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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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- Maldita sea - Era la tercera copa que rompía. Lo bueno era que tenía muchas más en la despensa ratona de su cuarto, pero poco a poco iban bajando en número. Se encogió de hombros y negó un par de veces con la cabeza mientras se agachaba a recoger los cristales rotos del piso. Podría haber usado magia, pero prefería hacerlo a lo muggle.

 

Aquellos últimos días había tenido la cabeza en otro lado y pocas cosas le habían salido bien. Para no ir más allá, aquella misma mañana al alba había decidido dar un paseo por los jardines acompañada por sus mascotas, Aquiles y Bailoyo, cuando un bicho de aquellos que vivían en el bosque de los terrenos había pasado corriendo frente a los canes. ¡Tres horas! Tres malditas horas persiguiendo a dos Doberman adultos que tenían más energía que un adolescente puberto en su primera vez en un prostíbulo.

 

Se miró la mano derecha y los cortes profundos que ya habían dejado de sangrar y suspiró. Se había ganado una buena mordida de parte de Bailoyo al saltarle encima para detenerlo, pero había olvidado la varita en la cama antes de salir y no tuvo otra opción.

 

Terminó con los restos de vidrio y los depositó en la basura, al lado de la puerta de su cuarto. Se sacó la ropa sucia y sudada del ejercicio obligado y se dirigió al cuarto de baño para darse una ducha de agua helada. Definitivamente las mañanas no eran lo de ella, y no tenía nada que ver con su condición de vampiro, a pesar de que esta le hiciera odiar el sol. Al no ser pura podía mantenerse bajo la luz del día, pero se sentía más decaída que lo normal.

 

Se secó y cambió lo más rápido posible, dejando sus cabellos dorados húmedos por su pecho mientras buscaba qué ponerse. Eligió un vestido azul sencillo, con tirantes finos y vuelos a la rodilla, y cruzó su cintura con un cinturón negro, luego se echó un poco de su perfume. Se sentía rara sin sus clásicos pantalones de cuero y zapatillas, pero ya que tenía un día de descanso en la Marca Tenebrosa saldría un poco de la rutina.

 

- Bah, ¿A quien querés mentir pequeña bribona? querés gustarle. - Musitó para ella misma, mirándose al espejo mientras terminaba de peinar su cabello. Tenía un asunto que tratar. Aquel por el cual se sentía tan en las nubes por aquel tiempo. Y quería estar presentable para la ocasión.

 

Salió de su alcoba en dirección a la de Gabrielle. Le temblaban las piernas. A la señorita doña ex Ángel caído le temblaban las piernas. ¿Qué bonito no? Nunca le había tenido miedo a la muerte mientras portaba su Katana en los asaltos, pero si hablaban del carácter de su hermana cuando estaba enojada, era capaz de hacerse encima. Sabía que estaba furiosa con ella, o quizá decepcionada, y debía hacer algo al respecto, ya había dilatado demasiado aquella charla. Ella era orgullosa y le costaba reconocer sus errores, pero la Delacour era todo lo que ocupaba su cabeza y corazón, y necesitaba dar la cara por ello.

 

Se paró frente a la puerta y dudó unos segundos, casi golpeando con los nudillos sobre la madera, pero algo la detuvo. No era normal que golpeara, nunca lo había hecho. Suspiró y tomó el pomo de la puerta, abriendo sin avisar la mientras se daba paso a la habitación, entrando y cerrando tras de ella. El inconfundible aroma de su hermana embriagó su nariz y levantó la vista hacia la cama, sintiendo su corazón desbocarse de manera involuntaria. Allí estaba ella, sin inmutarse, apenas cubierta por una toalla. Sus ojos recorrieron su cuerpo y mordió su labio inferior inconscientemente, sintiendo la punzada de deseo atacar su cuerpo.

 

Se separó de la puerta y se acercó a la cama, sentándose a sus pies sin dejar de mirar a la Black fijamente.

 

- Sabés a qué vine. Mirame. Tenemos que hablar Gabbs -

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Oyó la puerta abrirse y de inmediato se puso en guardia. Sintió por instinto la varita en su mano y frunció el ceño, con su otra mano apenas logró cubrirse parte de su torso. Mahia, igual la varita seguía en su mano, no le bajaría.

 

– Hablar... ¿Y ahora sí tienes tiempo? - dijo bajando la varita y mirándola con rabia – Digo, a ver si me conviene cambiarme o solo serán tus charlas de 3 palabras y después dejarme sola.

