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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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El aire golpeaba su cara de manera brusca, agitando la poca melena de aquel corte rapado a los lados, un popular Mohawk. Sus ojos cerrados lo dejaron llevar tranquilamente, sintiendo el zumbido en sus oídos, se lograba sentir como en mucho tiempo no se había sentido, era libre de muchas culpas. La pesades se había ido, solo quedaba sentir el aire.

 

Subia y bajaba libremente, tocaba el agua del lago sin perturbar su tranquilidad, era sublime aquel vuelo que había emprendido en su saeta de fuego. Su agilidad en aquel artilugio volador era asombrosa comparada con el cuerpo que poseía. Antigua enseñanza de un pasado profesional en el juego por excelencia de los magos... Quidditch.

 

Atravesar los arboles fue sencillo con aquella velocidad que había tomado en la caída libre, levantando la escoba a tiempo, evitando así estrellarse con el piso. Su rumbo era volver al castillo Black para tratar de comer algo.

 

-Te ves asustado... -Comento al pequeño elfo que se encontraba justo detrás en su escoba adherido a su espalda.

 

La pequeña criatura bien vestida estaba pálido, con los ojos desorbitados, aferrado con toda su fuerza a la espalda de su amo. Zenegal, un elfo libre no había emitido comentario alguno, mientras Glenin sonreía avanzando a vuelo rápido.

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Le terminaba decir mientras como hacia la reverencia para irse el patriarca mueve su cabeza de forma positiva y sin tiempo que perder miraba como se iba del salon donde estaban. M,ientras el chico se quedaba ahi de brazos cruzados, mientras miraba como la joven se perdia a simple vista ahora el Black andaba ahi mirando pesando que iba hacer ahora .


Otto rapidamente y sin anda mejor que hacer iba a la cocina, su estomago sonaba fuertemente, a lo mejor le podia robar un dulce de alguien o preparse algo mas rico para comer bueno eso lo veria ahora.Mientras caminaba el lider de la Black tenia los brazos en la nunca, pensando que hara luego podia ir a tocar su guitarra, otra opcion seria visitar a Jess su amada su novia. Puedo ir a su familia o puede ir a su lugar de trabajo mientras tanto el estomago del Black zonaba vaya parecia ser que tenia mucha hambre.


El demonio llegaba a la cocina sin tiempo que perder iba hacia los gabinetes de arriba para ver si habia algun dulce o una galleta por ahi escondida, el peliblanco comenzo a buscar por aqui y por halla , tratando de buscar un dulce o algo su cuerpo pedia una golosina e no descansaria hasta conseguirlo.

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¿Cómo desplante si la que había salido sin despedirse era ella? Maida medio que frunció el ceño, pero su instinto le sugirió que era mejor no decirle eso como reinicio de conversación. Eso sí, mirada viperina de Gatiux no la intimidaba, lo que sí, la hacían ver que realmente le había hecho pasar un mal rato, y siendo la pareja de Orión, eso distaba mucho de lo que quería. Cuando ella le dio el pase, la Ivashkov dudó. Cuando cerró la puerta con demasiada fuerza, la Ivashkov estuvo segura.

 

Era una pésima idea alterar a Gatiux.

 

Pero bueno, como se decía en inglés: "here goes nothing". La antipatía de la Malfoy ya se la había ganado, ¿qué tanto más podía arruirnarlo todo? Como fuere, había que intentarlo, por los Black, por su mami, por su mentor. Se aclaró la garganta y soltó sus manos para no parecer tan nerviosa. Si tan sólo hubiera sabido que su voz la iba a delatar segundos después se las habría dejado enlazadas.

 

Cuando estaba en tercer año, conocí a una compañera nueva de clases. Pasaron unos meses y logré que me tuviera la confianza suficiente para presentarme a su novio —dijo contando una historia que seguramente aburriría a la Malfoy, así que debía terminarla pronto—, Agares, luego prometo contarte quién es él y qué pinta en mí, me dijo que era una pésima idea, eso de conocer el novio de una chica, que yo no estaba acostumbrada. Le dije que estaba exagerando. Durante la cena, el novio fue un tanto atento conmigo, y cuando se fue, en lugar de decirle a Cecile, mi amiga, de forma delicada que me parecía que su novio era un tanto ..."dedicado", le dije que sentía que me estaba coqueteando.

