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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Aquellos ojos color zafiro que tanto habían brillado momentos antes de a poco iban volviendo a su tinte habitual. El subidón de adrenalina abandonaba su cuerpo y la temperatura buscaba acoplarse lenta y progresivamente al frío que afuera acontecía. Las luces se habían apagado hacía ya unos minutos y la única luz que bañaba su cama era aquella que se filtraba por el empañado ventanal, tan gris como el día mismo.

 

Cerró los ojos un segundo, suspirando y levantándose para acercarse a su guardarropa, separando la indumentaria que usaría luego. Recogió sus prendas tiradas por el piso y las llevó al cesto de la ropa sucia; seguro algún elfo se encargaría de ello en otro momento. Se dio una ducha rápida y se vistió con unos vaqueros negros, una remera manga corta blanca y una sudadera gris. Si bien era un mago de sangre pura, nunca había podido separarse de la ropa muggle. Era infinitamente más cómoda que la que llevaban los hechiceros.

 

Se dirigió al vino que había quedado en la cubeta y lo destapó, sirviendo en una de las copas una cantidad considerable del mismo y lo sorbió de un solo golpe.

 

Llevó la cabeza hacia atrás y negó con la misma. Se sentía mareada. Aunque no era sólo por el efecto del alcohol. Había algo que no estaba bien. Y no sólo con ella. Su hermana había actuado raro, la conocía. Pero era preferible dejarla sola. Sabía que quizás habría tenido que detenerla. Pero ella tendría sus razones para despedirse de aquella manera. No le iba a hacer bien seguirla una segunda vez.

 

Tomó su varita y se dirigió a la salida de su habitación. Recorrió el camino hacia la primera planta, pero no se acercó hacia donde estaba el resto de la familia. Necesitaba respirar aire puro. Salió hacia la entrada principal y recorrió una por una las baldosas que dirigían al enrejado. Con las manos en los bolsillos miró hacia el cielo, observando cómo caían los copos de nieve que poco a poco iban cubriendo su abrigo como si de una pequeña cantidad de pelusa se tratara y comenzó a tararear levemente.

 

Estaba tranquila, se sentía vacía. Lo único que pasaba por su mente era una suave melodía. Cientos de notas subiendo y bajando su intensidad.

 

- I’ve got a hundred millón reasons to walk away… - Musitó, volviendo la mirada hacia la salida. Siguiendo la canción que no dejaba de sonar en su mente. Aquel sentimiento de querer huir volvía a ella. No era una mujer que pudiese quedarse mucho tiempo en un solo lugar. Y su cuerpo, su alma y su razón lo sabían. Quería libertad, quería sangre, quería lucha; quería amor, quería odio… necesitaba aquella maldad que absorbía de cada una de sus víctimas.

 

- I’ve got a hundred millón reasons to walk away – Volvió a repetir, comenzando a caminar nuevamente hacia la entrada del castillo. Aunque su cuerpo sólo le pidiera cruzar nuevamente la salida del lugar. Sabía que tenía miles de razones para volver a irse. Pero esta vez… Sólo esta vez, tenía una sola para quedarse.

 

Esbozó una sonrisa algo forzada y volvió a ingresar al comedor, viendo que las caras habían cambiado. Extrañamente ya no encontraba a su hermano mayor. Quizás él estuviese con su mujer. Tampoco estaba su sobrina, aquella que había exaltado la paciencia de Gabrielle. Posiblemente el encuentro con los viejos Blacks hubiese sido demasiado para ella. Mahia alzó los hombros y las manos con las palmas hacia arriba. Si no podía con eso, no tenía temple Black. Aunque todo aquello se podía arreglar con una cruzada de varitas.