 

No lo había pensado, estaba enojada y sus palabras no solían salir con el filtro con el que siempre solía hablar, cuidadosa. Desvió la mirada y dejó la varita en la cómoda, sujetó la toalla a su cuerpo y se sentó al borde de la cama, cerca de ella. De nuevo su mirada se clavó en su hermana, enojada, se encontraba dolida.

 

El coraje que sentía disminuyó al verla a detalle, le adoraba. Dejó escapar un suspiro y bajó la mirada, igual seguía enojada, sentida... lastimada. Sus ojos miel se clavaron en la puerta hacia el balcón que estaba cerca de su cama, pura distracción para no doblegarse ante la Black.

 

– Si hubiera querido seguir siendo ignorada voy y busco a Frenger.- regresó la mirada a su hermana, ya no demostraba rabia, si no decepción. – Pensé que lo nuestro era diferente.

 

¿Nuestro? Estaba divagando, Gabrielle ni siquiera sabía si había algo. Magnetismo, sí, como desde que se conocieron, pero llamar un "nuestro" era mucho. Se mordió el labio y bajó de inmediato la mirada, se había arrepentido de haberlo dicho desde el momento en el que salió de sus labios. Se sintió tonta... y avergonzada.

 

Sujetó la orilla de su cama sintiendo el edredón entre sus manos y levantó la mirada. Psicosis seguía en el borde del tocador, observando toda la diarrea verbal que su dueña acababa de soltar, casi podría jurar que sentía vergüenza por ella. Sonrió al verle, Gabrielle si bien era propia en sus palabras las emociones siempre habían logrado dejarla en jaque.

 

La francesa regresó la mirada a su hermana, le tenía demasiado cerca, su perfume le comenzaba a hacer efecto.. como siempre. Sintió el corazón acelerarse, no podía controlarlo. Se fundió en sus ojos azules y se mordió el labio inferior. Era demasiado débil con ella.

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Bien, se merecía las palabras de su hermana, pero aún así le dolían. Pensaba que ella iba a reconocer sus pasos, pero también sabía que era lo bastante inteligente para estar preparada siempre ante cualquier peligro, por lo que no le sorprendió ser apuntada con el arma mágica de la Black. Se había quedado quieta mietras le hablaba, apenas desviando la mirada a la varita en la mano de la rubia y volviendo a sus ojos miel.

 

- Tengo tiempo y tengo ganas. Pero te aseguro que podemos cruzar más de tres palabras, siempre lo hemos hecho - Le contestó mientras la veía dejar su varita y se acercaba a ella. El cuerpo le vibraba con la cercanía e intentó levantar una mano para tomar la de ella cuando la tuvo a su lado, pero no se animó. Quizá no era el momento.

 

Desvió los ojos azules hacia el resto de la habitación cuando le sintió nombrar a su cuñado, y se enfocó en cualquier otra cosa que no fuese su hermana. El contraste entre el deseo al ver lo que dejaba mostrar de piel y el rencor que ella le tenía a aquel hombre oscurecía su mirada, tensado su mandíbula más de la cuenta y haciendo que los colmillos lastimaran la piel interior de su boca. En ocasiones podía evitar que los caninos crecieran, pero tenía hambre y no había probado un trago de sangre desde aquella noche de San Valentín cuando injustamente había abandonado a Gabrielle.

 

- Lo nuestro es diferente. Porque yo no soy él. Y siempre voy a estar para vos. - Se levantó y caminó unos pasos, relajado sus facciones para poder verle a la cara y se dió la vuelta para tenerla de frente.

 

Era hermosa. Sus facciones de mujer y el cuerpo bien torneado que ya conocía combinaban con el carácter fuerte que tanto amaba Mahia, pero que se suavizaba cuando ellas se acercaban. Lo mismo le pasaba a la mortífaga base. La mujer frente a ella le hacía cambiar cada parte de su ser sólo por el simple placer de tenerla cerca. Siempre había sido así, desde niñas. Casi se podía sentir la confianza y la intimidad, aún cuando el ambiente era tenso y doloroso. No necesitó más que la mirada dolida de su hermana para sentir que todo se venía abajo y se acercó a ella nuevamente, hincándose en cuclillas frente a la cama y llevando su mano lastimada a la mejilla de la Delacour.

 

- No voy a dejarte. No a menos que me lo pidas. Y quizás ni así - Puso cara de estar pensando y frunció el ceño - Eso sonó muy de acosadora ¿no? jaja... Pero es la verdad.