 

Maida sonrió de lado.

 

— Y como esa anecdota puedo tener unas tres o cuatro más —encogiéndose de hombros—, el punto es, que a veces pareciera que tengo algún tipo raro de Asperger y que no me doy cuenta. Con casi veinte años debería ser más delicada, pero no. Soy muy boba. Lo admito.

 

Hizo una floritura rara con la varita apuntando a su mano izquierda y en esta apareció una rosa blanca. Una que le extendió a la mortífaga con una sonrisa.

 

Lo siento. Orión Black es muy importante para mí, pero jamás en el sentido que pude haberte hecho pensar hace un rato, nunca en ese sentido —tenía que explicarse bien esta vez—. Él es algo así como el papá que no tengo en Inglaterra. Oír que era la pareja, quizá me puso nerviosa por la emoción, pero no quería que pienses mal en lo más mínimo. De hecho, moriría por llevarme bien contigo.

 

Palmeó sin sonido sus manos, y como para relajarse un poco, trató de husmear la habitación con lo que tenía a la vista. Tampoco quería quedar como chismosa. De hecho, sus ojos no avanzaron mucho más de las maletas que estaban ahí ordenadas en el suelo. Ella tampoco había tenido tiempo ni de escoger alguna habitación y descansar un poco. Ahora todas sus energías estaban enfocadas en el pequeño dilema en el que se había metido.

 

Tómame como la mascota cachorra que quiere probar su dentadura nueva y quiere mostrarte lo fuertes que son los dientes masticando tus zapatos, sin saber que son tus favoritos —se río de su propia analogía y continuó esperando la respuesta de Gatiux con una sonrisa expectante—. Dime que no arruine todas mis chances de ser tu sobrina favorita.

 

@Gatiux

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Gatiux escuchó la explicación de Maida con los brazos cruzados por debajo del busto, en una clara postura defensiva en lenguaje corporal, no invitando a su interlocutora a algo amigable con ella. Frunciendo el ceño al no saber donde quería ir a parar. Maida acababa de hacer aparecer una rosa blanca como símbolo de disculpa, la banshee de cabellos violetas alzó una ceja.

 

Únicamente relajó la postura cuando oyó a la muchacha decir que Orión era como una figura paternal para ella. Fue entonces cuando alcanzó la flor que le estaba tendiendo con cuidado de no tocar ninguna espina.

 

- ¿De verdad únicamente ves a Orión como una figura paternal? -inquirió Gatiux, esperando al asentimiento de confirmación de la otra mujer- Entonces puedo vivir con eso mientras no se transforme en nada más.

 

Sabía la nueva actitud paternalista del mortífago desde que había vuelto al pueblo. El paso del tiempo le había hecho más sabio y quería cuidar de las nuevas generaciones mortífagas, guiarles por aquella oscura senda. Incluso ocuparse de su propia descendencia, algo totalmente insólito e inusual.

 

¿Estaba siendo la Malfoy territorial con Orión? Sí. ¿Le importaba? No.

 

- Lo que dijiste ahí abajo sonó como si tuvieras un affaire con Orión. O como si fueras la amante de él y quisieras ponerme celosa. Me alegra saber que esa no era tu intención, a veces puedo ser muy temperamental.

 

Era lo más cercano a una disculpa que Maida iba a conseguir por parte de Gatiux, no se arrepentía de su reacción con la muchacha, cualquier mujer normal habría saltado ante una frase como la que había pronunciado Maida minutos atrás. Atribuyó su falta de comprensión sobre el tema a una posible nula experiencia en aquel campo.

 

- Todavía puedes escalar posiciones para ser mi sobrina favorita. No es dificil si se sabe como agasajarme. -sonrió- No todos los comienzos pueden ser buenos, pero a partir de aquí sólo puede mejorar la historia. Además, me gustan los cachorros... Como pudiste ver en el jardín con mi pequeñín enorme.

 

Se volvió para poner la rosa en un jarrón pequeño que llenó con un poco de agua. No se le había escapado la mirada que había dirigido la muchacha a sus maletas. El cuarto parecía de alguien que se acababa de mudar y aún no deshacía las maletas. La realidad era muy distinta.

