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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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La noche había sido bastante larga, con su mirada perdida en la ventana no había podido dormir muy bien. El silencio que había en la habitación llego a ser perturbador, el tinitus carcomía sus oidos, mientras un limbo de pensamientos inundaba su mente. Las ideas eran como virus, cuando se fijaban avanzaban, se multiplicaban, crecían desde su origen sin dar espacio a otro pensamiento, se tornaban en obsesión.

 

La originacion estaba descrita como implantar una idea en la mente de otra persona, a pesar de que siempre quedaban huellas y eran reconocibles, los originados colapsaban en estas ideas y se destruían a si mismo. Había una maldición en especifico para controlar la mente, pero era demasiado evidente y reconocible, aunque con los años la había aprendido a manejar.

 

El gigante moreno se coloco en pie y empezó a vestirse, tenia compromisos que cumplir en aquel dia. Aunque había sido despojado de la mayor parte de su poder, todavía le quedaban algunos trucos bajo las mangas. Estaba armado con una cantidad de cuchillos y unas hojas ocultas en sus mangas, llevaba una capucha nueva y su túnica había cambiado un poco.

 

-Hora de visitar a unos amigos...

 

El asesino bajo por la ventana y se dirigió hacia los terrenos del castillo Black, desapareciendo en la densidad del bosque.

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Mahia cerró los ojos un segundo, aturdida por la intensidad de la mirada de Gabrielle, y apoyó la cabeza en la mano que tan sutilmente le acariciaba. ¿Qué podía ser tan malo? Quizás estaba siendo muy dramática. La mortífaga tempestad era lo bastante fuerte y habilidosa para defenderse de ella si algo salía mal, pero si intentaba hacerle daño no podría perdonarse a sí misma.

 

- Tu aroma me hipnotiza, y no es sólo tu perfume. – Abrió los ojos y subió lentamente su mano, pasando suavemente por el centro de su pecho hasta llegar a su cuello y acarició con delicadeza el lugar donde debía estar la yugular. – Me atrae el sonido de tu corazón, el amor que te tengo, el deseo… y tu sangre… no quiero morderte, pero no siempre me puedo contener. Yo… -

 

La sintió más cerca y levantó la mirada a los ojos miel que tanto amaba, pero enseguida la desvió hacia los labios de la otra rubia, perdiéndose en el deseo de besarlos. Se acercó al tiempo que su hermana lo hacía y suspiró cuando la sintió a centímetros de su rostro. Sin dudarlo movió la mano que se encontraba en la base de su cuello hacia la nuca de la Delacour y cortó la distancia que separaba sus labios.

 

Ya no sabía qué era aquello que llevaba años haciendo con su varita, porque definitivamente la magia era aquello que estaba sintiendo en ese momento. Dejó salir un gemido de gusto casi de manera involuntaria mientras sentía los escalofríos de deseo recorrer su espalda. La quería. La necesitaba más de lo que había pensado y su cuerpo lo sabía; las piernas amenazaron con fallarle y se vio en la obligación de separarse un segundo, tratando de recuperar el aliento: se había olvidado de respirar.

 

No necesitaron más palabras. Las miradas cargadas de apetito la una por la otra creaban un dialogo mudo que cada vez se hacía más extenso, loco y frenético. Inhalar se había vuelto difícil y el calor comenzaba a subir. Mahia mordió su labio inferior en una seña innegable de deseo y apretó más la mano que tenía sobre la toalla que apenas lograba cubrir a la otra Black. Tiró sutilmente hacia abajo, desprendiendo el agarre con el que la tela se ceñía a si misma al pecho de Gabrielle y bajó los labios nuevamente al cuello de esta.

 

La deseaba, la amaba. Era la persona que le hacía sentir completa y, en ese instante, no podía sentir más que felicidad.

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Y no era la única hipnotizada. Gabrielle sonrió ante la respuesta de su hermana y, por extraño que parezca, aquello hizo que le pareciera más exitante estar a su lado. Una sonrisa de medio lado se dibujó en sus labios, traviesa, su mirada la delataba; subió la mano por su abdomen hasta llegar a su escote y detuvo su mano ahí en la orilla de la tela.

 

¿Qué es lo peor que puede pasar? - dijo mordiéndose el labio inferior y mirándola con picardía.

