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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Tarde, podía decirse que lo era. Sin embargo, desde hacía mucho el tiempo había dejado de avanzar de manera normal para la rubia, por lo que siguiendo sus instintos, no prestó atención a la insistencia de su elfina por decir que la Velada de San Valentín había comenzado, y permaneció sentada mirando hacía los jardines del castillo.

 

Llegó el señor León. —informó la criatura justo antes de abandonar la habitación.

 

Al parecer aún quedaba algo de veracidad en las palabras del pelinegro, por lo que no pudo evitar que en sus labios se dibujara una media sonrisa, a la par que sus zapatillas resonaban en los desérticos pasillos con cada uno de sus pasos, hasta que se encontró en la entrada principal del castillo y se encontró con él.

 

Vamos, aún no es demasiado tarde… aunque llegar tarde es tan usual que no me sorprendería que aún no comience. —las palabras salieron de sus labios, en el momento justo en que se acercaba hasta su posición y permitía que la luz del interior dejara al descubierto únicamente el abrigo negro que cubría su cuerpo.

 

Se colocó a su lado y con un movimiento de su mano despidió al elfo, dejando en claro que sus servicios no eran requeridos. Observando la apariencia del Crowley, esbozó una media sonrisa, vaya que lucía diferente a la última vez que se habían encontrado en ese bar de mala muerte en el Callejón Diagón, por lo que sin dudarlo, le dio un beso en la mejilla y le indicó que podían irse cuando lo deseara a menos que deseara pasar al castillo.

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El castillo Black estaba cada vez más vacío. La gente, que había habitado el mismo en las últimas semanas no se encontraba a la vista. Buscaba principalmente a su hermana, con la que compartía el atípico color de cabello. Pero nada. Silencio. Era como volver a los viejos tiempos. Cuando el tiempo en los salones parecía no pasar.

 

Era muy tarde. Al menos para la hora de la cama para Orión. Desde que era responsable con su trabajo y comenzaba a acudir al mismo regularmente, sentía la necesidad de ir temprano a casa. Prácticamente los días pasaban y no podía disfrutar de los espacios comunes, ni siquiera de leer un buen libro. Los fines de semana se concentraban en ciertas misiones que tenía que cumplir en el bando, pero eran todas burocráticas. Nada emocionante la verdad.

 

Justo estaba pasando por el pasillo que daba a la entrada del hall cuando vio a una muchacha de cabellos rubios junto con un hombre que no conocía. Se paró en seco, clavando su mirada azul hacia la ventana. La curiosidad propia de Gatiux se le pegó. Se acercó con rapidez. Imposible hacerlo con cautela, eso sí no se le pegó.

 

- ¡Mía! Perdón que moleste, pero no creo conocer a su acompañante –dijo mientras se terminaba de acercar y le ponía la mano en el hombro a la muchacha.

 

Poniéndose a la par, le extendió la derecha a León.

 

- Orión Black, un gusto –entre cerró los ojos y sacó algo de su bolsillo. Era un pequeño llavero de una serpiente bebé-. Perdón la intromisión. Esto me lo dieron en su momento. Si necesitas ayuda de algún tipo, puedes llamarme.

 

Le dejó el llavero de plata brillante. No era mucho. No era grande. No era valioso. Era… algo. Dio una leve reverencia y volvió por donde había llegado. Fue suficiente intromisión.

Editado por Orión Black

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La mujer se acercaba, siendo rodeada a momentos, por su "mascota". Si alguien hubiera tenido algo para medir la temperatura, se habría sabido claramente que, ahora mismo, Maida estaba más helada que la nieve bajo sus pies. Se asustó tanto con el ladrido del perro ese, que ni tiempo le dio a retroceder nada. Y el rictus que se le había formado en los labios así de apretados era un tema completamente distintos.

 

Su elfo la jaló nuevamente indicándole que la estaban saludando. Pero, ¿cómo concentrarse si el perro los estaba oliendo como decidiendo quién de los tres era más jugoso? A duras penas pudo coger el nombre de la mujer, y aunque le sonó familiar, no pudo recordar de dónde lo había oído o bajo que circunstancias. Las suyas, ahora mismo no incitaban a forzar la memoria.

