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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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A veces pasa que la vida pesa. Pasa que el sueño se pierde en un laberinto noche tras noche mientras el cansancio persigue a la luz del sol... Y mientras tanto, la situación parece simplemente no ayudar. De vez en cuando uno se cansa de tantas emociones o de decepciones, y con tanto pasando en su vida, había decidido esconderse un tiempo, alejarse de todo y disfrutar su soledad aunque después pesara. A fin de cuentas no era la primera vez, estaba acostumbrado y los demás también.

 

Pero se dice que uno, por más que intente lo contrario, siempre termina volviendo a su hogar, aunque éste no sea un lugar en específico, más bien un conjunto de dementes individuos que lograrían sacar de quicio a cualquier otra persona que se atreviera a acercarse.

 

Y así iba él, con su mirada perdida y un largo camino por delante, acercándose lentamente hacia el lugar a donde pertenecía; con medio cigarrillo por terminar y probablemente uno más que encender. El mago iba analizando la situación dentro de su cabeza nuevamente, creando todos los posibles escenarios que se le pudieran ocurrir, siendo el que su llegada fuese desapercibida o ignorada el preferido. Odiaría tener que dar explicaciones o el simple hecho de tener las miradas sobre él ante su llegada.

 

Cruzó por las calles de la Ciudad, que era la misma que en todos lados, observando todo como si fuera la primera vez que su presencia visitaba esos callejones hasta llegar al barrio que conocía por completo, adentrándose hasta lo más lejano, en donde se encontraba el Castillo Black sobre la colina.

 

Respiró antes de cruzar por la puerta después de haber pasado por los jardines, esperando que no hubiera nadie del otro lado, aunque ya tenía su plan de escape por si las cosas no resultaban como quería. Una vez dentro se tomó un par de segundos para admirar y llenarse del aire tan característico del castillo, una leve sonrisa se apareció en su rostro mientras se dejaba la bufanda en uno de los sillones, el aroma de café recién hecho cambió completamente su manera de reaccionar, mandando a la basura todo lo que tenía planeado.

 

Ni siquiera se había quitado el abrigo, mucho menos percatado de la presencia de todos los demás miembros de la familia ahí, frente a él. Tan sólo le importaba tomar una taza de ese obscuro líquido, ya después vería cómo se las arreglaba para explicar. Pasó a un lado de Orión, posando una mano sobre su hombro y alzando las cejas a manera de saludo.

 

—Disculpen, pero voy a tomar algo de esto.

 

Se acercó a la mesa para tomar una taza que parecía no tener dueño, y de no ser así, ya había pedido disculpas. Dio un sorbo con los ojos cerrados y sintió una extraña pero agradable sensación recorrer su cuerpo, sacudió los hombros y abrió los ojos. Dio unos cuantos pasos, alejándose de la mesa para recargarse en la pared más cercana. Entonces tuvo tiempo para pasar su mirada por todos los presentes.

 

—Bonjour...

 

Saludó a Gabrielle junto con un guiño y una arrogante sonrisa hacia todos los que no tenía el gusto de conocer. Llevó la mano izquierda a su nuca, acomodando un poco sus largos cabellos cuando al mismo tiempo se encogía de hombros sin saber qué más decir. Pasó nuevamente a mirar a Orión, desviendo después su mirada hacia el suelo al mismo tiempo que negaba con la cabeza con su típica sonrisa aún acompañándolo.

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Sabía que Gabrielle estaba probando su paciencia, y aquello le encantaba. Tragó saliva cuando sintió la mano en su rodilla, pero en vez de apartarla acercó la pierna a la silla de su hermana para facilitarle la tarea y se estiró para tomar un panecillo mientras la escuchaba hablar. O por lo menos fingía hacerlo. La verdad era que no estaba prestando en absoluto algo de atención a la charla que se estaba dando en la mesa entre los familiares presentes. Procuró rozar como quien no quiere la cosa su pecho contra el brazo que Gabrielle estaba usando para acariciarla y sonrió con malicia.

 

- ¿Cómo te va, Akiza? - Ignoró su tono de voz ronco y le regaló a su sobrina una sonrisa que pretendía ser encantadora.