 

Sonrió, era cierto y ya no tenía miedo de decirlo en voz alta. La Black era recelosa con sus emociones, si bien era demasiado expresiva con sus acciones, nunca lo demostraba con palabras, aquello solo le hacía sentir vulnerable y odiaba dar las herramientas para que pudieran hacerle daño. Con Mahia sabía que las cosas eran diferentes y, si le amaba, le amaría sin miedos.

 

Como si tomara literal las palabras de la Delacour, la Black arrancó la toalla que cubría su cuerpo y sintió los labios de su hermana en su cuello; de sus labios escapó un gemido, el arrebato de lujuria y sorpresa la habían dejado sin escudos. Subió su pierna a la cadera de Mahia y trató de empujarla hasta la cama. La cama que jamás había sido estrenada.

 

Estando cerca tomó su varita y apuntó a la puerta, de inmediato el sonido de un clic dio a conocer a las Black que la puerta estaba cerrada. Había aprendido por las malas, aquel error de la cocina había frustrado su primer encuentro y no frustraría el segundo. No arriesgaría de nuevo uno de los pocos momentos en los que su hermana le prestaba atención.

 

Volvió el cuerpo hacia su hermana; el estar al descubierto le importaba poco, menos al verla en la cama. Mordió su labio inferior y sus ojos miel delataban todo el deseo que sentía por ella. Pasó sus manos sobre el abdomen de ella encontrando el primer obstáculo, casi arrancó aquel cinto negro que le ceñía el cuerpo y bajó su rostro para rozar sus labios con la tela que separaba la piel de su hermana de la de ella.

 

Lo bello de los vestidos es que facilitan las cosas cuando se anda con hambre. Gabrielle lo sabía y había amado el momento en el que la rubia había decidido usarlo para ir a buscarla. La mano de la francesa acarició su muslo mientras subía de poco rozando su aductor, sintió su calor y su rostro y torso continuaron subiendo hasta llegar a los labios de Mahia.

 

Sus piernas ya rodeaban la cadera de su hermana, sintió su pecho cerca al de ella, aprisionándola contra la cama. La tenía para ella de nuevo; le miró con lujuria y un amor que no podía ocultarse, le sonrió y besó sus labios; su mano derecha comenzaba a bajar lentamente hasta quedar en medio de sus piernas y se metió entre su ropa.

 

– Je t'aime, Mahia...

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- Je t'aime aussi Gabrielle.... -

 

La noche había ido mejor de lo que esperaba y, por una vez, sentía que había tomado la mejor decisión. Sonrió con picarda y se dejó llevar, recostándose en las suaves sábanas. Todo estaba inundado con el olor de la rubia y eso le hacía volver loca. Podía sentir la suavidad del cuerpo de su hermana sobre ella, deleitando su vista y sus sentidos con cada movimiento. Su mano derecha se adelantó sin pudor, subiendo desde su cintura al cuello sin dejar de rozar cada centímetro de piel en el camino y entrelazó sus dedos en los cabellos con una caricia simple.

 

Levantó la vista y la miró a los ojos, encontrando en ellos el mismo sentimiento y la pasión que pronto estaba por desbordar. Y entonces la besó. La besó como si nunca antes lo hubiese hecho, dejando salir el anhelo y el amor en cada toque.

 

Arqueó su cuerpo al sentir la mano de la Delacour y jadeó entre sus labios, apremiándola a seguir con la caricia. No había otra persona que pudiese provocarle lo que Gabrielle hacía con su cuerpo. Cada parte del mismo vibraba sin control, quemando el lugar donde sus caricias recaían y haciendo que la respiración se volviese cada vez más acelerada y hasta entrecortada .

 

Con sutileza la Black empujó a su hermana hacia un costado, rodando en la cama hasta quedar sobre ella, sentándose sobre sus caderas con una pierna a cada lado, pero manteniendo su peso sobre sus rodillas. Llevó sus manos al borde de su vestido y lo retiró lentamente, consciente de la mirada atenta de Gabrielle sobre su cuerpo. Arrojó la prenda hacia un lado, sin importarle las condiciones de este y bajó el cuerpo hacia el de su hermana, apoyando los labios en su cuello una vez más, sintiendo el suave calor del pecho de la otra mujer bajo el suyo.

 

Sus caderas se movían prácticamente por instinto y las manos acariciaban cada lugar disponible, cubriéndola de caricias.

