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Edicto #3 sobre los Transportes Mágicos en el territorio nacional


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Desde que Accidentes no restauraba accidentes, estaba muy aburrida. Hoy estaba en la oficina, haciendo origamis de animalitos mágicos. Había una colección de basiliscos, hipogrifos, strealer, thestralls... Siempre había sido muy buena en la papiroflexia. Ahora estaba haciendo un calamar gigante, pero no me salían, en cuanto llevaba unos cuantos patas, se me rompían. Arrugué el pergamino y lo tiré a la papelera. Me sentía mal por estar allá, ocupando una silla sin nada que hacer, con todo lo que estaba ocurriendo en el país. La Tía Sagitas estaba teniendo problemas en la sociedad con sus edictos.

Cuando llevaba una hora medio dormida entre los papeles, decidí salir a estirar las piernas. Dejé la tercera planta y llegué al Atrio. Con gusto hubiera metido los pies en el agua de la fuente. Miré por encima de mi hombro y noté que los guardias de las varitas estaban ocupados en el control de las mismas, así que puse una sonrisa algo pícara, me quité los zapatos, me levanté el vuelo del vestido, para no mojarlo, después entré en el agua. Solté una sonrisita divertida. Era feliz, moviendo los pies en el agua, aunque a veces pisaba alguna moneda. Cada vez había menos, era como si la gente que pasaba por el atrio no tuviera tiempo para pararse o que no tuvieran monedas.

De repente, un avioncito me persiguió en el agua, Intenté cogerlo con las dos manos y me di cuenta que el vestido se mojaba, intenté recoger el  vestido y esquivar el vuelo del avioncillo. Acabé en el agua. El ruido atrajo a uno de los guardas, quien me ayudó a salir de allá y, nada amable, me puso una multa en la mano. Sostenía el avión en una mano y la multa y los zapatos en la otra. Cuando leí el memorandum, no supe decir qué ponía, la tinta se había corrido. Sólo entendí que era la letra de Matt , que me citaba en el departamento.

Tomé el ascensor soltando agua y dejando un reguerito a mi paso. Llegué a Accidentes y aún goteaba aquel líquido. Cuando entré en el despacho de Matt, sin llamar, encontré que estaba ocupado. Me dio mucha vergüenza que me vieran así, Darla y él, con los zapatos en una mano, una multa amarilla en la otra, ahora junto al aviso leído, con toda la ropa mojada y chorreando agua.

- ¡Perdón! Sólo quería avisar que estoy aquí. Me cambio, tengo ropa de recambio en la oficina. Después, vuelvo para saber qué querías, Matt, digo, Director de Accidentes.

 

@ Darla Potter Black  @ Matt Blackner

 

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El sabor del donuts de chocolate era delicioso. Menos mal que @ Perenela Arya Grindewald Potter Blue  me conocía muy bien y sabía que las malas noticias, como a los dementores, se les combate con tan dulce postre. Seguía mirando aquellas cifras y mi cabeza parecía jugar al pinball con ellos, rebotando de uno a otro. Siempre me sentía así cuando tenía que hacer las cuentas de contabilidad de mis negocios. ¡Y ahora tenía todo un país! ¿Cómo es que me metía en estos líos? Ya iba a hacer un año y aún no me acostumbraba a todo ese manejo de numeritos.

Escuché su comentario y, aunque no me gustara nada, tuve que admitir que tenía razón. No podemos darle a un funcionario oficial, acostumbrando a los términos legales de actuación, un hueco de escarbato, planificado por debajo, fuera de las normas. Intenté no reírme. Intenté no... reírme. Me reí.

-- ¿En serio te comerías un zapato de Tamarindo? -- La risa ahora se hizo más fuerte y seguida, imaginándome el enfado de Tama por perder uno de sus zapatos entrañables, seguro que no tenía muchos y ya había perdido una vez una bamba verde con el conejito Flamingo Flamengo, mascota de la "Ojo Loco"; vale esa era otra historia, mejor no me iba por las ramas, que ahora tenía un problema gordo que solucionar.

Sopesé lo que me decía. Ambas sabíamos lo necesario que era Sean en este momento, pero yo no quería hacerle daño, así que mascullé unos segundos si merecería la pena tenerlo cerca, después de... todo...