 

- No es que me acabe de mudar, es que estaba trasladando mis cosas a otra habitación.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Sonrió con las últimas palabras de aquella mujer que le hacía poner el mundo a sus pies. No entendía por qué se avergonzaba, pero el contraste entre sus rubios cabellos y el rojo de sus mejillas le parecía adorable. Dejó salir un suspiro y miró hacia la ventana, habían pasado varias horas juntas y el día ya estaba en todo su esplendor. De todas maneras a Mahia no le importaría compartir seguir unas cuantas horas más; quería compartir toda su vida con Gabrielle.

 

- Lo hagamos… - Dijo sonriendo, levantando la mano hacia los cabellos de su mujer para acariciarlos con ternura. – Ya somos familia, pero quiero ser… Tu familia. Si es que me entendés. -

 

Besó su cabeza y se incorporó un poco, apoyando su espalda contra la pared mientras estiraba un brazo para indicarle a la Delacour que recostara la cabeza en su hombro y tomó el edredón para taparla por si ella tenía frío; por su parte, bueno, acababa de beber sangre, por lo que por un rato no sentiría el efecto del fresco clima de invierno.

 

Le enternecía las palabras de su hermana. Ella no había sido una buena madre en tiempos pasados. No los había cuidado como debía y sus hijos no le tenían el amor que se le tenía a una madre. Ni ella los tenía tan interiorizados como debía. Eran suyos, los amaba, pero no tenían una relación que cuidar. Y ahora tenía la oportunidad de hacerlo bien, de volver a empezar.

 

Miró a la mujer que la miraba pensante entre sus brazos y le devolvió la mirada con amor. Luego bajó el rostro y depositó un cálido beso en sus labios.

 

Ella siempre había sido su camino de regreso a casa. Consciente o inconscientemente se buscaban y lo primero que hacía la Black al regresar era estar pendiente de si su hermana estaba o no en el castillo.

 

- Podemos hacer lo que gustes Gabbs. Yo ya soy tuya, y no quiero que nos separen ni palabras, ni muros ni personas. Sólo vos y yo… y nuestro hijo. –

 

Se despegó de ella con cuidado y rodeó el lecho, tendiéndole la mano al ver su rostro desconcertado. La hizo salir de la cama y comenzó a caminar hacia atrás con los brazos extendidos, guiándola hacia el cuarto de baño. Compartirían una ducha caliente juntas, dejando que el vapor y el repiqueteo de la lluvia taparan la imagen y los sonidos que emitirían. Volverían a recorrerse, a descubrirse una y otra vez, reconociendo cada uno de los lugares ya explorados y que faltaban por aprender.

 

- ¿Te parece si nos damos un baño y bajamos? Podemos mantener esto en secreto o dar la noticia frente a todos, como gustes – Abrió la regadera y le sonrió, invitándola a ingresar con ella. Tenía la esperanza de que no eligiera lo primero. Se moría por gritar a los cuatro vientos que era su mujer.

 

Por cierto… - Se acercó a ella hasta poner los labios contra su oído y susurro de la manera más dulce posible – Te amo. -

Editado por Mahia Black

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El cansancio de a poco comenzó a derribar su cuerpo, se sintió mareada pero mantuvo compostura y se dejó cobijar por los brazos de su hermana. Su mirada se encontraba un tanto perdida, tal vez la adrenalina del momento y el juramento que acababa de escuchar pero su mente estaba un poco... lejos.

 

Mahia siempre sería su familia, hermanas, la sangre llamaba... pero ahora se sentía más segura de querer que fuera más allá que eso. Entrelazó sus dedos con los de ella y acercó su mano a sus labios. La amaba, de eso estaba convencida y no dejaría que pasara un día más sin que ella lo notara. Sonrió para sí y Gabrielle sujetó mas fuerte la mano de la Black entre la suya... no había huido y eso significaba bastante.

 

La Tempestad tenía rato divagando ¿Se habría dado cuenta? Trató de disimular pero el beso le tomó por sorpresa. Quién para conocerla mejor que ella. Sonrió al verla separarse y cerró los ojos. Ella y solo ella.