 

- Sos perfecta ma cherie - Le susurró suavemente, mordiendo un poco la piel, lo suficiente para dejar salir un poco de sangre y lamió rápidamente, sintiendo estremecer por el sabor. La cabeza le daba vueltas y se separó apenas un instante para mirarla a los ojos. - Sé mía. -

 

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*desaparezco*

Editado por Mahia Black

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Había entrado a aquella casa como un vil y traicionero ladrón. Que no buscaba hacerse de gran fortuna, solo de arruinar momentos románticos. Y aquel momento parecía mágico. Si, era mágico lo podía escuchar desde detrás de la puerta. Dos jóvenes enamoradas hablando de sus sentimientos.

 

¡Qué asco!

 

Había escuchado aquellas palabras que lo habían dejado paralizado. “Te amo” en un francés tan fluido que llegó a darle miedo interrumpir aquella escena romántica y decidió ir en busca de hacer otra cosa en el lugar.

 

Estando caminando por el pasillo se quedó mirando al final de este, aun podía ver la puerta donde había escuchado esas palabras y se preguntaba que tan bien tomarían su intromisión al lugar si sostenía en la mano un artefacto para grabarlas. Pero no llevaba artefacto ni nada para que a las mujeres les importará más el hecho de que las grababan a que él estuviera ahí de metiche.

 

Así que prefirió bajar a la cocina a robarse un poco de comida para hacerse de un emparedado. Hasta que terminó de prepararse aquel delicioso refrigerio se preguntó: ¿Y los elfos de este lugar? Era extraño que hasta el momento ninguno de los elfos del Castillo apareciera para echarlo de aquel sitio.

 

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*se lleva a Mahia Black al lugar de los VO*

*desaparezco*

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Su respiración estaba acelerada, solo lograba tener un poco de cordura debido a la lujuria. Se sintió aprisionada por las piernas de la rubia y le vio desvestirse; cada parte de su cuerpo comenzó a despertar de deseo por ella, quien le movía parte de su mundo ahora estaba tal y como Gabrielle deseaba, el segundo encuentro y deseaba disfrutar cada segundo.

 

Mordió su labio inferior y sus manos se deslizaron sobre la cintura de Mahia hasta llegar a su espalda atrayéndola hacia su cuerpo.

 

El ritmo de la Black marcaba hasta la respiración de la Delacour; sintió su pecho contra el suyo y arqueó la espalda al sentir las manos de su hermana recorrer su piel. Cerró los ojos y cada latido de su corazón le sentía en cada parte de su cuerpo, se dejó llevar y sus caderas se movían junto las de ella. Ella...

 

Sos perfecta ma cherie.

 

Las palabras de la ojiazul le sacaron un suspiro, el poco aire que alcanzaba a tomar entre jadeos había sido liberado y volvió a inhalar aire rápidamente, su torso se llenó de aire y su pecho quedó aprisionado contra el de su hermana, una sonrisa se dibujó en sus labios al sentir su cuerpo más cerca al de ella y sus manos le sujetaron de la espalda obligándola a mantenerse pegada a su cuerpo.

 

Un gemido salió de los labios de la francesa al sentir el leve desgarro en su piel y sus uñas rasguñaron de placer la espalda de Mahia, sus manos aprisionaron un poco de piel y su espalda se había quedado arqueada por instinto. Abrió los ojos y se encontró con ese azul intenso que tanto amaba.

 

– Sé mía.

 

– Lo soy...

 

Gabrielle paso sus manos por la cintura de la Black rozando levemente el pecho de su hermana hasta subir a su cuello y les dejó en su nuca. Le observó por escasos segundos; en verdad la tenía para ella, después de tantos años de juegos... y solo para ella. Sus ojos miel delataban no solo el deseo, si no el amor que sentía por ella... desde siempre y hasta ahora se había dado la oportunidad de sentirle libremente.

 

Le atrajo para besarle los labios y volvió a sentir esa carga eléctrica, unos le llaman deseo, otros amor... y pocos podían entender la química que despedían sus cuerpos, no solo eran los genes lo que las unían. Estaban destinadas y lo sabían.

 

Dejó que la chica bajara y arqueó la espalda de deseo haciendo que su cuello quedara estirado para ella. Bajó su mano por su cintura hasta dejarla en medio de sus piernas, la tempestad metió una de sus piernas en medio de la de Mahia para ayudar a que su mano tuviera mas espacio para acariciarla, sintió la humedad de sus cuerpos y soltó un gemido al mismo tiempo en el que comenzaba a acariciarle.

 

– Soy tuya... solo consérvame humana... – sintió un jadeo escapar de sus labios y agregó.– Tu humana...