-- Oye, que tu hermano Matt es buena persona. Más bueno que tú y yo juntas, por algo eres algo demoníaca. Bueno... Si a ti no te importa... Pues sí que podríamos... consultar con... ésto... con Sean sobre este tema...

Iba con cuidado en este tema. Una cosa es que ella lo dijera y otra muy diferente que yo aceptara sabiendo que verle le dolería. Todo por el bien del País... ¿Merecería la pena? Carraspeé para cambiar de tema.

-- Sí, yo sólo confío en los Accidentosos. No sé quienes más tenemos de confianza en el Ministerio. Pero Matt y los suyos están comprobando el funcionamiento de las torres de energía mágica para potenciar el cierre de fronteras de toda Inglaterra. En cuanto funcionen las cuatro... Habremos cerrado el país para todos y no se nos escapará nada.

Volví la mirada hacia los papeles que ella me había dado. Había dejando una huella mía de chocolate. Suspiré.

-- Bueno, siempre tendremos este hueco si no sabemos como taparlo... Hay que buscar a los culpables. Y hacer con ellos una ejecución ejemplar, para que todo Londres, Inglaterra y el resto del mundo sepa que yo no me ando con chiquitas.

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Como imaginaba, @ Darla Potter Black  no tenía información sobre lo qeu podría estar pasando con aquellas torres...me hubiera extrañado que, de tenerla, no informase a Sagitas. Estábamos todos a cero, asi que no me parecía mala idea qeu trabajásemos juntos para esclarecer que ocurría. Sonreí ligeramente, encogiéndome de hombros mientras me apoyaba en la pared tras mi escritorio. 

- Lo imaginaba, pero prefería asegurarme.  - contesté - ni siquiera sabía que Sagitas estaba construyendo esas torres hasta que me lo ha dicho, en su despacho. 

 

Sonreí de medio lado, entendiendo como...quería convencerme? para que nos acompañara. Sostuve su mirada, pero no tardó en desviarla, dejándome sentir cierta intranquilidad en ella. No quise meterme, aunqeu ver pasar a @ Xell Vladimir Potter Black  dejando un pequeño rastro de agua a su paso desvió un momento mi atención.

- Claro! no te preocupes Xell, dos minutos para salir! - exclamé, mientras ella se escondía en los cubícul0s para buscar su ropa de recambio. - tenemos trabajo en el exterior!

 

Ahora si, giré la vista hacia Darla.

- Voy a ir con Xell. Es la única accidentosa con la que cuento. - dije, agachando la cabeza. - Pasé de dirigir un departamento fantasma a tener una empleada sin nada que hacer. - murmuré. - Va, prima...eres más que bienvenida en nuestra expedición. No solo por seguridad, tu experiencia es más que bienvenida, y un par de manos extra no nos vendrían nada mal.

 

 

 

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Matt salió del despacho, y ahí estaba Fenrir. Obedientemente, el lobo se sentó junto al escritorio de Sagitas, ofreciendo una imagen imponente mientras recibía empleados y visitas. Pero poco a poco, el animal se fue relajando y, aprovechando que no aparecía nadie, le dio un lametón en la pierna para llamar su atención. Le gustaba que le rascasen tras las orejas, y Sagitas le agradaba. 

 

Matt estaba triste, pero ella...ella también lo estaba a veces. El lobo lo sabía, y por eso intentaba animarla. 

 

Oliqueé la visita antes de que alcanzara la puerta, pero no reaccioné como si fuera un ataque, ya que por el olor, entendí que era la hermana del chico, @ Perenela Arya Grindewald Potter Blue  . Gruñí por lo bajo, dándole a entender que no había peligro, pero cuando entró ella, Sagitas dejó de acariciarme. Eso no me gustó, pero en lugar de exigir mimos, me tumbé a su lado, observando atentamente que hacían.

 

Las dos mujeres comenzaron a comer. El olor del chocolate era agradable, pero un lobo no debe comer esas cosas. Oir la mención a Matt hizo qeu levantara la cabeza y comenzase a gruñir. No iba a permitir que nadie se metiera con él. Pero Sagitas parecía nerviosa de nuevo, como si algo la preocupara. Asiq eu me levanté y  me senté de nuevo a su lado, poniéndole una de mis patas encima de la pierna para consolarla.