 

- Espero que estés a gusto en el castillo. Puede ser algo solitario a veces pero últimamente el panorama es bastante - Esperó un segundo para continuar - Excitante -

 

Miró de costado a la rubia un segundo y bajó la mano hacia la de ella, subiéndola un poco más de lo que ella se había animado a hacer. Esta es la última vez que me pongo pantaloncillos cortos en vez de falda, pensó para sí misma, ahogando un quejido de placer cuando sintió los labios y las palabras de Gabrielle en su oreja.

 

El azul de sus ojos se había oscurecido más de la cuenta con esa última acción, denotando que ya había llegado al límite de su control. Se levantó apartando suavemente la mano de su hermana de su pierna y, recomponiendo la postura, dejó su taza en la mesa.

 

- Si me disculpan, -Musitó con un falso tono de elegancia en la voz. - Tengo algunos asuntos pendientes que resolver en la cocina. Ya que estamos todos presentes, me gustaría preparar el almuerzo del mediodía. Gabrielle, ¿me acompañas por favor? Me gustarías que apruebes el menú.

 

Aquello último lo había dicho mirándola directamente a los ojos, ofreciéndole su mano para ayudarle a levantarse. El mensaje que quería transmitir era claro: esta vez no dejaría pasar la oportunidad. La había extrañado tanto desde aquella ultima vez estando juntas... Pasó su brazo por sobre los hombros de la Delacour de manera protectora y se dirigieron hacia la cocina.

 

Una vez dentro, Mahia soltó a su hermana y se dirigió a los elfos domésticos que se ocupaban de sus comidas, pidiéndoles que se tomaran aquella mañana libre a partir de ese momento. Los vio desaparecer entre murmullos de reproche y se giró nuevamente hacia la pequeña rubia que la había vuelto loca. Encontró su expresión divertida mirándola con un poco de curiosidad, y sonriendo la alcanzo nuevamente, poniendo una mano a cada lado de su cintura mientras la hacia apoyar contra la pared más cercana.

 

La pegó un poco más a su cuerpo y sin decir una palabra hundió su cara entre el hombro y el cuello de la bruja menor, olisqueando su aroma con gusto. La sintió estirar el cuello para facilitarle el trabajo, por lo que aprovechó para probar entre suaves mordisqueos aquella piel que tanto deseaba.

 

- Ahora dime, ¿Como pinsas solucionar esta situación, mi mortifaga preferida? - le dijo al oído con la respiración un poco agitada, rozando la piel con la punta de su lengua de una manera muy delicada para luego dibujar un camino de tiernos besos hasta terminar justo de lado a la comisura de los labios de Gabrielle.

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Sonrió al ver a su sobrino entrar por la puerta del comedor, al menos uno de los pocos hombres de la familia había salido con sesos y porte masculino, hecho sorprendente al ser hijo de Orión. Le siguió con la mirada y al verle tomar el te puso los ojos en blanco, bueno, algún defecto debía de tener.

 

- Bonjour Aziid... Ya se te extrañaba en casa.

 

Una media sonrisa se dibujaba en los labios de la Delacour; el jugueteo entre su hermana y el que su único sobrino apareciera era más que suficiente para la chica. El estira y afloja entre las hermanas pareciera haber llegado mas lejos al sentir que su mano había subido; sus ojos miel se clavaron en los azules de su hermana y levantó la barbilla desafiante, su sonrisa no podía ser borrada y en su mirada se notaba algo más que solo gusto.

 

Gabrielle escuchó las palabras de Kya y alzó la ceja, sonrió aún más; la sangre llamaba y no solo su sangre materna, abrió la boca para contestar pero Mahia se había adelantado acusándole de una falsa tarea y jalándole a la cocina. Detuvo el paso y se giró el torso para contestar, no se quedaría con las palabras en la boca.

 

- Kya, querida, los demás miembros no tenemos la culpa de tus traumas infantiles como para estar privando de saludar en el idioma que se quiera.- se encogió de hombros con una sonrisa angelical.- También tengo los míos y soy perfectamente funcional en cualquier situación. Pero bueno, cada quien madura a como le da la inteligencia emocional, lo comprendo.