 

Hijos... Estaba dispuesta a arriesgarse de nuevo a una relación, a una familia, cosa que en pasado no había salido bien ¿En verdad estaba preparada para otra posible decepción? Su mirada miel se nubló de inmediato, no, no lo estaba. Sintió terror y sujetó fuerte la mano de su hermana contra su pecho; no... ella no sería otra. De eso se encargaría ella misma.

 

Sus ojos miel salieron del trance y clavaron la mirada en la ojiazul, no se había percatado el momento en el que se había levantado de la cama y al verla parada frente a ella la poca energía que quedaba logró que Gabrielle se sentara de inmediato en la cama para tratar de alcanzarle, le miró nerviosa aunque la lujuria se asomaba más detrás de esos nervios y esperó a que diera alguna excusa para romper el momento misma que fue dada al ver la invitación de acompañarle.

 

- ¿Te parece si nos damos un baño y bajamos? Podemos mantener esto en secreto o dar la noticia frente a todos, como gustes.

 

– Baño primero...

 

Mordió su labio inferior y sus ojos la observaron con lujuria; la seguridad con la que la otra Black se había movido por su habitación le había terminado de prender lo que quedaba de neuronas a medio matar. Sintió el subidón de adrenalina y acercó su cuerpo al de ella, rodeó su cintura con sus manos y rozó la punta de su nariz con la mejilla de su hermana, clavó la mirada en esos ojos azules que le robaban la respiración y sintió el rubor en sus mejillas.

 

El agua caía sobre su cuerpo y cerró los ojos tratando de concentrarse en calmar los latidos de su corazón; el estar cerca de Mahia le aceleraba cada molécula de su cuerpo y el susurro en su oído no ayudaba en nada para calmar esas sensaciones pero... ¿Para qué les calmaba?

 

Sus manos subieron lentamente por la espalda de la rubia y le jaló para sentir su pecho aprisionado contra el de ella. La tenía, era su todo. Igual el comentario seguía rondando su cabeza. Tenía cosas que discutirse primero, sobretodo la estabilidad de su hija.

 

– Eres mi mundo, Mahia... Te amo.– sus labios bajaron lentamente por su cuello, el agua ayudaba a mantener ese roce más continuo y menos marcado, sus dedos subian de a poco rozando el abdomen de su hermana hasta llegar a su pecho.– ¿Discutimos el tema después del baño?

 

Una media sonrisa se dibujó en sus labios al mismo tiempo que les despegaba para ver el rostro de la mortífaga, sintió una punzada de deseo recorrer su cuerpo al encontrarla mojada frente a ella y mordió su labio inferior para retener su lujuria. Sus brazos subieron hasta el cuello de su hermana y le rodearon, al igual que su pierna rodeó su cadera para atraerla más hacia su cuerpo.

 

– Te amo... y te deseo.

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¿Discutimos el tema después del baño?

 

Cuando quieras, si es que tenemos tiempo...

 

Sujetó la cintura de Gabrielle con un brazo y con la otra mano peinó sus cabellos hacia atrás, clavando el azul de sus ojos en la mirada de su hermana. Le sonrió casi con arrogancia, dejando apreciar sólo uno de sus colmillos, mostrándole aquella parte de Mahia que la ojimiel conocía muy bien, pero tenía tiempo sin ver. Sujetó la pierna que le ofrecía en su cadera y recorrió el muslo bien torneado hasta el final del mismo y volvió a bajar, empujando desde la rodilla para que la bajara.

 

Acercó sus labios a ella y cuando estuvo a punto de besarla los retiró unos centímetros, haciendo que ella fuese la que la buscara. Sus frentes se juntaron y la Black chasqueó un par de veces su lengua en sonido de negación. Esta vez ella dominaría la situación. Tomó las manos de la Delacour y las entrelazó en las suyas con ternura, mostrándole que podía confiar en ella. Las levantó por sobre su cabeza y le pidió sin palabras que las mantuviese allí.

 

Ella la había llevado al baño, ella sería quien la lavara.

 

Tomó la esponja que vio junto al jabón corporal y se aprovechó de este para recubrirla. Volvió la mirada a su hermana, que respiraba agitadamente contra la pared la regadera, con los brazos en alto, tan hermosa que le hacía perder el aliento, y colocó la esponja en su costado. Subió por su piel, bajando la mirada hacia su pecho mientras lo enjabonaba con una lentitud casi tortuosa.