 

Los movimientos de su cadera guiaban su mano; sus dedos acariciaban un poco más rápido a su hermana, sentía como el clímax estaba embriagándola, bajó un poco más sus dedos y les adentró en el cuerpo de Mahia, cada movimiento de cadera le hacía llegar un poco más dentro de ella y el placer de tenerla sobre su cuerpo y ser ella quien le erizara la piel a la rubia le nublaban la visión.

 

Arqueó la espalda soltando un quejido de placer, mordió sus labios y dejó que su cuerpo y respiración de Mahia guiaran su mano. No pensaba, era solo la fusión de sus cuerpos lo que le guiaba, se reconocían desde antes de estar juntas... desde siempre.

 

 

 

 

 

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*desaparezco*

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Aaron Augustine Black Ryddleturn.

 

No me había dado cuenta el momento en que caí dormido y la verdad es que uno jamás se daba cuenta cuando estaba soñando, por tanto todo para mí era tan real como me lo permitiera mi mente. Allí, tumbado en aquél diván de terraza, me veía tranquilo, parsimonioso, con ambas pestañas sellando la gélida mirada gris, ventana de un rostro vago en emociones para denotar un carácter inofensivo y lleno de paz. Dormía plácidamente con la brisa de la tarde acariciando mi semblante.

 

-¿Aaron?...

 

Un susurro alcanzó lo más profundo de mi memoria.

 

-Aaron, despierta... ven...

 

Su voz era dulce, tan dulce como lo recordaba. Escucharla otra vez era sentir una lágrima del fénix en mi pecho; como si no odiara la manera en que arrebató mi corazón, sí, le odiaba por eso; abrí un ojo y esbocé media sonrisa tras apreciar sus delicadas facciones sobre mí, sus ojos almendrados, su pequeña nariz decorada con pecas que se desvanecían como la luz de las estrellas en sus pómulos, sus labios curvados en una ternura sin igual mientras me miraba y su cabello a medio ondular acariciando mi mejilla. Volví a cerrar los ojos en un placentero ensueño sin quitar la sonrisa de mis labios.

 

-Hey Black!- volvío a llamarme en un suave susurro al oído. Anhelaba su voz.

 

>>mmm??

 

-No me dejes sola aquí, no me dejes sola aquí, no me...

 

Desperté de golpe y ella no estaba, ¿habría soñado todo eso?, no, no; sentía desesperación, un vacío en mi interior ¡La quería allí conmigo! ¿Dónde estás?. El diván se hizo grande, inmenso, tanto así que abarcaba todo el terreno del castillo y derrepente caí en un mar rojo, escarlata mas bien ¿Sangre? no, el agua no era espesa, solo era cristalina y ... roja.

 

Abrí los ojos, como si me hubiese levantado del diván una vez más.

 

-¿Aaron?

 

Allí estaba parada frente a mí. Un vestido floreado se ajustaba a su figura curvilínea; siempre tan femenina; su castaño se mecía al compás de la brisa que se arremolinaba en nuestra distancia. Me levanté de golpe.

 

-¿Qué haces acá?- pregunté dudoso de la realidad- quiero decir, ¿cómo entraste hasta aquí?... viva- finalicé en un susurro que se llevó el viento.

 

-¿Entrar? vivo aquí Aaron, contigo...

 

¿Vivir conmigo?, la bruja no era perteneciente a la familia Black, ni a la Ryddleturn, ni si quiera pertenecía a una familia de linajes oscuros; ella era luz, mi única luz y....yo....

 

-Tú no deberías estar acá, tú estás...

 

-Yo estoy ahí- me habló sin ápices de despegar sus labios indicando mi pecho con su índice.

 

-Yo...yo...te asesiné, yo te maté, tú... no... no- cerré los ojos y agarré mi cabeza, ésto no estaba bien.

 

-Aaron...

 

-No ¡NO!...

 

En eso vi a Nius frente a mí, observando mi sudado cuerpo sentado donde me había quedado dormido. Poco a poco fui recobrando color en mi rostro y las emociones se fueron escondiendo en aquél recoveco de mi mente.

 

-Nius trajo lo que pidió el amo Black- la criatura me extendió el profeta- Nius quiere saber si el joven Black quiere su bebida ahora...

 

-S...sí- comenté dubitativo. Todo había sido un sueño, una pesadilla, un recuerdo que me pesaba hasta el día de hoy y que creí olvidar.

 

Tomé aire y suspiré al cielo para luego reflejar la fría mirada de invierno en una taza de café.