 

Sintió el jalón de si hermana y se metió a la cocina entre pequeñas risas; sabía lo que pasaría y le alegraba haber ganado el jugueteo con la mayor de sus hermanos. Mahia había empezado a dar órdenes y Gabrielle solo se dedicó a morderse el labio inferior tratando de evitar esa sonrisa de triunfo.

 

Las manos de la rubia se posaron en su cintura, hacía años que no le sentía tan cerca, que no tenía esa adrenalina en las venas, se dejó llevar y sus ojos miel se clavaron en los ojos azules de su hermana, los mismos que la hacían perderse hacía años.

 

La respiración de la francesa se aceleraba con cada movimiento de la Black; el tenerle en su cuello le erizaba la piel y solo se dejaba llevar. Sus manos apresuraron a meterse por debajo de su blusa blanca y sintió su piel suave con la punta de sus dedos. Cada pequeño mordisco que Mahia daba hacía que su respiración se acelerara más y que por instinto sus manos la acercaran aún más contra su cuerpo.

 

- No hay nada que solucionar...- su mano derecha había dejado de tocar su espalda y se posó en la mejilla de Mahia, le acercó y su otra mano recorrió lentamente desde su espalda hasta su abdomen, subiendo lentamente.- ¿O sí?

 

Gabrielle recorrió con sus labios la mejilla de la ojiazul disminuyendo la velocidad al llegar a la comisura de sus labios, su respiración se había acelerado y su mano izquierda rozaba de nuevo la espalda de su hermana; levantó la mirada, misma mirada que ahora estaba cargada de deseo y travesura; sonrió y rozó sus labios con los de ella mordiendo ligeramente su labio inferior.

 

Si había alguien en la cocina de seguro ya había salido espantado y a las Black no les importaba. Bajó sus manos para volver a recorrer el cuerpo de la rubia al meterles por debajo de su blusa, sus dedos recorrían rápidamente su cintura y sus costillas hasta llegar a su pecho. Besó sus labios y una de sus piernas subió a la altura de su cintura rodeándole y acercándola aún más a su cuerpo.

 

- No te me vuelves a ir.- dijo en susurro al alejarse unos centímetros de sus labios para luego morderle el labio inferior.

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Los primeros rayos del sol indicaban que el día comenzaba, aparecer sin duda alguna ya comenzaba la acción los rayos comenzaban dar en la cara del mago mientras este abría los ojos poco a poco .Cuando por fin abría sus ojos el chico se levantó de golpe mientras terminaba de bostezar y sacar la flojera que tenía en todo cuerpo.

 

Primero el pie derecho andaba fuera del colchón para luego poner el izquierdo mientras se llevaba la mano a la cara, luego de suspirar fuertemente el peliblanco iba hacia el baño para lavársela cara y cepillarse los dientes. Cuando termino de hacer eso salía de este y buscaba su camisa para cubrirse un poco del frio, además que iba bajar a comer si fuera por el bajaría sin camisa apara mostrar su cuerpo bien tonificado pero tampoco quería enfermarse por el frio.

 

Así que el peliblanco sin tiempo que perder salía de su habitación con paso lento pero seguro, caminaba por el pasillo para luego bajar por las escaleras e ir rumbo a la cocina.En eso vio algo que sorprendió al patriarca de los Black toda su familia reunida pasando un buen rato, compartiendo en familia el joven se quedó un rato viendo todo hasta que por fin era momento de actuar.

 

-Buenos días grupo de autoayuda-dijo de manera graciosa mientras se adentraba más al sitio donde andaban todos-Buenos días familias-ahora dijo un poco más serio el demonio mientras saludaba a todos de manera agradable e afectuosa, mientras todos comían su plato Black iba a la cocina he ahí vio en algo bastante interesante entre Mahi y Gaby-Hola tortolinas-comento en un tono bien alto para que lo escuchara, viendo como saltaba un poco de su lugar, supongo por la sorpresa que le había dado la presencia de Otto.

 

-Sigan, sigan en los suyo yo vengo por mi comida-comento divertido molestándolas un poco mientras agarraba la comida e se servía en un plato-Que bello y hermoso es el amor-decía para molestar un poco mas a las chicas, en modo de broma –Las dejo sigan en los suyo-terminaba decir de manera graciosa mientras las dejaba a sola y se iba a la mesa a comer con los demás.

