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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Para su suerte, no tuvo que encontrarse con ninguna serie de preguntas acerca de su ausencia en el último par de meses después de haber vivido lo que pasó con una de las integrantes de la familia y el castillo en general, después de caer en cuenta de sus antepasados y su verdadero origen. Había salido en busca de respuestas, aunque aún no había encontrado ninguna y le hubiera sido imposible dar explicaciones.

 

Era una de las cosas que le gustaban de esa familia en especial: todos parecían siempre tener algo que hacer. Todos tenían sus propios asuntos y su ritmo de vida, en donde un personaje como Atticus podía pasar por desapercibido en cualquier momento. Sin dramas, sin preguntas, y lo más importante, sin reclamos.

 

Fue así que todos siguieron sus asuntos y el quedó sin mucho que hacer cuando todos habían desaparecido, decidió subir a su habitación con la taza de café que había robado, pisando con aire triunfante cada paso que recorría por los pasillos. Escuchaba las voces a lo lejos mientras observaba con atención los detalles que nunca había visto del castillo hasta llegar a la habitación en la que tan poco tiempo había estado. Entraría para terminar su taza de café, un cigarrillo o dos tal vez y dedicarse a no hacer nada el resto del día hasta que minutos después su cuerpo le pidiera otro café.

 

— ¡Hey!—se sorprendió al encontrarse con la figura de Orión al salir de su habitación, tuvo que hacer una maniobra con la taza casi vacía para evitar derramar el poco líquido que quedaba sobre el hombre que lo había tomado como su propio hijo— ¿Venías a buscarme? Estaba a punto de bajar por más café.

 

Le hizo una seña con la cabeza para que ambos fueran camino a la cocina, sabía que a pesar de evitar hasta cierto punto el hablar de lo sucedido tendría que tener una conversación con Orión. En ese momento intentaba sonar lo más tranquilo posible, sabía cómo era el hombre y que comprendería la situación sin tener que dar extensas explicaciones como a cualquier otra persona.

 

— ¿Sabes? Tenía que hacerlo. Las cosas no estaban muy bien y no quiero decir que ahora lo estén sin haber hecho nada— rió, mientras ambos caminaban—, pero ahora sé afrontar lo que viene. Espero no haberme perdido de mucho por aquí...

Editado por Aziid Black T.
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Mientras tanto el Otto seguía moviéndose por ahí esperando conseguir algo que hacer o alguien con quien hablar un rato pasar el tiempo, ya que se andaba aburriendo un poco a lo mejor podía decir a su amada Jessie para que viniera a visitarlo, para pasar un rato junto ya que ambos tenían tiempo sin verse bueno sin pasar tiempo juntos tiempo para ellos sin pensar en nada, sin pensar en el trabajo ni las mil y un asignaciones que tienen solo ellos dos como joven pareja que son.

 

Aunque seguro conociéndola debe andar en Cuartel De Inquisidores haciendo informes, haciendo papeleo del último trabajo que tuvieron o hicieron, del último ensayo sobre un experimento que salió mal pero que se pudo controlar a tiempo sin problemas sin contra tiempo.

 

Ahora Otto luego de andar un tiempo sin rumbo fijo moviéndose de un sitio a otro con los brazos en la mano , se dirigía dentro de la casa por algún extraño motivo le sonaba el estómago y se antojó de un dulce a lo mejor podía comerse un helado. Podía a lo mejor comerse un bocadillo , un jugo de proteína algo , a lo mejor podía conseguir algún familiar por ahí se respecto tarde y anda comiendo.

 

El patriarca de la Black sin tiempo que perder comenzaba a caminar rumbo a la mansión black, cuando llego ahora el chico caminaba por el Hall rumbo a la cocina preguntándose por dentro donde andaban todos.

Editado por OttoBkack

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—Está bien, entonces yo... —había empezado, para cuando sintió algo peludo entre sus piernas.

 

Suspiró.

 

No necesitaba mirar, ni oír ni nada. Conocía ese sedoso pelaje y también esa actitud de entrar a cualquier lugar antes que ella. Kya le sonrió a Cillian en forma de disculpa y entró tras el gato, buscándolo por la habitación antes de que éste se escondiese en algún lugar y tuviese que usar su varita para encontrarlo. Pero lo conocía, así que se encaminó hasta la cama y se acuclilló para mirar debajo, viendo sólo unas orbes amarillentas en la oscuridad. No demoró mucho más para estirar su brazo y sacarlo por una pata.

