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Castillo de la familia Haughton (MM B: 84511)


Anne Gaunt M.
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Avril cambiaba de personalidad como si realmente la edad le afectase el juicio, cada vez que hablaba Dovakhin sentía que la mujer seguía viviendo en el pasado, como si no creyera en lo que él le contaba o como si se diera más crédito aún a si misma que al actual mortífago. Claro que Dovakhin desconocía la mayor parte de la historia de la Malfoy en la marca tenebrosa, pero de cualquier manera no existía mago vivo ni muerto que superase realmente al Haughton cuando se trataba de egocentrismo, orgullo y amor propio. Avril pidió un Vodka finalmente y el demonio arqueó una ceja.

 

—El baño está arriba— Advirtió señalando las escaleras, claramente aquella combinación no era del todo recomendable y mucho menos si se empinaba la botella de esa manera haciendo casi un fondo blanco. Avril continuó quejándose todo lo que pudo como una digna abuela pero justo antes de que el patriarca pudiese contestar la puerta se abrió y detrás de ella apareció un joven. Dovakhin jamás lo había visto por lo que en un acto reflejo le apuntó con su varita y le dedicó una mirada llena de odio que se clavó directamente en sus ojos penetrando los pocos metros de distancia que los separaban.

 

—¿Y tú quién eres?— Preguntó altanero el primogénito de Mónica. Desde que volvió de su viaje tuvo que hacerse cargo de muchas cosas y entre ellas estaba el castillo. Su madre poco aparecía por lo que la manutención de la familia dependía de él y lo más activos integrantes que participaban paulatinamente, sin embargo de todas maneras el mortífago deseaba que su madre volviese a tomar las riendas de todo y diera una dirección correcta antes de que temperamento dictatorial arruinase lo que quedaba de la familia.

 

Posó nuevamente la vista en Avril y sonrió —Con respecto a eso... te ayudaré. Pero no pienso ser comprensivo, yo disparo a matar— Sentenció con un tono que cortaba hasta el aire. Quizás aquello fuera interesante.

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Había pasado tiempo desde la última vez que había visto a mi madre, en esa ocasión nos habíamos reencontrado, pero sus obligaciones habían hecho que se marchara del castillo dejándola sola, su madre no era muy cálida con la pelirroja, pero aun así ella la quería, pues era lo más importante para ella, salió de su habitación en el segundo piso y subió varios pisos más hasta la habitación de su madre, toco la puerta como cuando era pequeña para que su madre supiera que era ella quien la buscaba, al no encontrar respuesta abrió la puerta un poco y asomó la cabeza – Mami… ¿Mamá, estas aquí?

 

La pelirroja observó que la habitación estaba tal cual la había visto la última vez que había estado allí con su madre, con la diferencia que su madre no se encontraba allí, a lo que nuevamente bajo a su habitación, se cambió el corto vestido azul que tenía puesto y se apresuró a ponerse unos jeans, una camiseta blanca que le quedaba pegada a su cuerpo delgado, una chaqueta de piel negra y unos botines de tacón alto, se le había ocurrido bajar a los jardines y esperar a que su madre llegara, aunque no estaba muy segura de que ella llegara ese día al castillo pues habían pasado un par de días desde que se marchó y no había vuelto a verla por allí.

 

Bajo despacio de su habitación, cruzo la puerta del vestíbulo y salió a los jardines donde junto a la fuente de los leones se sentó como cuando era pequeña y esperaba ver a su madre llegar o que algo interesante pasara en ese momento.

 

@@Bea Haughton G.

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Una voz, que parece salida más de mi memoria que de la boca de alguien me llama. Un llamado imposible de repeler, el más sutil y apelativo de los llamados. Pero es imposible, o al menos eso piensa mi mente mientras la opresión de la desaparición presiona desde todo ángulo mis sentidos. Estoy por perder la concentración y no pretendo quedar escindida, hago un esfuerzo descomunal y termino en medio de un páramo desolado, un par de conejos salvajes huyendo veloces de mi figura.