Editado por OttoBkack

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Mientras se reunían más y más personas, en algo que parecía una fiesta improvisada, Gatiux iba picoteando de su desayuno sin perder detalle de los que allí llegaban. No estaba acostumbrada a los desayunos multitudinarios, ni a comer con más de dos o tres personas en la misma habitación. Que fueran tantas personas resultaba sorprendente. Ni la Malfoy en sus buenos tiempos reunía a tanta gente alrededor de una mesa. Cada uno desayunaba en su cuarto sin más.

 

Miró a Orión cuando éste entró en la sala, incluso sonrió al verle. Sonrisa que se le congeló al instante que él no hizo lo mismo, ni siquiera miró a Gatiux, que inmediatamente volvió la vista hacia otro lado. A aquel juego de ignorar sabía jugar en modo experto después de muchos años. Que así fuera si así lo quería él. La estaba ignorando delante de la mayoría de su familia, y eso la Malfoy lo tomó como una afrenta. Ni siquiera había visto a Mahía después de eso.

 

Estaba comiendo uvas tan lentamente, que se sobresaltó cuando Kya se dirigió claramente a ella, preguntando por su padre, Orión Black. Asintió sin mirarlo, volviendo su cuerpo completamente hacia su hija, en un modo de ignorar aún más al mortífago aunque estuviese ahí.

 

- Sí, Kya, él es tu padre. El famoso Orión Black. -no salió en tono de admiración ni nada que se le pareciese- Aunque no te pierdes demasiado. Y no, no es mi esposo. ¿Por qué no lo saludas tu misma?

 

No sabía como explicarle a Kya la extraña relación que mantenía con Orión Black desde hacía años. Desde luego no era un tema de conversación adecuado para el desayuno con tanta gente a la que tampoco tenía que importarle aquel tema. Masticó con lentitud, pensando en lo poco normal de aquella relación y tal vez añorando algo más de estabilidad.

 

Gatiux tardó unos cuantos segundos en darle una réplica a Kya, una que no sonara borde o malhumorada sobre la puya que le había lanzado sobre el abandono. Tenía que tener cuidado con aquel tema, ya que si bien Orión y ella no habían actuado como se debía, sí le se habían preocupado de darle una familia funcional cuando eran demasiado jóvenes como para ocuparse de un bebé llorón en mitad de una guerra. Sin embargo, Gabrielle sí que habia saltado siendo incluso un poco descortés aunque lo disimulase con una sonrisa.

 

Sintió cierta furia corriendo por sus venas. La banshee apretó los dientes y frunció el ceño. Cuando no pudo aguantarla más separó la silla con un agudo chirrido y salió de la sala en dirección a la cocina como un vendaval. No le importó ni siquiera encontrar a Mahia con Gabrielle metiéndose mano y besándose. No es que fueran a quedarse embarazadas por el incesto.

 

- Espero que sepas que has sido muy descortés ahí fuera con mi hija, Gabrielle. Me pregunto cómo reaccionarías si yo hiciese lo mismo con ese niño perdido que trajiste hace dos días al Castillo. Es normal que cuando vuelven estén al principio resentidos, y tratarla de ese modo no le hará sentirse cómoda en este sitio.

 

Gatiux se cruzó de brazos y se quedó allí esperando una explicación. Les arrojaría un balde de agua fría si no se separaban para decirle algo coherente con lo que se quedara conforme. Después de eso Otto también decidió ir a la cocina a saludar y de paso meterse con las dos chicas que no habían encontrado un lugar muy seguro para darse cariño sin que nadie las molestase.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Gabrielle se despegó de a poco al escuchar el reproche hacia ella. Abrió los ojos y se separó un poco de la Black dirigiendo la mirada hacia donde se encontraba su prima, suspiró tratando de calmarse y giró su cuerpo.

 

- ¿Cómo reaccionaría? Lo agradecería. Si uno de mis hijos se porta así de roñoso contra alguno de ustedes y no estoy yo para regañarle tienen todo mi derecho de ser duros con ellos.