 

—Shadow, vete a la pieza —le gritó sacándolo de la habitación y cerrando la puerta. Se giró y miró a Cillian—. Gatos. Tienes uno y se creen dueños del lugar donde vives, o sea, se cree fundador, patriarca o cualquier cosa por el estilo de los Black.

 

Sonrió de medio lado hacia el chico y entonces tomó atención a su alrededor. Sabía que había llegado desde hacía poco tiempo, pero no comprendía por qué tenía tan pocas cosas. Era como las habitaciones que habían sido desalojadas por la muerte de alguna persona, cuyas pertenencias eran guardadas (o robadas por otros Black, como ella misma) y dejaban la habitación sin usar por años.

 

No le quiso decir eso, además no estaba segura. Cuando ella llegó a su habitación recordaba haber encontrado más muebles y cosas por el estilo, y también había llevado muchas cosas ella misma, incluyendo dentro de ellas libreros, libros, comics, ropa y cosas necesarias, también las cosas de su gato, como aquella cama que jamás usaba, pues dormía con ella, o como su centro de entretenimiento del que sólo usaba la pelota colgada de una cuerda. Era demasiado vago como para encaramarse e ir saltando. Y si lo hacía, únicamente era para dormir o mirar desde un sitio dominante.

 

—Deberías... no sé, arreglar un poco esto, ¿no crees? —preguntó Kya mirando al chico, metiendo sus manos en los bolsillos—. Digo, con una habitación tan poco viva, ¿cuán vivo puedes estar tú? Debes tener pasatiempos, y necesitas cosas para ellos, ¿no? Y si no tienes, deberías buscarlos.

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~ Black Pride ~ Semper Fidelis ~ Toujours pur ~
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~Start~

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La conversación de los Black había tomado fácilmente otro rumbo, uno en el que la pelirroja se había perdido por completo. Agradeció estar próxima a la puerta, y mientras parecía darse lugar una aclarada discusión, se precipitó a salir al pasillo de hurtadillas. Ya afuera dio una gran bocanada de aire, como si hubiera estado conteniendo la respiración. En su mano derecha todavía tenía el vaso con jugo de calabaza especial que le había dado Pipoca. Le dio un último sorbo y se giró nuevamente hacia la cocina, para toparse de frente con la elfina, que la miraba con curiosidad.

 

-¿Voy a dejarle su desayuno en la mesa o se lo llevo a la habitación, ama? -soltó la criatura, algo temerosa.

 

-Déjalo ahí, voy a cambiarme y regreso -respondió la Black, intentando esconder su tono de duda.

 

Se apresuró a regresar a su habitación y una vez allí se dio una ducha rápida, que mas bien parecía un chapuzon bajo el chorro de agua tibia. Escogió unos pantalones de cuero negro y una blusa de seda roja que caía sobre sus caderas. Se peinó el cabello con rapidez mientras contemplaba su rostro sobre el espejo y se dejaba espolvorear la piel con su utensilios de belleza.

 

Bridget desconocía casi en su totalidad a los miembros de la familia Black, al punto que ya no se sentía honrada por llevar el apellido. Casi una hora atrás se había sentido totalmente fuera de lugar, desconociendo a su vez los lazos de sangre que unían a aquellos magos y brujas, incluyendola a ella. Suspiró al tiempo que cortaba la línea de sus pensamientos y dirigió sus pasos una vez más hacia la cocina, como dándose una segunda oportunidad.

 

Bridget entró en la cocina y su mirada se clavó en el plato de tortillas de espinaca que reposaba sobre el mesón de mármol, de acercó con paso tranquilo y reparó en que todavía estaban ahí algunos miembros de la Black, cada uno en lo suyo. Orión acababa de pasar por el pasillo dirigiéndose al piso superior y la bruja de nombre Gabrielle jugaba con un extraño animal que asemejaba a un conejo alado.

 

-La reunión no duró tanto -comentó Bridget a la bruja, sin percatarse si la oía o no-. Deberíamos organizar algo grande, una de esas cenas elegantes que se festejaban en fechas especiales -añadió, antes de ponerse un bocado de sus tortillas a la boca.

 

@@Gabrielle Delacour

SemperFidelis

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La piel de Alyssa se encontraba humedad debido al vapor, era fácil para mis dedos marcar un camino y seguir el recorrido que sus músculos me indicaban. Recorrí la parte alta de la espalda primero y con su ayuda pude llegar hasta una de sus partes mas sensibles. Su cuerpo reaccionaba con pequeños movimientos involuntarios, profundos suspiros y palabras que no llegaba a salir de sus labios. La besé en el cuello, haciéndola soltar un gemido casi imperceptible.