Editado por Mahia Black

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¿Cuánto tiempo había pasado desde el primer día que pisó ese lugar? Había pasado varios días tratando de evitarlo, pero al final todo terminaba llevándolo de vuelta; era un Black, tenía que aceptarlo. Terminó de abrochar el último botón de su camisa y dejó escapar un suspiro, no existía razón alguna para que continuara recluido en su habitación.
En los últimos días se había dejado crecer el cabello de nuevo y la espinilla de volver a teñirlo de rubio invadía de nuevo sus pensamientos. Creía que quizá y sólo quizá, volviendo a su anterior aspecto recuperaría la confianza que poco a poco había perdido en sí mismo.
¿Y ahora qué? Volvió sobre sus pasos y se detuvo por un momento sobre el espejo. Sabía bien que si salía de la habitación corría el riesgo de toparse con su madre, su habitación estaba a sólo un par de pasos de la suya. Pero, ¿qué caso tenía seguir evitando lo inevitable? Nadie puede ir en contra del destino, era algo que sabía bien. Qué más daba.
-- Venga, Cillian... --su voz era casi un susurro.
Salió de su habitación un momento después y comenzó a andar sin rumbo fijo. Lo más lógico es que se hubiera dirigido a alguna de las zonas comunes, pero mientras más pudiera evitar a los demás por él mejor. No sabía cuánto tiempo llevaba caminado ni cuantas veces había dado vueltas por el mismo lugar en el momento en que se encontró con la primera persona.
No sabía si acercarse o no, la chica parecía querer estar sola... Él también quería estarlo. Pero no pudo evitarlo, algo dentro de su cuerpo le obligaba a hablarle.
-- ¿Estas perdida? --Qué estupidez, seguro que ella conocía mejor aquel lugar que él.

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Sus dientes estaban presionándose unos contra otros, se percibía en la forma de su mandíbula y también en sus propios ojos verdes ocultos bajo sus apretados párpados. Respiraba profundamente, trataba de calmarse. Ella era una Black y si la hacían enojar reaccionaba de inmediato, era esperable que el resto de la familia fuese igual, ¿no? Tenía que comprenderlo y dejar de irse de viaje cada vez que se sintiese enojada con alguien perteneciente al castillo. Tenía veintisiete años, podía tener hasta hijos y se comportaba como uno.

 

Unos pasos en la cercanía llamaron su atención y una de sus manos fue hacia su varita, pero sin que aquello fuese notorio. Un hombre se acercaba, pero no era Glenin ni su padre. Desvió su vista pensando en que lo conocía de algún lugar, pero no podía asegurarlo. Tenía tantos conocidos en Ottery como en cualquie otra ciudad del mundo que hubiese visitado, por lo que fácilmente podría confundirlo con alguien más. Tragó saliva al notar que éste se dirigía hacia donde ella estaba.

 

¿Habría otro conflicto más en una misma mañana? Pero no, Kya pudo notar que no estaba con el aura propio de personas problemáticas.

 

—No —contestó pestañeando más de una vez. Llevó el pelo que tenía en su rostro hasta detrás de su oreja—. Creo que he vivido el tiempo suficiente aquí como para no perderme.

 

Tanto tiempo había vivido ahí como el tiempo que se lo pasaba viajando. Esa vez, sin embargo, pretendía quedarse. Ya no había lugares que visitar de su gran lista, tal vez volviese a algunos lugares, pero no se volvería a perder por años y años como lo hacía hasta ese momento. Tenía que buscar un trabajo, ojalá en Hogwarts, pues se había sentido como allí, pero sino, tendría que ver si le convenía ir a conseguir alguno al ministerio o simplemente reabrir alguno de sus negocios que con Martín habían dejado botados al momento de irse ambos para su propio destino.

 

—¿Eres de aquí? —Kya le miró inquisitiva, clavando sus ojos verde olivo en los del chico—. Siento que te he visto antes, más no estoy segura de que haya sido en el castillo.

 

Dudó unos segundos.

 

—¿Hogwarts tal vez? ¿Has sido profesor allí?

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Suspiró.

 

"¿Eres de aquí?" Una pregunta bastante difícil aún sabiendo que sólo existía una forma de responder a ella. Sí, era un Black... Una maldita excepción a la regla, pero un Black al final. Asintió a modo de respuesta, no logrando alcanzar a articular la afirmación. Se acercó un par de pasos más hacia la chica al tiempo que su vista se acostumbraba más a la penumbra del lugar y la imagen de la misma se volvía cada vez más clara.

 

— Cillian Black —se presentó antes de que Kya continuara hablando.

 

¿Cillian Black? ¿Desde cuándo había comenzado a llamarse así cuando...? Era inútil, su antiguo apellido parecía haberse perdido también en medio de aquella bruma que recorría sus pensamientos, modificándolos a su antojo. Su mirada que hacía apenas un segundo estaba fija en la chica frente a él parecía ahora completamente perdida.

 

— No lo sé... —Confesó un tanto distraído—. No estoy seguro de que es real y qué no en mi vida.

 

¿Por qué estaba siendo sincero con una completa desconocida? ¿Por qué no lograba guardarse nada para él mismo? No era tan difícil, simplemente tenía que cerrar la boca. Bien, ahora entendía porque se había recluido en su habitación. Se acercó hasta una de las paredes y se recargó sobre ella, comenzaba a sentirse débil, todo aquel cambio lo agotaba de forma inimaginable.