 

OFF: en son de la guerra de rangos...desaparezco (?) xD jaja.

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Claro que la conservaría humana. Lo intentaría. Ese era su único miedo, pero sabía que si ella se lo pedía todo su cuerpo obedecería. Era increíble la conexión que tenían entre las dos. Gabrielle sabía exactamente cómo y en qué lugar tocarla; conocía sin preguntar todos los puntos que le hacían estremecer y los manejaba a su antojo, como si fuesen una sola. La sentía y se moría por hacerse sentir.

 

Clavó los colmillos en su cuello cuando sintió sus dedos en mayor profundidad y soltó un gemido cuando el aliento agitado de su respiración se mezcló con el tibio calor de la sangre, regodeándose en el sabor y el deseo que esta le provocaba y haciendo gritar a la otra mujer. Aquello la llevaba a su límite y la dejaba al borde de propasarlo; arqueó la espalda ante la oleada de deseo y placer y separó su boca de la garganta de la Delacour, aprovechando el momento para subir sus manos a sus hombros, pasando por su pecho para aplicar una leve presión con sus dedos en ellos.

 

La miró a los ojos sin dejar de moverse y sintió erizar su piel. Se perdía en aquellos orbes miel que le transmitían toda la pasión, lujuria y deseo que pudiese sentir, pero que a su vez le llenaban del más profundo amor. El rostro de Gabrielle se veía esplendido y sensual, ofreciendo sus rosados labios para que fuesen besados. Observó su brillo y advirtió cómo su corazón doblaba los latidos, haciéndole morder su propio labio inferior, tirando la cabeza hacia atrás al tiempo que aceleraba sus caderas al ritmo de la mano de la chica.

 

Y cayó sobre su pecho de manera sutil, sin poder ya sostenerse con los brazos, presa de aquellos espasmos y contracciones que involuntariamente le invadían y que le quitaron el aliento por unos momentos. Sintió uno de los brazos de su amor rodearla mientras temblaba y se abandonó a ella. Apoyó los labios nuevamente sobre su cuello, evitando la herida para no provocarle dolor y se quedó allí por unos momentos, aunque nunca supo exactamente cuánto tiempo fue.

 

No quería separarse de ella. Estaba feliz, estaba impresionada… estaba… feliz.

 

Acarició las costillas de la otra Black de manera suave y tranquilizadora y, cuando pudo moverse, se giró un poco hacia el costado para no aplastarla por mucho tiempo más. No hubo demasiadas palabras, sólo las miradas que expresaban cada uno de sus pensamientos.

 

Mahia estaba segura: nunca la volvería a apartar. Necesitaba a Gabrielle en su vida y ya no dejaría pasar la oportunidad. Miró su mano izquierda y contempló unos segundos el anillo de plata que tenía en el dedo anular. Era uno de sus objetos más propios. Siempre lo había llevado consigo.

 

Lo retiró de su dedo, tomó la mano derecha de su hermana y sin decirle una palabra lo colocó en el dedo anular de ella. No era exactamente el mejor regalo que le podía dar. De hecho podía darle cosas mucho mejores: más lujo, más brillo, más clase… pero la carga emocional que tenía el momento reemplazaba todo aquello.

 

Cambialo de mano cuando creas que sea necesario. Pero con esto, quiero que sepas que soy tuya para siempre. Te pertenezco y lo quiero de esa manera. Quedate conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para tu vida y borrar todo el pasado que no te mereció para crear un nuevo presente donde no hagas más que sonreír – cuando terminó de hablar bajó la mirada avergonzada y escondió el rostro en el hombro de la mortífaga Tempestad. Decir esas cosas no era algo propio de ella, pero era lo que sentía y pensaba, y necesitaba que la mujer lo supiese.

Editado por Mahia Black

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Deseaba que el momento nunca acabara. Su hermana sobre ella era todo lo que ocupaba; las respiraciones de ambas habían regresado a la normalidad y Gabrielle se dedicaba a acariciar la espalda de la rubia. Tan… perfecta.

 

Cerró los ojos y se dejó embriagar por su perfume; las caricias sobre su costilla le hicieron sonreír y la abrazó aún más contra su cuerpo. Tenía años sin sentir esa paz y felicidad dentro de su pecho, suspiró y de nuevo quedó embriagada con su aroma, trataba de hacer el menos movimiento posible para no molestarle pero los suspiros que salían de su pecho eran incontrolables al tenerla cerca.

