero no le importaba, tenía que hablar con alguien, debía enterarse que sucedió en la Plaza Roja. Pensó en los manifestantes, en Andrey que estaba a su lado y en el Edificio de Gobierno, el miedo se atenazaba en su estómago con más fuerza a cada segundo. Quería respuestas.

 

En dos largas zancadas llegó hasta la puerta metálica que esperaba conectara con algún pasillo cuando estaba se abrió sin siquiera tocarla. Del otro lado una sonriente medimaga de túnica amarilla se interpuso en su camino.

-Veo que ya despertaste - comenzó diciendo animada - Justo a tiempo, una bruja francesa pregunta por ti -

 

 

 

@@Ada Camille Dumbledore

 

Firma-Nueva.md.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

 

Black no había estado del todo seguro si haberla besado era lo correcto pero el renovado contacto producido por la bruja lo tranquilizó. En aquel instante entornó su mirada perla para sentirlo de forma más acentuada, y al volver a despegar sus párpados, no pudo contener una renovada sonrisa.

 

Negó lentamente a modo de respuesta y tomó con suavidad el pergamino que la bruja se había encargado de arrugar para lanzarlo a la basura. Dio un par de pasos y lo lanzó en el sitio adecuado, junto al escritorio.

 

—No pensaba pedirte disculpas, de todos modos —dijo entonces, con un tono grave que había sido algo ahogado, como si le costara en ese punto articular palabras. Había un extraño brillo en aquellos ojos grises que normalmente se mostraban carentes de emociones, como el rostro endurecido del mago en general. Hasta la cicatriz que nacía en su pómulo izquierdo y moría encima de su ojo, casi a la altura de la ceja, se la veía distinta.

 

Cuando estaba aproximándose nuevamente en dirección a Mica, para tomar su mano y explicarle parte de lo que debía realizar con aquellos pergaminos, la puerta del despacho se abrió de golpe y la irritabilidad incontenible se evidenció en el rostro de Black.

 

—Smith, te he dicho un millón de veces que debes golpear la puerta. ¿Acaso no lo entiendes? —El evidente malhumor del director debió petrificar al empleado del departamento, quien avanzó con cautela, como pidiendo perdón tanto a Black como a Gryffindor.

 

—Me temo que esto es importante, señor Black. Es una misiva recién enviada desde Francia. La envía su colega de deportes y juegos mágicos. —El mago de cabellos castaños y perfectamente peinado, llamado Smith, dejó el sobre de la carta encima del escritorio. Y antes de que Black se pusiera a gritarle, cosa que nuca haría en realidad, se largó con la misma rapidez con la que había aparecido.

 

Black alternó su atención entre el sobre sellado y la hermosa bruja que continuaba sentada en su escritorio.

 

—¿Qué crees que sea? —le preguntó por lo bajo, mientras se aproximó a la carta y la abrió.

 

Empezó a leerla para sí mismo y con cada línea, el semblante del mago de cabellos negros parecía volver a endurecerse. Pasó una de sus manos por la frente y luego como si pretendiera ordenar sus salvajes cabellos negros y hebras plateadas. Miró a Mica, y dejó la carta a su lado.

 

—Esta Ministra nos va a matar a todos. Este hombre me propone crear algo paralelo a la actividad oficial. ¿Te imaginas tener una liga clandestina de quidditch de carácter europeo? En estos momentos lo veo como una locura, otra locura en este contexto de locos. Y justamente por ello, la veo posible, ¿será que nos estamos volviendo menos prudentes? —No sabía qué opinión tendría al respecto la bruja de ello, pero por un instante, Black volvió a olvidarse de explicar cómo rellenar aquellos pergaminos y apegó los labios en la Gryffindor con suavidad, sin añadir nada más.

 

gfPUyue.gif
3wxY6Tq.pngo9Wa2uN.gifyfKAz8a.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Oficina del Director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

Observó al Black moverse tras el beso, los cambios en su semblante eran más que evidentes. También sabía que su propia expresión estaba modificada, no podía evitar sonreír, pensando en todo el tiempo que llevaba de conocer a aquel mago y cómo las cosas podían de un momento a otro cambiar y transformarse. Permaneció en silencio mientras él se deshacía de aquel pergamino arruinado.

-No pensaba pedirme disculpas, pero lo hizo… ¿Qué pasa, Black? ¿Lo pongo nervioso? -dijo divertida, la voz del caballero evidenciaba que lo estaba sacando de la estructura.

Por fin la atención había vuelto hacia los pendientes del departamento, cuando alguien ingresó sin avisar al recinto. Notó cómo su compañero se molestaba por la interrupción y hablaba a su empleado con un inesperado malhumor. El empleado pareció arrepentido por interrumpirlos, pero para nada el gesto de la Gryffindor se asimiló a la de su jefe. Comprendía que el caballero en realidad estaba trabajado y debía atender a los asuntos que surgiesen.

El muchacho, de nombre Adam, explicó que era un tema importante, lo cual cambió un poco la expresión de su jefe. Cuando recibió la misiva en sus manos, notó la mirada que volvía hacia ella luego de observar el papel, como tratando de cerciorarse que fuese real. El empleado escapó de la escena, como intentando pasar desapercibido. Sintió un poco de pena por él, era evidente que lo aterrorizaba aquel hombre que, bien sabía, no le haría daño.

-Si no lo lees no lo sabrás- respondió a la espera de que le confiase el mensaje que había llegado. No dejó de observarlo mientras lo leía, notando cómo sus gestos se endurecían.