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Observaba a Matt, su gesto por un momento la hizo sentirse culpable, ¿había actuado como la predadora que era? El que se recostara contra la pared le hizo recordar años de cacerías con los antiguos miembros dela Orden Oscura, cuando todo era más simple, muchos magos tenebrosos habían tenido el mismo gesto que él, intentando escapar de sus colmillos. Se echó atrás con un gesto de culpabilidad.

Pero todo se había disuelto en un segundo, ella misma desviando la mirada, Matt desviando la suya hacia un sonido que le pareció extraño y que atrajo su propia mirada, Xell se disculpaba en ese momento y Darla abrió los ojos con asombro ¿por qué demonios estaba empapada? Eso le recordó a su tía Sagitas, echa sopa luego un viaje a Grimmauld Place, nadie había usado impervius en su ropa salvo Darla y a ninguno se le ocurrió aplicarse un tergeo para secarse. La pelirroja abrió los labios y los cerró de nuevo, algo desorientada. Había olvidado el efecto que su familia podía causar en ella.

Matt le calmaba, que no había drama y le avisaba que en dos minutos salían, demonios, qué rápido, pensó dándose cuenta de pronto en la que se había metido y dudó. Matt se dirigía ahora a ella y Darla asintió, con la vista aún perdida.

—Claro, me parece bien —empezó a responder cuando su primo le anunciaba que iría con Xell, le dio pena verlo triste por el desarme del grupo de los accidentosos, casi le contagió su tristeza, odiaba esa sensación desde niña de poder sentir y contagiarse de la pena ajena. Sus siguientes palabras la dejaron aturdida, quería y no quería un sí, pero asintió, no podía negarse ahora a ir con él luego de ofrecerse tan vehementemente ¿qué demonios pasaba con ella?

—Mi experiencia de campo está oxidada Matt, hace años que no trabajo en accidentes y como seguridad —suspiró —tu madre es difícil, Sean es difícil, con él y las aventuras que ha confesado en público tener en el Ministerio, la seguridad te aseguro que es el hazmerreír de Europa —suspiró Darla recordando como el Linmer había dicho en el acto en Graves Park que había colado mujeres en el ministerio para tener relaciones hasta en los closets de la limpieza. Qué vergüenza.

 

@ Matt Blackner  @ Xell Vladimir Potter Black

Editado por Darla Potter Black
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Hormiga 247

Primero la segregación, luego las limitaciones... ¿A dónde quería llegar Sagitas con todo aquello? Hormiga 247 no lo entendía, pero estaba segura de que aquella mujer tenía un plan en mente. Uno mucho más grande que el solo lanzar aquellos edictos cada cierto tiempo limitando y segregando a los humanos bajo su cargo. Hormiga 247 no aprendía, sabía que la última vez que había estado cerca de Sagitas, ella había notado su presencia y aquello las ponía en peligro así que aquella vez solo se limito a enterarse de los pormenores de aquel nuevo edicto y después puso todas sus patas en movimiento para buscar a Hormiga 505.

— Creo que comienzo a entenderte... —Sí, hormiga 247 no tenía sus ideas del todo claro, desde que había bebido aquella poción sus pensamientos eran cada vez más confusos, algunas veces estaba de acuerdo con hormiga 505 y otras simplemente no entendía porque ella no quería entender un poco más a los humanos para poder imitar aquello que pudiera serles de ayuda—. No la entiendo, 505, no entiendo a Sagitas para nada. ¿Qué busca con todas esas reglas extrañas, por qué no puede ser igual que nuestra reina que lo único que busca es el bienestar de todas en e hormiguero?

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Las llamaradas verdes me depositaron en aquella chimenea y me empujaron hacia el exterior. Lo cual fue un fallo, porque tras el impulso di algunos pasos para aterrizar y me golpeé contra una pequeña mesita que jamás hubiera imaginado que estaba allí. Erala segunda vez que pisaba la oficina nueva y no conocía qué había adentro. ¿Por qué había dejado ése objeto inútil? Apreté los dientes y cerré los ojos, pero fue una desgracia para la mesa el llevar mi varita en la mano porque luego de brindarle una patada a la madera, hice una floritura y ésta voló en miles de pedacitos, que llenaron de astillas el despacho.