 

No importa en donde me encuentre, sé como regresar, pero los nervios me fijan a la tierra que pisan mis sandalias totalmente inapropiadas para aquel terreno. Sé que no estoy en el Castillo Rambaldi, eso está claro. No lo aplazo más y vuelvo a aparecerme directo en mi habitación, esta vez con mi varita en mano.

 

- ¿Quién está ahí? - digo con voz fuerte y segura a través del resquicio abierto de la puerta. No podría ser Evian, no sabía de el en años, apenas lo suficiente para saber que estaba bien, entre los cánones que aplicaban para sus andanzas. Pero no tenía idea que regresaría, era mejor desconfiar a muerte de cualquier persona que se atreviera a llamarme Mami.

 

Mi cabeza trabaja febrilmente, entre ir por Kytta o resolver aquello, pero si era peligroso era mejor no traerla, no me perdonaría nunca que le pasara algo por mi causa, en ese caso sería mejor esperarla a que viniera en lugar de adelantarme a robarla de su Mansión.

 

- Muéstrese – demando abriendo la puerta de golpe con la varita y apuntando directo a la figura que asoma a la puerta y que me observa con igual cantidad de sorpresa que de emoción aputandóle, ahora directo a su corazón.

- ¿Evian? - ninguno de los dos baja la guardia, quizá demasiado desconfiados, quizá excesivamente precavidos pero en cualquier caso tercos y decididos a no ceder. Estaba bien, así debíamos ser - ¿ cuando Evian Haughton tenía 5 años, donde celebró su cumpleaños? - para ese momento no me queda duda alguna de que es él, pero es necesaria la pregunta. La comprobación.

 

Mi ojos no lo creen, es todo un hombre ya.

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“¿Evian?” Resonó hasta en lo mas intimo de infancia. Exactamente 10 años desde nuestro ultimo encuentro. Se mantenía casi intacta como la recordaba. Su varita bien sujetada y su mirada profunda y directa, como la mía.

 

Baje mi guardia y no te que el ámbar de mi empuñadura era un verde intenso. Estaba en casa.

 

-Sabes… - me introduje en la habitación, -solo tu sabrías que aquel día, en mi quinta celebración, decidiste hacer a fiesta en casa…- me senté en la orilla de su cama, - ya conoces mi carácter- reí melancólico, - solté unos Bogarts de tu armario en al ático…-

 

Me di un espacio para continuar, mientras la miraba atento, retratando cada segundo. Me aclare la garganta y proseguí:

 

-Volví, madre, volví… – la mire a los ojos, - Y esta vez las cosas están por cambiar un poco, tuve un encuentro muy profundo en Costa Rica, estoy listo-

 

Aunque sabia que no podría explicarme con la suficiente claridad, esperaba que mi madre entendiese que necesitaría su ayuda. No era capaz de resumir mis mil noches de desvelo detrás de mi planes, pero ella, ella era la UNICA que podría respaldarme a muerte.

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¡SEMPER FIDELIS! "Cavete solveris Bogarts, potest occidere scare"

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Hasta que comienza hablar mis nudillos se aflojan alrededor de la varita, lentamente recuperan su color piel reemplazando el blanco que se había acentuado debido a la tensión.

 

Y sí, el recuerdo es claro en mi mente. En media celebración, entre niños muggles que no dejaban de fascinarse por la complejidad de los adornos que gracias a la magia había colocado en nuestra casa, Evian había escapado, haciendo alarde de un temperamento imposible, y su definición de animar la fiesta había sido soltar un boggart escondido en uno de los viejos armarios del ático. Un incidente del que aquellos niños ya no tenían ni siquiera el mínimo rastro, excepto quizá alguna cicatriz emocional de verse enfrentados a su mayor miedo para el momento en que yo había descubierto la escena.

 

- Arruinaste un par de vidas ese día- pero una sonrisa decora mi rostro a pesar de lo lúgubre de las palabras, están dichas en el mejor sentido. Pero no era una risa liviana, ni fácil. Habían muchas preguntas, ninguna era más importante que otra y sin embargo eran todas cruciales. Recelo, tengo diez años de no verlo, es difícil portarse como una madre cariñosa pasado ese tiempo más aun cuando no era mi estilo, al menos no en exceso.