 

Era cierto, la francesa estaba más que segura que cualquiera de sus hijas haría un excelente papel ante todos, les conocía y sus hijas eran parte de su orgullo. En cambio Benisher, no podía meter las manos al fuego por él pero sí podía dejarlo en la familia con todos los permisos que alguien necesita para educar a un hijo.

 

- Vuelven resentidos sí, pero uno como padre no puede dejar que tomen esa actitud, menos a alguien que acaba de conocer.

 

La Black recordó el momento en el que casi abofetea a su hijo por haberle subido el tono, por haberle gritado palabras hirientes contra su persona y en el que gritó pidiendo explicaciones. Si alguien tenía mano dura para educar era ella, por más extraño que pareciera al haber carecido de un padre y una madre en toda su vida.

 

- Ahora si me disculpan prefiero salir a caminar.

 

Sus pasos se dirigieron a una de las puertas de servicio que daban al patio trasero y salió sin siquiera volver la mirada.

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Estaba feliz. El calor de los brazos de Gabrielle y el contraste con los escalofríos que los suaves dedos le provocaban era una sensación bastante estimulante. Aceptó su beso con ternura, separando un poco sus labios para que ella los volviera a buscar y deslizó una pierna entre las de ella, aplicando un poco de presión cuando la rubia rodeó su cintura. Bajó su mano derecha hasta el borde de su vestido, evitando la tela, y acarició directamente la piel debajo de él.

 

Estaba por decirle cuánto la deseaba, pero antes de que pudiera terminar la acción oyó el ruido de la puerta y se maldijo por dentro por no haberla cerrado antes con llave o un hechizo. Escuchó la palabrería de Gatiux y sintió el vacío entre sus manos cuando Gabrielle se separó para contestarle y seguidamente marcharse del lugar.

 

Con un sonoro golpe dejó caer la frente contra la pared en la que la Delacour había estado apoyada y, golpeando los puños contra la misma, profirió unos insultos en lo bajo. ¡Justo cuando la tenía entre las garras! Giró la cara para mirar a la mujer de Orión, si eso es lo que era. Su hermano las elegía, definitivamente.

 

- Entiendo tus quejas, pero podrías haber esperado. En última instancia, si no te gusta el modo de la gente de este castillo, creo que tienes otro. – Musitó, sabiendo que se arrepentiría por sus palabras. Le caía bien la Malfoy, y el asunto entre su hermana y ella no era problema de Mahia, pero en ese momento se sentía frustrada. Suspiró y la miró como pidiendo disculpas – Lo siento, olvida lo que dije.

 

Antes de que pudiese responder, salió de la cocina a paso decidido. Casi corriendo pasó cruzó el recorrido hasta los jardines para alcanzar a su hermana. Si bien el ambiente se había roto, no la podía dejar sola, no con el carácter que conocía de ella. Quizás sólo podría acompañarla por un rato, luego iría a practicar algo de ejercicio.

 

- ¡Gab!, ¡Espera! – Estiró la mano cuando la rubia se frenó y luego se agachó un poco, apoyando las dos manos sobre las rodillas – Estoy falta de estado. -

 

Levantó la cara y le regaló una media sonrisa a la cara seria que estaba frente a ella.

 

- No dejes que nos arruine el momento. ¿Sabes cuántos años hemos estado separadas? Aunque bien sé que han sido culpa mía jaja – Se incorporó y se puso junto a ella, tomándole la mano mientras hacía aparecer un sweeter verde que hacía juego con su vestimenta y se lo ofreció para que ella pudiera ponérselo. Estaba haciendo un poco de frío para que sólo vistiera ropas holgadas– ¿Permíteme que te acompañe, esta bien? -

 

Levantó la mano de Gabrielle y la colocó sobre su mejilla, rozando el borde de la cicatriz que surcaba su ojo izquierdo mientras le guiñaba el ojo esperando ver nuevamente a su hermana sonriendo.

Editado por Mahia Black

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Se sentía tonta, en su arranque de evitar vomitar más palabras que pudieran herir susceptibilidades había salido en pleno frío... sin nada que le cubriera. Para su fortuna las botas lograban cubrir hasta sus rodillas y había un espacio menos por el cual preocuparse. Cruzó sus brazos debajo de su pecho, ni siquiera se molestaría en sacar la varita para tener algo que le cubriera.