 

Si, mascotas —respondió notando con alivio que aún conservaba la voz—, creo que me reservo el tocarlo para cuando ya esté más familiarizado conmigo, —mientras hablaba, asentía bobamente para darle una firmeza inexistente a sus palabras— soy Maida, hace poco fui adoptada por la familia como hija de... ¿mi mami? —aquello le hizo reír antes de continuar, le era díficil decir el nombre, como si fuera una amiga más—, Luisitha Black.

 

La guapa bruja le recordó la sensación que tuvo cuando vio luego de tanto tiempo a Lyra y conoció a Bridget, ¿cuánto tiempo había que vivir en Inglaterra para lucir así de bien cuando se está ensopada por la nieve? Incluso su madre Black poseía una seguridad que, visiblemente, la ojiazul no contaba entre sus características.

 

Mientras Gatiux, los invitaba a pasar, el elfo doméstico obedeció casi enseguida sabiendo que su actitud poco valiente no le iba a afectar a su dueña. Y fue el veloz movimiento de la criatura lo que hizo que Maida, regresara al presente. Ya con el pulso menos acelerado.

 

Si, pasar suena bien. Quizá incluso podría averiguar si se encuentra en casa Aaron —preguntó casi sin querer, no estaba segura de si Otto sabía que lo conocía o que aquello era un atrevimiento, cuando se adentró al vestíbulo de los Black, evitó todo contacto visual—. Será mejor que busques algún lugar en la cocina, mientras yo converso y descanso un poco.

 

El elfo desapareció, sin decirle a Maida si conocía no la ubicación de la cocina. Las pupilas azules de la bruja pronto se llenaron de la decoración del Castillo, no era que estuviera sorprendida. Poco a poco se había adaptado a la tétrica opulencia de algunas familias que ya había conocido. de hecho, su última residencia tenía justamente, ese contraste extraño entre las paredes de piedra y las vestimentas coloridas (y no siempre combinables) de sus parientes.

 

Notó que básicamente se había ya quedado muda el suficiente tiempo para que alguien sospechara de mutismo.

 

¿Tú eres una de las hermanas de mi mamá? —inquirió curiosa de verdad, esperando que no hubiera notado su impertinente pregunta de hacía un rato—, ¿mi tía?

 

 

 

@Gatiux

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Tarde, otra vez. Las manecillas del reloj Fossil que reposaba en sus muñeca marcaban casi una hora más de la que había asegurado recoger a la mujer que lo había aguantado, de cierta forma, en los últimos meses sin tener ningún compromiso con él. Mientras miraba el lúgubre corredor que unía el vestíbulo con el resto del castillo, se preguntó porqué Mía tenía tal paciencia con él. Habían pasado mucho tiempo trabajando juntos, pero nunca había trasgredido el ámbito laboral. Nunca hasta hacía unas cuantas noches.

¿Qué había cambiado? Por el contrario a esos años en la academia, su apariencia física había cambiado al punto de que la misma bruja de ojos esmeralda no lo reconocía. Ni Ross, ni Juve, ni ninguno de los que otrora fueran su más cercana familia, de ideal, no de sangre. Aunque si lo ponía en perspectiva, muchos de esos hermanos también lo eran de sangre. Una u otra linea del lazo de diablo que tenía por árbol familiar, terminaban en ese castillo. Hijos, nietos, sobrinos, amigos sin duda figuraban en el muro norte del castillo. Era mejor no gastar mucha memoria en ese lugar.

<<¿Tendrás tanta suerte?>>

Se disponía a refutar enérgicamente la molesta voz en su cabeza, cuando el sutil y ya conocido aroma a jazmín de Mía, que se había deslizado tan rápido como lo permitía la brisa del atardecer, llegaba hasta el pelinegro, haciendo que perdiera la coherencia de su alegato. Se giró hacia el origen de la fragancia, para encontrar a su acompañante, envuelta en una elegante pieza de paño negro que lo dejaba todo a la imaginación.