Maldita mesa —murmuré, mientras movía mi varita encendiendo algunas luces y notando como el polvo se elevaba en el aire para aterrizar lentamente al suelo. Luego limpiaría aquello. Pero un ruido provino desde la puerta y me acerqué a ella extrañado. Tenía que conseguir alguna mirilla mágica para saber de quién se trataba y poder negarle la entrada a ésa persona. Abrí la puerta—. Annick, ¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo? —pregunté extrañado al verla por allí. Había jurado que no la volvería a ver al menos por ahí, por cómo había terminado la última visita.

Le hice una seña para que pudiera pasar a mi despacho. Además, cerré la puerta tras ella esperando una respuesta. Acababa de llegar a mi despacho y la bruja ya me estaba esperando. ¿Hacía mucho? Estaba seguro que en ése momento no me importaba demasiado. Pero si algo me levantaba curiosidad entre los Gryffindor era que nos descubrieran más de lo que ya sabían. La invité a tomar asiento y esperar que nadie más se acercara a mi despacho porque no quería atender a nadie.

 

@ Annick McKinnon

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 2 semanas más tarde...

La pelirroja respiró aliviada en cuanto la puerta del despacho se abrió. Por un momento había imaginado que tendría que esperar o regresar sobre sus propios pasos, y lo que menos deseaba era toparse con otras personas en vano. A raíz de la muerte de su esposo, se estaba volviendo igual o más ermitaña de lo que había sido antes de comenzar su relación con Elvis, y eso la hacía desear no toparse con nadie.

Espero no interrumpir tu trabajo, pero eres el miembro de la familia que tiene un puesto más cercano a la Ministra… ―explicó mientras pasaba y tomaba asiento.

Estaba tan enfrascada en lo que decía, que no se dio cuenta de que el suelo estaba extrañamente cubierto de polvo.

Acabo de leer esto ―dijo mostrando el arrugado recorte de El Profeta donde se anunciaba el edicto sobre Transportes Mágicos―. Sé que la publicación no es reciente, pero… la verdad, desde la muerte de Elvis no había tenido demasiado interés en leer el periódico.

Se reservó la explicación del por qué ahora estaba husmeando en números antiguos de El Profeta, ya que nadie sabía sobre su creciente obsesión por averiguar todo lo posible sobre Aarón Black.

¿En verdad el asunto es tan riguroso como se describe aquí? ―señaló el recorte que le había mostrado―. Hay varios miembros de la familia con empleos dentro del Ministerio, ¿no hay alguna consideración para ustedes?

Annick pensó que ya había hablado demasiado y quiso darle oportunidad al chico para que respondiera; así que se abstuvo, al menos momentáneamente, de explicar a Mael el motivo por el cual aquel edicto le preocupaba y le molestaba tanto.

 

@ Mael Blackfyre

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  • 2 semanas más tarde...

La figura de Annick pasó volando desde la entrada hasta la oficina. Cerré la puerta con la varita.  Mientras negaba con la cabeza ante su preguntaba de si interrumpía mi trabajo. Le conté que de momento, mi trabajo se centraba en ir a las mansiones a averiguar sobre los status de sangre de las personas que deseaban estudiar y que había tenido suerte de encontrarme allí.

Miré atentamente a lo que se refería, sobre aquel edicto que ya había quedado hacía muchos días atrás. Mojé mis labios con mi lengua. De alguna manera le tenía que contar a Annick.

Ése edicto fue el último que emitió la señora Ministra. O, no. Ex ministra —miré a la joven con una sonrisa—. ¿Tan alejada estás de los periódicos? Sagitas ya no es nuestra ministra, ahora es Rory Despard, el predicador —le conté caminando algunos pasos para tomar un nuevo periódico de hacía algunas horas y depositándolo arriba—. Si antes eran edictos estrictos, de ahora todo en adelante será flexible, creeme.

De hecho, no me sorprendería perder mi trabajo” concluí, sabiendo con quién me había metido y con qué intenciones llevaba el puesto de Dirección de Educación Mágica. Quería evitarlo pero sabía que tarde o temprano, iba a necesitar ésa reunión con el ministro pelirrojo, al cuál la última vez, lo había amenazado con rajarle la cara.

@ Annick McKinnon

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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