 

Quizás era el momento de darle un hermanito de Massimo. Me alejé de ella únicamente para desabotonarme la franela y lanzarla a un lado, Alyssa ayudó en dejarme desnudo en la parte inferior. La Triviani sonrió, mirándome, indicando que no tenía la menor intención de moverse de su posición actual. Así que me metí en la bañera, sentando en sus piernas para luego inclinarme hacia ella.

 

El agua estaba tan caliente como los labios de Alyssa. Podía escuchar el agua deslizandose de la bañera mientras sus manos recorrían mi espalda. El beso fue apasionado, ni lento ni rápido, solo el necesario. Deslicé mis manos bajo el agua para cogerla por la cintura y empujarla un poco para atrás, obligándola a que estuviera un poco más sentada mientras me dedicaba a bajar por su cuello en una hilera de besos y pequeñas mordidas que ambos disfrutabamos.

 

— Esta bañera no la hemos estrenado, ¿verdad? —era una pregunta bastante curiosa, habíamos estrenado muchos lugares de la mansión Macnair y Triviani, pero recordaba que esa bañera todavía conversaba su pureza— esto no puede seguir así —dije, riéndome, empezando a hundirme en el agua para que solo Alyssa pudiera verme los ojos. Lo único que podía observar era el deseo que sentía por ella en aquel momento. Y me terminé de hundir en el agua, como un submarino en búsqueda de su camino.

 

@@Alyssa Black Triviani

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El chocolate caliente le devolvía el calor que había perdido hacía un tiempo atrás en el patio; de a poco sorbía el chocolate caliente que el elfo le había acercado y Psicosis, su conejo volador, había comenzado a masticar como desesperado el plato de verduras crudas que su dueña le había ordenado.

 

Gabrielle sonrió al ver a Bridget; no recordaba verle antes en el castillo pero ya habría tiempo de conocerla. Prestó atención a sus palabras y tomó a su conejo para posarlo sobre sus piernas, con sus cabellos chorreando la nieve derretida ocupaba todo el calor que pudiera tomar... incluso de su pequeña bola de pelos.

 

- ¡Holis! ¿Organizar algo grande? – levantó la ceja y le observó intrigada, para ser la primera frase que habían cruzado había sido una muy buena.– ¿Algo tipo un baile de San valentín?

Posó ambas manos sobre Psicosis y bajó la mirada para cuadrar ideas. Habría mucho por organizar; invitaciones, organizar a los elfos y sobretodo comentar con la familia. La Delacour suspiró y sus ojos se clavaron en Bridget. Tenía que organizar ideas pero lo que más le daba pereza era el organizar a la familia.

 

– Estoy de acuerdo contigo, tengo tiempo sin ver el castillo lleno de gente... – acarició inconsiente a Psicosis y continuó.– Por cierto ¿De quién eres hija?

 

Le apenaba la pregunta ¿No debería de conocerla ya? ¿Y qué clase de educación era el no haberle preguntado antes? De igual manera la pena pasó justo en el momento en la que había hablado.

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— Ésta no es mi habitación... —Murmuró sin más.

 

Había dado una respuesta sin pensar demasiado en ellos. Cillian podía ser mil y un cosas, pero no era alguien al que le gustara adaptarse a lo nuevo. Pasó una mano por el edredón, intentaba hacer desaparecer una arruga, pero parecía una tarea imposible y al final decidió darse por vencido.

 

Por un momento pensó en su vieja habitación y en todo aquello que había estado acumulando con el paso del tiempo, no pudo negar que Kya tenía razón en cada una de sus palabras. Pero nada de eso existía ya, por lo menos no que él estuviera enterado, había mandando a destruir todo lo que existía dentro de su antiguo castillo el mismo día que lo abandonó por última vez.

 

— ¿Crees que debería comenzar a volver esta habitación un poco más mía? —Era una de las preguntas más tontas que había hecho a lo largo de su vida. Se sentó al borde de la cama y desvió su mirada hasta el cajón dónde había visto los cuchillos, pero descartó esa idea, simplemente ya no tenía sentido—. Me gustaría comenzar a crear mi propia biblioteca personal de nuevo.

 

Suspiró. Lo único que no había destruido fueron sus libros aunque tampoco los conservaba ya, todos y cada uno habían ido a parar a una pequeña biblioteca que se encontraba en el callejón diagón. Desvió su mirada hasta la ventana, fuera comenzaba a oscurecer, ¿cuánto tiempo llevaba platicando con Kya?

