♥ Familia Tonks ♥ (MM B: 78211)

[Ky.]

Escucho las palabras de la Ángel Caído y miró a ambos chicos, ubicaba al Haughton, pero no lograba ubicar al joven rubió, menos por el rango que llevaba. ¿Quien diablos era?. Se pregunto casi al momento de tener sobre ella una capa de gas azul cubriendo toda su figura, ya estaba mas que acostumbrada a eso que no tuvo que mirar a su AR para agradecer por el gesto.

-Gracias, Sra de Garra.

No le había puesto mote, y no era tonta para llamarla por su nombre en mitad de una batalla. Cuando iba a aparecer sus manos fantasmales para avanzar al interior de la Hacienda, escucho la voz del rubio y negó varías veces.

-Se equivoca, mi padre solo tiene un hijo.

Sus ojos fueron del rubio a la recién llegada.

-Oh no por favor, lo mas infantil que alguien a traído a una batalla.

De inmediato antes de que algo mas pasará y no pudiera invocarlas. Dos manos fantasmales aparecieron frente a ella su única misión era parar cualquier rayo, para enseguida hacer uso de su fiel compañera. Su varita se materializo en su mano izquierda.

[Lisa Weasley Delacour]

Apreté con rabia el colgante en forma de lobo que llevaba en el cuello, remarcando así el odio que sentía por los oscuros. Estos, nuevamente, estaban atacando una mansión fenixiana. Debía, como alto rango competente, defender a dicha casona y a todo aquel que se encontrase dentro de sus muros. Alce la mirada al cielo y sonreí al ver como poco a poco este comenzaba a encapotarse. La lluvia era el llanto silencioso de la madre naturaleza ante el asesinato masivo de vidas inocentes. Saber que Gea estaba conmigo me hacia sentirme mejor y centrarme en lo unicamente importante; luchar por mis ideales.

Después de avisar a mis Hunters con un – Expecto Patronum – que patio con rapidez ante una orden miá, me desaparecí de la mansión Delacour para hacer acto de presencia a veinte metros de la verja que separaba la hacienda Tonks del resto de hogares mágicos. Los altos muros escondían un edificio antiguo y bello, también una hora de mortifagos dispuestos a destruir lo que para mi era un reliquia de bando. Tome a Kim con la diestra y me adentre en el verde jardín que rodeaba la hacienda, el cual estaba algo descuidado. Quizás Ishaya no había tenido tiempo de re decorar la planicie por sus muchos compromisos.

Me situé ante mis enemigos, a diez metros de estos, a cinco de todo objeto mutable y los encare. No había miedo en mi. La túnica que rodeaba mi anatomía se movía al compás de mis movimientos, dejándome completa libertad para proceder con conjuros críticos. Era la hora de la verdad.

[Juliens]

Se le hacía tan extraño, y fascinante, en método por el cual la Orden del Fénix se comunicaba. Jamás se acostumbraría pese a que había visto aquella figura con forma de animal en más de una ocasión. > pensó en cuanto las palabras fueron dichas por el hipogrifo.

 

Suspiró. Él odiaba las batallas, eran la parte que menos le gustaba de su nueva vida. Pero era parte del trabajo, algo que le nacía. El proteger era su nuevo lema ¿Y si...? No importaba, apartó sus dudas de la cabeza chasqueando los dedos justo delante de su rostro. Con varita en mano hizo aparecer una brillante luz que impedía que su rostro fuera visto. También hizo uso de sus habilidades mágicas innatas. Creció varios centímetros, unos 10, su cabello cambió al negro y se redujo a un corte de estilo militar. Listo, irreconocible.

 

Movió la varita mágica de nuevo y todos los pendientes y aros de los libros Uzza pasaron a su cuerpo, podían ser de utilidad. Finalmente dejó su hogar atrás, era momento de entrar en batalla. Desapareció con un objetivo. Él conocía las limitaciones de aparición en la residencia de los Tonks, la Orden del Fénix tenía entrada libre. Sacudió los pantalones y se rascó directamente el pecho que lo llevaba descubierto. La piel de la planta de su pié tocó el suelo.