 

Era increíble que fuese suya. La cuidaría como si de una gema se tratase; la portaría con orgullo, protegiendo su incalculable valor, y le daría todas las atenciones que ella necesitase. Ella era el más bello de los zafiros, y Mahia sería su rubí.

 

Se rió ante aquella analogía y se acercó a Gabrielle juntando sus cuerpos para darle calor, permitiéndole bajar los brazos para que pusiera las manos en sus hombros mientras la lluvia se mantenía sobre ella pero sin llegar a la otra Black. Enjabonó cada centímetro de piel, agachándose para cubrir sus piernas sin dejar de mirarla a los ojos con intenso deseo, deteniéndose para besar la parte interna de las mismas y volvió a subir, atrayéndola hacia el agua caliente nuevamente.

 

¿La estás pasando bien? – Le preguntó antes de besarle, volviendo a recubrir la esponja con jabón para pasarla por su espalda, aun sabiendo que el agua borraría la espuma apenas esta se formara sobre Gabrielle. Le hizo dar vuelta, a pesar que la mujer no mostraba señales de querer dejar los besos, y le masajeó la espalda y su parte baja.

 

Me volvés loca de amor Gabrielle. – Pegó su pecho a su espalda y llevó la mano hacia delante, olvidando la esponja en algún momento, y la colocó allí donde el agua de la ducha no llegaba, jadeando en su oído un segundo antes de morder la superficie del mismo. Sus caricias pretendían complacer a su amante, devolverle un poco de lo que le había hecho sentir momentos antes.

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La actitud de Gatiux mientras la ojiazul intentaba explicarle los desastres de su personalidad no era la adecuada, era cierto, pero estaba completamente justificada. Además, el mencionar que veía a Orión únicamente como un referente paternal terminó por relajarla, y menos mal, su ceño fruncido era más atemorizante que cualquier varita en ristre. De hecho, terminó por aceptar la flor que Maida le extendía como ofrenda de paz.

 

—¿Transformarse en algo más? —sus cejas no dilataron en alzarse sorprendida— No, para nada. En lo único que se ha transformado mi relación con el tío Orión, es en una especie de parasitismo —rió muy divertida de su nueva descripción y luego de aclararse la garganta intentó ser más elocuente con Gatiux—, la verdad es que pareciera que es una fuente interminable de conocimientos, y la verdad, a veces siento que hasta lo uso de enciclopedia tenebrosa o algo así. Tú entiendes.

 

Y era cierto, desde el momento en que había conocido a Orión no habían cesado las investigaciones con respecto a temas que involucraban historia y conocimientos ancestrales del lado tenebroso. Algo en lo que Maida no podía aportar, pero que le fascinaba tener al alcance para aprender.

 

Estaba por añadir otra cosa cuando la mujer que tenía al frente le aclaró las cosas con respecto al entredicho frente a la chimenea. El rubor prontamente acudió a sus mejillas, y su mano cubrió una boca que se abrió entera. Incrédula de los pensamientos que habían brotado de su frase. Tuvo la entera necesidad de volver a pedirle disculpas, pero estaba casi segura que aquella exageración volvería a enojarla. Movió las manos negando.

 

—Yo no tengo un affaire con… —se detuvo—, de hecho, jamás he tenido un affaire con nadie. Lo más cercano a un romance es este amor platónico que siento por un profesor que me asignaron ahora recientemente. Y en cuanto a Orión, pues tú lo conoces mejor que yo, una vez metido en una investigación…de hecho, jamás hemos podido tomar siquiera un café o un té.

 

Encogió los hombros. Estaba segura que ella entendería ahora. Como Maida ahora comprendía al cien por cien como se había sentido ella. O bueno, tampoco, porque jamás había sentido celos por nadie. Agares, que era algo similar a un novio en su pasado, jamás la había hecho sentir esos sentimientos. Siempre había girado a su alrededor. En fin, un traspié superado, y eso debía ser motivo suficiente de alegría.