 

— Quizá tu puedas recomendarme algo —terminó.

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No sabía en qué segundo había pasado de estar enojada a completamente perdida, disipada en un mar de placer y lujuria. Más que quitarle la ropa se la arrancó, poseída por aquella ferocidad carnal que nublaba su mente dejándole solo la idea de él y su cuerpo. No existía ninguna otra cosa en esos momentos, no había lugar en sus pensamientos para nada que no fuera el deseo que experimentaba por el Macnair. Sus miradas se encontraron en una tormenta de fuego, transmitiéndose el uno al otro un huracán de sensaciones que solo podían ser expresadas en la danza que sus cuerpos estaban por emprender; segundos después el mago se sumergió en las profundidades de la bañera… y de su fisionomía también.

 

La Black echó la cabeza hacia atrás exhalando un profundo gemido mientras que una de sus manos aferraba con fuerza los cabellos del Macnair, la otra permanecía engarfiada al borde de la bañera como si pretendiera arrancarlo de cuajo. Estuvieron así durante unos minutos que se le antojaron interminables, en los cuales sentía su cabeza a punto de explotar y las terminaciones nerviosas haciendo cortocircuito bajo su piel ardiente, sus músculos se contraían y contorsionaban involuntariamente bajo las expertas manos del mortífago que trataban de mantenerla quieta mientras que él trabajaba. Finalmente el submarino salió a flote una vez más tomando una bocanada de aire al tiempo en que esparcía el agua de su cabello por todos lados, sus labios se veían más sonrojados e hinchados.

 

- Por Merlín… - masculló la Triviani con la respiración agitada, sincronizada con la de su esposo.

 

Él sonrió, orgulloso y descarado, justo antes de recostarse en ella para que sus labios se encontraran en un apasionado beso. Las manos de la italiana se enredaron en su cabello y arañaban la espalda del Macnair, mientras que las de él sujetaban su cadera fusionando así sus cuerpos en una alborotada danza. Las piernas de la Black se ciñeron entorno al mortífago para luego obligarlo a voltearse, invirtiendo sus posiciones de tal modo que ella quedara sentada sobre él. El agua rebalsaba por todos lados empapando el suelo del baño, pero tampoco es que a ellos les importara demasiado. La Black arqueó su espalda depositando sendas manos en el pecho de Pik, tirando su cabeza hacia atrás al tiempo en que dejaba escapar un lascivo suspiro.

 

@@Pik Macnair

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—Me pregunto cuál de éstas será la habitación de Alyssa.

 

No había nadie en el corredor, así que poco le importaba hablar en voz alta porque no la oirían. Sin embargo, sí que estaba en modo "secreto". Como miembro de la Marca y como antigua hija de Evarela, ninguna alarma había saltado debido a su intromision en el castillo, pero eso no quería decir que sería bienvenida. No tenía malas intenciones, más allá de encontrar a su mejor amiga y arrastrarla a cualquier bar de mala muerte que encontraran en el camino, sólo que había decidido saltarse toda la parte de la llegada teatral, el recibimiento élfico y otras preguntas típicas que no estaba dispuesta a responder.

 

Su misión era encontrar a Alyssa, raptarla y alejarse un rato de Londres. Rápido, sencillo y sin demoras innecesarias. Y había logrado entrar sin que la interceptaran precisamente porque conocía el castillo sino aún estuviera en la puerta con algún sirviente diciéndole que aguardara. Se las había arreglado para entrar por la puerta trasera, escabullirse por una habitación oscura cuando había escuchado voces cercanas y llegar a la escalera sin llamar la atención. De haber sido ella la buena del cuento, habría cuestionado la seguridad de sus compañeros pero ella era la mala y, por lo tanto, quien tenía que cuestionarse era ella misma, sobre todo lo que respectaba a sus modales.

 

Pero volviendo al asunto de dónde se encontraba la pelirroja, se podía notar en su expresión cómo estaba teniendo problemas para ubicarla; tenía el ceño tan fruncido que sus cejas estaban formando una línea perfecta de color dorado sobre sus ojos verdes, únicamente separadas por la línea donde el entrecejo se juntaba y tenía los labios torcidos hacia un lado, como una niña caprichosa. No había pisado el lugar en años y era entendible que sólo conociera el camino a su vieja habitación. Pero entre tantas puertas, tenía el temor de que mientras revisaba las placas metálicas alguien la encontrara. Así que optó por lo más sencillo, usar la magia para ocultarse.