 

— De lo único que estoy completamente seguro es de que soy un Black y hace apenas un par de semanas que lo soy, el resto de mi vida esta en constante cambio. Justo en este momento podría decirte que sí, que hace un par de años estuve al frente de un par de clases en la Academia, pero quizá en un par de días eso ya no sea una realidad para mí —confesó.

 

Comenzó a deslizarse sobre la pared hasta quedar sentado en el piso, llevó ambas manos a su rostro y lo ocultó tras ellas, estaba completamente desesperado.

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Kya nació como una persona cerrada, y siguió siendo así para todos, excepto para una única persona. Cuando hablaba con su primo, podía comentar todos sus miedos. Pues si bien nadie la atemorizaba, ni siquiera la muerte, sí temía de que aquel demonio que estaba dentro suyo terminara por dominarla y robarle la vida. Eso significaría, pues, estar consciente de todo a su alrededor, pero sólo como un espectador o tal vez ni siquiera eso. Las veces en que Betelgeuse se había apoderado de ella, al encerrarla perdía los recuerdos de lo que había o no hecho.

 

Cillian Black se llamaba, pero algo no andaba bien con él. La castaña sintió curiosidad hacia su persona y observaba sus ojos y movimientos con atención a medida que iba hablando. Cuando comentó sobre saber de la realidad o no, a su mente vinieron dos tipos de enfermedades psicológicas, las cuales conocía de algún libro que alguna vez en su vida debió haber leído. Pero no habló de ello, no quería lanzarle un diagnóstico de la nada. Optó por presentarse.

 

—Kya Black. —Lo miró a los ojos directamente. Entonces volvió a hablar—, pues la realidad es algo sobrevalorado.

 

Lo seguía escuchando y lo observó descender por la pared mientras comentaba que no estaba seguro de nada a futuro. Hay que repetir que Kya Scarlett Black nació como una persona cerrada, sí, pero con los años logró abrirse un poco hacia las personas que le enviaban algo similar a lo llamado "buenas vibras". Aquel hombre lo hacía. Y al verse a una altura superior a él, se recostó contra la misma pared y se dejó deslizar a su lado, para luego juguetear con su anillo.

 

No sabía qué decirle. Algunos alumnos le hablaban cosas y trataba de ayudarlos, pero de Cillian no sabía nada más.

 

—Es raro lo que dice, como si tuvieses algún tipo de memoria a corto plazo —habló mirando su anillo, pero con el rabillo del ojo vio cómo éste se tapaba la cara—. Todos tienen algún tipo de problema, pero seas un Black de toda la vida o sólo unos días desde que te hayas enterado de tu sangre, eres un Black. Y nosotros no nos rendimos ni siquiera ante la muerte.

 

Supuso que otro tipo de persona daría una palmada en la espalda al muchacho, pero ella no lo sentía cómodo y no lo haría. Por el contrario, abrazó sus propias piernas. ¿Qué más se le podía decir a un chico en ese estado? ¿Contarle su historia para hacerle saber que no estaba solo en una lucha? No. No existía confianza alguna, incluso le sorprendía que él hubiese podido decir cosas tan personales. Kya pudo haberse ido y olvidarlo, pero al pasar lo años, incluso la gente como ella entiende que de vez en cuando debes ser más condescendiente.

 

—No te sienta mal —murmuró—. Alguien me dijo que la vida es así, que nos pone pruebas, para hacernos más fuertes. Sólo debemos luchar hasta con la propia vida y no dejarla vencer. Puede que suene arrogante, pero así hay que afrontar las cosas malas.

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Otto seguía viendo la escena de forma graciosa mientras seguía comiendo de su plato, todo esto le hacía divertido pero no esperaba que Gatiux o mejor dicho una Gatiux salvaje apareciera para atacar a Gab por como trato a su hijo . Por algo somos Black tenemos que vivir en drama sino no llevamos el apellido, pero sorpresa Gabrielle le echaba la culpa a Gatiux de que no cuidaba a sus hijos , esto cada vez se pone más divertido e interesante.

 

Luego de esto la francesa se iba y Mahia también se iba con ella, vaya que hermoso, que bonito, que bello es el amor. Decía para su adentro el demonio mientras ambas se iban dejando en la cocina a Otto y Gatiux.