 

Antes de que alcance a decir yo nada más, el continúa, para mi alivio con lo que más me oprime el pecho. ¿Era aquella una visita esporádica? ¿Estaba por verlo irse de nuevo? De ser así ¿estaba preparada?

 

Cada palabra suya tiene un significado profundo, casi misterioso, había que leer entre líneas para realmente comprender la intención detrás.

 

Asiento fijando mis orbes grises en su mirada, una sonrisa curva la comisura de mi boca.

 

- ¿Qué necesitas? - es la primer pregunta, la única realmente importante mientras me siento a su lado - vas a tener que explicarme mucho más - y coloco mi mano en su hombro antes de abrazarlo con fuerza - sabes que haría lo que fuese necesario - confirmo con certeza y confianza.

 

 

 

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- ¿Qué necesitas? – me pregunto con sensibilidad mientras se sentó a mi lado - vas a tener que explicarme mucho mássabes que haría lo que fuese necesario – concluyo abrazándome fuerte.

 

A pesar de mi profundo odio y frialdad ahora, implantada en mi, no había mayor debilidad que conociese hasta el momento, que mi madre. Petrifique unos cuantos segundos en ese instante, respirando su olor.

 

Luego del caluroso momento, trate de acomodar mis palabras mirando fijamente la ventana y la chimenea de la habitación que crujía y escupía ceniza.

 

-Hice un pacto…- le enseñe mi muñeca izquierda. Había una cicatriz con este símbolo: “ø”.

 

Mi padre había abandonado a mi madre mucho tiempo atrás, persiguiendo sus desquiciadas ideas africanas. Magias Arcanas y ocultas. Tan viejas como la primera varita de abedul que pudo sostener el hombre, el comienzo de la magia. Luz y fuego. Mi madre conocía bien esa procedencia. Tal vez ella nunca sintió la necesidad de acudir por esas vías, su poder no se limitaba a antiguos dioses, trascendía, como su amor hacia mi.

 

Sin embargo yo, medie mucho tiempo la urgencia de rellenar vacíos importantes en mi vida. Mi naturaleza rara y antagónica me condujeron mis admiraciones hasta el viejo continente. Pero los hechiceros indígenas en las selva Talamanqueña de Costa Rica le dieron rienda suelta a mi fascinación.

 

-Invoque un elfo… pero no cualquiera- me puse de pie y camine hacia la chimenea donde habían unos cuantos recuadros que se movían con facilidad, de cuadro en cuadro, - invoque el elfo de un dios Africano. Su nombre proviene de su primer amo, miles de años atrás. En África del oeste: Bumba, el dios del cielo, creador supremo, creador de todo lo que conocemos, mantenía su fiel sirviente. – agregue. La mire a los ojos: -ahora yo soy su dueño…- me acerque a ella y me puse de cuclillas para mirarnos al mismo nivel. Tome sus manos y proseguí: - él es sabio como el tiempo madre, y me ha enseñado nuestro verdadero camino. El rechaza las magias occidentales y afirma que la oscuridad es el primer paso a la iluminación. Magos que luchan por el bien y hechiceros que luchan por falsos…- de nuevo me levante enérgico en mi discurso, -por falsos profetas que se aclaman de servir en las tinieblas. No saben que es morir y temen hacerlo…- como aun tenia su atención la tome por sus suaves manos y concluí:

-debemos de asesinar a los impuros y establecer nuestro temor.-

 

Realmente desconocía la reacción de mi madre. Ella tenia una vida tranquila en nuestra casa. Rodeada de ciertos familiares que ni un ojo echaban a notar nuestra presencia. Había que cambiar las cosas y estaba decidido aunque tuviese que hacerlo con mis propias manos.

Editado por Evian Haughton Mørk

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Su gesto muda cuando nos separamos de su abrazo. Su mirada es distante como cuando los pensamientos están tan lejos de donde se encuentra el cuerpo. La ansiedad se acrecienta con cada segundo que el silencio reina en mi habitación, miles de ideas terribles se agolpan por aflorar en mi mente, pero me recuerdo ser precavida y no adelantar ninguna conclusión.