 

Cada vez que escuchaba pasos se pegaba a la pared, aplicándose hechizo desilusionador y aunque era efectivo, perdió demasiado tiempo buscando la bendita puerta. Y casi sigue de largo cuando leyó el nombre, puesto que estaba tan acostumbrada al fracaso que un vistazo al éxito parecía un Oasis en el desierto. Entró como un gato, silenciosa, cerró la puerta con un chasquido mínimo y miró a los lados. La habitación parecía gritar "Alyssa" por todos lados pero lo más preocupante era que no había rastro de ella. Avanzó con cuidado de no hacer ruido, por si la vida le estaba jugando alguna treta y en realidad sí se había equivocado de cuarto, hasta que su bota izquierda se corrió ligeramente al pisar algo. Al mirar abajo vio que era agua, agua que estaba escapándose por la rendija de la puerta del baño.

 

Bingo. Abrió la boca, dispuesta a llamar a la mujer, cuando la voz de la misma salió del lugar como si le hubieran dado la voz después de habérsela quitado.

 

—Por Merlín.

 

Pestañeó.

 

Si aquello no había sido un jadeo, ella era la Reina de Inglaterra. Pegó la oreja a la puerta y aunque lo desmentiría después, se mordió el labio ante el sonido de lo que estaba pasando en el interior del baño. El chapoteo del agua, los jadeos contenidos y la risita descarada de Pik, era suficiente para darle una imagen mental, quizás demasiado profunda, de lo que estaban haciendo en la bañera. Su cuerpo se encendió por completo, presa de algo que sólo un demonio entendería; eran seres carnales, que se dejaban llevar por el deseo y si bien ella estaba perdidamente enamorada de su esposa y sólo se podía imaginar con ella en ese momento, sentía cómo su cuerpo reaccionaba de forma natural a la lujuría que se vivía dentro del tocador.

 

—Bueno... —murmuró tras quitarse la capa de viaje de los hombros y arrojarla a la cama—. No creo que le moleste si echo un vistazo.

 

Y no cualquier vistazo. Sus dedos debían estar llenos por todos los anillos que se daban en clases de libros y habilidades, sin embargo, en la mano izquierda sólo tenía dos y en la derecha el anillo de casada. Esos anillos tenían distintas funciones, porque estaban fusionados, así que cuando pasó el pulgar por el anillo de los libros, éste se tornó dorado y con una pequeña cavidad y de ésta una única gota transparente apareció tras el contacto. La dejó caer y justo antes de que diera contra el suelo, la hizo flotar entre la rendija de la puerta y posteriormente, la hizo pegarse en la superficie interna de la puerta. El anillo de presencia, como una extensión de sus ojos, le dio una visión perfecta de lo que estaba pasando en vivo y en directo en el interior del baño.

 

—Uh, por Merlín —repitió con el mismo tono de Alyssa, sólo que con un dejo de diversión morbosa al final de la frase.

 

A esas alturas, era complicado saber qué había provocado aquella expresión. Lo único cierto en ese instante era que una de sus manos se estaba poniendo algo nerviosa sin nada que hacer.

 

@@Alyssa Black Triviani @@Pik Macnair

Editado por Leah Ivashkov

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Tomó su plato con ambas manos y apoyo el cuerpo en el mesón que unos metros más allá estaba ocupando Gabrielle con su conejo. Ambos estaban merendando, la bruja una taza humeante de chocolate caliente y la criatura un plato de vegetales crudos. La pelirroja escucho atentamente lo que le respondió la Black y asintió como para ponerse de acuerdo.

 

-Nunca he sido muy romántica, pero es una buena idea -dijo después de tragar, sonriendo maliciosamente.

 

Luego volvió a dirigir su mirada al plato y cortando otro trozo de sus tortillas se llevó un buen bocado a la boca, saboreando con gusto. No le sorprendió que le preguntara por sus padres, pues era la segunda vez que estaba en el Castillo Black por un período largo de tiempo, y los integrantes de la familia con los que había compartido la primera vez no estaban más, así que dentro de esos muros de piedra era una desconocida.

 

-Evarela -carraspeó, después de tragar a duras penas-. Quiero decir, Evarela es mi madre -repitió, elevando un poco más el tono de voz que antes. El hecho de que también era hija de Martín era algo que todavía prefería mantener en secreto-. Tú... ¿Eres hermana de Orión verdad?

SemperFidelis

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