En eso llego Orión-Yo los dejo para que hablen-comento amable el peliblanco dejando a la pareja, no sin antes dejar su plato de comida vacío para comenzar a caminar por ahí sin rumbo fijo. Iría donde lo llevara sus piernas, iría donde lo llevara el destino con tal el día recién andaba comenzando así que cual es el apuro por hacer algo. Otto andaba ahora por los pasillos de Hall con sus manos en la nunca, mientras pensaba que iba hacer ahora el hijo de Goshi y Alyssa.

 

Podía ir a su habitación a tocar la guitarra o podía ir al jardín a lanzar hechizos por ahí y por halla, podía buscar alguien para un duelo. También podía torturar unos de los elfos pero la pregunta era que vas hacer Otto, que vas hacer, mientras tanto el demonio seguía caminando por ahí esperando conseguir algo que hacer o alguien con quien hablar un rato pasar el tiempo, conocer mejor a los demás integrante de la familia sabe, porque todos somos de la misma sangre, pero sobre todo ambos somos familia.

Editado por OttoBkack

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Pudo notar cómo desaparecía su cuerpo por la sensación tan típica de desvanecimiento y de retortijón estomacal. Sin embargo, estaba tan acostumbrado a aquello, que ya le resultaba hasta parte de su organismo. Se fue formando ante sus ojos la silueta del Castillo Black, lugar que acogería la reunión de ambos jóvenes.

 

Había sido una noche de lo más, como dirían los gallegos, salientable: un completo éxito. Tras asaltar a una mansión enemiga, ahora acabaría la faena con una mujer que ya había probado y que...

 

Le apetecía repetir. Y se dejaron llevar por la pasión. Cuando se hubo adentrado en el jacuzzi, repasó mentalmente todo lo que había acaecido hasta aquel preciso instante: ambos estaban en paños menores, como el dios más oscuro los había traído al mundo, y ahora no quedaba más que dejar que el agua siguiese su curso. Y nunca mejor dicho.

 

No pudo evitar erizar la piel al entrar en contacto con la superficie líquida que, aunque estaba tibia, tenía una temperatura diferente que la que había experimentado fuera, donde el frío era un factor más que considerable. Por ende, sus pelos se estremecieron pero al cabo de unos segundos todo estaba perfecto.

 

Y ella. Ella también estaba perfecta.

 

- Me atraes mucho para serte sincera... - las palabras de la veela llegaban a los oídos del londinense, que no hacía más que disfrutar de aquellos besos que la muchacha le daba por el cuello y por, prácticamente, cada centímetro de su piel. Hacía mucho que no estaba en el Castillo Black que, aunque en un pasado había sido su casa, ahora las cosas habían cambiado. Daba gusto volver a un lugar con tan buen... recibimiento.

 

Y recibió, recibió. Recibió aquellos besos que cada vez se intensificaban más, alternándose con movimientos que imitaban a los ascensores muggles de subida y bajada, que con la diestra, se personificaban en la segunda varita del ex-Nigromante. Aquel tumulto se estremecía al contacto, y más cuando el agua se fue desvaneciendo y desapareciendo por el sumidero para así ser relevada la mano por algo más que agradable: la boca de la joven Black.

 

No pudo describir cuánto tiempo había pasado, ni la cantidad de gemidos de ida y vuelta que había proferido, mas lo que quería era tomarla del todo. La tomó de la barbilla y la hizo ascender hasta su boca, para besarla con lentitud pero con pasión. Mordisqueó el labio inferior de ella, haciendo que cada beso sucediese a uno nuevo de diferente duración. La tomó de la mano a la vez que se erguía, saliendo del jacuzzi y dirigiendo su mirada a la cama contigua.

 

- Llámame tradicional, aburrido... Lo que quieras. Pero quiero disfrutar de comodidad, a mi los jacuzzis me aborrecen para esto... Y ya estuvimos suficientemente incómodos en la Taberna... - sonrió con gesto pícaro mientras la conducía al mullido aposento. Allí la hizo acostarse boca abajo, para ponerse sobre ella él y comenzar a acariciar su espalda, aún mojada, con ambas manos.

 

Aplicó un masaje suave por toda la piel de la mortífaga, que iba erizándose también. Gracias a aquella humedad del agua del jacuzzi, las manos del Malfoy resbalaban con celeridad y suavidad por la superficie de la mujer, que no hacía nada más que recibir lo que él le daba con gestos de felicidad.