Se sorprendió bastante, pues el hecho de que a sabiendas de todo lo que estaba pasando, el organizar una liga clandestina de Quidditch podría resultar la perdición de muchos, o un salvavidas a la hora de encontrar distracciones. “Poco prudentes” el término utilizado le resultó ideal, no solo para describir la propuesta extranjera, sino también para lo que ellos mismos estaban haciendo. Sus labios volvieron a encontrarse y dejó que su mano subiera hasta el cabello del Black, acariciándolo suavemente.

-Puedo acostumbrarme a esto- susurró separándose apenas de sus labios -pero te advierto que te costará más echarme de tu oficina- agregó trasladando su mano hacia su mejilla -Poco prudentes, sí, creo que puede ser… pero me encanta la idea- no sabía ya si hablaba de quidditch o de sus acciones.

Se apartó un poco y tomó el mensaje, leyéndolo nuevamente. Realmente parecía una locura, pero en ese momento sentía que todo era posible, y toda excusa sería buena para trabajar codo a codo con el Director de Departamento.

-Podemos hacerlo- dijo con confianza, incorporándose para recargarse en el escritorio -Puede que, si contactamos a las personas correctas, contemos con mucho respaldo… ¿o crees?- tendió la mano hacia él, esperando que la tome con la suya, intentando encontrar alguna respuesta en su mirada.

@@Martin N Roses

oKhf7Mf.png

4dV4RuU.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Anne Marié Giroud. Moscú, Rusia

 

Las noticias habían viajado rápido, desde el momento en que había llegado a Moscú los periódicos mágicos habían anunciado la tragedia: en plena manifestación de magos una explosión había causado cientos de muertos y heridos. La lista de los heridos había sido publicada y allí había encontrado a mi amigo Leonid, preocupada dirigí mis pasos hasta el hospital donde los magos eran atendidos. Mi Ruso era bueno, había recibido entrenamiento en Siberia y el idioma y el acento lo había asimilado durante mi estadía, pero cierto acento francés no desaparecía del todo y era notorio para algunos.

 

En el Stand de enfermería la enfermera me indicaba la habitación en donde el ruso estaba, al parecer por el informe médico, en buenas condiciones generales. Pero una contusión en su cabeza secundaria a la onda explosiva lo había dejado sin sentido y aún estaba inconsiente. Sentí algo de preocupación, el pelirrojo solía ser fuerte y no era de los que solía darse por vencido fácil. Tras las indicaciones de la enfermera camine por los pasillos hasta encontrar la habitación, no sin perderme un par de veces en las imágenes de los periódicos mágicos que algunos visitantes del hospital observaban, había sido una crueldad y no dudaba que el inquisidor estuviera detrás de todo esto y la manifestación le hubiera dado la oportunidad de hacerlo. Suspiré frustrada por los acontecimientos, como era posible tanta crueldad en una persona. Traté de no distraerme más, así que seguí por el camino que me habían indicado la enfermera y me encontrebuna escena graciosa: Leonid estaba frente a la puerta de su habitación en bata y la enfermera le informaba que "Una francesa lo buscaba".

 

Lo salude con la mano y una sonrisa, se le veía bastante desorientado, conocía esa sensación y más de un momento tan fuerte.

 

-Merci mademoiselle infirmière

 

Salude a la enfermera mientras tomaba del brazo a Leonid para ayudarlo a entrar, lo lleve hasta la cama y le ayude a sentarse, tenía algunas heridas superficiales en la piel, nada grave a simple vista. Me preocupaba el que hubiera estado inconsciente pero ya el sanador le vería y nos diría como se encontraba.

 

-Yaxley te has dado fuerte en la cabeza, menos mal eres un cabeza dura, eso de seguro te salvo -

 

Solté bromeando mientras le ayudaba a poner algunas almohadas y le ayudaba a poner su espalda en el respaldo de la cama, tapandolo luego con las cobijas, subí entonces la barandilla y lo acomode.

 

-Iba para Alemania a una misión del Ministerio y me entere lo que sucedió, ¿Como te sientes Yaxley?

 

Mi rostro no demostraba ninguna expresión, pero estaba preocupada por mi amigo, sabía que era fuerte e imperturbable y me afectaba verlo así.

 

@@Syrius McGonagall

IMG-20220208-WA0203.jpg

Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Habiendo recibido la aceptación de la ministra, salió deprisa de la Oficina de la misma pensando que hacía mucho tiempo que no pisaba Londres, ya tendría tiempo de pasear cuando toda esa situación terminase.

 

Entró con rapidez a la Oficina de transporte transporte -a donde señor greyback- pregunto el empleado de ese departamento -a Londres por favor patricpatrick- ante el puso un zapato sucio.

 

Al tocarlo la aparición en el centro de Londres fue casi espontánea, una tenues neblina cubría la ciudad , algunas tiendas y departamentos se hallaban casi destruidos, era notorio que los ataques de los muggles había sido más intenso en ese país, pasó entre las turbas de manifestantes muggles ignorando lo que muchos le gritaban.

 

Entró en una vieja cabina de teléfono , una vez dentro del recinto que el ya conocía, al llegar a la puerta de la ministra @@Sagitas Potter Blue , antes de llamar a la puerta escucho que hablaba con alguien más que estaba con ella.

 

@@Sean -Ojo Loco- Linmer

@@Ada Camille Dumbledore

Editado por taison logan greyback

2j7M9VB.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.