—Dicen que lo bueno se hace esperar —apuntó al tiempo que respondía el beso en su mejilla, cerca a los labios.

En efecto, su imaginación voló. No por lo que custodiaba el abrigo sino cuando la invitación a quedarse en el castillo surgió de la forma menos esperada. Debía reconocerlo, le había dejado completamente desarmado ante tal sugerencia: una noche fría, en un castillo al parecer desocupado, vestidos para una ocasión especial y con una cita a medio terminar. Parecía como si los planetas conspiraran para un objetivos específico. Ahora estaba en condiciones de responder a la nefasta voz en su cabeza. Sí, Había tenido suerte.

Se disponía a aceptar la invitación, tomarla en sus brazos, y llevarla a algún lugar cálido en el castillo, cuando el silencio que los había envuelto momentáneamente se vio cortado por otra voz que intervenía en el lugar. Un profunda y burlona carcajada hacía eco en su cabeza mientras su rostro abandonaba el gesto travieso que había adoptado y mutaba por otro un poco más amable que daba la bienvenida al recién llegado.

—Un placer conocerte Orion, soy León Crow... —respondió apenas a la mitad ante la extraña intervención del ojiazul que entregó un pequeño presente. Un presente acompañado de un mensaje que podría ser tomado de muchas formas. O bien era una persona sumamente amable que entrega su ayuda, se necesitara o no, a quien se encontrara, o era una anticipada advertencia de que necesitaría ayuda. Recapituló un poco las palabras del joven que se retiraba ya tan rápido como había aparecido. ¿Le dieron eso en su momento? ¿Acaso estaba escrito en algún lado que León necesitaría su ayuda? Se preocupó. Después de todo no sería tan buena idea quedarse en el lugar.

Mordiendo su lengua y contrario a su deseo inicial, desistió la invitación pelando a lo mágica que podría ser la noche y la velada de la gala. Abandonó la calidez del castillo tomándola de la de la mano no sin antes mirar a ambos lados. Desapareció del lugar en volutas de humo negro con el eco burlón de la voz en su cabeza recordándole que, después de todo, no había tenido tanta suerte.

Editado por León Crowley
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Cuando la chica llamada Maida convino de entrar, Gatiux le hizo una señal a su cancerbero con el brazo estirado y una palmada en la pata contraria. El perro ladró felizmente y luego se fue hacia su caseta como le había ordenado su dueña. Fue en aquel momento que notó la tensión de Maida disminuía, pues había soltado un suspiro al ver a la enorme criatura marcharse.

 

Por lo visto los hijos no dejaban de brotarle como setas a Luisitha. Después del traumático episodio que les había confesado había aparecido un hijo y ahora otra más, aunque adoptiva. Se alegraba por la mujer de cabello azul después de lo que sufrió por no poder tenerlos. Maida parecía una muchachita educada y algo tímida, y eso hizo sonreír a Gatiux.

 

- ¿Te importa que nos sentemos cerca de la chimenea? Creo que me he quedado algo helada después de estar ahí fuera.

 

Mientras caminaban, Gatiux iba pasando la mano diestra por su larga cabellera violeta, sacudiéndose la nieve que se había quedado entre los mechones. Maida le daba una órden a su élfo y preguntaba por Aaron, el cual hacía muchísimo tiempo al que no veía. Recordaba que el mortífago le había prometido un año atrás una copa que jamás se tomaron.

 

- Mmmm hace mucho tiempo que no veo por aquí a Aaron. -dijo la Malfoy- Tal vez si le mandas una lechuza aparezca respondiendo a tu llamado.

 

Con un golpe de varita cambió de ropa, un pantalón tipo legging, un jersey oversize de color claro y unas zapatillas de deporte. Tenía las manos heladas, por lo que se sentó en posición del loto cerca de la chimenea encendida, extendiendo los brazos hacia el fuego con las palmas abiertas.

 

- No soy tu tía. Bueno sí. -se rió por intentar confundir sin querer a Maida- En realidad soy la pareja de tu tío Orión. Ese si es hermano de tu madre Luisitha.