 

Le sintió acomodarse y por instinto le sujetó de la cintura tratando de mantenerla cerca de su cuerpo. No le dejaría ir, no tan pronto. Le miró a los ojos, esos ojos azules que le tenían tan enamorada, Gabrielle sabía que sus gestos y su mirada delataría lo mucho que la amaba, lo mucho que la deseaba y lo que daría por ella… estaba entregada.

 

Las palabras de la ojiazul le hicieron sonrojar, mordió su labio inferior y le abrazó con fuerza contra su cuerpo. Tenía tiempo sintiéndose tan suya, le había dejado entrar a su cuarto, le había dejado estrenar una cama que jamás había sido estrenada y sobretodo le había dejado entrar a su vida estando tan rota. Sintió lleno el pecho, aire, amor tal vez, pero sin aquel hueco que le hacía sentir incompleta, incurable.

 

Sabes que yo soy tuya ¿Verdad? – hundió su nariz entre los cabellos de ella, cerró los ojos y se dejó embriagar por su perfume.– Me haces feliz... me siento completa a tu lado.

 

Con su dedo pulgar tocó el anillo y suspiró, se pertenecían. Subió su mano hasta la barbilla de su hermana y le levantó para verla a los ojos. El solo verla le derretía cada parte de su ser.

 

– Y si el anillo no marca suficiente territorio...– sonrió y rozó la punta de su nariz con la de ella. – Lo hará el cuello.

 

Rió y le robó un beso a sus labios. Solo deseaba que ese momento quedara así, grabado en su memoria; pasó su mano derecha por la cintura de Mahia y deslizó sus dedos por su espalda haciendo caricias de arriba a abajo. No quería levantarse de la cama, quería retrasarlo lo más que se pudiera y evitar que la otra Black se fuera, pocas veces le tenía para ella.

 

Quiero que sepas que... mi cuarto es tuyo, al igual que todo mi ser.– levantó un poco el torso, quería verla a los ojos y que sus ojos miel fueran quien la delatara.– Todo de mi te pertenece, eres mi mundo Mahia...

 

Se mordió el labio y bajó la mirada, no quería comenzar a escupir tantas emociones y sentimientos en tan corto tiempo. Pero, por otro lado, sabía que si las decía sus emociones estarían seguras, que solo a ella le confiaría parte de su estabilidad emocional.

 

Ya cuidamos una familia juntas... – volvió a sujetarla de la barbilla y clavó su mirada en los ojos azules de la Black. – ...Quisiera poder tener un hijo contigo.

 

Sintió el rubor en su mejilla y soltó la barbilla de su hermana, desvió su mirada y refugió su rostro entre los cabellos de la rubia. Su corazón estaba acelerado ¿Por qué había escupido semejante disparate? ¡Ah! Cierto... le amaba y el filtro que existía entre sus labios y su cerebro había sido desaparecido por la locura que todos llaman amor.

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En una situación ideal habrían dejado en paz a Gatiux hasta que a ésta se le pasara el enfado, pero en el Mundo Mágico las cosas no sucedían como uno quería la gran mayoría de las veces. Demostrando poco sentido de supervivencia, Maida se encontraba llamando a la puerta de la habitación de Gatiux. Ésta convertida en un pequeño felino negro miró hacia la misma, con la cola golpeando sobre la cama. Tenía dos opciones, hacerse la desentendida y si abría la puerta sólo encontraría una mascota sobre la cama de su dueña o salir al encuentro de la chica.

 

Bufó, y el pelaje se le erizó por completo. Y en un pequeño instante volvió a su forma humana, completamente vestida por supuesto, estirándose sobre sí misma. A la Malfoy le hubiera gustado que le dejasen dormir una pequeña siesta tranquilamente. Con el gesto serio abrió la puerta de forma brusca. Maida se encontraba allí mismo esperándola.

 

- ¿Qué es lo que quieres? -inquirió Gatiux, sus ojos amarillos tenían un brillo amenazador- Si es para volver a hacerme un desplante como en el salón puedes ahorrártelo.

 

Pese a todo se apartó y con el gesto la invitó a entrar, no pensaba discutir en el pasillo y dejarla allí plantada no sería del todo elegante. Siguió los pasos de la chica y después cerró la puerta. Con un poco más de fuerza de la necesaria para dejar ver su estado de ánimo. Se cruzó de brazos esperando a que Maida la mirara, cuando lo hizo enarcó una ceja.

 

- ¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres decirme?

 

--

 

Rol cortito pero así continuamos el drama (?) @ :3

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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