En todo caso no augura nada bueno.

 

Hice un pacto... – comienza e inspiro deliberadamente despacio esperando por más, hasta que me enseña una marca en su muñeca. No recelaba de las marcas, yo misma… no, evito recordar aquello.

 

Pero entonces, una memoria más fuera que las demás, me asalta. Recuerdos de conversaciones con el padre de Evian y sus grandes aspiraciones, tenebrosas, oscuras. La ambición más peligrosa de todas: el poder. Sus ideales eran tan firmes que para cierto momento no le había importado dejarme sola con su hijo apenas en brazos.

 

Continúa su historia sacándome de mi propio ensimismamiento. Cada palabra que pronuncia pareciera como si le pesara, sale honesta y nada censurada. Es tan serio como me había imaginado y debe sentir mis manos frías cuando se coloca a mi altura. Mi expresión es vacante, ausente mientras intento calcular el alcance de lo que ha hecho. Habla del verdadero camino y no puedo evitar desconfiar. No creo en verdades absolutas.

 

Suelto sus manos y me levanto, asomo a la ventana. Que luego cierro con una agitación vaga de mi varita.

 

Lo que dices es muy serio y no debes repetirlo a nadie más – le advierto. Me descubro más intrigada que preocupada, pues no considera peligrosa la invocación sabía que Evian era un mago poderoso y controlado, cualquier acción que había tomado estaba segura de que él era quien llevaba las riendas. De hecho, estoy intrigada hasta el punto de estar interesada. Una energía me recorre, la adrenalina de tener un propósito

 

No debemos discutir ningún detalle más sin estar seguros de que nadie no escucha - nunca se puede ser demasiado precavido cuando se trataban temas así.

 

– ¿Quién será el primero? – una sonrisa, siniestra sin duda alguna se dibuja en mi rostro. Con esto confirmo dos cosas: mi voluntad y gusto por las artes oscuras y mi apoyo incondicional a cualquier acción que emprenda Evian a partir de aquel momento.

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Su primera impresión fue llamarme la atención por una falta que según yo a esta ese momento, solo los novatos hacían. Tal vez me deje llevar por encuentro tan sensible en pocos segundos. Cerro la ventana con su varita, procurando un espacio mas seguro.

 

No debemos discutir ningún detalle mas, sin estar seguros de que nadie nos escucha”. La miraba con admiración. No pude decir nada, me balance lo mas rápido que pude y cerré la puerta de la habitación son mucho sigilo.

 

Para ese momento no sabia si mi madre me mataría en ese mismo instante o si mi locura seria bien recibida por la bruja. Me amaba, tenia que intentarlo.

 

Me voltee con seguridad y la mire a los ojos con aspecto infantil, una mueca mas del sentirme niño y regañado en su presencia. Para mi fortuna una sonrisa hermosa se dibujaba en sus labios, no pude evitar copiarla y acercarme con emoción.

 

¿Quién será el primero?” concluyo. Su rostro se iluminaba, nunca había sentido tanta felicidad en mi vida. La piedra ámbar de mi varita, chilló en un rojo intenso.

 

Me acerque y la tome por sus manos, la conduje hasta su cama y delicadamente le señale que tomara asiento.

 

-Antes debes conocer a alguien…- saque mi varita y apunte a la marca en mi brazo:

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En seguida muy profundo en mi mente, casi como se pudiese escuchar un recuerdo muy, muy vago; unos tambores de piel resonaban sin descanso, avecinando la llegada de Bambu. Estaba segura que mi madre también los escuchaba, de echo su expresión facial notaba que luchaba con saber que estaba pasando. El poder que me hacia sentir su presencia era incontrolable.

 

Tras una especie de humo denso y rojizo, apareció Bambu. Su piel era gruesa como la de un jabalí. Su tez era bastante oscura, de un negro azulado. Bambu poseía muchas arrugas, tanto que necesita levantar sus párpados algunas veces para observar mejor. En la parte trasera de su cabeza, crecía un cabellera blanca y brillante de finos pelos, la cual llegaba hasta su media espalda en forma de trenza.