 

Sus ojos se fundieron en los de Gabrielle y sintió como ella se apoyaba en su mano, aunque quizás un poco más dubitativa que de costumbre. Contuvo la respiración y se acercó apenas un poco más, quedando a centímetros de ella. Le estaba volviendo loca. Su perfume y el amor que le hacía sentir le llevaban a hacer cualquier cosa por ella. Sabía todo lo que había sufrido y odiaba haberle hecho daño.

 

- Lo nuestro existe. Y yo me moriría si eso te hiciera feliz. Me vas a tener que tener paciencia. Estuvimos muchos años separadas y yo particularmente estuve separada de todos. De la gente, de la sociedad. Me volví una persona solitaria, más allá de que nunca fui muy dada con la gente. Si los pudiera cortar a todos los que me estorban mejor - Rió un poco pero nuevamente volvió a estar seria - Lamento lo que hice. Dame esta oportunidad para demostrarlo. Decime qué necesitas, y yo voy a pagar mi pena en silencio.

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Había cedido. Sentía como con el contacto de su piel con la de ella le había derretido lo poco que quedaba, se fundió en su mano pero aún con cierta barrera y se perdió en el azul de los ojos de su hermana.

 

Era más que vulnerable, no solo por el hecho de que una toalla era lo único que le cubría el cuerpo, si no que ahora su alma estaba de nuevo al descubierto. No le dolía el abrirse con ella, ni le dolía el caer una y otra vez en promesas falsas, gracias al pasado había logrado tener cayo para esas decepciones, había aprendido gracias al mejor... lo que le dolía era el haberlo esperado de quien menos imaginaba.

 

Su mirada seguía fundida en la de ella, acosadora o no, le gustaba la idea y una media sonrisa se dibujó en sus labios. Cerró sus ojos, era extraño estar del otro lado, ser ese "alguien especial". Pertenecer.

 

Le escuchó hablar, su mirada se desvió a sus labios, esos malditos labios que con solo rozarlos le electrificaban la piel. De inmediato subió la mirada a los ojos azules que tanto adoraba, le escuchó atenta, casi idiotizada. Cada palabra le taladraba la pared que había formado con ella después de la segunda vez que le dejó tirada y, al terminar, levantó la ceja intrigada.

 

Tampoco yo fui social, estoy mal psicológicamente y hace poco regresé al mundo mágico, a nuestros deberes. – dijo mientras pasaba en modo de caricia sobre su brazo izquierdo lanzando la indirecta. – Y no lo uso de escusa. No lo es Mahia. Sé que todos somos diferentes y reaccionamos diferente pero ¡Vaya! te lo dice una loca...

 

Se levantó de golpe, no sabía si el peso de sus palabras o el tenerle en cuclillas cerca de su cuerpo le habían acelerado el corazón, imágenes viejas y nuevas se fundían y solo le nublaban la visión entre el deseo y el coraje. Se detuvo en el tocador posando ambas manos en él, levantó la mirada y su conejo le miraba con recelo, sabía que ya no sería el único que le acompañaría en su soledad y podía olerse los celos de lejos.

 

– Al menos lo lamentas...

 

Cerró los ojos y suspiró, era ella, era diferente, no era cualquier otra persona. Giró el cuerpo, estuvo tentada a caerle encima y abrazarla pero lo poco que quedaba de sentimiento le hizo frenar sus pasos. Caminó de nuevo hacia la mortífaga y apoyó su cuerpo en su espalda, sintiendo como la toalla era solo la que separa su pecho de la espalda de su hermana, acercó sus labios a su oreja y susurró un gánatela seguido por una leve mordida en el lóbulo.

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Bajó la cabeza y apoyó una rodilla en el suelo cuando el calor de Gabrielle la abandonó. Tenía un largo camino por delante para recuperar su confianza, pero iba a hacerlo. Le dolería en el alma si no lo hacía. Ahora que su vida se estaba recomponiendo hacia el punto donde la había dejado, ahora que había vuelto a la Marca y se sentía con ansias de poder, recuperando su yo de antaño, ahora, en ese preciso momento, necesitaba tenerla consigo para compartir todo aquello que no habían compartido en los años anteriores.

 

Se incorporó pero no se giró hacia la ojimiel. La dejó hablar. Mahia ya había movido sus piezas, ahora era el turno de la otra mujer.+

 

- No estás loca. Y si lo estás, amo tu locura. - Giró apenas la cabeza y el torso que su voz le llegara mejor a la Delacour y se detuvo un momento más para pensar sus palabras. - Es cierto que no lo puedo usar de excusa, pero es lo que me ha pasado. Y somos tan parecidas que nuestro problema es que hemos encontrado una cosa en la que no hemos coincidido.