 

Paró de inmediato al escuchar a su hermana llamarle, se giró y le encontró agachada. Sonrió, no eran las mismas chicas que salían al patio a juguetear, los años habían hecho lo suyo. Le observó con ternura igual el mal momento que su prima les había hecho pasar seguía en su mente. Tomó el sweeter y bajó la mirada, estaba apenada de como había reaccionado ante la situación.

 

Sus ojos miel se posaron en Mahia y sintió el calor de la mano de su hermana, tantos años; Gabrielle acarició la mejilla de su hermana y clavó su mirada miel en sus ojos azules, el tener alguien a su lado era todo lo que ocupaba.

 

- No fuiste la única que se fue tanto tiempo.- dijo encogiéndose de hombros, bajó su mano lentamente hasta entrelazar sus dedos con los de la rubia y comenzó a caminar lentamente.- Siempre tienes el permiso de acompañarme, eres la única que me ha acompañado todo este tiempo.

 

Todos esos años en los que la Delacour se encontraba perdida Mahia era la única constante en su vida, todo iba y venía pero ella... ella era su ancla. Detuvo sus pasos y se giró hasta su hermana acercando su cuerpo al de ella, sus ojos miel se volvieron a clavar en los de ella y su mano volvió a acariciar su mejilla.

 

- Vamos a donde tú quieras.

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Mahia bajó el rostro hasta el de su hermana y besó su frente en un principio, descendiendo luego la propia hasta la de la rubia. Nunca iba a dejarla sola. Quizás era un poco posesivo pensarlo, pero ella era suya, y la iba a proteger del frío, de las personas, y de hasta ella misma. Apretó más el agarre de la mano que la sostenía y se alejó un paso de Gabrielle, estirando el brazo. Soltó una pequeña carcajada de emoción y le hizo dar una vuelta sobre sus propios pies, desapareciendo las dos del jardín en un segundo.

 

Era un poco ostentoso tal vez llevarla a su propia recamara, sobre todo cuando hacía tiempo que ella misma no la usaba. La última noche sólo había dormido allí, pero no había acomodado nada a sus gustos. Prácticamente era una habitación vacía de todo lujo.

 

Recogió la toalla que había tirado al suelo luego de bañarse y la colgó sobre el espejo que había frente al ropero empotrado en la pared. El cuarto era de tamaño mediano, pero tenía un gran ventanal del lado derecho del que sobresalía un pequeño balcón de concreto en donde la Black solía acurrucarse a mirar la noche cuando esta era fresca y estrellada. Del otro lado se encontraba el guardarropa y en medio una gran cama de sábanas blancas y un edredón rojo sangre. Por último, a un lado de la puerta tenía una mesita cuadrada donde guardaba su bodega de vinos personal.

 

Invitó a tomar asiento a su hermana sobre la cama todavía sin armar, sintiéndose algo avergonzada de ello. Le hizo un gesto con la mano y le pidió que se diera vuelta. Volvió a insistir sin emitir una palabra cuando la francesa la miró entre desconcertada y divertida, y esperó paciente a que le hiciera caso. Se giró hacia la despensa y sacó una botella de vino blanco, la cual enfrió al instante con su varita, e hizo aparecer dos copas y una cubeta metálica colmada de hielo. Colocó allí el alcohol y volvió hacia su cama.

 

Se acercó a paso lento hacia la espalda de Gabrielle y se sentó detrás de ella, colocando la mano sobre sus hombros para luego comenzar a bajar lentamente hacia los codos. Colocó su peso sobre la espalda de su hermana, indicándole que fuese recostándose poco a poco, apoyando su pecho contra ella mientras dejaba que su aliento le rosara el cuello al hablar.

 

- ¿Confías en mí? – Le prenguntó al oído. La voz ronca pero serena profería seguridad. Antes de que ella pudiese contestar se incorporó despacio, arrastrando nuevamente las manos a los hombros. Le dejó estirar las piernas y se colocó sobre ella pero sin permitir que su peso la agobiara, sosteniéndose con las rodillas a cada lado del cuerpo de Gabrielle y comenzó a masajear su espalda, de manera delicada y con amor.