[Ellie Moody]

A pesar de que la culpa no la dejó dormir, sabe que no está allí buscando purgar sus faltas. No, Madeleine se prometió a sí misma que no volvería a luchar buscando redención; no por cuestiones personales (en realidad, lo hace todo más sencillo) sino porque en el rito de Zarco, en la Fortaleza Errante, podría decirse que la oscuridad la iluminó. Quiere honrar el nombre de la Orden del Fénix, de la Orden Oscura y el de Pandora. Sus ideales muchas veces han flanqueado; ella es tan sólo una humana, rota, remendada y rota de nuevo. Pero por lo menos hoy, apareciéndose en el salón principal de la Hacienda, éstos no sólo son más fuertes, sino que están más claros que nunca. No está allí por la batalla; no está allí para sentir la adrenalina ni para obtener la mayor cantidad de bajas del otro lado. Tampoco está allí para morir. No, si hizo caso al llamado de Lisa y acudió al lugar, es para proteger a los Tonks. Ishaya no sólo es un buen compañero, sino también su esposa Cye, que está en un avanzado estado de embarazo.

 

Una vez allí, se echa la capucha de su raída capa de viaje por encima de la cabeza. No para ocultar su rostro, pues ya no le importa, sino por costumbre.

 

—Vaya, ya tiene un rato aquí... —divaga por lo bajo, mientras se seca las manos sudadas en su holgada camiseta de Gryffindor. Entonces es que saca su varita de ébano, Fae, del bolsillo trasero de sus también holgados vaqueros. A través de la ventana puede ver las invocaciones; criaturas de oscuridad, fuegos negros, los mortífagos con sus famosos escudos. Será difícil. Pero no imposible.

 

No sabe dónde están sus compañeros, pero no se preocupa. Ya deben estar por allí.

[Leah Snegovik]

—Káidan.

En cuanto los odefos arribaron, a la primera en atacar fue a Lisa quien estaba a unos ocho metros de la mujer. Un brillo esmeralda, más fuerte de lo normal, resplandeció en los ojos de la mortífaga, que le dedicó un cuento de terror a la fenixiana para que no pudiera adelantarse a las acciones de nadie.

—Fuego Maldito Mortis.

Uno hacia Lisa, el segundo hacia Bastian y el tercero para Madeleine, los tres con la forma de un Aethonan, que alzaron vuelo y luego cayeron en picada de inmediato sobre sus cabezas.

—Cinaede.

Apuntó a Madeleine de forma que el veneno se posicionó en torno a su cabeza, metiéndose a la fuerza en sus vías respiratorias. Necesitaría empezar con un Anapneo y después varios Episkeys, para eso y las heridas pasadas.

[Darla G Dumbledore]

El ambiente frío tomó un cierto calor a su alrededor, el rubio giró mirando y aspirando el aire frío. En verdad prefería esas temperaturas a las más altas, no sabía bien por qué pero era como que le daba al lugar una imagen más, apropiada.

Sobre su cabeza iba creciendo la esfera de fuego negro mientras que la Potter Black se preparaba para defenderse o atacar aquel lugar. En realidad prefería un ataque aunque, inconfesamente, lo lamentaba por saber que era el hogar de su amigo Antoni, lo bueno es que nadie lo sabría gracia a la oclumancia con la que solía cerrar su mente, como lo hacía desde que llegara al lugar.

Siguió el paso a sus compañeros rumbo a aquella mansión que no le entusiasmaba para nada.

Confundus pensó mientras apuntaba sin dudarlo hacia Bastian, la mente del mago quedaría perdida, confundida y desorientada, sus ojos parecían ver el vacío y el rubio estaba seguro que imaginaba un perfecto ataque, o quizás una defensa genial.


--Fuego Maldito --agregó a continuación viendo como dos llamaradas en forma de enormes zorros corrían raudamente hacia Bastian y Lisa quemarles los obligaría a aplicarse episkeys de emergencia o la herida se agravaría y serían necesarios dos.

--Seneca --de verdad la idea de hacer que se resecase la garganta de Bastian le agradaba, la deshidrataría haciéndola que primero pudiera decir un único hechizo verbal y luego solo podría utilizar no verbales mientras durase el efecto --calladitos se ven mejor --afirmó el rubio

[Ky.]

La Macnair hizo una floritura con ella para después decir:

-Fuego Maldito.

Un caballo de fuego apareció frente a ella, su cometido era quemar a Bastian Karkarov que estaba a siete metros de ella. Así que mientras el caballito de fuego iba en dirección del Patriarca de los Karkarov, se apresuro de nueva cuenta a mover su varita.