 

El silencio que prosiguió le hizo incomodar. ¿Debía decir algo más? ¿Quizá el motivo por el que había desaparecido aquella noche? Lo recordaba muy bien. Demasiada gente. Demasiados latidos constantes a la vez, transportando sangre caliente que le clamaba por ser consumida. Todas aquellas vidas que podía arrebatar tan fácilmente, consumiéndolas desde lo más profundo de su ser. Le abrumaba el hambre. Todavía podía sentir el mareo. Se había vuelto loca, no había bebido en semanas y al huir con la excusa de ir al baño encontró una pobre alma escapándose del salón de té que fue suficiente para calmar su deseo. Pero su muerte trajo consigo la vergüenza y supuso que ya no debía volver.

 

Iba a hablar cuando sintió el cuerpo de Gabrielle pegarse al suyo desde la espalda y sintió cómo la sangre volvía a sus músculos y hacía latir de nuevo su corazón. Suspiró y se recargó en ella, buscando más contacto. Escuchó su susurro y asintió, mordiéndose el labio cuando la boca de la rubia llegó al lóbulo de su oreja. Aquello era demasiado y todos sus sentidos se activaron de repente, reviviendo la punzada de deseo que había sentido al entrar al cuarto.

 

- Claro que lo siento. - Se dio vuelta rápidamente y, sin importarle su castigo, apoyó las manos en la cintura de su hermana, atrayéndola a su cuerpo mientras la miraba a los ojos firmemente. Bajó el rostro y lo apoyó en la base entre su cuello y su hombro, sintiendo con los labios el movimiento rápido de su corazón e intentó controlar su deseo. Entreabrió los labios y dejó que sus colmillos rozaran la piel de la Tempestad y luego cubrió el lugar con su lengua. No la había rasgado, pero podía sentir su sabor a través de la tersa piel. Aquello le secaba la garganta.

 

Se separó lento de ella, pero manteniendo las manos en su cintura y desvió la mirada hacia el conejo que aún las miraba. Conocía a la mascota de su hermana, aunque nunca la había tenido tan cerca.

 

- Voy a hacer lo que sea para recuperarte. Pero debés saber también que hay algo en mi que puede hacerte daño y que he tratado de evitar a toda costa, pero que no puedo hacer desaparecer. ¿Aún así me querrías cerca?- Movió las manos por la toalla, muriendo de ganas por tirar de ella para sentir el calor de Gabrielle con sus propia piel. Se sentía aterrada y nerviosa de que la respuesta fuese negativa, pero tenía que escucharla -

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Aaron Augustine Black Ryddleturn.

 

Me encontraba tumbado en una silla allí en la terraza; la cara de aburrimiento y desinterés no podía pesarme más. Pies sobre una posadera, jugaba con la varita realizando unas cuantas argollas de fuego verde que calzarían perfectamente en los dedos de la mano. Poco a poco iba dibujando más figuras hasta lograr una serpiente que surcó una mancha negra en el concreto; suspiré tras esfumar la hechizo y observé las nubes pasar sobre el castillo Black. Me acomodé.

 

-Nius...

 

Ya creía que con solo pensar en el elfo éste aparecía a mi lado, a veces pensaba que siempre estaba tras de mí. Con sus grandes ojos color musgo observándome, le vi por el rabillo de mis gélidos grises.

 

-¿El joven Black ha llamado?...

 

-¿Qué crees?- pregunté con una nota de sarcasmo- que digo tu nombre ¿porque dormiste conmigo o estoy por hacer un poema?- bufé una risa y ladeé la cabeza para mirarle. La oreja caída que le caracterizaba temblaba como queriendo erguirse al igual que la otra, atento siempre a escucharme.

 

-Nius siempre atento al joven Black- comentó ante mi silencio con una tímida sonrisa y un escalofrío que recorrió su huesuda espina.

 

- No lo sé elfo, entretenme ...

 

-Nius podría contar chis...

 

-¿Qué?- sostuve con una mueca de desaprobación- no no, ¿sabes?, sólo tráeme una taza de café y si encuentras el profeta en alguna parte mucho mejor. Demora lo posible- el elfo desapareció tras un chasquido- es mejor leer las noticias a tenerte todo el día mirándome- murmuré y me dispuse a cerrar los ojos en un clímax de relajo. Aquella criatura casi ni me daba espacio en el castillo.