 

Su ropaje al contrario de ser una prenda sucia y derruida, Bumba mantenía su clásico batón (Un camisón de lino verde que llegaba hasta sus tobillos). En los extremos (cuello, y mangas) posee una fina línea negra. En el centro de su vestimenta enseñaba el mismo símbolo con un color muy parecido a la sangre: ø del mismo color que sus ojos, un rojo intenso.

 

-Señorita Haughton…- se integro al difuminarse el humo, - me han hablado maravillas, mi total respeto y admiración. Le ofrecería protección, pero veo que al ser la progenitora de mi amo, no necesite de mis habilidades… - Le sonrió con su dientes afilados y viejos.

 

-Creo madre, que deberíamos de buscar mas aliados a nuestra causa…- me silencia al ser interrumpido por Bambu: “ 7 deberán ser, los iluminados de Bambu ”, camino unos cuantos metros en medio de mi madre y yo y concluyó: “ La secta de Mørk debe conformarse.

Editado por Evian Haughton Mørk

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  • 2 semanas más tarde...

En tiempos remotos se decía que el sol era el regalo de la vida, pues daba paso a un nuevo amanecer y a las almas concebidas. El mensaje que llevaba la puesta del sol en ese momento era una paradoja inquietante.

 

El Castillo Haughton parecía descansar bajo la calma del ocaso. Aunque se imponía radiante, no podía evitar que sus torres fueran doblegadas por la oscuridad de la noche de brisa fresca y estrellas puntiagudas, cuyas luces dominantes ondulaban todo el cielo. El invierno ponía su reinado en todo lo alto mientras poco a poco la oscuridad le ganaba al día, y se tragaba apoteósica sus radiantes rayos.

 

El paso de la opacidad era liderada por esa sombra que ingresaba a los jardines. Una sombra amorfa, sin razón de ser alguna y con movilidad amenazante. De sus volutas negras escapaban golpes repentinos, energía inquietante que buscaba algún flanco débil por donde salir antes de ser materializada, pero justo frente a la puerta del Castillo no logró contenerse más.

 

Hilos sin rumbo se desprendieron de la desproporción y una a una, formando lazos de imperfección, fueron amontonándose.

 

La silueta de un alto hombre parecía dibujarse a continuación. Seda negra vistió la silueta seguida de los últimos bordes desmembrados, dando vida al ser que transportaba de mirada fija que irradiaba oro. Sin aguardar nada más avanzó, escalando las escalinatas hacia la puerta de entrada. Posaba sus pies huesudos en cada escalón sin resguardo alguno dejando que la tela de su túnica de deslizara con suavidad hacia el interior de la morada Haughton.

 

Así como dicha presencia hubo absorbido la energía del día hasta matarlo, lo hizo con el entorno del lugar al seguir adentrándose. Pasillos, esquinas, corredores y puertas fueron azotadas por el alma oscura del hombre, que con el simple hecho de caminar sobre su suelo dejaba un rastro de densidad obtusa a su paso hacia la Torre Sur.

 

Su ascenso por la torre fue largo. Frente en alto y en letargo, abrió la puerta de aquélla habitación. La luz de las antorchas incrustadas en candelabros de oro golpearon las facciones demacradas del hombre mago.

Tenía un aspecto deplorable. La piel morada parecía estar muerta rodeando ciertas heridas en su rostro. Cortes sobre sus pómulos dejaba en evidencia putrefacción en la carne; pues el transcurrir de los años esgrimía junto a él una relación casi perfecta.

 

Era un demonio en eterno tormento que paseaba sobre la tierra, ya que ese pacto que suprimía en su pecho lo mantenía entre la vida de los mortales. Cubierto con esa túnica negra de mangas largas y que escondían su tatuaje tenebroso, accedió a la habitación de Mónica Haughton, quien asomada en uno de sus balcones, dejaba libre caída a su roja cabellera.