 

Meditó con mayor tranquilidad las palabras de la Malfoy mientras ella colocaba la rosa blanca en un florero. ¿Agasajarla? Aquello era claramente una broma, sin embargo, Maida se dio cuenta que le había dado una rosa, sin estar segura si ella gustaba o no de las flores. Había que conocer más a las personas para tratar de regalarles algo, porque comenzaba a perder la cuenta de cuantas copas de licor iba rechazando desde su ingreso a la sociedad inglesa. Nadie parecía creerle capaz de asistir a un bar y no beber una gota de alcohol.

 

Eso sí, la referencia al cancerbero que estaba aún en el patio, la sacó de sus pensamientos dispersos. Iba a contestarle cuando notó que nuevamente Gatiux estaba frente a ella, en una posición mucho más relajada y explicándole lo de las maletas.

 

Con aquel ligero permiso para husmear, notó que la habitación dónde se encontraba, no había muchos rastros de la presencia masculina. Sonrió.

 

— Sí, deseas, puedes decirle a mi elfo que las traslade, el pobre creo que está a punto de quejarse con alguien de que lo tengo de vago —era cierto, usaba a Mushu más de compañía que de elfo, y a veces se lo notaba aburrido—. No estoy muy acostumbrada a tener un elfo, pero creyeron que me haría falta. Y entonces, ya tengo el dilema nuevo…he estado a punto de liberarlo muchas veces, pero creo que sólo lo haría peor.

 

Por fin, Maida se decidió a moverse un poco en el cuarto sin sentirse una intrusa que incomoda. Hizo algunos movimientos de cuello mientras cerraba los ojos, tratando de relajarse.

 

—No tienes una idea de lo que daría por poderme simplemente sentar a comer algo con la familia. Desde que llegué a Inglaterra no he tenido una sola cena normal —refirió entonces terminando de relajar los músculos—. Es más, creo que hasta intentaría cocinar a lo mejor así gano puntos contigo —rió—. No, mejor eso no. Es probable que regresemos los puntos a cero si intento hacer algo de comida, jamás lo intenté.

 

<<A todo esto, ¿has visto a mi mamá por aquí? Ahora que me doy cuenta, ya llevo bastante rato en el castillo. >>

 

@Gatiux

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La altanería de la mortífaga base, por extraño que parezca, siempre lograba detonar los sentidos de la Delacour. Le tenía a escasos centímetros de sus labios y le fueron negados; frunció el ceño y sus ojos miel se clavaron con enfado en el azul de su hermana, odiaba perder el control pero esa sonrisa le había hecho brincar el corazón.

 

Ahora su mirada no tenía ese reproche, era deseo, era euforia, amor, tantas cosas mezcladas que ni su cuerpo respondía. Sintió las manos de Mahia tomar las suyas y con tan solo la mirada supo que significaba; no se opondría, no mostraría resistencia, aquello le aceleraba de más la respiración y el vaivén de su pecho delataba lo que ella le provocaba.

 

Dejó las manos en alto y cerró los ojos. El calor del agua y el de su hermana se mezclaban a la perfección, sus sentidos de inmediato se intensificaron y mordió su labio inferior, era tortura tenerla tan cerca y no poderle tener entre sus brazos, poder lamer el agua que caía de su piel, poderle besar…

 

La Black abrió los ojos al instante en el que sintió la esponja pasar por su pecho, clavó su mirada en los ojos azules de la rubia y le observó suplicante, llena de deseo, soltó un gemido y arqueó el torso tratando de tener un poco más de su roce. Le vio sonreír y le maldijo entre dientes, deseaba tenerla para ella, deseaba borrarle esa sonrisa a base de jadeos y caricias; cerró las manos en puño en cuanto le sintió bajar por sus piernas y un gemido escapó de sus labios al sentirle recorrer el interior de las mismas.

 

Jadeaba, su mirada se clavó en la mortífaga al verla subir, Gabrielle se encontraba embriagada de lujuria, deseo, desesperación.

 

– ¿La estás pasando bien?

 

Gabrielle no respondió, su mirada era la respuesta que Mahia necesitaba y, aunque ella quisiera, las palabras no saldrían de sus labios, solo jadeos. Tenía su rostro cerca y alcanzó a besarle, sus labios trataron detener los de la otra Black pero fue rechazada haciendo que la Delacour soltara un grito, entre deseo y frustración. Cerró de nuevo los ojos y se dejó llevar.