 

Todavía sonaba raro al decirlo en voz alta después de tantos años. Suspiró.

 

- Pero me puedes considerar tu tía si quieres...

 

@

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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--Eres un traidor.

Sus orbes esmeraldas transmitian toda la rabia que sentía en ese preciso instante, no podía creer verse obligada a volver y mucho menos por aquel est****o chico que alguna vez tomó como pupilo. El como se habia convertido en algo bastante similar a un hermano se debia a la convivencia, además de un par de actitudes que podía asegurar le pertenecían y que el Cartairs habia imitado a la perfección, sin contar la facilidad con que lograba que hiciera lo que deseaba, bufó.

-- Si sabes que sólo quiere verte a ti, ¿por qué debo venir yo? ¡Podría haberme quedado mirando dramas!-- sí, Carlos habia tomado la decision de llevarla a Londres en el momento menos oportuno-- ¿Sabes lo bien que sale Lee Jong Suk en ese drama? ¡Es un papasito!

Él clavó sus ojos en la fémina.

--Porque no ibas a estar en Seúl cuando regresara.

Y de paso la conocía a la perfección.

-- ¿Podrías bajar la voz? No deseo que sepa en donde he estado ultimamente.

Corea del Sur. Ese se había convertido en su hogar durante los ultimos meses; encontró un pequeño apartamento, no podía permitirse nada más con su actual bóveda, dónde la vista era una de las mas hermosas del mundo, resultó inevitable enamorarse de aquel lugar y convertirlo en su hogar. Demasiadas cosas por dejar atras y otras mas que olvidar lograron que entretuviera su vida admirando las dramaticas novelas protagonizadas por maravillosas estrellas coreanas.

-- Estoy segura que ese arrogante niño iba a confesarse hoy, no puedo creer...

El rubió bufó.

-- Ese dia que escapaste también pasaban uno de tus dramas favoritos, recuerdo mirar el capitulo completo en lo que te esperaba-- su mirada estaba completamente fija en ella--, ¿por qué hoy es diferente?

-- ¡Carlos!-- reaccionó la castaña

-- ¡Juliene!-- contratacó el blondo.

La Black Lestrange se enfurruñó, no tenía caso, aquel tonto iba a mantenerla en esa condenada habitación hasta que viera a su marido. Fue entonces que lo observó con atención.

-- Por cierto, ¿cómo supiste cual era su habitación?

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Cillian había pasado la mañana corriendo por los alrededores del castillo, necesitaba una actividad en la cual sacar todo ese estrés que le generaba el trabajar en el Departamento de Criaturas en esos días. Para el momento en que atravesó la puerta principal y se dirigía a las escaleras ya se había despojado de su delgada playera, la cual ahora fungía el trabajo de un pañuelo o algo así ya que la restregaba por todas las partes visibles de su cuerpo para secar el sudor.

Odiaba sudar, lo odiaba con todas sus fuerzas, no podía hacer nada para impedirlo. Sí, tenía la magia de su parte, eso era verdad Pero seguía siendo siendo un ser humano y el cuerpo de un humano necesitaba de ciertos requisitos básicos para poder existir, era así y no había más. Subió las escaleras de dos en dos y se dirigió directamente a su habitación, ese día no había tenido oportunidad de ver a Kya aún, había quedado de ir a cenar con ella más tarde.

Para ese momento de su historia, el chico ya había superado superado un poco el tema al que gustaba llamar soy homosexual, estoy casado, pero me estoy enamorando de tí y no entiendo porqué, se había enfocado en sólo disfrutar del momento y lo que viniera después no tenía importancia O quizá sí. Se detuvo un instante sobre la puerta, tenía una extraña sensación de que las cosas comenzarían a complicarse dentro de poco una vez más.