 

Se inclinó hacia abajo para besar su cuello hasta quedar completamente en la misma posición boca abajo, salvo que encima de ella. Hizo que las piernas de Luisitha se quedasen en forma de V invertida y la enroscó con su diestra por el abdomen, que ejercía presión. Una vez completamente dominada, con su mano más ejercitada comenzó a acariciar el punto más placentero de ella, que así se lo agradeció y a la vez...

 

Encajó con ella. A la perfección, como si un artesano hubiese hecho dos piezas exactas. Como dos partícipes de un puzzle, ambos sellaron sus puertas de embarque, de entrada y salida. Como enchufe de una pared, los viajes y sacudidas iban acompasados de movimientos circulares con su dedo corazón y anular, con los que proporcionaba puro placer a la joven.

 

Y con la zurda no pudo evitar cachetearla, puesto que no había cumplido su promesa de llamarlo pronto. Y aquello merecía un castigo que él estaba dispuesto a darle.

Editado por Nathaniel Malfoy

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Le abrazó y se quedó ahí, hincada, sintiendo como el aleteo de su conejo iba disminuyendo junto con su ira. Sonrió y lo levantó frente a su rostro, no le volvería a dejar, no tan fácil, no sin dar pelea.

 

– Me alegra que huyeras del ministerio...– Gabrielle le volvió a abrazar, la respiración agitada de su conejo estaba tranquilizándose – Perdón Psicosis, tu no tenías la culpa de nada y... te abandoné.

 

El extraño conejo volador levantó la cabeza, su mirada se clavó en los ojos miel de la Black y recargó su cabeza en el pecho de su dueña. Eran escasos 20cm de largo, pero su pelaje blanco le hacía parecer mayor. Gabrielle pasó su mano y acarició sus orejas, haciendo que Psicosis cerrara los ojos de gusto. Le había extrañado...

 

La francesa se levantó del suelo, los copos de nieve ya habían mojado parte de su vestuario y parecía no importarle; levantó la mirada ¿Ya sería seguro regresar al comedor? El hambre le estaba matando y deseaba no toparse con nadie en la búsqueda de algo que engullirse. Apretó a su conejo contra su pecho y comenzó a correr hacia la puerta trasera, tal vez si se metía por la puerta de servicio tendría mas suerte en evitar a cualquier familiar.

 

– Comida – dijo sin siquiera mirar al elfo y acomodó a su conejo sobre su hombro derecho – Verduras, un chocolate caliente caliente y pan.

 

El elfo le miró asombrado y salió corriendo hacia la alacena. La Black paseó su mano derecha sobre una de las mesas de la cocina, seguramente donde los elfos se encargaban de picar los ingredientes para las comidas fuertes ¿Ya sería hora de comer? Sus labios se fruncieron en una mueca y saltó para sentarse en el frío mármol.

 

– Estoy hambrienta, Psicosis...– dijo girando el rostro hacia su conejo, acarició con su nariz su pelaje y sonrió. – Supongo que tú también lo estás...

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Y él no tenía problema en llevarle los gustos…

 

La Black levantaba de vez en cuando la mirada, notando en sus ojos grises una expresión de puro placer. La emoción se derrochaba en cada una de sus facciones, que no tenían problema en contarle lo mucho que disfrutaba el momento. Y ella encantada por supuesto, era casi un logro para ella verle así, por segunda vez y para nada ebrios.

 

Pero se vio interrumpida por su mano, que la tomaba del mentón y la atraía hasta la boca de él, ella como hipnotizada por sus encantos obedecía sin oponer resistencia pues le gustaba lo que hacían. El beso apasionado no hizo más que encender aún más la llama en su interior. No disimulo su curiosidad al verlo salir del agua, pero luego de sus explicaciones y una sonrisa pícara, otra se despertó en los labios de la chica de cabellos azules. El Malfoy era sin lugar a dudas un chico tradicional, pero a ella no le importaba mucho, ya se encargaría después de sacarle la cotidianidad en la cama.

 

Se acostó boca abajo a petición del caballero y sintió sus manos deslizarse por su espalda haciendo que sus músculos se contrajeran y le recorriera un fuerte escalofrío por todo el cuerpo.

 

No lo tomen a mal, los masajes eran entre otras cosas un gran talento de Nathaniel, pero el sentir su cuerpo contra el de ella, todo su peso, su calor y humedad, toda esa dominación y fuerza… la llevó al cielo. Su respiración volvió a agitarse involuntariamente, suspiros iban y venían al sentirle tan íntimamente, tan salvajemente. Su tibio aliento le acariciaba la nuca y su mano juguetona la estremecía. Él la volvería loca sin lugar a dudas. Aun más loca.