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El cosquilleo por todo su cuerpo le hizo erizar su piel, deseo. Cerró los ojos y sintió a su hermana, su respiración cerca de su cuello le volvía loca, su corazón se había acelerado y su mente ya comenzaba a dar vueltas. Acercó más su cuerpo, le extrañaba, habían pasado varias semanas desde su primer encuentro y el perfume de la Black ya estaba comenzando a enloquecerla de más.

 

Pero el contacto se frenó de inmediato dejando aturdida a la francesa; sus ojos miel buscaron el azul de su hermana y le encontró ausente ¿Se había arrepentido?

 

Le escuchó hablar y sonrió ¿Salir corriendo? Su mano sujetó su mejilla, tan perfecta, siempre tan cerca y ella siempre tan... boba, ciega. Negó con la cabeza; lo que quedaba de barrera había sido derribada hasta los cimientos, no le importaba parecer débil, con ella las cosas eran diferentes... o al menos eso creía.

 

¿Qué puede ser tan malo?– sonrió, se notaba en su mirada cuánto la amaba, Gabrielle estaba idi0tizada.– No hay nada que pueda hacerme daño, menos viniendo de ti.

 

Miedo a ella, Gabrielle, la ex nigromante que amaba entrar a asaltos y perseguir a los de la orden, quien había sido entrenada a golpes y adoraba los duelos. No, amaba a su hermana más que cualquier otro miedo, más que cualquier otro peligro.

 

Bajó la mirada y mordió su labio, su deseo estaba aumentando y pegó sus caderas a las de su hermana; sus brazos rodearon su cuello y su rostro estaba a escasos centímetros de el de Mahia. Rozó la punta de su nariz con la de ella y sonrió llena de deseo, de amor. Le adoraba, la deseaba no había duda de eso.

 

Te das cuenta que puedes hacer conmigo lo que quieras... ¿Verdad?

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Algo en el instinto de supervivencia distorsionado de Maida le indicó —tardíamente hay que decirlo—, que sus palabras habían, no sólo ofendido a la novia de Orión, sino que quizá, la habían enojado. Si, en la mente de la chica todo estaba aún en un "quizá". Ya es que no se podía decir si lo de la Ivashkov era ingenuidad, inocencia, leve retardo social o incluso un perfectamente disimulado Asperger. No tan perfectamente. Casi por inercia, Maida llevó uno de sus pulgares sobre sus labios. Los presionó. Miró a Otto, luego hacia el lugar por dónde había desaparecido Gatiux, y regresó a Otto.

 

Me parece que iré a buscarla —se disculpó e intentó a hacer una reverencia, pero caminando era imposible—, si no aparezco en la cena, es que fui la de Trasto —añadió sin saber realmente si lo decía en serio o bromeando.

 

Mushu —llamó una vez que llegó a los pasillos.

 

Se sentía intrusa y temerosa. De hecho, comenzaba a esperar que de un momento a otro apareciera la mujer de su tío y la lanzar hacia la fría nieve del jardín. ¿Y si él se enteraba? Negó con la cabeza. Si bien era consciente de que algo había enojado a la mortífaga, no podía estar segura de qué exactamente había sido el detonante. Según ella repetía las palabras, volvía a escucharse franca, muy franca. La ojiazul necesitaba —y con urgencia—, un curso de Socialización 1.0.

 

Su elfo por fin apareció frente a ella, con cara de no saber qué tanto se demoraban en entregarle un lugar dónde poder ordenar las pertenencias de su dueña.

 

Necesito tu ayuda, ¿dónde está la habitación de Gatiux? ¿O la de Orión? —hasta para preguntar comenzaba a hacerse líos.

 

Si ubicaba primero la de Orión y resultaba que el mago aún no compartía la pieza con la mortífaga enfurecida, aparecerse ahí generaba una impresión aún peor. Porque seguramente, ella se enteraría. El elfo despareció en busca de ambas respuestas, seguramente. Maida seguía em medio de un pasillo, tratando de adivinar cuál de todas las puertas iba a conducirla a su juicio. Era raro, eso sí, la forma tan radical en la que le había cambiado el humor, y encima eso de decir que Orión tampoco la había mencionado. A ella no le había dolido no ser tema de conversación del mortífago, pero claro, ella no era la novia. Le daba casi que igual. Por mucho que lo admirara.