Llevó su mano a la perilla y la giró, cuando la puerta se abrió, su boca se abrió tanto que bien podían meterle un puño entero dentro de ella. ¿Qué hacían ellos dos ahí? ¿Qué los había hecho volver justo en ese momento? Oh, pobre Cillian, si tan siquiera supieras que es lo que había logrado llevarlos hasta ahí. Se apresuró a entrar y cerró la puerta tras él. Mantuvo su mirada en Juliene durante un par de segundos, rogándole una explicación y acto seguido la desvió a Carlos. ¡Carlos! El maldito amor de su vida estaba sólo a un par de pasos de él y que lo partiera un rayo si es que no tenía ganas de comerselo a besos.

- Espero que tengan una buena explicación para esto -comenzó, su tono de voz iba subiendo poco a poco- ¿qué demonios tienen en la cabeza, eh? Primero se van sin decir nada y luego Luego esto.

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Otto andaba aun de brazos cruzados mirando a la chica que tenía al frente suyo, mejor dicho esperando la llamada de Maida , creo que la joven andaba muy pensativa más que pensativa andaba en su mundo hasta que por fin escuchaba como ella le respondía.

 

Mientras a lo lejos una de las criaturas hacia acto de presencia como la dueña de este, parecía andar jugando el perro de tres cabezas, el demonio escuchaba como la bruja frente suyo, decía su nombre de forma energética-MAIDA-dijo de forma emocionadoa al mismo tono de su familiar que tenía frente suyo, mientras ella comenzaba hablar animadamente el mago se tomaba su tiempo para hablar para responder a la joven que tenía al frente-Si sé que el el grosor de la puerta, es uno de los más bonito y elegantes de todas las masiones-dijo riendo en modo broma a la chica-Todo saldrá bien Maida sé que da miedo, pero aquí andamos para ayudarte, aquí andamos en las buenas y en las malas. Ya verás que todo saldrá bien-comento mientras le daba animo a la bruja, mirándola tiernamente para tranquilizar sus nervios.

 

Ella miraba a su elfo mientras el joven hacia lo mismo para luego mirarla a ella nuevamente- Quieres que este a tu lado cuando hables con ella-preguntaba amable sin tiempo que perder para darle apoyo.

 

Cuando las cosan pasaban era por algo en eso unos pasos fuerte sonaban acercándose a ellos , el Patriarca de La Black miraba como la criatura de tras cabezas se acercaba con Gatiux que era su ama, sin duda alguna el novio de Jessie tenía que comprarse una de esas criaturas cuando tuviera más dinero. Hasta que por fin miraba como la bruja se presentaba junto a su enorme Perro-Gatiux es un placer verte-dijo Otto saludando a la mujer que tenía al frente-Lindo nombre y criatura-comento el peliblando de forma sincera mientras la miraba con mucho interés.

 

Otto se acercó valientemente para comenzar acariciar a la criatura mientras escuchaba al integrante de su familiar-Por mí no hay problema-dijo sincero mirando a una bruja, para luego mirar la otra. En eso Maida tomaba la palabra nuevamente, mientras se presentaba y decía algo que sacaba una risa del mago hija de mi mami, para luego decir el nombre de Luisita. Mientras sin tiempo que perder el joven esperaba que ambas chicas entraran para el seguirla al vestíbulo de la Black.

 

Mientras ambos se sentaban frente a la chimenea espero que Gatiux terminara para hablar con el-Aron nose donde anda, la última v vez que hable con el-decía mirando a Maida-Andaba en Bulgaria haciendo tratos, para comprar una criatura-decía sin tiempo que perder ah ambas brujas-Si Orion Y Gatiux son la pareja oficial de la Black-agregaba el peliblanco para molestar un poco a la peli violeta mientras miraba ahora el fuego quemando la madera de la chimenea.

@Maida SC y @Gatiux

Editado por OttoBkack

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--Que te explique Carlos.

Y asi, cómo Poncio Pilato lo habia hecho una vez, la Ravenclaw se lavó las manos. El blondo sólo atinó a tragar saliva en lo que pensaba cual sería la muerte más efectiva para su noona, no podía evitar ser influenciado por la cultura surcoreana, era una suerte que al ser inicialmente londinense podía darse el permiso de impactar su mano en la cabeza de su acompañante sin ningun remordimiento generacional.