 

Cada vez que llegaba a la parte superior descendía a dejar un beso sobre la base del cuello, o mordisquear la parte blanda de la oreja, sintiendo la respiración ir en aumento. Se levantó un poco y la hizo darse vuelta, mirándola a los ojos con la suficiente pasión para que ella entendiese qué era lo que buscaba. Colocó las manos en el abdomen de la rubia y subió por él sin quitar el azul intenso de su mirada del ámbar que la atisbaba.

 

- Tu turno – Le dijo casi en un susurro, besando sus labios y tomando sus manos para llevarlas al borde de su remera. – Soy toda tuya. -

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Los ojos de la Black se paseaban por la habitación de su hermana. A pesar del tiempo que tenían juntas nunca había tenido la oportunidad de cruzar la puerta de su cuarto. Sonrió, tuvieron que haber pasado más de 7 años para poder entrar, para poder conocer un poco más.

 

Mahia se paseaba por el cuarto y Gabrielle le contemplaba, el que hubiera elegido su cuarto pudiendo haber elegido cientos de lugares le ponía nerviosa. Caminó unos cuantos pasos hacia la cama de su hermana y ésta le invitó a sentarse; levantó la ceja y sonrió retadora ¿Seguía el juego? Se quedó quieta sonriendo y finalmente se sentó en la cama.

 

- ¿Confías en mi?

 

- Siempre.

 

Contestó la Delacour sin titubear. Sintió las manos de su hermana en sus hombros y un escalofrío recorrió su espalda; cerró los ojos, confiaba en ella, y se dejó llevar. Cada contacto de los labios de la ojiazul hacía que la respiración de la Black se acelerara, su piel se erizaba con cada contacto y apretó las manos en puño tratando de contener sus ganas de arrancarle la ropa.

 

La mente de la Black daba las suficientes vueltas en su casi nulo autocontrol; afuera, el frío helaba hasta los huesos pero Gabrielle sentía hervir cada parte de su piel. Giró su cuerpo y los ojos azules de su hermana se encontraban fijos en ella, deseaban lo mismo y sonrío con complicidad, sus ojos miel delataban su lujuria.

 

- Soy toda tuya. -

Todo lo que deseaba escuchar. Sonrió y se acercó a sus labios, sus manos bajaron lentamente hasta la terminación de la misma y se colaron por debajo de ella para poder tocar su piel, jugueteó un poco con la punta de sus dedos sobre su espalda y apartó lentamente sus labios de los de su hermana. Irguió su espalda y acomodó a su hermana entre sus piernas quedando sentadas una frente a la otra. Sus ojos miel la delataban, estaba acelerada, tomó la remera y apresuró a deshacerse de ella aventándola a algún lugar del cuarto.
La mirada de la Black seguía fija en su hermana, por fin la tenía para ella y se sentía niña pequeña desenvolviendo un regalo. Con un rápido movimiento intercambió lugares y ahora Gabrielle se encontraba sobre Mahia, bajó su torso y sus labios rozaron el cuello de la rubia, su aroma... ella. Sus manos comenzaron a acariciar lentamente su abdomen y subiendo hasta llegar a su pecho, mordió levemente su cuello y bajó de a poco rozando con sus labios su clavícula.
Bajó lentamente dando ligeros besos, una de sus manos bajó hasta el botón de sus pantalones y comenzó a tratar de deshacerse de él mientras sus labios se entretenía con el torso de la chica. Ya no pensaba, solo sentía, tanto tiempo... y su mente le había abandonado. El instinto le guiaba; Gabrielle se deshizo del botón y empujó el pantalón para deslizar su mano derecha entre las piernas de Mahia.
Levantó la mirada, no para pedir permiso, si no para clavar sus ojos retadores en el azul de los de la Black; sonrió altanera y subió los labios hasta volver a rozar su cuello, su mano comenzaba a acariciarla por debajo de su ropa, lentamente como si quisiera que las cosa pasaran a gotero; mordió levemente su cuello y sus labios seguían a juego los movimientos de su mano, ya no pensaba, solo sentía y dejaba que su mente se perdiera entre todo el deseo que sentía por dentro.

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