 

Sintió como si una tonelada de fuegos artificiales estallara dentro de ella en el momento en que encajaron. Tal pareciera que debía acostumbrarse a llegar a la meta mucho antes que él, pero a ella no le importaba mucho, podía seguir toda la noche si eso era lo que él se proponía.Sin esperarlo y con algo de sorpresa sintió como él le abofeteaba. Involuntariamente gracias al golpe un par de lágrimas se escaparon de sus ojos. Para su desconcierto eso no hizo más que aumentar su libido de una forma insospechada.

 

Aun así no podía permitirle comportarse de tal forma y como se esperaría de su actitud, la chica de ojos azules volvió el rostro hacia él con mirada de reproche, intentando infructuosamente cambiar su posición ante el hombre que claramente podía hacer con ella lo que quisiera (cosa que también agregaba puntos a aquel extraño sentimiento ardiente) sus caderas se movían por si mismas en un baile que se acomodaba al del joven pelirojo que era quien llevaba el ritmo.

 

Intento besarlo, pero de nuevo la posición se lo impedía y no le quedó más remedio que rogar por algo de autonomía.

 

-Por favor…-exclamó entre suspiros ahogados, estaba muy cercana a perder de nuevo la carrera por llegar de ultimo a la meta –Déjame que te haga feliz, por favor, déjame besss…art…-

 

Por segunda vez en poco menos de 15 minutos había cruzado la línea, de nuevo las chispas invadían sus sentidos e intentaba disimular aquellos gemidos ahogados con lo que fuere que tuviere en mano, en este caso las sabanas. Pero él no paraba y la embestía salvajemente invadiendo todos sus sentidos.

 

Quizá por compasión ante sus ruegos, ante el hecho de que su cuerpo convulsionaba en medio de un éxtasis o tal vez solo por un golpe de suerte la Black pudo desprenderse de él por un instante, el suficiente para para colocarse en una posición que funcionara más para ella. Atrajo su rostro, fundiéndose en otro más de todos aquellos besos apasionados. Y entonces, en un movimiento ligero y sutil, por fin logro volver a estar en la cima de aquella montaña de cuerpos.

 

El vaivén de sus caderas era ahora el representante de aquel frenético baile, los besos que no habían cesado, ahora se hacían más rudos, mas fuertes, inclusive la chica de cabellos azules osó en marcar el cuello del Malfoy como pago por el golpe sorpresivo que había recibido momentos atrás.

 

-Tu –Comentó la Black anudándose el cabello en una moña alta –vas a tener ir a mi ritmo – De nuevo su pelvis envistió al ritmo de una amazona experta dejando al pelirojo por completo a su merced

Editado por Luisitha Black M.

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Trató de recordar un momento en especifico de su pasado, pero la escena se la escapaba a cada paso que daba. ¿Qué sentido tenía entonces el tener un pasado si no estaba todo en orden? Quería recordarlo todo, deseaba no estar sumido en aquella neblina. Podía sentir como un par de lágrimas comenzaban a recorrer sus mejillas, esa había sido la razón de que cubriera su rostro.

 

Y aunque no le molestaba el demostrar debilidad, esperaba que la chica a su lado no se percatara de aquel pequeño detalle. Recién la conocía, apenas hacía un par de segundos que conocía su nombre, y lo último que quería era que terminara sintiendo lástima por él.

 

— Nunca antes había tenido que afrentar las cosas por mí propia cuenta —murmuró.

 

No lograba recordar con precisión el rostro de esa persona que estuvo para él noche y día, pero sabía bien que había existido y no sólo ella, también existían otras figuras que se resistían a desaparecer del todo. Antes de la Black había pertenecido a otra familia, obviamente lo había hecho... Sólo que ella ya sólo quedaban un par de recuerdos borrosos.

 

Las lágrimas eran cada vez más continuas, hasta ese momento no había tenido momento alguno para sincerarse del todo. Estiró sus piernas a lo largo del pasillo y descubrió su rostro, qué más daba si Kya lo veía llorar. En aquel momento lo único que deseaba era volver a ver a su esposa, esa est****a vampiro que servía tanto para ser su peor enemiga cómo la persona más importante de su vida.

 

— ¿Por qué no dejamos de hablar de mí? Estoy seguro de que tú también tienes un par de problemas —comentó un par de segundos después—. Aunque si no quieres hablar, podemos canalizar el dolor de otra forma... Creo que en mi habitación vi un par de cuchillas —intentaba bromear, pero no era un tema que se prestara para ello.

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