 

El elfo volvió a aparecer entonces, aunque bastante alejado en el pasillo, frente a una puerta.

 

Sin duda alguna aquell debía ser la de Gatiux.

 

Respirar, nunca había que olvidarse de eso.

 

Cuando llegó a la puerta señalada, tocó despacio. Pero el cuerpo se le sacudió como si hubiera tirado abajo el pedazo de madera. ¿Estaría en su habitación o habría ido a buscar al cancerbero enorme que tenía como mascota? Volvió a tocar y esperó.

 

¿Gatiux?

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El peliblanco para molestar un poco a la peli violeta mientras miraba ahora el fuego quemando la madera de la chimenea, esperando no meterse en lios por sus comentario por que lo decia en broma no lo habia dicho para meterse con Gatiux por que le tenia aprecio a la bruja.



Luego de hablar hubo una pausa o un silencio, mientras Otto se acomdaba mejor de su asiento de su silla por que el calor del fuego quemando la madera hacia de la suya en su cuerpo, quitandole poco a poco el frio que haci. Mientras miraba a una bruja para luego mirar a la otra bruja. Ambas andaban en su mundo ambas andaban muy pero muy pensativas como si anduvieran perdidas en el mundo, ahora me fijaba como Maida se acercaba mas la chimenea. Escuchando como esta decia el nombre de Orion con un comentario divertido y interesante sobre este viendo la linda sonrisa que ponia tanto para mi persona como para la pareja de Orion.-Si claro no hay problema, creo que tu habitacion debe estar lista-dijo amable-Puedes pedirle a uno de los elfos que te lleve o te puedo llevar-comentaba con una sonrisa de oreja a oreja.



Luego Gatiux lanzaba un comentario con veneno, sin duda parecia que iba ver una guerra de chicas aunque creo que Maida no lo dijo de mala manera. Pero la manera como lo conto se podia mal interprectar e este era uno de esos casos, una se paro para luego hacer lo mismo la otra cuando menos lo espere, Gatiux lanzo la bomba para irse en un abrir e cerrar de ojos.



Bueno asi somos los Black Drama es drama por donde se vea, en eso miraba a la recien llegada que andaba un poco plasmada por lo ocurrido. Otto ahora suspiraba tomandose su tiempo para hablar. En eso escucho lo que dice Maida sobre que iba a pedir disculpa a Gatiux, al final de cuenta todo fue un mal entendido, fue un buen gesto de la bruja asi que antes de que se fuera le miro-Cualquier cosa sino funciona tu disculpa aqui estoy para ayudarte, todo fue un mal entendido, pero Gatiux tiene un buen corazon seguro te perdonara-le terminaba decir mientras como hacia la reverencia para irse el patriarca mueve su cabeza de forma positiva y sin tiempo que perder miraba como se iba del salon donde estaban.



@Maida SC y @Gatiux


Editado por OttoBkack

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Luego de tomar la siesta en mi habitación, que en esos momentos estaba un completo caos. Miré a mi alrededor con cara de molestia, le pedí a Christine que no tocara nada para fomentar en mi el valor de la responsabilidad, al menos con algo mío, en este caso mi habitación. Di un largo suspiro, me acerqué a mi espejo favorito y vi mi rostro lleno de ojeras y mi cabello despeinado "Así voy a asustar a todos los de la casa" pensé un poco divertida, decidí primero arreglarme un poco para no parecer un monstruo. Me arreglé un poco, y comencé a organizar mi habitación, coloqué toda la ropa en el sitio para lavar, recogí varios pergaminos que estaban en el suelo.

 

Luego con un leve suspiro, miré cómo quedo mi cuarto luego de un arreglo personal. Estaba feliz, todo estaba en orden y sabía que en esa noche iba a dormir de una manera tranquila, y sin pesadillas que me afectaba a mi, me estiré un poco para ver que más puedo hacer, así que abrí la ventana, descubriendo que el el clima que estaba haciendo era espectacular para pasar afuera, así que me dirigí hacia la parte posterior del castillo donde había una linda área para descansar.

 

Al llegar me acosté en el patio, a ver que podía ver en el hermoso cielo que estaba encima mío. Di un leve suspiro nuevamente, estirándome y dejando que el aire invada mis pulmones y de esa forma poder relajarme, sentir el aire, rozar mi piel y demás, es realmente entra una tranquilidad en mi. Me comencé a quedar dormida, y solo antes de darme cuenta y solo pensé que no tuviera ninguna pesadilla en esos momentos de tranquilidad y armonía...

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