-- ¡Oye!-- reclamó la susodicha.

-- Me hiciste jurar no volver a Londres o de lo contrario no iba a verte nunca más, pero deliberadamente rompiste esa regla al venir por ti misma --estaba calmado, pero había cierto tono amenazante en su voz, Juliene no sabía bien de quien lo habría aprendido--. Así que lo mejor es que te quedes callada, niña.

Sus ojos enfocaron al Black, no solo eran recuerdos sino sentimientos encontrados que se atoraban en su garganta, era una situación por demás inefable, sin contar con que su autocontrol estaba siendo probado de manera significativa, abrió un par de veces la boca sin que emitiera un solo sonido, adicionándole al asunto podía escuchar una tenue risilla por parte de la Black Lestrange.

-- Me pediste que la cuidara, Cillian-- logró hablar por fin--. Eres consciente de lo inestable que puede llegar a ser, no tienes idea de cómo fue que la encontré...--la risa se había apagado, sabía que ella lo miraba con fijeza, si decía algo más podría asesinarlo alli mismo.

--Carlos, es mejor que tengas cuidado con lo que dices...

No le importaba nada, iba a decir toda la verdad, él tenía derecho a saber porque simplemente se había marchado.

-- ¡Estaba a punto de asesinarse ella misma!--gritó.

-- ¡Carlos Cartairs juraste no decirlo jamás!--explotó la bruja, corriendo en dirección al rubio para pegarle puñetazos-- ¡Prometiste que nunca se lo dirías a ninguno de los dos! ¡Lo juraste por tu vida! Ni siquiera...

Y sin más había caído desmayada entre los brazos del Cartairs, quien sólo atinó a emitir un ligero suspiro, en tanto acomodaba a la chica en la cama del Black. No era el primer ataque que soportaba de Juliene, su habitual locuacidad se había convertido en autentica locura, una que podía ser controlable siempre y cuando la chica mantuviese la mente ocupada, razón primordial por la que apoyaba su adicción a las telenovelas surcoreanas.

-- ¿Me preguntas qué estoy haciendo aquí?--inquirió, volteandose hacia el mortifago-- Vine por ella...y por tí.

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Una locura, aquello era una completa locura.

 

Aunque lo cierto era que el Black disfrutaba de esos pequeños momentos llenos de tensión y drama. Se mantuvo atento al juego de palabras en el que se enfrascaron los recién llegados, intentando sacar algo en claro de todo eso. Suspiró, aquello no pintaba bien. Se recargó sobre la puerta justo en el momento en que Carlos soltó la pequeña bomba sobre el intento de suicidio, necesitaba un momento para asimilarlo.

 

No podía decir que no era algo que no esperase de su mujer, pero por lo menos esperaba que tuviera un poco más de auto-control sobre esos pequeños ataques. Después vino el desmayo... ¿Qué demonios? ¿Eso era normal? Trató de reincorporarse en un segundo, pero Carlos fue más rápido ya que para cuando él llego hasta su posición, Juliene ya estaba recostada sobre la cama.

 

— ¿Ha estado alimentándose bien? —Cuestionó sólo un segundo antes de que el blondo tomará la palabra.

 

¿Por él? ¿Por ella? Que demonios. Cillian aún estaba sin playera y el sudor comenzaba de nuevo a cubrir cada parte de su cuerpo, ¿por qué tenía tanto calor? No, no era momento para eso. Se reclinó ante el colchón y tomó la mano de Juliene, ¿qué estaría pasando con ella.

 

— Si estás aquí por mí, Carlos —su tono de voz era bastante serio—. Necesito que me expliques todo, necesito saber porqué desaparecieron así como así y porqué Juliene ahora se desmaya como cualquier cosa... ¡ES UNA MALDITA VAMPIRO! Esto no debería ocurrir.

 

Una solitaria lágrima comenzó a correr por su mejilla mientras acariciaba la mano de Juliene.

 

— Después de que me lo cuentes todos, hablaremos sobre nosotros y por último será mi turno de contarte un par de cosas, ¿entiendes? Así que comienza a hablar.

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