Esta vez siseo.

 

-Anular Corpus Patronus.

 

El encantamiento iba hacia Lisa Weasley, el cual le impedía hacer uso de aquel hechizo durante tres turnos. Si es que intentaba hacer uno de allí no saldría nada.

 

-Vaya si es que los pollos han entrado.

 

Su voz sonaba divertida, ahora solo se preguntaba donde es que se había metido el amigo de cabellera rubia al que quería seguir interrogando, ya que no lo reconocía al principio.

[Arya Macnair]

Obviando la entrada de los miembros de La Orden del Fénix Macnair ingresa sin más pateando la puerta principal apresurando el paso pues ella sabe de alguna manera que están dispersos por allí, hay una extraña sensación en el pecho que la lleva a toparse dentro del salón principal con una muchacha que conoce perfectamente, Madeleine. —Arenas del hechicero— piensa sin más lanzando de un pequeño frasco que colgaba en su pecho las cenizas de un mago muy antiguo ya muerto claramente, aquel era un efecto no verbal adquirido por su nuevo libro que le permitiría cegar instantáneamente a Madeleine y casi de inmediato su lobo de abalanzó sobre ella mordiéndole las muñecas y el cuello sin tregua, lejos de buscar herir más bien tratando de matar.

 

—Cinaede

 

Pensó nuevamente, un hechizo que con su capacidad mágica no sería tan peligroso pero que rompería las vías respiratorias debido al gas venenoso que ingresó por sus poros asfixíandola lentamente mientras la viuda negra que le había seguido desde el exterior se colaba por su tobillo impregnando también su ponzoña en el torrente sanguíneo de Madeleine después de que el cinaede hiciese efecto inmediato. Todos los ataques iban hacia ella aunque no comprendía por qué algo en su pecho la había llevado hasta donde se encontraba la bruja en el interior de la hacienda.

[Patrick Colt]

La nube negra crepitó de manera atosigante y se desprendió del cielo como si fuera una orden intransigente. Surcó el aire y se encargó de absorber toda la energía de la atmósfera, galopante mancha que se dirigía a un solo lugar: Ottery St. Catchpole.

 

Londres se había zafado por mucho tiempo de aquel ser; el hombre encapuchado que se paraba firme y salía de los gases que se habían estrellado sobre la calle del vecindario. No se detuvo mucho tiempo, y varita en mano avanzó a paso ligero hasta el interior de los terrenos de la Hacienda Tonks donde se estaba librando una batalla como aquéllas a las que estaba acostumbrado.

 

Ladeó la cabeza y apreció el entorno de la batalla, a través de las rendijas de su máscara metálica que cubría cada gesto y facción de su semblante blanquecino. A su paso, las hojas del verdor de aquella hacienda fueron cediendo ante la presencia del Mago Tenebroso que alguna vez ostentó el escalafón de comandante. Hoy en día debía conformarse con el pequeño poder de un tempestad. Y lo iba a saber aprovechar. A diez metros de Madeleine Stark se colocó, alzando su varita hacia ella para aniquilarla apenas pudiera.

 

Sonrió y tuvo un remedio adicional a respirar, observarla fijamente y hacer que de su cuerpo saliera hasta el último litro de su sangre.

[Juliens]

Sintió su cabeza dando vueltas ante el ataque de Darla. Era un hechizo conocido para él, antes llegó a sentirlo en carne propia y no le era complicado encontrar en en su cabeza un nombre para aquel efecto. Era un confundus, estaba eso demasiado claro. Había poco tiempo para actuar, lo supo, así que no le quedaba más alternativa que recurrir al poder de los libros de hechizos. Sacudió la cabeza y se preparó para efectuar su segundo accionar.

 

--Ignea--dijo

 

Sintió en su cuerpo esa extraña sensación que producía. Respiró el polen que cubría su cuerpo para de esa forma proteger, de ser necesario, también sus órganos internos. Aquel polen los protegió de los efectos que el fuego maldito hubiese causado sobre si. No se quemó y no recibió herida alguna por parte de los Fuegos Malditos de Leah, Darla y Shalyit.

 

Luego de eso sintió el efecto de un Séneca, comenzó a sentir que su garganta se secaba. Pero aún habían formas de salvarse, todo era posible, todo. La magia de los libros de hechizos les había dado el poder para hacer frente a la magia oscura, o al menos para limitarla.