 

- Mónica - le susurró al oído. Los dientes amarillos mostraban un filo amenazante. Dicha facción le regalaba al hombre una tácita gesticulación de un enloquecido asesino - estoy aquí, como en los viejos tiempos.

 

Y posó una mano sobre la cintura de la mortífaga, justo en el inicio de su glúteo derecho.

Ex-Líder de Bandos | Ex-Wizengamot | Ex-Orden de Merlín 1ra Clase
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La única luz que alumbraba la habitación era la derramada por una pequeña lámpara de aceite que reposaba sobre el escritorio y que le permitía, en medio de tanta oscuridad, leer el libro que tenia apoyado sobre el regazo. El sol se había comenzado a esconder hacía unos minutos, así que sus rayos ya no tenían la fuerza necesaria para traspasar el cortina que se interponía entre ellos y el lugar que Mónica ocupaba en el cómodo diván de su cuarto, donde estaba desde hacía varias horas.

Todo estaba en silencio, de hecho había demasiada calma. Lo único que interrumpía aquella inquietante paz era su propia respiración y el siseo de las páginas cuando las pasaba para poder seguir leyendo. Le quedaba poco para llegar al final de su lectura pero había algo que la había hecho perderse un par de párrafos atrás, así que levantó la mirada de la hoja sin realmente enfocarla en ningún otro lugar, como si solo quisiera escuchar que había detrás de tanta tranquilidad ¿Qué pasaba?

Cerró los ojos al notar como los vellos de su nuca se ponían de punta. No sabía el porqué, pero su cuerpo se había puesto en alerta sin un motivo aparente, algo que no le ocurría desde hacía bastante tiempo. Sus piernas abandonaron la comodidad del diván y sintió el frío suelo bajo sus pies al ponerse en pie tras dejar el libro en el escritorio, junto a la lampara que no tomó. Caminó descalza hasta el ventanal y se quedó tras el cristal que la separaba del exterior, buscando en este algo que llamara su atención. Pero buscaba algo que no conocía... o quizás que sí conocía, pero que no quería admitir.

Abrió el balcón y una brisa totalmente helada le golpeó el rostro e invadió la habitación. Se ajustó la tela de seda negra de la bata que la cubría y salió a la terraza dejándose envolver por la noche. Aún notaba toda la piel erizaba y ya no sabía si era por aquella mala sensación que tenía o por el frío totalmente anormal que hacía allí fuera. Buscó de nuevo algo entre los arboles del bosque, en los bancos del jardín y en la senda de llegada al castillo, pero no encontró nada. Aún así, en vez de tranquilizarse, sentía como el corazón le latía a más de mil por hora.

Se sostuvo con fuerza a la barandilla que la separaba del vacío que había entre la torre y el suelo y cerró los ojos; aún no la había rozado y ya tenía la certeza de que lo tenía detrás. Antes de escuchar su voz, ya sabía quien era.

- Mónica estoy aquí, como en los viejos tiempos.

Simplemente abrió los ojos, pero no se movió. No lo hizo hasta que el brazo de Patrick Colt rodeó su cintura y se deslizó más abajo, hacia donde moría su espalda, momento en el que se giró para quedar de frente a él. Por supuesto, la mano del que una vez fuera su cómplice, continuó en la cintura de Mónica como si tuviera todo el derecho del mundo a hacerlo.

- ¿Cómo en los viejos tiempos? - su mirada, de un brillante verde aceituna, parecía querer devorar la miel de los ojos de aquel demonio-. En aquellos tiempos pocas veces has viniste hasta aquí y nunca era por nada.

Había pasado mucho tiempo desde que no se encontraban, pero la mujer de rojizo cabello no necesitaba analizar su rostro para tenerlo totalmente calcado en su memoria; cada gesto de aquel mago tenebroso, las cicatrices de su rostro, la tonalidad de su voz... lo conocía perfectamente. Llevó su mano, totalmente nívea, sobre la de Patrick para apartarla de su cintura y la sensación como de una descarga eléctrica la recorrió, desde la punta de sus dedos hasta la de los pies y volvió a encogerle el corazón como muchas otras veces tiempo atrás.

- ¿Qué es lo que quieres?

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