 

El hacer un forcejeo sería inútil; la Delacour era un poco mas baja que su hermana, sin contar que, siendo humana, le llevaba una gran desventaja. Cedería, se sometería, no tanto por cuestión de lógica si no que confiaba en ella, más que a nadie.

 

Soltó un suspiro de placer al sentir el pecho de su hermana contra su espalda y su cadera en automático buscó la de su hermana, echó la cabeza hacia atrás en busca de sus labios y soltó un gemido cuando sintió la mano de la Base.

 

 

Estaban hechas una para la otra; la mano de Gabrielle buscó el rostro de la rubia y de a poco fue bajando por su hombro hasta llegar a su mano, entrelazó sus dedos con los de ella y sintió su cuerpo comenzar a ceder a las caricias.

 

Su cadera se movía al compás que la mano de su hermana marcaba y sintió el calor recorrer su cuerpo, el golpe acelerado de éxtasis y emociones desenfrenadas. Lanzó un grito fuerte al sentir los movimientos involuntarios de su cuerpo y mordió sus labios para callarse de inmediato. Apretó fuerte la mano de Mahia entre la suya y pegó todo su cuerpo al de su hermana, sabía que en caso de desplomarse su hermana le sostendría... como siempre.

 

Giró su cuerpo deteniéndose sobre la pared, sus ojos miel buscaron el azul de su hermana y sonrió al verla ¿En verdad la merecía? Ella, la más común de sus hermanos, la única olvidada por los genes... y su hermana, tan fina, única.

 

– Te amo Mahia.– rodeó su cuello con sus brazos, rozó sus labios con los de ella y sonrió. - ¿Qué diría papá?

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Gatiux rió al imaginarse a Orión como un libro, o una estantería animada. Lleno de conocimiento al que la gente podía acudir, y él le contaría historias interesantísimas sobre cosas que había aprendido durante el paso de los años, curiosidades antiguas sobre los mortífagos. Ciertamente era alguien al que le gustaba compartir sabiduría, se alegraba porque Maida hubiera dado con alguien así, muchos eran apáticos al contacto humano mucho menos enseñaban a los novatos.

 

- ¿Tienes un interés romántico? ¡Charla de chicas! ¡Dame nombres! Te puedo guiar espiritualmente para ganar su corazón. -Gatiux le puso la mano sobre el hombro de Maida- Seguro que puedes conseguir algo más con ese profesor tuyo.

 

Maida se aquejaba de tener hambre, o de querer tener una cena normal.

 

- No sé si habrá mucha gente en el Castillo en estos momentos, ya sabes los trabajos del Ministerio y eso. Pero podemos cenar juntas, y así me cuentas más historias sobre amor. Son mis favoritas. Y si se apunta alguien más, que tome asiento en la mesa. Vamos abajo a ordenar a los elfos que preparen algo.

 

Gatiux agarró a Maida por la muñeca para arrastrarla hacia las cocinas. Por fín se había roto esa burbuja que envolvía a la Malfoy y la mantenía lejana a la chica. La banshee era alguien sociable y activo cuando dejaba que la conocieran. Cerró la puerta tras de sí, después le ordenaría al elfo de Maida que llevase sus maletas a la nueva ubicación. Total, no necesitaba un colchón para dormir si se transformaba en gato.

 

Al llegar a la cocina un elfo se inclinó ante Gatiux y esperó por las órdenes.

 

- ¿Podéis preparar cena para las dos? La tomaremos en el comedor, no hagais nada demasiado pesado para el estómago. -se volvió hacia Maida- ¿Quieres algo en especial? Puedes pedirlo Ah, sentadnos juntas, nos gustaría charlar mientras cenamos, no gritarnos de una punta a otra de la mesa.

 

Luego salió de allí, enseñandole a Maida el camino hacia el comedor del Castillo.

 

- Tu madre creo que no está. El trabajo la tiene absorbida. Yo soy algo más... relajada en mi puesto. -continuó diciendo Gatiux- Trabajo para tener galeones, pero no me preocupa en exceso como a otros magos, ya sabes.

 

Se sentó en una de las sillas del comedor echándose hacia delante apoyando el codo en la mesa.

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